Imágenes de páginas
PDF
EPUB

asosiegos más que todos los que allí iban, y como la mayor parte era gente de poca estima y don Fernando de Guzman era alferez general del campo, conocido caballero, mancebo bien quisto y amigo de todos, parecióle que lo mejor seria tratarlo con el dicho don Fernando y que él fuese general del campo; y la traza que tuvo fué que un dia le sacó á pasear fuera de Machifaro y comenzóle á decir que ya sabia cuán servidor le era de munchos dias atrás, y como á tal le queria tratar un negocio de muncha calidad; pero que le habia de jurar por la fé de caballero que no le habria de descubrir á persona viviente hasta que estuviese hecho. Don Fernando le respondió que le daba palabra de le guardar secreto. Como hallase la puerta abierta comenzó a decirle: Ya sabe vuestra merced cómo Su Majestad ha gastado muncha cantidad de pesos de oro y plata en poner esta jornada en órden, y el virrey la encargó á Pedro de Orsúa, el cual ha tenido tanto descuido y tiene, que aunque se han ofrecido buenas ocasiones no la ha querido poblar, ni ha hecho diligencia en hacerla buscar; antes parece que no tiene cuidado de cosa que á esto toque, como lo habemos visto, y si pasase adelante todos quedábamos perdidos y sin remedio, y para que esto cese y Su Majestad fuese servido y la tierra se poblase, paréceme que seria bien que vuestra merced tomase la mano y se señalase haciendo un notable servicio á Su Majestad, y que si sus amigos le alzásemos por general de esta jornada y nos mandase y poblásemos la tierra, porque Pedro de Orsúa nos trae perdidos, y no lo hará, haciéndolo vuestra merced gana muncho crédito y opinion con todo el mundo, y Su Majestad le hará grandes mercedes en esta tierra como á hombre que tanto le ha servido; y para que á esto no haya cosa que lo impida, matemos á Pedro de Orsúa porque no haya bandos de su parte y de sus amigos, y luego haremos informacion de su descuido en la poblazon y conquista, y que lo que se ha hecho es lo que conviene al servicio de Su Majestad, y á esto darán testimonio las obras con poblar la tierra y avisar á Su Majestad de lo subcedido. El caballero mancebo, como tenia poca experiencia de negocios, cobdicioso de mandar y de poblar la tierra y servir al rey como se le habia propuesto, parecióle que era buen camino para darse á conocer, y pareciéndole que no habia otra mayor cautela encubierta debajo de este sabroso cebo, consintió con Lope de Aguirre, respondiendo que diese en ello la órden y traza que más conviniese para que con brevedad se pusiese por obra, aunque

don Fernando no se habia de determinar tan presto como el propio lo lloraria, segun lo contará la historia, por la muncha obligacion que tenia á Pedro de Orsúa, asi por haberse fiado dél haciéndole su alferez general, como por haberle tenido siempre grande amistad, honrándole con todo lo que se le ofrecia, tanto que lo más ordinario comian juntos y dormian en una rancheria, que era cosa extraña la gran familiaridad que habia entre los dos, que conforme á esto ninguna cosa habia de ser parte para que don Fernando consintiese en la muerte de Pedro de Orsúa, antes se le debiera desviar avisándole, pues en semejante caso no estaba obligado á mantener la palabra que habia dado á Lope de Aguirre de guardarle secreto; mayormente donde habia traicion, para que se excusaran tantas ofensas de Dios, tantos males, tantas y tan arrebatadas, crueles y alevosas muertes, como por esta ocasion y mal principio se vieron. Pero son secretos de Dios que no los alcanzan los hombres, y ansí, el mal aconsejado y peor determinado caballero vino á morir mala muerte en poder de Lope de Aguirre, que le metió en ello para darle semejante pago, y él propio y sus valedores y secuaces, despues de haber hecho grandes crueldades, tiranias y desatinos, pararon tan mal como la historia nos lo contará, que semejantes cosas nunca tienen mejor fin.

CAPÍTULO XVII

Cómo Pedro de Orsúa salió con su armada de Machifaro y á cabo de dos dias fué al fin de este pueblo, que estaba despoblado de temor de los españoles, y cómo dieron en la órden que se habia de tener en matarle.

Despues de haber pasado la pascua de Navidad, como no se hallase comida en Machifaro para sustentar el real, por la mala órden que los españoles habian tenido, era grande la crueldad que se usaba con los indios, y con tantas muertes injustas como en ellos se hacian, porque les trujesen comidas, que ya estaba despoblado el pueblo y no parecia indio por él, en tanta manera que no lo pudiendo determinar el gobernador, se determinó salir dél, y mandando apercebir la flota salió riberas de Machifaro, bien descuidado de su desastrada muerte, á los 29 de diciembre de 1560, y en dos dias fué á dar en lo último de este pueblo de Machifaro, donde no hallaron gente porque los malos tratamientos que los españoles hacian á los indios eran tantos y tan malos que se

iban dando nueva los unos á los otros y se huian y ausentaban de sus pueblos, dejándolos despoblados, alzando las comidas y haciendas como mejor podian, por no verse en manos de tan grandes enemigos. Aquí se halló un grande y buen camino que iba la tierra dentro, y luego á 31 de diciembre despachó el gobernador Pedro de Orsúa á Sancho Pizarro con 62 españoles y guias de los Brasiles indios que en su compañía llevaban, por este camino, á que viesen la tierra con su dispusicion y poblados, y le volviese á dar noticia, para que en todo se ordenase lo que más conviniese á la buena expedicion de la guerra. Entretanto que Sancho Pizarro fué á hacer este descubrimiento, procuraba el gobernador acariciar y regalar algunos indios que pudo haber, dándoles algunas cositas de España, como eran cuchillos, peines, trompas y tijeras, cascabeles y juguetes de vidrio para atraer á los demás que andaban fugitivos, como en efeto lo hiciera si el tiempo y los traidores le dieran lugar; pero los que eran en esta conjuracion, viendo la diligencia que el gobernador habia hecho. en enviar á Sancho Pizarro con la escuadra que se ha oido á descubrir la tierra, y la prevencion que tenia con los indios para atraellos de paz, acabóseles de revestir el demonio en el cuerpo para darse más priesa á poner en efeto su traicion dándole la muerte, porque les pareció que aquella era buena tierra, el camino muy ancho y seguido, y que no podia dejar de haber muncha gente la tierra adentro, y vuelto que fuese Sancho Pizarro con la nueva que trujese, se habia de poblar y atribuir la gloria á Pedro de Orsúa, y por ventura no ternia el aparejo que entonces para ejecutar su dañada voluntad, ó que se podia descubrir su traicion Ꭹ motin, por ser ya munchos en él; y habido su mal consejo, sin dar parte dél á don Fernando, determinaron que la noche de Año Nuevo fuesen á visitar á don Fernando de Guzman, Lope de Aguirre, Juan Alonso de la Bandera, Alonso de Montoya, Juan de Vargas, canario, Martin Perez, Lorenzo de Zalduendo, Miguel Serrano, de Cáceres, Pedro Hernandez Chaves, Diego de Torres, Cristóbal Hernandez, Alonso de Villena, Pedro de Miranda, mulato, y que Lope de Aguirre le hablase para que desde allí diesen órden, y que desde allí fuesen á visitar al gobernador Pedro de Orsúa, y en la visita le matasen, y no lo queriendo hacer don Fernando, lo matasen á él y de camino fuesen á matar al gobernador y apedillasen la voz del rey en acabándole de matar, para que á esta voz acudiese la gente

del real, dejando en guarda algunos de sus amigos y confederados en esta conjuracion, para que hiciesen rostro á los que viniesen y los entretuviesen, y luego como hubiesen muerto á Pedro de Orsúa, todos juntos fuesen á buscar á don Juan Zapata de Vargas, su teniente general, porque era segunda persona suya, y no convocase á sus amigos y parientes y paniaguados, con los del gobernador, y le matasen á don Fernando y á ellos; que como esto se hubiese acabado quedaba todo el campo por suyo, por falta de las dos cabezas más principales dél; y para que esto no se viniese á entender, ni hubiese quien lo pudiese descubrir, acordaron que todos juntos como estaban se fuesen á holgar con licencia del gobernador á unas huertas que allí cerca estaban, de los indios, donde habian de dormir aquella noche, que era víspera de Año Nuevo, y el otro dia siguiente se habian de holgar en las propias huertas y volverse á boca de noche por casa de don Fernando para desde allí proseguir la órden y traza que se ha oido. Todo esto se hacia porque no se osaban fiar los unos de los otros.

CAPÍTULO XVIII

Cómo Lope de Aguirre y los de su conjuracion fueron á pedir licencia al gobernador Pedro de Orsúa para irse á la huelga y entretenimiento que se ha visto en el capitulo antes de éste, y cómo de vuelta se vinieron por casa de don Fernando, y cómo mataron al gobernador Pedro de Orsúa y á su teniente general.

Bien se ha visto la traza Ꭹ órden que Lope de Aguirre y los traidores de su opinion dieron en matar al gobernador Pedro de Orsúa y á don Juan de Vargas, su teniente general, y para lo poner por obra, la mesma hora que se acordó, sin se apartar los unos de los otros, fueron á casa del gobernador Pedro de Orsúa, y besándole las manos con el acatamiento que otras veces lo solian hacer, tomó la mano Lope de Aguirre y dijo ansí: Estos caballeros é yo, viendo cuán despoblado, triste y falto de comida está este pueblo, he:nos acordado, con licencia de vuestra merced, de irnos á desenfadar un cuarto de legua de aquí, á un vallecito á donde hay unas huertas de indios y alguna caza de patos, pavayas y otras cosas. Dormiremos allá esta noche, por tomar con el fresco de la mañana la caza, para volvernos á dormir al real. El gobernador les respondió: En verdad que tengo envidia á esa ida.

Vayan vuestras mercedes en buenhora y apercíbanse bien, no haya alguna celada de indios y les suceda algun daño; y vuelto que hayan, darme han aviso de lo que hubiere, para que siendo cosa tal vamos todos de más espacio á gozar de algun entretenimiento, que en verdad que lo he bien menester segun me siento triste y afligido con la fuga de estos indios. Lope de Aguirre y los que con él iban se despidieron, y mandaron á sus criados que les llevasen sus arcabuces y municion.

Fueron aquella noche á dormir á su determinado sitio. Levantáronse otro dia de mañana y con el fresco della corrieron todo el valle, donde hallaron alguna comida y frutas en las huertas, y algunas pavas y patos, de que mataron con sus arcabuces, con lo cual se volvieron á ciertas rancherías de indios que allí estaban, donde habian dormido la noche antes, en las cuales comieron de lo que traian de la caza y huertas, y pasaron todo lo que restaba de la siesta, porque hace en aquella tierra muncha calor, y á la hora que les pareció que les podria anochecer á la entrada del real, comenzaron á marchar con mucho contento, como hombres que venian á concluir una cosa tan deseada; é ya que cerraba la noche envió desde el camino Lope de Aguirre un paje suyo, delante, á casa de don Fernando de Guzman, á saber si estaba en casa, que le hiciese merced de aguardarle allí, que habian tenido pesadumbre dos caballeros de los que habian ido en su compañia, para que los hiciese amigos antes que fuesen á casa del Gobernador, y que si no estuviese en casa se le buscase y dijese este mensaje. Volvió el paje al camino y dijo á Lope de Aguirre que don Fernando le besaba las manos y le quedaba aguardando.

Ya era la noche cerrada cuando Lope de Aguirre y los que con él habian ido llegaron á casa de don Fernando, donde despues de haberle saludado comenzó Lope de Aguirre, estando delante todos los que habemos contado que estaban en la conjuracion de matar al gobernador, y dijo así: Bien se acordará vuestra merced, señor don Fernando, lo que habemos tratado, y cuán descuidado viene Pedro de Orsúa de lo que tiene á cargo en descubrir y poblar esta tierra, y lo muncho que conviene al servicio de Su Majestad que se pueble, y el mal término que tiene en sus soldados, siendo como somos todos españoles, gente principal y con quien se ha honrado y autorizado, y que á

En el ms, les.

H. DE INDIAS.-11.-22

los unos ha preso y echado en collera, como es á Alonso de Montoya, que está presente, y á otros ha hecho remar como galeotes en la balsa de su amiga doña Inés, y á otros ha preso, y aun entre ellos á su criado de vuestra merced, sin tener respeto ni miramiento á la autoridad, valor y amistad de vuestra merced, debiéndole tener. Y vemos que cada dia se atreve á hacer y tratar cosas nuevas en menosprecio de los que con él venimos, y no sabemos en lo que ha de parar, pues de buscar ni poblar la tierra ningun cuidado tiene, ni lo ha de hacer, como lo habemos visto por la obra. Y si agora ha enviado á Sancho Pizarro, no es para descubrir ni poblar, sino para su descargo y volverse al Pirú á representar servicios para que el virrey le dé indios de encomienda, y donde vuestra merced está no es justo que Pedro de Orsúa se quiera autorizar, ni extender tanto, ni que vuestra merced permita que los soldados sean maltratados, mayormente habiendo siempre vuelto por ellos y los ha amparado en lo que se les ha ofrecido.

Todos tienen puestos los ojos en vuestra merced para lo servir hasta la muerte, conquistando y poblando esta tierra en servicio de Su Majestad, y pues venimos á este efeto del Pirú, á muncha costa de Su Majesad y de nuestras haciendas, poniendo á riesgo nuestras vidas, dejando nuestros amigos, placeres y pasatiempos; y siendo esto ansí como lo es, y Pedro de Orsúa lo mira tan mal y está tan descuidado en la conquista y poblacion de esta tierra para que todos hayamos el premio y galardon de nuestros trabajos, antes conforme á lo que hemos visto nos quiere dejar sin él, probes, míseros, perdidos y desventurados, á lo cual vuestra merced no debe dar lugar, mas antes es justo que lo remedie para que no venga otro mayor daño, porque la gente del campo anda triste, afligida y desconsolada, en término de se le motinar; y si esto fuese ansí no habria hombre con hombre, ni vuestra merced, ni sus amigos ternian las vidas seguras.

Dios y el rey serian muy deservidos; la tierra quedaria sin se descubrir ni poblar; y pues vuestra merced lo puede tan bien remediar, como pocos dias ha que lo referí en Machifaro, justo es que se ponga por obra agora que tenemos el tiempo en la mano; no lo dejemos para otro, que no sabemos lo que podrá suceder. Estos caballeros é yo venimos á que vuestra merced nos mande lo que habemos de hacer. Todo esto decia Lope de Aguirre para apresurar á dou

Fernando y que matase á Pedro de Orsúa, y no lo queriendo hacer aquella noche, le matasen á él sin salir de allí, porque no fuesen sentidos ni descubiertos, y acabado de matar á don Fernando fuesen luego á hacer lo propio del gobernador Pedro de Orsú. Vistas por don Fernando de Guzman las razones de Lope de Aguirre, y que ya estaba metido en la danza y que no podia salir della sin perder la vida, y el aparejo que tenian en Lope de Aguirre y aquellos soldados, que todos.venian determinados á poner en efeto la muerte del gobernador, no osó decir de no, antes les respondió: Pues que vuestras mercedes tienen tan buena ocasion, justo es que la sigamos todos, é yo iré acompañando é serviré en lo que se me mandare. Y sin aguardar otra cosa, tomando su espada en la cinta y sargenta de alferez, se fueron bien disimuladamente á casa del gobernador, bien á tres horas de la noche, dia señalado de Año Nuevo de 1561, donde estaba bien desastrado de la repentina y desastrada muerte que le su edió, echado en una hamaca, y Pedro Arias de Almesto, su grande amigo, en otra, parlando en cosas de buena conversacion.

Como Pedro de Orsúa los viese entrar, que los estaba aguardando, que habian de venir de la huelga donde habian ido, sin ningun recelo se volvió á ellos, diciéndoles: Sean vuestras mercedes muy bien venidos, que cierto estaba con cuidado de saber cómo les habia ido. A lo que respondió Juan, Alonso de la Bandera, con una atrevida y gran desvergüenza: Agora lo vereis; y á un tiempo, antes que acabase de echar la palabra de la boca, tenia la espada desenvainada y acudió al gobernador con tanta furia y rabia, que á dos manos le dió una estocada en los pechos que le pasó de la otra banda, y á esto acudió don Fernando de Guzmán y los que con él iban y le dieron munchas estocadas y heridas. Como Pedro Arias de Almesto viese el negocio andar desta suerte, entendiendo defender al gobernador, su amigo, salió de la hamaca donde estaba y echó mano á su espada, reparándole los golpes que podia, diciendo: ¿Qué es esto, caballeros? ¿Qué traicion y maldad es ésta? Andando un rato reparándole y defendiéndole, hasta que le amenazaron que le habian de matar si no se desviaba y los dejaba, dándoles las armas. Y viendo Pedro Arias que si más los enfadaba no podia escapar de allí con la vida, tuvo por bien de entregar la espada á don Fernando, el cual mandó que no se le hiciese daño ninguno. Desta manera le acabaron de matar, y llevaron

consigo á Pedro Arias de Almesto, rendido y sin armas, el cual, viéndose entre gente tan cruel y carnicera, procuró de salírseles entre las manos, como lo hizo. Acabada de hacer esta muerte con tanto ímpetu y crueldad como se ha visto, salieron por la puerta dando voces: ¡Viva el rey, viva el rey, que muerto es el tirano! Y esto duró un gran rato, á fin de que se llegase la gente del real á la voz del rey. Hecho esto, íbase juntando todo el ejército, alborotado sin saber que fuese, viendo un rebato y negocio tan repentino. Los matadores fueron luego á buscar á don Juan Zapata de Vargas, teniente general del campo, para le matar, el cual, como oyese las voces y alboroto que se habia oido, se echó un escaupil á cuestas, que es un sayo de armas, estofado de algodon, y su espada en la cinta, y una rodela, con la vara de la real justicia. Salió á ver lo que era para encaminar al ruido, é ya que iba prosiguiendo su viaje, topó con los inatadores, que le iban á buscar, los cuales embistieron con él, é con palabras de muncha afrenta y desvergüenza le quitaron la vara de las manos y le mandaron desarmar, y estándolo haciendo un Juan de Vargas, canario, de los tiranos, estándole tirando de las mangas para le sacar el escaupil, que estaba ya encima de los hombros, no pudiendo aguardar más un Miguel Perez, pareciéndole que se tardaba, le tiró una estocada por detrás que pasó todo el cuerpo á don Juan, y con lo que pasó de la espada á la otra banda dió una mala herida á Juan de Vargas, canario; donde se puede bien ver la gana con que le daba, pues no guardaba á su amigo que le estaba ayudando á desarmar para que le matase; que desde alli comenzaba ya el castigo de Dios por ellos Y el propio Miguel Perez vino á morir mala muerte en la Margarita, casi por la mesma órden que él la dió á don Juan, como se verá á su tiempo. Dada esta estocada á don Juan, acudieron todos sobre él, hiriéndole de mala muerte hasta que lo acabaron de

matar.

Muerto que lo hubieron, comenzaron de nuevo á dar voces: ¡Libertad, libertad! ¡Viva el rey, vira el rey! A estas voces acudió toda la gente del campo. Como fuera de sí los matadores comenzaron á ponerla en órden de escuadron, todos admirados de tan áspero y atroz hecho, porque ya se decia en el campo que era muerto el gobernador y su teniente, no sabiendo qué se decir ni hacer, sin que supiesen quién ni cuántos lo hubiesen hecho; entendiendo que era la mayor parte del campo, no se osaban fiar ni

preguntar los unos á los otros. Y cuando se vino á saber, ya los matadores tenian munchos amigos y allegados de su bando y opinion, deseosos como ellos de revueltas y motines, y otros por temor de que no los matasen. Y si algunos habian dejado de venir al escuadron, eran parte de los traidores que andaban recorriendo los alojamientos del campo para sacar por fuerza á los que en ellos estaban, para los traer al escuadron, como los traian. Y teniéndolos á todos juntos, iban desarmando á los parientes y amigos de los muertos, y entre los que trujeron fué uno dellos Pedro Arias de Almesto, que no se pudo tanto esconder que no diesen con él, el cual trujeron ante don Fernando de Guzman, é no consintió que le matasen, por ser su amigo; antes mandó que le tuviesen respeto, porque decia que lo habia hecho como buen caballero en querer volver y defender á su amigo, y que en los trabajos y necesidades se probaban los buenos y verdaderos amigos. Que si él miraba esto, nunca fuera en la muerte del gobernador Pedro de Orsúa, antes se la desviara como pudo; y con toda esta amistad que hizo á Pedro Arias de Almesto, le mandó que no trujese armas, pero que sin ellas se pasease. y holgase libremente hasta que otra cosa se proveyese y fuese tiempo de volvérselas. Pedro Arias le rindió las gracias por la merced que le hacia. Aquella noche llamaron general á don Fernando, y á Lope de Aguirre maese de campo, y echaron bando que so pena de la vida, nadie fuese osado á hablar ni tratar en secreto, sino que todos lo que tuviesen que tratar fuese en público, de manera que todos los oyesen. Acabado que hubieron de poner en órden todas las cosas que se han visto, sacaron cierto vino que tenia el gobernador Pedro de Orsúa para decir misa, enfermos y otras necesidades que se ofrecian en el campo, y entre ellos se lo bebieron, sin dejar cosa ninguna. Desta orden estuvieron toda la noche en arma hasta que amaneció, y luego pidió doña Inés licencia á don Fernando de Guzman para enterrar á los muertos, y mandó hacer un hoyo á ciertos negros de Pedro de Orsúa, el cual hecho, mandó poner en él los cuerpos del gobernador Pedro de Orsúa y don Juan de Vargas su teniente, diciendo que pues habian sido tan buenos amigos en vida, no era justo apartarlos en la muerte. Plegue à Dios tenerlos en su santa gloria, que justo es desearlo, pues murieron en servicio del rey y sin ofender á nadie, ni dar ocasion á muertes tan crueles y arrebatadas como les dieron.

CAPÍTULO XIX

Cómo despues de hechas estas muertes entraron en consulta de guerra don Fernando de Guzman y Lope de Aguirre, de la cual salieron proveidos munchos capitanes y oficiales del campo.

Otro dia por la mañana, como la gente del campo conociesen á don Fernando por general y á Lope de Aguirre por maese de campo, fueron tantos los que se le fueron á ofrecer, unos por temor de no ser muertos, que casi no quedaba hombre que no lo hiciese; con lo cual determinaron los traidores entrar en consulta de guerra, que la propuso don Fernando con un largo preámbulo y razonamiento, comenzando de esta manera: Nadie se espante, caballeros, de lo que esta noche se ha hecho é hoy han visto, con las muertes de Pedro de Orsúa y don Juan de Vargas, su teniente, pues sólo ha sido con fin y voluntad de servir al rey, buscar y conquistar esta tierra, poblarla y repartirla entre vuestras mercedes, como el tiempo lo mostrará. Pedro de Orsúa venia descuidado y remiso en hacerlo. Demás desto, habia tomado alguna altivez y demasiada presuncion. Trataba mal á munchos buenos soldados de los que están presentes, prendiendo á unos en colleras, prision más de negros cautivos que de servidores del rey. A otros hacia remar la balsa de doña Inés, como todos habemos visto, con muncho escándalo y riesgo de amotinarse el campo. Fuí requerido de algunos de los que están presentes para que pusiese remedio en ello antes que hubiese mayor daño con munchas muertes, y en semejantes cosas conviene atajar la ocasion con el menor daño, quitando dos vidas por asegurar las de todos. A lo que nos hemos juntado es á elegir capitanes y oficiales. del campo para su buen gobierno. Yo deseo acertar en lo que á todos nos esté bien, y con tan buena intencion nos será Dios servido que todo tenga buen fin. Acabada esta prática, dieron y trataron en la elecion de los oficios, donde hicieron más capitanes y oficiales de guerra que soldados habia en el campo. Don Fernando era ya nombrado general; Lope de Aguirre maese de campo; á Juan Alonso de la Bandera hicieron capitan de la guardia, por ser el primero que comenzó á matar al gobernador, como se ha visto, y aun sin otra herida más que la que él le dió, muriera. Lorenzo de Zalduendo, Miguel Serra

En el ins., mayor.

« AnteriorContinuar »