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donde iba el mismo Gonzalo Pizarro, que son ambos caminos hechos por los antiguos reyes destas provincias, y para ir por la cordillera, sin camino, es frigidísima, provista de grandes nieves, y no pudieran por ninguna manera por ella salir.

Tres veces entraron en las balsas; la tempestuosa mar no daba lugar su tormenta á que en ella bonanza hobiese para poder ir su viaje; al fin, salidos en tierra, por el mar no les dar lugar ó el ruin aparejo para navegar por él, en sus caballos la vuelta de Los Reyes fueron, enviando al virrey cartas de su ida.

Diego Centeno, Gaspar Rodriguez fueron á Xaquixaguana, adonde avisaron á Pizarro de la ida de Grabiel de Rojas y Garcilaso y los demás; el cual, como lo supo recibió muy gran congoja, diciendo que si los tomaba, que juraba que los habia de matar. Y no poco le alteró aquella nueva su campo, y aun afirman que muchos de los que en él estaban quisieran ir en compañia de los capitanes Grabiel de Rojas, Garcilaso de la Vega, más que no quedar con Pizarro.

CAPÍTULO XLIX

De cómo Gonzalo Pizarro nombró por su maese de campo á Francisco de Carvajal, y de cómo le avisaron que Gaspar Rodriguez le queria matar, y lo que más pasó.

Despues de haber estado en el valle de Xaquixaguana algunos dias, Gonzalo Pizarro determinó de proseguir su camino á Los Reyes, mandando alzar las tiendas. Caminaron por el real camino hasta llegar al asiento que dicen de los Lucumas, adonde, conociendo cuán sabio y entendido era en las cosas de la guerra Francisco de Carvajal, determinó de lo nombrar por maese de campo; por esto y porque, á la verdad, no llevaba mucha confianza en Alonso de Toro, por las cuales causas despues de haber praticado sobre ello con los capitanes y más principales que iban con él, se le dió el cargo de maese de campo al capitan Francisco de Carvajal.

En el ínter de este tiempo, como Gaspar Rodriguez de Camporredondo, Alonso de Mendoza, Alonso de Toro, Villacastin, Diego Centeno y los otros que contamos habian enviado á Baltasar de Loaysa por el perdon al visorrey, y de lo cual, como suele acontecer en semejantes casos, unos lo decian á otros y otros por las señales de sus rostros lo daban á entender; de manera que Gonza

lo Pizarro tuvo aviso de que andaban en aquellos tratos y aun le afirmaron que intentaban de le matar, siendo el abtor de la conjuracion Gaspar Rodriguez. E entendido por Pizarro lo que decimos recibió gran turbacion, habiendo mayor temor; y á la hora, sin aguardar más mandó llamar al maese de campo Francisco de Carvajal y le dió cuenta muy por extenso de lo que le habian dicho, pidiéndole parecer sobre negocio tan importante. Y despues que el maese de campo Francisco de Carvajal hobo un poco pensado lo que Gonzalo Pizarro habia dicho, le respondió que aún no habia bien llegado Blasco Nuñez á la Tierra Firme cuando entendió que queriendo ejecutar las nuevas leyes que se habian de levantar grandes alborotos y movimientos, que son armazones con que la guerra se arma; y quél, barruntando lo que decia, procuró por todas las vias posibles de salir del reino, porque conjeturó que habia dos grandes extremos en aquel negocio, el uno de los cuales halló allegado á razon y el otro á justicia; y el de la razon era la mucha que los del Perú tenian en procurar á defender sus haciendas, y el de la justicia era obedescer el mandado del rey, como de señor natural, y quél holgara de no acostarse á uno ni seguir á otro. mas que no pudo por no hallar navío en Lima y en Arequipa, que son los puertos de aquella tierra, y queste deseo le duró no más tiempo de cuanto tardó no darse él por su amigo; y que supiese que si la demanda que llevaba se convertia en guerra, que seria muy cruel y su furor se extenderia por todo el reino como pestilencia muy contagiosa, porque aunque viniese á batalla con el visorrey y le venciese, sin falta habia luego de venir otro de España, y si eran vencidos eran poca parte para se rehacer. Para lo cual haIlaria un medio en aquel negocio, que era irse el visorrey á España y dejar asentada el Audiencia para que gobernase el reino, perdonando primero lo pasado y no tirando á ninguno su hacienda, y despues los tiempos podrian encaminar mejor los subcesos. Mas que sin mirar nada de aquello, ya que habia tomado á pecho aquella demanda, que mostrase ánimo generoso, pues lo tenia á él por servidor y á otros por esforzados capitanes, y que al fin, como dijo Lentulio á Pompeyo, la muerte era fin de los males. Y en lo tocante á Gaspar Rodriguez, que no era tiempo de mostrarse cruel, que bastaba mirar por sí, y que con secreto se mire la persona del mismo Gaspar Rodriguez para que no se fuese sin que lo sintiese, y que mostrase grande esfuerzo hasta ver si venia

Pedro de Puelles, y qué era lo que decian de Lima y contaban del visorrey. Oido Pizarro lo que Carvajal le habia dicho, mandó á sus amigos que tuviesen cuidado de mirar por Gaspar Rodriguez no se pudiese huir, y ansí se hizo desde entonces.

En este tiempo eran tantos los acaecimientos que pasaban en todas partes del Perú que me veo metido en un gran trabajo poderlos escrebir que distintamente se entiendan como pasaron, porque llevamos el discurso de la historia á todo ello. Y entra aquí la venida de Pedro de Puelles, y Villegas, y Gonzalo Diaz, capitan del visorrey, que aun no hemos contado de qué arte se juntó con Pedro de Puelles, y otras cosas que pasaron. Menester será quel curioso lector se acuerde de lo pasado porque comprenda lo que se sigue, y por el trabajo que yo llevo en lo recoger y escrebir pido agora esta atencion porque, forzado, dejado uno, tengo que volver á otro; lo cual haré con la mejor órden que yo pudiere. Y pues suelen prestar algunos aviso y atencion para oir novelas fingidas y otras de que no pequeño daño traen con sus avisos, profanias y deshonestidades á las verdaderas, tengan atencion á la que leen, pues en ella, si buscan guerra ó acaecimientos ó mudanzas que siempre suelen aplacer, no hallarán pocas.

CAPÍTULO L

Cómo Gonzalo Pizarro anduro todavia muy recatado, y de cómo en el Cuzco hobo algunos movimientos.

Muy recatado andaba Gonzalo Pizarro y con mucho temor no embargante la nueva que tenia de Pedro de Puelles. De una parte á otra le parescia andar navegando con gran tormenta, pues no era menor en la quél se via, y afirman que tuvo pensamientos de volver huyendo á Los Charcas 6 irse á meter en las manos del visorrey privadamente, porque su ánimo en su maldad dejase de estar firme. Mas la gente daba muestra por su palabra, y aun por sus rostros se vian señales, no todos ir con ganas á aquel negocio, mirando que era mal caso por fuerza de armas querer negociar con el rey lo que más ligeramente se acabaria con humildad; creyendo tambien quel visorrey tenia mucha gente junta, con la cual no solamente se defenderia, pero que en todos tomaria gran venganza. Los vecinos, ya tarde aunque no sin tiempo, decian algunos dellos: Gran desatino es el que llevamos, pues vamos en

tan mala demanda, porque no embargante que la empresa tenga color de justa, el sonido feísimo é pésimo á todos parescerá, sin lo cual vemos en Pizarro que no solamente pratica en las Ordenanzas, mas en cosas de gobernacion nunca deja de hablar; no sea esto el diablo que en ello ande el visorrey; de creer es que si vamos en son de batalla, como no se excusa, y nos vence, pocos de nosotros quedarán con las vidas, y todos sin los indios é sin esperanza de misericordia; y si Gonzalo Pizarro y nosotros damos batalla, recrecerán tantos males que en las guerras nos consumiremos. Los soldados no dejaban de praticar, teniéndose por inorantes en moverse por los vecinos á guerra contra su rey.

Gaspar Rodriguez era tambien justo que si en aquel tiempo tuviera ánimo para mostrar el desco que dicen tenia de matar á Pizarro, fácilmente lo podia hacer no embargante Gonzalo Pizarro estar avisado. Y era muy mirado de Pedro de Hinojosa, su capitan de la guardia, y hablando con Alonso de Mendoza sobre aquel negocio, le aconsejaba lo efectuase y quél seria el primero que con su espada haria camino por el cuerpo de Pizarro, por donde con su muerte pagase la traicion que en su pecho llevaba forjada. Y dicen que Gaspar Rodriguez y Alonso de Mendoza y otros fueron á la tienda de Gonzalo Pizarro, y que estando en su lecho descubrió la ropa mostrando estar armado y dar á entender que no inoraba el pensamiento de Gaspar Rodriguez. Pero al fin, las cosas estaban en tales términos que si la nueva de Pedro Puelles no viniera, ellos se desbarataran y Pizarro fuera muerto ó preso; y con ella se aseguró, escribiéndolo luego á la gran cibdad del Cuzco para que lo supiesen.

Despues de salido Gonzalo Pizarro de aquella cibdad, dende á pocos dias parescieron ciertas provisiones quel visorrey enviaba para que le acudiesen todos, ansí á pie como á caballo, so pena de traidores; y algunas destas hobo Gonzalo Pizarro y otras vinieron á poder de un clérigo llamado Hortun Sanchez de Olave, el cual, despues de ser pasados algunos dias las fijó en las puertas de la iglesia. Diego Maldonado, alcalde del rey, y á quien Gonzalo Pizarro dejó con el cargo de la justicia y por su lugar, no le habia parescido bien el intento de Gonzalo Pizarro, lo cual se mostró bien claro desde el tiempo que dió su voto en cabildo, por lo cual estaba impuesto y con voluntad de mostrarse servidor del rey, no embargante que temiese grandemente al visorrey por haber seguido al marqués Pizarro

en las diferencias y debates que tuvo con el Adelantado Diego de Almagro, y porque decian que por su causa se habia alzado Mango Inga, y temia por estas causas no le viniese algun daño, aunque en lo del Inga siempre mostró no haber sido culpado en su rebelion. Mas sin mirar consideraciones, con ánimo leal y pronto para el servicio del rey mandó dar un pregon para que todos los que quisiesen ir á la cibdad de Los Reyes á servir al visorrey lo pudiesen hacer libremente.

Estaba en la cibdad del Cuzco un escribano llamado Gomez de Chaves, el cual era muy cabteloso, y éste dicen que habló con un vecino de aquella cibdad llamado Alonso de Mesa, ensistiéndole que alzase bandera por el rey, lo cual oyó alegremente Alonso de Mesa porque creyó que tuviera favor bastante para salir con aquella empresa; y algunos soldados que allí estaban prometieron de le ayudar, mas como no tenia fundamento el negocio no aprovechó cosa alguna. Dos soldados que estaban en el Cuzco, llamado el uno Rabdona y el otro Santa Cruz, praticaban sobre ello y teniéndolo por cosa hecha decian que habian de tomar para sí las mujeres de Alonso de Toro y Tomás Vazquez, los cuales habian ido con Gonzalo Pi

Zarro.

Pues el bueno de Gomez de Chaves afirman que fué á Diego de Maldonado á decille lo que pasaba, y como Alonso de Mesa tuviese en propósito de alzar la bandera, salió á la plaza diciendo: ¡Viva el rey! Mas no le acudieron los que pensó, por donde aína se viera en punto de perder la vida; y el Rabdona y Santa Cruz fueron presos y Diego Maldonado estuvo por les ahorcar. Pasado esto, Diego Maldonado, creyendo quel visorrey tenia pujanza y Gonzalo Pizarro no seria poderoso para que se dejase de cumplir el mandamiento real, y tambien porque su deseo no era otro, salió á la plaza diciendo á grandes voces: ¡Viva el rey, é yo alzo esta bandera por el rey! Y dió licencia de nuevo para que fuesen á servir al visorrey todos los que quisiesen.

CAPÍTULO LI

De cómo el rey Mango Inga Yupanque, viendo las disinciones que habia entre los cristianos, convocó toda la más gente que pudo para renar sobre el Cuzco, y de su muerte.

Como ya el fuego tan cruel fuese cundiendo por todas partes, y el demonio, enemigo del género humano, se holgase de ver la

guerra tan cruel que andaba entre los cristianos y con cuánta crueldad los padres mataban á los hijos y los hijos á sus mismos padres, y que entre todos habia perturbacion, puso voluntad en el ánimo del rey Mango Inga que fuese contra la cibdad del Cuzco y la destruyese, porque ya habia tenido aviso que en ella quedaban pocos cristianos por haber ido con Gonzalo Pizarro á la cibdad de Los Reyes. Inducido por el demonio, sin que los cristianos que con él estaban lo entendiesen, mandó algunos de sus capitanes que con la más gente que pudiesen fuesen hácia el Cuzco y matasen todos los cristianos que pudiesen, y lo mismo á los indios sus amigos, quemando y destruyendo sus pueblos. Y ansí, salieron de la provincia de Viticos lo mejor aderezados que pudieron y allegaron á los pueblos que están comarcanos al Cuzco, haciendo todo el más daño que podian; de lo cual en breve espacio fué la nueva á la cibdad del Cuzco, y sabida por Diego Maldonado mandó á un criado suyo que fuese á ver si era verdad, el cual, llegado cerca de donde venian los capitanes del Inga fué muerto por ellos; los cuales, con mucha crueldad mataban á los moradores de las provincias donde ellos eran naturales. Y como en la cibdad del Cuzco se supo la nueva cierta, temieron grandemente el poder de Mango Inga, y el capitan Diego Maldonado, por haber llevado Gonzalo Pizarro todos los caballos mandó recoger todas las yeguas que hobiese, porque no hay otra fortaleza para resistir el índico furor que es los españoles en los caballos. Pues como los indios viniesen robando y asolando las provincias, allegaron hasta seis leguas del Cuzco, de donde no osaron pasar adelante, temiendo el esfuerzo de los españoles é con el denuedo que suelen pelear. El capitan Diego Maldonado mandó que todos los españoles que hobiese, hasta los clérigos, saliesen en sus caballos y sus lanzas en las manos á la plaza, para que la nueva fuese á los indios del cuidado que tenia; y ansímismo mandó al licenciado Antonio de la Gama que fuese con algunos españoles hasta la puente de Apurima á ver los indios si venian, y á resistir el daño que venian haciendo. El licenciado de la Gama se partió á hacer lo que digo.

En este tiempo el rey Mango Inga estaba en Viticos, donde tenia nuevas de sus capitanes de lo que pasaba, y estaban con él Diego Mendez, Francisco Barba, Gomez Perez, Cornejo, Monroy, los cuales habian. seguido á don Diego de Almagro é halládose en la batalla de Chupas, y por huir de la crueldad de Vaca de Castro se fueron á

meter entre los bárbaros, donde estuvieron todo este discurso de tiempo, y eran bien tratados de Mango Inga y mirados que no se pudiesen huir, los cuales con no poco trabajo pasaron sus vidas. Pues como viniesen al rey Mango Inga las nuevas de lo que pasaba en el reino y cómo todas las provincias estaban solevantadas, deseaban en gran manera salir de aquel cruel aunque voluntario destierro que tenian. El rey Mango Inga, tomando aparte á Diego Mendez le interrogó le informase clara y abiertamente y sin cautela quién era aquel capitan tan grande y poderoso que habia llegado á Los Reyes, y si seria bastante á se defender de Gonzalo Pizarro, y si habia de quedar por universal gobernador del reino. El cristiano español le respondió que aquel capitan quél decia venia por mandado y en nombre del grande y muy poderoso rey de España, por lo cual creyese que le seria muy fácil, no solamente defenderse de Pizarro, mas que podria castigallo á él y á todos los que le iban siguiendo, y que sólo él seria el principal en todo el

reino.

Este cuento supe yo de un clérigo llamado Hortun Sanchez, que teniendo á cargo á Paulo Inga, hermano deste Mango Inga, supo toda la historia; porque luego como pasó lo vinieron á contar á Paulo el Inga muchos de los indios que se hallaron presentes á ello, los cuales dijeron que Mango Inga habló á Diego Mendez y á sus compañeros para que fuesen por parte que Gonzalo Pizarro ni sus capitanes no los pudiesen ver hasta llegar donde estaba el visorrey y procurasen de le poner en su gracia, de manera que no le fuese hecho ningun daño por la rebelion pasada. A lo cual los cristianos alegremente le respondieron que harian lo quél decia con entera voluntad. Y pasadas otras práticas entre el rey bárbaro y los cristianos, dicen algunos indios que allí se hallaron presentes que despues desto concertado, ya que tenian ensillados sus caballos hobo práticas entre el Inga y ellos, las cuales vinieron á dar lugar quel Inga mandase á sus gentes que los matasen; y los cristianos, como eran valientes, hicieron mucho daño en los indios, y el uno dellos, qu' era Diego Perez, arremetió contra el Inga Mango y con un puñal le dió tantas de puñaladas que cayó muerto en tierra. Y hecho esto quisieron tomar sus caballos para salir dentre sus enemigos, y allegando en aquel instante un capitan de los bárbaros con mucha gente, fueron muertos ellos y sus caballos. E los indios que andaban haciendo daño en los términos del Cuzco se volvieron á Viticos, y el licencia

do de La Gama supo lo que pasaba de algunos indios que tomó, por lo cual dió vuelta á la cibdad del Cuzco.

CAPÍTULO LII

De lo que sucedió al general Vela Nuño, y del peligro en que se vió, y de cómo Gionzalo Diaz con otros se pasaron á Pizarro.

Ya se acordará el letor cómo en los capítulos precedentes hicimos mincion quel visorrey mandó á Vela Nuñez y al capitan Gonzalo Diaz de Pineda que fuesen á la puente de Xauxa y procurasen de prender 6 matar al capitan Pedro de Puelles y á Jerónimo de Villegas y á los otros que salieron de Guánuco para se juntar con Gonzalo Pizarro, yendo, pues, caminando, llevando el general Vela Nuñez voluntad de llegar á la puente de Xauxa, porque tomado aquel paso é la puente no se podian escapar; mas Gonzalo Diaz no llevaba aquel propósito, antes deseaba que los otros hobiesen pasado la puente y él estar ya con Pizarro: cosa mal hecha y de gran traicion, pues bastaba para no lo hacer haberse fiado dél el visorrey y haberle nombrado por su capitan, y la mucha nobleza de Vela Nuñez, en cuya compañía iba. Mas no estaba él en tal propósito, y presto diremos cómo con su fin tan miserable acabó su vida y pagó lo que aquí usó. Yendo caminando allegaron á una iglesia que está en Guayacheri, adonde despues de haber hecho oracion, Gonzalo Diaz tuvo intencion de matar á Vela Nuñez, habiéndose concertado con Juan de la Torre y Cristóbal de Torres, Piedrahita, Alonso de Avila, Jorge Griego, é por no hallar coyuntura en Guayacheri no efetuaron su pensamiento, porque Alonso de Barrionuevo. natural de Soria, hombre osado y determinado y que servia con firme voluntad al rey, por lo cual pasó muchos trabajos, como diremos adelante, no se partia de Vela Nuñez, haciendo lo mismo Sabastian de Coca y Hernan Vela y los otros que pensaban volver á Los Reyes é no irse á juntar con Gonzalo Pizarro. Gonzalo Diaz y los demás que tengo dichos, dicen que siempre iban entre sí tratando cómo se irfan, y aun de matar á Vela Nuñez, y como en Guayacheri no hallasen aparejo, no lo efectuaron. Y salieron prosiguiendo su camino y anduvieron hasta entrar en las nieves de Pariacaca, donde prosiguieron en sus práticas deseando matar al inocente é huir al tirano. Vela Nuñez iba siempre acompañado de Barrionuevo y de otros escuderos leales,

é

yendo desta suerte encontraron con el regente fray Tomas de San Martin y con el secretario Pero Lopez y con otros que venian de lo quel discurso de la obra ha recontado, los cuales habian encontrado en el valle de Xauxa con el capitan Pedro de Puelles y con Jerónimo de Villegas, que juntamente con los que más salieron de Guánuco iban con gran priesa para juntarse con Pizarro, con los cuales tuvieron algunas práticas. Pues como el provincial viese que Vela Nuñez iba á encontrarse con Pedro de Puelles, le apartó y le dijo en secreto que se volviese sin pasar adelante, y que mirase por su persona, porque los que llevaba consigo le habian de matar: lo cual dijo por palabras que oyó á Gonzalo Diaz; sin lo cual, le dijo cómo Pedro de Puelles habia ya pasado la puente de Xauxa. El general, turbado y muy temeroso se reparó, diciendo á Gonzalo Diaz y á los demás que pues Pero de Puelles era ya partido de Xauxa, que no habia para qué ir tras él; que mejor seria volverse á juntar con el visorrey. Y ansí, diciendo esto volvió las riendas á su caballo, sin querer pasar adelante no embargante que supo Gomez de Solís con otros hasta diez 6 doce españoles venian á salir á Xauxa para se juntar con Gonzalo Pizarro. Y dándose mucha priesa volvieron á dormir á Guayacheri con gran temor de traicion y que no le matasen sus fingidos amigos.

Gonzalo Diaz, llegado á Guayacheri ya tarde, quel sol era puesto, como quien traia ya la maldad concebida no vió la hora que su traicion hobiese fin, con los demás que eran autores, é hicieron alto con alguna manera de descuido, diciendo que estaban muy fatigados del camino. Vela Nuñez, con aquellos sus amigos se dió toda priesa hasta llegar á la cibdad de Los Reyes. Gonzalo Diaz é sus cómplices hablaron á los que más allí habia, amonestándoles quisiesen irse con ellos á donde estaba Gonzalo Pizarro, porque serian dél bien tratados, y el visorrey era cruel y venia á quitar á todos sus haciendas. Algunos, oidas estas práticas mostraron sentimiento, diciendo quellos al visorrey querian servir y no pasarian de allí aunque supiesen perder las vidas. Como aquello oyó Gonzalo Diaz mucho le pesó, y acordó él y sus amigos de desarmar á los que no querian con ellos ir, y quitarlos los caballos, y aun lo hicieron; y desta suerte se volvieron á Los Reyes Rivadeneira y Sabastian de Coca, Rodrigo Niño y otros. Gonzalo Diaz y los demás se fueron camino de Goamanga, adonde entraron en la cibdad y hobo algun alboroto creyendo Pedro de Puelles que venian H. DE INDIAS.-11.-4

tras ellos desde Lima; mas entendiendo lo que era se holgaron, diciendo unos á otros que Pizarro habia de ser gobernador y desde luego le habian de llamar señoría. Y mandaron á Cristóbal de Torres que fuese con la nueva de todo ello á Gonzalo Pizarro, el cual ya venia junto á la provincia de Andaguaylas y se holgó en saber que Gonzalo Diaz estuviese en Goamanga.

CAPÍTULO LIII

Cómo el visorrey, sabida la nueva de haberse Gonzalo Diaz huido, recibió grande enojo, y lo que más pasó.

Contado habemos cómo Vela Nuñez se volvió desde la nevada sierra de Pariacaca con harto temor por la gran traicion que Gonzalo Diaz habia hecho, temiendo no volviese sobre él para le matar; y abajado al valle de Lima, mucho se acuitaba consigo propio, creyendo que los males que en esta tierra habian de venir causados por las guerras no habian de ser pocos. Y cierto él quisiera que el visorrey, pues por las isignias lo habia conocido desde que entró en el Perú, desde luego hobiera las Ordenanzas suspendido por excusar los alborotos tan grandes que por todas partes habia. Por otra parte, vista la maldad de la gente y poca verdad della, le parescia que aunque las suspendiera desde el principio no cesaran los movimientos, porque como otras veces he dicho, tierra tan rica y tan próspera no da lugar á tener paz. Estas cosas y otras me dijo á mi Vela Nuñez en la cibdad de Cali, queriendo yo informarme deste negocio que hemos escrito. Y ansí llegó á Los Reyes ya noche, adonde dió al visorrey cuenta por extenso de lo que pasaba y de la gran traicion del capitan Gonzalo Diaz y cuán mal mirado habia la honra que le habia hecho.

En gran manera se aceleró el visorrey, no pudiendo dejar de mostrar por su rostro la pena que lo interior de su ánima tenia, diciendo: ¡Esta tierra es el diablo! Grandes son los males que la han de cercar; nunca han de estar en paz unos con otros los que en ella vivieren. Hasta agora que lo veo no creyera cuán sin mesura, sin temor de Dios é poca verdad y vergüenza negasen la lealtad á su rey. ¿De quién me fiaré, pues de aquellos que yo escogí para capitanes, á quien tanta honra hacia, ansí me niegan y dejan de ser leales por vivir como traidores? Diciendo esto salió fuera, mostrando que no recibia pena de la ida de Gonzalo Diaz, é

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