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dijo que traidores mejor estarian fuera de la cibdad que no dentro.

Muy grande fué el alboroto que hobo en la cibdad sabida la huida de Gonzalo Diaz de Pineda, y no embargante que algunos les pesase, en gran manera se holgaban otros, ansí vecinos como soldados, porque ya no vian la hora que ver venir á Gonzalo Pizarro con sus banderas. Hablaban unos con otros é por sus palabras mostraban su alegría, diciendo: Agora verná Pizarro y desta vez será gobernador y no tendremos Audiencia ni tasamiento en nuestros indios, ni Ordenanzas, é volverse ha Blasco Nuñez Vela á España.

El visorrey, despues de haberse bien informado del general su hermano, mandó juntar los Oidores y capitanes y más principales, y despues que se hobieron juntado les dijo: Parésceme que se ha escapado de buena Vela Nuñez. ¿Qué os parece de la burla que Gonzalo Diaz nos ha hecho? Porque ayer me habian dado cartas de los principales del Cuzco que vienen huyendo por la via de Arequipa, los cuales serán aquí muy breve; y creed que yo soy cierto que en el mismo campo de Pizarro hay desconformidad, y ansí, muchos, arrepentidos del yerro en que se han metido, desean perdon; aunque con la ida destos traidores me recelo no haya alguna mudanza, y será necesario que todos pongan mucho ánimo á los soldados, porque en los capitanes suele estar la mayor fuerza de la guerra. Y no mostreis demasiado sentimiento con estas nuevas, que Dios Nuestro Señor porná su mano en sucesos que se piensa que ya estan perdidos y se ganan. Dichas estas cosas por el visorrey, y otras, á los capitanes, respondieron que todos harian lo que él mandaba.

Habíase apercibido á Diego Alvarez de Cueto para que con alguna gente ligera de á caballo fuese hasta Chincha á dar favor á Garcilaso de la Vega y al capitan Grabiel de Rojas y á los otros que venian huyendo, y no embargante quel capitan Cueto estaba aparejado para ir, por temor de que algunos no se huyesen mandaron que no fuese. Luego se hizo alarde general y solamente de infantes habia más de quinientos. Señalaron por capitan de la compañía de Gonzalo Diaz á Jerónimo de la Serna, y dello se sintió en gran manera Manuel de Estacio, alférez de Gonzalo Diaz, que la bandera habia sacado á la plaza, diciendo que ya que Gonzalo Diaz como traidor negó al rey la lealtad que le debia y al visorrey la amistad que en él habia puesto, que siendo él su alférez habia de suceder en el cargo de capitan, pues su per

sona no era de tan poco ser que no le mereciese. Y con grande enojo, diciendo que bandera de traidor no habia de estar en campo leal, la arrastró por la plaza. Era de color negra y una cruz colorada atravesada de punta á punta. Y así se arrastró la bandera y á Gonzalo Diaz dieron por traidor públicamente, diciendo el pregon la causa por qué y nombrando sus padres y naturaleza. El visorrey dijo á Manuel de Estacio que no se sintiese por haber nombrado á Serna por capitan, que hecha más gente, lo seria; mas todavía mostró Estacio quedar sentido. En casa del fator Illan Xuarez de Carvajal tenian muchas práticas secretas, y habia enviado un esclavo suyo con cartas para el licenciado Benito Xuarez de Carvajal; aunquel fator, cuanto á enviar el mensajero poco deservicio hizo al rey nuestro señor, porque despues de muerto el licenciado Carvajal vi yo esta carta en cifras en la cibdad del Cuzco, en la cual otra cosa no se contenia que exortaciones para que el licenciado dejase de estar en compañía de Gonzalo Pizarro y viniese á se juntar con el visorrey y á le servir.

CAPÍTULO LIV

Cómo el clérigo Baltasar de Loaysa llegó á la cibdad de Los Reyes, y del despacho que llevó.

I no

Despues que se hubo hecho alarde en la cibdad de Los Reyes por mandado del visorrey Blasco Nuñez Vela, y dando la compañía de Gonzalo Diaz el traidor á Jerónimo de la Serna, el visorrey fué avisado de cómo en el aposento del licenciado Cepeda se trataban cosas no convinientes al servicio del rey, y aun que los oficiales reales tambien le eran contrarios, y aunque esto supo entendió en más de barrear la cibdad por algunas partes; y el que solia enviar avisos á Gonzalo Pizarro lo hacia con todo secreto. En este tiempo allegó Baltasar de Loaysa y dijo al visorrey las cosas que pasaban y á lo que habia salido del Cuzco, y cómo Gaspar Rodriguez, Diego Centeno, é Villacastin, Alonso de Toro, Alonso de Mendoza y otros muchos pedian perdon de lo pasado, pues hasta entonces no habian hecho notable deservicio, obligándose de matar ó prender á Gonzalo Pizarro. Pero con esta nueva el visorrey se alegró en manera, y despues de haber sido informado bastantemente del clérigo Loaysa y agradecídole el servicio que al rey

En el ms,: sulo,

nuestro señor habia hecho, teniendo por fácil cosa el ser desbaratado Gonzalo Pizarro mandó aposentarlo muy bien, teniendo determinacion de conceder todo lo que pedia en nombre de Gaspar Rodriguez y de los otros, y dió desta nueva parte á los Oidores y á los capitanes, y dende á pocos dias por todos los más de los vecinos de la cibdad de Los Reyes se entendió, por la alegría que mostraba el visorrey Blasco Nuñez Vela, que Baltasar de Loaysa, el clérigo, habia traido alguna nueva alegre y provechosa para él; y como no embargante que habian hecho la suspension de las leyes lo tuviesen por odioso, creyeron que fuerza y no voluntad le constriñian á la suspension dellas, lo cual entendieron más por entero cuando vino Loaysa, por que dicen que estando el visorrey acompañado de mucha gente en su casa, dijo Loaysa que las Ordenanzas que traia eran santas y justas y provechosas para los naturales y que las debian de ejecutar, y que el visorrey, mirándole á la cara, dijo: Yo os lo prometo y que ellas se ejecuten; lo cual oido por los vecinos dijeron unos á otros: Mejor estuviera aquello por decir; y entendiendo cómo Loaysa queria volver al real de Gonzalo Pizarro, algunos hubo que le hablaron sobre que se dejase de aquellas idas y venidas, y aun sobre ello le amenazaron fuertemente; lo cual oido por el padre Loaysa habló con el capitan Diego Alvarez de Cueto, cuñado del visorrey, y le dijo que mejor guiados y encaminados irian los negocios si otra persona de confianza fuese con ellos que no la suya, porque se temia los de Lima no fuesen contra él y por se los quitar le matasen. Cueto habló al visorrey sobre ello, sin le querer decir los temores que ponian á Loaysa; el visorrey estuvo en que fuese Loaysa y no otro. Los Oidores, como vieron á Loaysa entendieron de los vecinos la sospecha que tenian, y el licenciado Alvarez, porque no saliese Loaysa decia al visorrey que no convenia que volviese al Cuzco, porque eran tramas y cautelas que se tenian para que á Pizarro le fuese gente; el visorrey le dijo al Oidor Alvarez cómo Gaspar Rodriguez de Camporredondo con otros pedian perdon y se obligaban de matar á Gonzalo Pizarro; y diciéndole esto, antes que saliese de allí le mandó firmase la provision que Loaysa habia de llevar, viniendo Pero Lopez á la ordenar, y se hizo el despacho que Baltasar de Loaysa, clérigo, llevó, el cual era una provision para que por virtud della fuese Gaspar Rodriguez de Camporredondo capitan y pudiese matar

En el ms.: creyendo.

ó prender á Gonzalo Pizarro, y un perdon general para todos los que venian en su campo, salvo algunos que habian sido notablemente culpados. Estos fueron eceptados para que no pudiesen gozar del perdon, sino que en podiendo ser habidos fuesen castigados conforme á justicia. Los nombres de los cuales eran el licenciado de La Gama y el licenciado Leon, porque fueron alborotando los caminos y dieron votos para que los del Cuzco nombrasen por procurador á Gonzalo Pizarro; y á Hernando Bachicao y á Francisco Sanchez, por muchas palabras feas que habian hablado en desacato de la real majestad de César; y á Francisco de Cárdenas, porque desde Guaytara inviaba avisos á Gonzalo Pizarro de lo que pasaba, y por otras cosas; al capitan Francisco de Almendras, porque fué el principal movedor de la trama que se habia hecho y vino por el artillería á Guamanga. A éstos supe yo quel visorrey ebcetó 1, como digo; no sé si fueron mas; despues que esto se hubo hecho con todo secreto, porque el visorrey ansi lo mandó, escribió cartas para algunos de los que venian en el campo de Pizarro. Luego que Loaysa tuvo en su poder las cartas y despacho se partió de la cibdad de Los Reyes dejando dicho á Diego Alvarez de Cueto, capitan de gente de á caballo, que saliese con algunas lanzas por el camino que llevaba para ver si alguno iba en su seguimiento.

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Por llevar con órden la historia escrebí la ida del regente fray Tomas de San Martin, y hasta agora no he podido hacer mincion de la del obispo, por lo cual lo pondré en esta parte y el letor lo podrá comprender, porque ciertamente yo no puedo con más claridad contar estos subcesos, por ser tantos y todos en un tiempo. Muy alegre venia Gonzalo Pizarro en saber la venida de Pedro de Puelles y Jerónimo de Villegas, y como supo lo que en el Cuzco habia pasado mandó á su sargento mayor Francisco Sanchez que fuese y procurase prender á los que habian sido causa de aquel alboroto, y este Francisco Sanchez llegó á la cibdad antes que el

1 En el ms.: abcetó.

capitan Diego Maldonado alzase la bandera por el rey, y llegado prendió á Santa Cruz y á otro de aquellos que con Alonso de Mesa habian querido alzar la bandera, y viéronse en trabajo, porque como fuese Alonso de Toro mucha parte en el campo de Pizarro y supiese que habian tratado de tomar á su mujer, ensistian en que fuesen muertos, y cierto, si no fuera por otros capitanes que por ellos rogaron, quedaran colgados de algunos de los árboles que cerca de allí estaban. Tambien prendió en el Cuzco el sargento mayor Francisco Sanchez á Arias Maldonado, que por no querer seguir á Pizarro se habia quedado. Mas no bastó su deseo, porque, como digo, fué preso. Gonzalo Pizarro anduvo con su gente hasta que llegó á la puente de Avancay, y como Gaspar Rodriguez y Diego Centeno, Alonso de Toro, Alonso de Mendoza, con los demas que sabian la ida de Loaysa, le aguardasen y siempre unos con otros sobrello hablasen, dicen que estando en este rio, despues de ser pasada gran parte de la noche vino á la tienda de Gonzalo Pizarro el capitan Francisco de Almendras y le habló á él sin ser visto de ninguna persona, si no fué de Hinojosa, que como era capitan de la guardia de Gonzalo Pizarro estaba allí, y le dijo que supiese ciertamente que Gaspar Rodriguez de Camporredondo andaba por le matar; por tanto, que mirase lo que le convenia sobre ello hacer. Gonzalo Pizarro, aunque rescibió alguna alteracion, por entonces determinó de no matar á Gaspar Rodriguez y mandó á Francisco de Almendras que se volviese á su tienda y que no tratase con nadie lo que le habia dicho. Luego quel siguiente dia fué venido, Gonzalo Pizarro y su maestre de campo Francisco de Caravajal praticaron sobre lo que debian de hacer en lo tocante á lo que Almendras dijo de Gaspar Rodriguez de Camporredondo, y despues de haber pensado aquel negocio, por entonces no proveyeron mas de mandar á soldados de confianza que tuviesen ojo en Gaspar Rodriguez y mirasen con quién hablaba, y entendidas algunas palabras avisasen á Pizarro lo que significaban. Gaspar Rodriguez, á cabo de algunos dias, por conjeturas ó por aviso que tuvo entendió Pizarro estar mal con él y haberle cobrado odio. Mas como todo ello, lo uno y lo otro, fuesen sospechas, tampoco tenia temor, y por disimular lo que decimos fué á su tienda y le dijo que pues en el Cuzco le prometió una compañia de gente de á caballo, que la señalase y se la entregase. Gonzalo Pizarro respondiole con la misma industria que él le hablaba; le afirmó que

era contento y que ya le tenia hecha la bandera, y por entonces no trataron más en aquello é anduvieron hasta la provincia de Andaguaylas, adonde hallaron á Luis de Chaves y se ofreció de servir á Gonzalo Pizarro, y ansimismo vino Cristóbal de Torres y ofreció de hacer otro tanto y contó cómo ya Gonzalo Diaz de Pineda quedaba en Goamanga, y allegó Francisco Sanchez, sargento mayor, que venia del Cuzco. En el inter estas cosas pasaban estaba el obispo de Los Reyes, don Jerónimo de Loaysa, en el pueblo de Viamarca, y como por él fuese entendido estar ya Gonzalo Pizarro en la provincia de Andaguaylas, le escribió sobre que queria ir á verse con él, teniendo todavía gran deseo de procurar que Pizarro no llevase adelante su propósito; el cual, como viese las cartas del obispo le respondió que no tomase trabajo de venir hasta Andaguaylas, porque él saldria hasta la mitad del camino, adonde se podrian ver; mas como el obispo determinase su salida de Viamarca, acompañado de los que con él estaban volvió hácia Andaguaylas y en el camino encontró con un soldado llamado Grado, el cual le dijo que Gonzalo Pizarro mandaba que no pasase adelante, y dende á un rato allegó Mescua, caballerizo de Pizarro, que por su mandado salia á ver si era cierto que el obispo venia, y como lo viese dió la vuelta al real. Gonzalo Pizarro y los capitanes con otros caballeros salieron á recebir al obispo, al cual pidieron las manos, y despues de pasadas algunas práticas de comedimientos tornaron á cabalgar, mostrando algunos mucha alegría en ver al obispo, y llegados que fueron á Andaguaylas salieron los capitanes de infantería con sus soldados campeando las banderas, lo cual era mañeado por Pizarro para quel obispo viese la gente. Aquella noche cenaron en la tienda de Pizarro, y despues de ser pasada alguna parte della, estando el obispo en su tienda entraron en ella Gonzalo Pizarro y su capitan de la guardia Pedro de Hinojosa, y los capitanes Diego Gumiel, Cermeño y Alonso de Toro y Jerónimo de Villegas, que ya se habia juntado con Pizarro, y tambien se halló en aquella congregacion el licenciado Leon y el maese de campo Francisco de Caravajal, el cual propuso la prática al obispo, diciendo cómo el general Gonzalo Pizarro, con más todos los capitanes y caballeros que había en aquel venturoso campo, se habian holgado infinito con su venida, y que con acuerdo de todos habian aquella hora querido verle y saber qué es lo que mandaba, y si traia algunas cosas que comunicar con ellos de parte de Blasco Nuñez.

A estas razones respondió el obispo diciendo que el fin de su venida ya lo habia escripto, sin lo cual era público querer tractar la paz para que el reino estuviese en quietud, sosiego y tranquilidad, y excusar que no se hiciesen juntas de gentes, sin las cuales, teniendo á Dios por delante, se podria mejor hacer lo que pretendian y publicaban sobre la suplicacion, y que se aclarasen con él en decirle lo que querian que el visorrey y Audiencia. hiciesen, y que él diria lo que traia entendido del visorrey. Oida esta razon por los que estaban en la tienda, se estuvieron un poco perplejos mirándose uncs á otros, y al fin, despues de pasado el silencio, Caravajal prosiguiendo el razonamiento dijo al obispo el fin del General, y que todos los que seguian su opinion era con ánimos prontos y libres suplicar de las Ordenanzas y enviar á Su Majestad con la suplicacion personas de autoridad y valor, tales que le puedan informar de lo que á su real servicio convenia. Respondió el obispo que aquella suplicacion se pudiera mejor hacer estándose en el Cuzco y no habiendo hecho ninguna gente, porque yendo como iban más parescia querer resestir que no suplicar, y que se aclarasen más, porque por ventura sin pasar adelante se daria órden como se hiciese; á lo cual tornó á replicar Caravajal y dijo que el general Gonzalo Pizarro y todos aquellos caballeros querian cuatro cosas del visorrey: La una, que se suspendiesen las leyes y diesen lugar á que fuesen procuradores en nombre del reino á dar cuenta á Su Majestad, y que para esto habia de dar término de dos años. La segunda era sobre que confirmase al reino todas las mercedes que Su Majestad habia hecho á los vecinos conquistadores, y que se fuese Blasco Nuñez con los procuradores á España á suplicar á Su Majestad lo tocante á las Ordenanzas, para lo cual le darian cantidad de dineros para sus gastos. Lo tercero que querian era que en el entretanto que los procuradores iban y volvian, Gonzalo Pizarro pudiese estar en el Cuzco con la gente que le pareciese nescesaria para la guarda de su persona, y que no hobiese otro visorrey ni gobernador hasta que Su Majestad respondiese á los procuradores. La última era que no se procediese contra ninguna de las personas que se habian juntado con Gonzalo Pizarro á voz de la suplicacion, ni por otra cosa alguna subcedida despues que se comenzó á hacer la junta de gente. Concluido Caravajal, quisieron saber del obispo si tenia poderes del visorrey para tratar en negocio tan importante, al cual dijeron que los mostrase, porque Pizarro tenia aviso que el viso

rrey habia dicho al tiempo que él queria partir de Lima, que no iba con su voluntad. El obispo respondió que era verdad que se dijo en Lima un dia 6 dos antes que él partiese, que el visorrey habia dicho: el obispo no va á verse con Gonzalo Pizarro con mi voluntad, sino de suyo se mueve á ello; y que sabido por él envió á fray Esidro de San Vicente, su compañero, á decir que le habian dicho que publicaba que él no venia por su voluntad á verse con Gonzalo Pizarro; por lo cual si le parescia que de su ida no se podria seguir provecho, que la dejaria, porque no le movia otra cosa sino servir á Dios y al rey, y excusar, si pudiese, no se hiciese junta de gente, y que, lo quel decia, iria corriendo sangre al Cuzco y seria ocasion que Gonzalo Pizarro no diese crédito á sus amonestaciones; y que el visorrey respondió que era verdad haberlo dicho, pero no porque la ida fuese contra su voluntad, sino de industria porque ni en Lima ni en el Cuzco no se presumiese que lo hacia de flaqueza, porque no convenia á la autoridad del rey, en cuyo lugar él estaba, y que el visorrey publicó aquello porque no paresciese que enviaba rogadores ni terceros, pero que en lo secreto supiesen que él venía por su ruego y voluntad y traia palabra y seguridad para no salirse afuera de lo que él concertase con Gonzalo Pizarro y con ellos; cuanto á lo del poder, que no lo traia por escrito porque al visorrey le paresció, por las razones ya dichas, que no convenia publicar que él le habia rogado que viniese, y tambien hasta ver lo que pretendian, no convenia de parte del rey fuesen personas con poderes á tratar con sus vasallos, cuanto más siendo obispo y persona de autoridad y tan conocido de todos. En haber hablado lo que hemos recitado se pasó gran parte de la noche, y deseando el obispo la concordia y paz del reino tornó á la prática diciendo á Gonzalo Pizarro y á los que más estaban con él, cuanto á lo que pedian en lo tocante á la suspension de las Ordenanzas y dar lugar á que fuesen procuradores á España con el término de los dos años, que él en nombre del visorrey lo aseguraba, y tambien á que no se procederia contra ninguno de los que se habian juntado con Gonzalo Pizarro á voz de la suplicacion, con tanto que la junta se deshiciese y cada uno se fuese á su casa; y que en lo tocante á estar Gonzalo Pizarro en el Cuzco con gente, no se sufria ni era cosa para hablar, porque parescia que era hacer resistencia al rey y á sus ministros, sin lo cual la tierra estaria alterada y los ánimos de los hombres inquietos; y cuanto

á lo que decian que el visorrey fuese á España á informar á Su Majestad, no era cosa decente hablar en ello, porque habiéndolo el rey enviado por su visorrey del reino, no daria buena cuenta en dejarlo sin su licencia é irse. Oido por Gonzalo Pizarro y por los capitanes que alli estaban lo que el obispo habia dicho, hablaron algunas palabras, y el maese de campo dijo que mañana juntase á todos los capitanes y más principales que venian con él, para que despues de habeПles dado parte de aquellas cosas respondiesen al obispo con acuerdo y parecer de todos; y ansí salieron, y venido el dia se juntaron Gonzalo Pizarro y todos los capitanes y más principales y tractaron en su congregacion aquellos negocios, y hobo muchas porfias y debates, aprobando unos uno y afirmando otros otro, y como las cosas que van fundadas sobre débil y flaco cimiento se caen sin aprovechar lo que se ha trabajado en ello, y la humana sabiduría valga poco y pueda menos si no implora el favor de Dios para que mediante su gracia acierten y no yerren, éstos con una furia desenfrenada y una osadía llena de gran temeridad se resumieron en proseguir su obstinada porfia, que era ir á la suplicacion con mano armada; y ansí, ya que era tarde y el dia queria concluir su curso, Gonzalo Pizarro acompañado de algunos de sus consortes fué á la tienda del obispo y le dijo cómo aquellos caballeros y él, á quien aquel negocio tocaba, habian praticado en lo que habian hablado la noche pasada, y que les parescia á todos por el presente no tractar de medios, sino proseguir su camino á Los Reyes á hacer la suplicacion, y que no obstante que por entonces no tuviesen otro propósito, que si yendo su camino acordaren otra cosa, que ellos recibirian de su mano el favor. Pues como el obispo viese la final determinacion de Pizarro le habló persuadiéndole sobre que diese la vuelta al Cuzco, ó que deshiciese la gente y enviase á la cibdad de Los Reyes algunos varones á tratar con el visorrey, y si no hiciese la ida dellos fruto, que en tal caso proseguirian su camino 6 harian lo que mejor les pareciese, porque no podia tener buena salida publicar que iban á suplicar y hacer tanta junta de gente y armas. Uno de los que estaban con Gonzalo Pizarro, que era, segun dicen, el licenciado Leon, mirando contra el obispo dijo que conforme á derecho y leyes podian los vasallos ir á suplicar á su rey, y no teniéndose por seguros ir poderosos. A lo cual respondió el obispo, riéndose, que aquellas leyes no se usaban en España. Como hobiese pasado lo que ha con

tado el discurso de nuestra obra, el obispo se entró en su tienda y á cabo de un rato entró en ella Francisco de Almendras y habló muy secreto con Gonzalo Pizarro, que todavía estaba con el obispo, el cual muy acelerado se levantó y fué adonde estaba fray Esidro, compañero del obispo, al cual con gran soberbia le dijo: ¡Don frailecillo, si no estoy por haceros pedazos! como el obispo entendiese aquellas palabras preguntó lo que era, y supo cómo Francisco de Almendras habia dicho á Gonzalo Pizarro que fray Esidro le alborotaba el campo, y como lo oyó salió diciendo que no se creyese tal, porque el fraile no era hombre liviano, cuanto más que sabia á los negocios quél venia. Gonzalo Pizarro se aguró algun tanto y dijo al obispo que un clérigo llamado Sosa afirmaba que fray Esidro praticaba con muchos de los que estaban en su campo, y el obispo le rogó le mandase parescer allí para que se aclarase la verdad. Gonzalo Pizarro dijo que no habia nescesidad y mandó que veinte arcabuceros estuviesen á la redonda de la tienda del obispo para que viesen si algunos entraban 6 salian en ella. Otro dia por la mañana, que fué á ocho dias de Septiembre, el obispo, despues de haber oido misa se partió, diciendo á Pizarro que en Goamanga le aguardaria, porque todavía tenia esperanza en Dios que miraria aquel negocio y se daria algun medio. Gonzalo Pizarro respondió que fuese en buena hora y hiciese lo que fuese servido; y ansí partió el obispo del campo de Pizarro. Algunos hobo que dijeron que no se hobo fielmente con el visorrey. Lo que tengo dicho afirmo, y de eso otro no hallo auctor; demas que dicen yo quiero escrebir lo que pasa y que nunca se diga que afirmo lo uno y dejo de contar lo otro.

CAPÍTULO LVI

De cómo Gonzalo Pizarro anduvo hasta que llegó á Goamanga y en ella fué recebido por procurador é le dieron poder para responder por su cibdad, y de cómo se trató de enviar procuradores a la Audiencia.

Pasadas las cosas que hemos contado, Gonzalo Pizarro con su gente iba caminando para se acercar á la cibdad de San Juan de la Vitoria de Goamanga, y antes desto, teniendo sospecha Gonzalo Pizarro y Francisco de Almendras y los otros sus capitanes que Baltasar de Loaysa no iba con buena intencion para lo tocante al deseo dellos, el capitan Francisco de Almendras desde la puente de

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