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Avancay habia mandado á dos soldados, que el uno habia por nombre Francisco de Leon y el otro Castañeda, que dándose toda la priesa posible fuesen á salir al camino de Los Llanos y procurasen de prender á Loaysa para que no pudiese llegar á Los Reyes, y éstos, que para acometer maldades no eran poco osados, se partieron para lo hacer ansí, é yendo que iban caminando, á los que topaban decian que se iban huyendo de Pizarro para el visorrey; y por se haber dado toda priesa Loaysa á andar no pudo ser topado por éstos, y allegaron hasta Yca, adonde hallaron á Francisco Alonso de Orihuela que venia por mandado del visorrey con unas provisiones para que todos acudiesen á servir al rey con sus armas y caballos á la cibdad de Los Reyes, y los dos soldados prendieron á Orihuela y lo trujeron á la cibdad de Goamanga, adonde despues le fué dado tormento muy grande, creyendo que venia con alguna cautela y no siendo creido de la verdad, aunque éi la decia. Por sus jornadas allegó Gonzalo Pizarro á los reales aposentos de Vilcas, y estando allí allegaron Juan de la Torre y Juan de Piedrahita, vecino que es agora de la cibdad del Cuzco, con otros de los que habiendo recibido pagas del visorrey le desampararon y se vinieron con Gonzalo Diaz, y fueron muy bien recebidos dél, holgándose mucho de tener en su campo á Juan de la Torre, porque era hombre valiente, muy determinado, y preguntábale por el visorrey y por sus condiciones; Juan de la Torre respondia que era un temerario, acelerado, sin juicio y no nada allegado á razon, y otras fealdades, que no poco dolor es ver que un traidor tuviese atrevimiento de vituperar la persona del visorrey estando ausente, pues cuando estuvo en su presencia le hizo no poca honra. Desde que Juan de la Torre se juntó con Pizarro fué uno de los mayores secaces suyos que más persiguieron á los del rey nuestro señor, y lo que ganó de se mostrar por tan su amigo fué ser dado por traidor, de lo cual es testigo su cabeza, que en la picota de la plaza pública de la cibdad de Los Reyes está puesta; y andando más adelante allegó á las llanadas de Chupas, adonde en los años pasados se habia dado la cruel batalla, y gloriábase mucho Gonzalo Pizarro en ver que tanta sangre fué allí derramada en pago de la muerte que se dió al marqués su hermano, y mandaba á Caravajal que por órden le contase de la arte que aquello pasó, y pensaba con pensamiento profundo la alta empresa que llevaba y cómo si salia con aquel negocio sería muy nombrado en la region d'España, sin lo cual todos los que

habitaban en las Indias é las tenian por pátrias, ternian á singular beneficio la hazaña suya; y como la conciencia que esté dañada fatigue al hombre interiormente, tambien pensaba que si la fortuna se le mostraba adversa, que perdia reputacion y todo lo que tenia en el reino. Y como los vecinos de Goamanga supieron que Gonzalo Pizarro tan cerca estaba de su cibdad, los más dellos se holgaron con su venida, principalmente un Pero Diaz, que luego que supo que estaba allí le envió muchos refrescos, é otro Ontiveros, criado que fué del comendador Hernando Pizarro, y tambien Francisco de Cárdenas y otros algunos que por no hacer confusion, mas que por ecepcion, de ninguno dellos yo no los nombro; y estando en el asiento de Chupas, Gonzalo Pizarro, fueron estos vecinos y otros que digo á le recebir, y con ellos los traidores de Gonzalo Diaz y Pedro de Puelles y los otros que con ellos habian venido, adonde todos le hicieron reverencia, llamándole unos gobernador y otros libertador del reino, y ansí le daban los honores que á cada uno se le antojaba, congratulándole como querian, y lo que decian del visorrey seria hacer proceso largo si por órden se hobiese de contar. Para Gonzalo Pizarro y para todos los que con él venian llevaron mucho refresco, é fácilmente todos los más se movian á seguir al tirano, viendo que los principales y señores del cabildo lo hacian. Otro dia mandó que fuesen acercándose á Goamanga la gente puesta en órden como que hobieran de pelear, y dando una vuelta por la cibdad se volvió á salir della, y en el campo pusieron sus tiendas, y como el obispo estuviese allí y lo mismo el provincial de los dominicos, fray Miguel de Örenes, y el comendador de la Merced, persuadian á Gonzalo Pizarro no pasase adelante y que enviase procuradores al visorrey, que seria mejor negocio que no ir con las lanzas en las manos; y tornando á tener su consejo, juntó los más principales que allí estaban. Despues de haber altercado sobre ello determinaron enviar procuradores á Lima, donde sabian que el visorrey tenia gran junta de gente, de que no poco temor llevaban, para que se tratase de medio provechoso á los que estaban en la junta, y nombraron por procurador al capitan Pedro de Hinojosa y otro de los más principales dellos que no sé quién fué. Y ansí, con esta determinacion se comenzaron á hacer los poderes y á ordenar las instruciones que habian de llevar; mas como muchos deseasen más que ver la suspension de las Ordenanzas, tornaron á turbar el negocio con palabras que decian llenas de mill

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maldades coloreadas con sus falsedades, y tanta parte fueron que se dió por ninguno el primer parescer, sin lo cual pasaron otras cosas, ansí sobre de qué manera podrian ir los procuradores seguros, y ellos, que no se determinaban á ir por miedo de que el visorrey los prenderia 6 mataria, por lo cual cesó la ida de los procuradores, y el obispo, despues de haber tenido otras práticas con Gonzalo Pizarro, y conocido dél que pretendia ser gobernador más que procurador, se fué de Goamanga á cabo de algunos dias y en el pueblo llamado Gualle halló en una casa de un indio un pliego de cartas que Alonso Palomino enviaba á Pizarro, en que se contenia la muerte del factor y prision del visorrey y otras cosas de las que adelante pasaron, y entendido por él se fué á Chincha, donde estuvo algunos dias, los cuales pasados prosiguió su camino derecho á la cibdad de Los Reyes y allegó á ella á doce de Otubre, por donde se ve que tardó en la ida y vuelta hartos dias. Vueltos, pues, á nuestra historia, como Gonzalo Pizarro no acordase de enviar procuradores, volvió á la cibdad, adonde los del Cabildo, alcaldes y regidores, en nombre de su cibdad le dieron poder complido para que pudiese suplicar de las Ordenanzas con mano armada de gente de guerra hasta echar al visorrey del reino, y para ello obligaron sus personas é haciendas. Yo vi este poder en el libro del cabildo, y aun hablando con algunos sobre cómo habian sido tan necios en dar tal poder, me respondieron que era por fuerza, y esto es cosa comun los que se han hallado en facion. Sabido que Blasco Nuñez Vela venia por visorrey despacharon de su villa á Diego Centeno, alcalde, é á Pedro de Hinojosa, regidor, para que fuesen como procuradores á la cibdad de Los Reyes å se hallar en la suplicacion de las Ordenanzas, é como éstos no volviesen é Pizarro con los que le siguieron se partieron para la cibdad de Los Reyes, escribio á la villa de Plata, haciéndoles saber á los del cabildo della cómo él iba elegido por capitan é nombrado por justicia mayor de la cibdad del Cuzco para procurar por el bien comun é ser procurador general del reino; que les rogaba le quisiesen favorescer é ayudar, é otras cosas, persuadiéndoles á que siguiesen su opinion; mas no estaban en aquel propósito los de la villa, sino muy sobre aviso de no hacer

Nota marginal: 12 de Otubre.- E bien podré yo afirmar que la lealtad estuvo en ella para con el rey, como los saguntinos la tuvieron con los romanos, por. que si ellos por el guerreador Africano fueron combatidos é puestos á tanta nescesidad que tomaron por sepoltura el fuego, por no hacerse amigos del que era

otra cosa que lo que al servicio del rey 1 tocase, porque ya habian tenido nueva de la intincion de Pizarro, por cartas que tuvieron de los Carangues, enviadas por Juan Ortiz de Zárate, y en alguna manera estaban sentidos de Pedro de Hinojosa é Diego Centeno, porque no se habian puesto á todo peligro por venir á darles cuenta de lo que se les encargó; y estando con deseo de saber nuevas de Los Reyes allegó una provision sellada con el real sello, en que por ella se mandaba que sin dilacion ninguna, armados de sus armas, encima de sus caballos, fuesen á la cibdad de Los Reyes á se hallar en ayuda é servicio de su visorrey, é de verla se holgaron mucho, no embargante que antes que fuese, ni el mensajero de Pizarro llegase, acordaron de alzar públicamente una bandera por el rey, tratando lo primero sobre que otros del cabildo, que eran el capita n Luis de Rivera, teniente que allí habia sido por Vaca de Castro, natural de Sevilla, y Antonio Alvarez, alcalde del rey, natural de la cibdad de Astorga, el cual es el que atrás contamos que fué preso por Diego Mendez, secaz del mozo don Diego de Almagro, é Lope de Mendieta, natural de la cibdad de Orduña, é Francisco de Retamoso, natural de la villa de Talavera, regidores perpetuos; los cuales cuatro, despues de lo haber pensado, estando en la iglesia con la otra demás gente, por auto de escribano juraron por Dios é por Santa Maria é por las palabras de los santos cuatro Evangelios de jamás ser directe ni indirecte inobidientes é rebeldes al servicio del rey, sino siempre servirle con toda lealtad como sus vasallos leales, y que en señal de que ansí lo mantendrian alzaban la bandera que allí tenian, en su real nombre, é que nunca se juntarian con Pizarro, aunque supiesen sobre tal caso quedar en el campo muertos; é hecho esto salieron á la plaza y se apregonó públicamente, y á ciertos vecinos que allí estaban, que no eran

enemigo de Roma, y ansi no menos en la villa de Plata se vieron sus vecinos por los tiranos, é por no querer conseguir su amistad, viviendo desterrados por los montes como los brutos; robados de sus haciendas, desposeidos de la encomienda que tenian de indios, muertos muchos dellos, de lo cual pueden ser testigos los campos de Guarina é Pocona, pues allí los cuerpos dellos fueron sepultados é su sangre derramada. En conclusion, si alguna lealtad en el Pirú hobo en tiempo de los tiranos Almagro y Pizarro, en Chuquisaca se halló, é por cierto ella es digna de que los escriptores en nuestras escripturas la sublimemos en alguna parte de lo que merece, y el gran César la honre con favores, favoresciendo con mercedes á sus vecinos, de tal suerte que en lo futuro declare la hazaña que hicieron. E volviendo á nuestro cuento, los del regimiento de la villa estaban....-' nuestro señor.

poco aficionados á Pizarro, les pesó, mas por entonces no entendieron en movimientos ningunos, é como supiesen que el mensajero que Pizarro envió desde el Cuzco ya venia cerca de su villa, salió el alcalde Antonio Alvarez á le prender, é despues de preso le tomó todos los despachos, que eran cartas para todo el cabildo é vecinos, tratando de su ida é persuadiéndolos á su amistad; é se mandó poner el mensajero en parte que ninguno pudiese comunicar con él, y en poco estuvieron de le ahorcar por haber tenido atrevimiento de venir con tal embajada, é dejóse de hacer porque los mensajeros y embajadores, aunque sean de tiranos, no son dignos de muerte. Los del cabildo é principales de la villa, despues de haber visto las cartas de Gonzalo Pizarro, parescióles que seria cosa acertada responderle y amonestarle que no intentase cosa que fuese en deservicio del rey, no tanto por él como por la honra de su villa, que no se dijese en los tiempos que han de venir que era della vecino el que fué tirano; y ansí se despachó el mismo mensajero, escribiendo sus letras, diciendo por ellas que ellos eran vasallos é criados del esclarecido é muy alto príncipe don Carlos, é que á él y á los que tuvieren su voz estaban prestos de seguir con sus armas é caballos, lo cual no harian á él, pues era hombre privado é particular é que no tenia autoridad para hacer lo que hacia, ni los del Cuzco se la pudieron dar, y que por el amor que tuvieron al marqués su hermano y á él le amonestaban no llevase adelante el propósito que decian, escarmentando en el mozo don Diego; antes, si pensase ir á la suplicacion fuese con toda humildad, é que haciéndolo ansí hallaria en ellos toda voluntad; é que para en lo demás ya ellos habian enviado sus procuradores, que eran Pedro de Hinojosa é Diego Centeno, y no sabian de algun tirano echarle la culpa por salvarse ellos. Lo cual en todo no se ha de creer, ni tener la excusa por justa, porque yo no oí que en Guamanga, cuando le dieron este poder, Pizarro forzó á ninguno, ni que estando encastillados en sus casas los sacase dellas para los ahorcar, ni que tampoco forzaba á sus mujeres; por donde al principio no lo doren, que todos los más del Pirú se pueden tener por culpados; Gonzalo Diaz, é Pedro de Puelles, é Villegas, le nombraban gobernador, llamándole señoría, y él riéndose daba á entender no pesarle; é Villegas decia: non bene pro toto libertas venditur auro; Felipe Gutierrez, gobernador que habia sido de Veragua, habia salido del Rio de la Plata, como en nuestra obra hemos escripto, é vien

do las alteraciones que habia en el reino, le pesaba é deseaba grandemente poder irse á juntar con el visorrey para le servir, é tenia en la cibdad de Guamanga por aposentos las casas de Francisco de Cárdenas, que estaba casado con una hija del capitan Diego de Rojas, su compañero; y este Francisco de Cárdenas tenia creido que habia sido en dar la muerte á Diego de Rojas, su suegro, é por esto le tenia grande odio, é Pizarro tenia sospecha de Felipe Gutierrez, lo cual se presumió seria por algunas cosas que le dirian algunos, é pensó de lo prender; é dejaremos agora de hablar de Pizarro é volveremos al visorrey.

CAPÍTULO LVII

Cómo de la cibdad de Los Reyes se huyeron don Baltasar de Castilla é Pero Martin de Secilia é los Cararajales y otros, de lo cual redundó totalmente la destruicion del reino.

No pasaba cosa en la cibdad de Los Reyes que Gonzalo Pizarro no tuviese avisos, segun dicen, de don Antonio de Ribera é de Francisco de Ampuero y del tesorero Alonso Riquelme, Cristóbal de Burgos y el contador Juan de Cáceres, é de otros vecinos della que secretamente con indios sirvientes suyos lo enviaban; é como supiesen que ya venia cerca de la cibdad, holgábanse alegrándose, pareciéndoles que con su venida estarian seguros de que el visorrey les pudiese molestar ni quitar sus haciendas, porque los ánimos de todos los más estaban puestos en el amor y servicio de Pizarro, é grandemente desamaban al visorrey; é no piensen los que esto leyeren que en las gentes del Pirú las Ordenanzas fuesen toda la parte para que se alterasen ni temiesen, porque á la verdad habian sido disolutos é demasiados en robar, é tenian las provincias despojadas é casi destruidas, y habian dado á muchos señores principales dellas muertes crueles, sepultándolos en los vientres de los perros, y á otros consumian en vivo fuego por sacarles sus haciendas é que les diesen las sepolturas de sus mayores; que cierto gran dolor es ver lo que en el Pirú, por el mal gobierno de los gobernadores, se ha destruido é perdido. Tambien tenian muchos recelos de ser castigados por las alteraciones pasadas, é porque por sus malos consejos los gobernadores se perdieron y entre ellos hobo las guerras y debates. Estas, pues, eran causas muy principales por donde se temian los del Pirú y echaban la culpa á las demás Ordenanzas,

porque en la una mandaba Su Majestad que fuesen castigados los culpados en este efecto. Pues como el visorrey tuviese aviso de lo que pasaba en el campo de Gonzalo Pizarro y hobiese despachado á Baltasar de Loaysa, el clérigo, con la provision é cartas que llevaba, estaba muy alegre creyendo que si Gaspar Rodriguez tuviese ánimo y Loaysa llegase allá, que fácilmente seria deshecho Pizarro é su atrocidad no pasaria adelante, y estaba tan alegre é contento que todos conocieron las buenas nuevas que tenia, de que no poco pesó á muchos. Echando luego juicios de lo que era, dicen que don Antonio de Ribera, en una cartita larga, sin firma, envió aviso á Gonzalo Pizarro de lo que pasaba é de la ida de Loaysa el clérigo, é de los despachos que llevaba, é cuántos é quién eran los que habian enviado á pedir perdon, é que le convenia quitar la vida á Gaspar Rodriguez de Camporredondo; y el licenciado Cepeda deseaba que se huyese alguna gente á Gonzalo Pizarro, y el licenciado Alvarez y él lo tramaban, amonestando á los que veian que los oian de gana, para que se fuesen á Pizarro; tambien quieren decir que con un Gaspar Mejia, que posaba en casa de María de Escobar, aposento del mismo licenciado Cepeda, escribió á Gonzalo Pizarro ofreciéndole su amistad. Bien se puede creer que le escribió, ó que de palabra se lo envió á decir. Estaba en la cibdad de Los Reyes el licenciado Rodrigo Niño, natural de Toledo. A éste se descubrieron los dos mal mirados Oidores, para que moviese á que se huyesen algunos de la cibdad, é ansí dicen que decia: Ea, señores, que este es tiempo á caballeros; por eso no quedéis aquí, antes id á encontraros con el capitan Gonzalo Pizarro; é otras cosas á estas tocantes, y que con tanto hervor lo procuraba, que una noche que salieron para se huir les sacaba las sillas de los caballos para que no fuesen sentidos; en conclusion, en Lima se acordaron para ir á juntarse con Pizarro don Baltasar de Castilla, hijo del conde de la Gomera, é Diego de Caravajal, é Guillermo de Caravajal, y Escovedo, naturales de Talavera. El Diego de Caravajal era natural de Plasencia; Gaspar Mejia, natural de Mérida; Pero Martin de Cecilia, natural de Don Benito; Juan de Barrios, natural de Sevilla; Rodrigo de Salazar, natural de Toledo; Juan de Valladolid, natural de Burgos; Marchena, de Villagarcía de Campos; Duran é otros dos hombres de poca autoridad, los cuales he querido contar por sus nombres porque por esta tan fea hazaña que hicieron recrecieron muy grandes males, que fueron la destruicion del reino é prision

del visorrey é muerte del fator Illan Suarez de Caravajal, é pusieron no poco ánimo en los que venian con Gonzalo Pizarro. Pues como éstos unos con otros se hobiesen hablado, salieron de la cibdad á la primera vigilia de la noche, muy alegres é con gran deseo de se juntar con Gonzalo Pizarro y con ánimo de quitar al clérigo Baltasar de Loaysa los despachos y llevarlos á Gonzalo Pizarro y ponérselos en sus manos.

CAPÍTULO LVIII

Cómo sabida la ida de los que se huyeron se alborotó toda la cibdad y el fator Illan Suarez de Caravajal fué muerto, y el visorrey mandó al capitan don Alonso de Montemayor que fuese tras ellos é los prendiese.

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Al tiempo que se huyeron de la cibdad los ya nombrados en el capítulo pasado, posaban en casa del fator Illan Suarez de Caravajal Pero Suarez de Escovedo é Jerónimo de Caravajal, sus sobrinos, é Diego de Caravajal. E para poder salir sin ser sentidos aguardaron á que el fator se retrajiese á dormir, é despues que vieron que estaba en su lecho saliéronse de casa á juntar con los demás, é al tiempo que salian encontraron á un loco llamado Mosquita, al cual persuadieron quisiese irse con ellos y no pudieron acabarlo con él, y luego que los vido ir, Mosquita el loco se fué á la posada del visorrey, adonde con voz alta le dijo que toda la gente de la cibdad se le huia. El general Vela Nuñez que aquello entendió, tomando sus armas se juntó con el capitan Diego Alvarez de Cueto y con otros amigos que allí tenian, y el visorrey se levantó á gran priesa de su cama y dijo: Válame Dios, y qué será esto! y Vela Nuñez mandó tocar al arma y acudieron los capitanes y Alonso de Barrionuevo Montalvo y Lorenzo de Estopiñan y Sebastian de Coca é otros muchos, y entendido cómo se habia huido gente de la cibdad se mandó que por las listas que los capitanes tenian se mirase los que faltaban, y el arma se tornó á tocar con más ruido, y andaban todos turbados y pocos sabian por qué, y como se dijese que don Baltasar y los Caravajales se habian huido con otros que eran de la compañía de Diego Alvarez de Cueto, el general Vela Nuñez fué luego á las casas del fator, el cual, como hombre desavisado esta

1 Francisco.

bá en su lecho durmiendo á buen sueño, y como sus criados vieron á Vela Nuñez le despertaron y tomando una ropa se levantó á ver Vela Nuñez lo que queria; el cual con grandes voces le dijo que ¿cómo habia consentido que de su casa saliesen los alborotadores? El fator respondió que él no entendia lo que decia y que estaba ignocente de saber que se hobiesen de su casa huido algunos; é pasadas estas pláticas, Vela Nuñez se fué á donde estaba el visorrey, llevando consigo al fator. Grande era el tomulto é ruido que habia en aquel tiempo en Los Reyes. Unos creian que Gonzalo Pizarro con sus banderas estaba junto al rio que corre por la cibdad. Otros les parescia que Pizarro habia entrado en ella y queria prender al visorrey. En conclusion, habia una confusion de pensamientos. Muchos salieron al ruido con sus armas. Los Oidores estaban temerosos, con otros de la cibdad, temiendo no se entendiese que por ellos fué sabida la ida de don Baltasar y de los otros. Vela Nuñez entró con el fator donde estaba el visorrey é luego fué á la plaza á sosegar la gente. Aquí ha de entrar la muerte del fator Illan Suarez de Caravajal, é fué un caso acelerado, y las causas ó indicios que el visorrey tuvo para matarle fueron subceder haberse huido de su casa los que faltaban, porque se creyó que fueron enviados por su mandado, y estar el visorrey desabrido por el mote que puso en La Barranca é por la carta que escribió al licenciado Caravajal, su hermano, cuando venia con Vaca de Castro; las cuales no eran bastantes para matar á un hombre como aquel, y que era criado del rey. Su muerte pasó en esta manera: que como el visorrey lo vido ante sí, sin poder forzar la ira que tenia le dijo: ¿por qué, fator, me sois traidor y han salido de vuestra casa los traidores y me han puesto en condicion de perder y que el rey sea deservido? El fator, como hombre limpio y que nunca supo de la huida, respondió con ánimo, aunque su respuesta fué desacatada, y dijo al visorrey, alzando los dedos, que él no era traidor, sino tan leal como él; lo cual oido por el visorrey le respondió que mentía, y con un súpito aceleramiento dijo: Mátenle, mátenle á este bellaco; y echó mano á su daga y fué á herirle, y los eriados desenvainaron las espadas; Diego Alvarez de Cueto con grandes voces dijo al visorrey ¿qué hacia? y quiso defender al fator; mas cuando volvió con una espada que habia pedido á un criado suyo, ya el visorrey habia dádole dos ó tres heridas, y los criados tantas, que el pobre fator cayó casi muerto junto á la cama de Cueto sin haber

defendídose porque no llevaba espada ni otra ninguna arma, y ansí diciendo: ¡Dios sea conmigo y su Madre, válgame Dios! cayó dando arcadas. Su cuerpo se le arrancaba el alma, y el visorrey, con gran crueldad, mandó que lo echasen de los corredores abajo. Alonso de Castro y Sebastian de Coca le tomaron en un repostero, sin tener ningun sentido, y le decian que se acordase de Dios, y luego murió é le llevaron unos negros á la iglesia, donde fué enterrado. No fué pequeño el temor y espanto que recibieron muchos de los vecinos de la cibdad en ver que habia el visorrey muerto un hombre de tanto ser como el fator, y criado del rey, y sin saber por qué, y temian no hiciese lo mismo de algunos dellos, é andaban asombrados preguntándose de unos en otros que por qué se habia dado aquella muerte, y como no lo supiesen adevinaban entre ellos mismos lo que seria; luego vino el Oidor Alvarez á hacer la informacion y lo condenó ser digno de aquella muerte, y esto no porque hobiese testigo que lo condenase, porque yo si lo escribiese no diria la verdad, mas al Oidor le convino sentenciar así. Todos los más de los vecinos de la cibdad deseaban ya ver á Pizarro en ella para que los librase de aquellos temores en que estaban, é los tres Oidores Alvarez, Cepeda é Tejada, en presencia de los que querian oirlo decian grandes males del visorrey. Pues como el visorrey viese el daño grande que venia si don Baltasar y los Caravajales é los otros que con ellos iban alcanzasen á Loaysa y le quitasen los despachos que llevaba, mandó al capitan don Alonso de Montemayor que con treinta lanzas fuese luego tras ellos y los procurase de prender. Don Alonso se partió luego con gran voluntad de hacer lo que por el visorrey era mandado, yendo con él Rivadeneyra, é Juan de Guzman, é Sebastian de Coca, é Lorenzo de Estopiñan é otros hasta la cantidad ya dicha; é con parescer de los capitanes el visorrey mandó que fuesen llevados á la mar los hijos del marqués don Francisco Pizarro, queriendo tenerlos casi como rehenes, y á Diego Alvarez de Cueto nombró por capitan general de la mar y le mandó que todas las naves que hobiese en el puerto las recogiese é mirase no pudiese irse ninguna, y ansí se partió Cueto llevando á los hijos del marqués, y porque doña Francisca estuviese con toda honestidad mandó el visorrey que fuesen á la acompañar don Antonio de Ribera é doña Inés su mujer, los cuales tenian á cargo á la doña Francisca, y fueron metidos en una nao, y Cueto hizo almirante á Jerónimo Zurbano.

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