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les falta algunos de los rasgos por los que es amable la infancia y las edades juveniles (1).

<Viven en la ciudad como el hombre primitivo vivió sobre la tierra: de la cosecha natural, de los despojos que quedan en el suelo. A veces la recolección es fácil, como la de las coli. llas; á veces peligrosa, como la de espoletas y cascos de metralla en los campos de tiro, donde la muerte acecha y les hiere. También cazan y pescan en ocasiones, lagartos en el campo, ratas y gatos en la ciudad, con lo que añaden plato de carne á las sobras de ranchos y comidas que obtienen de casas y cuarteles..

<Se recogen los más felices en paradores y casas de dormir, los hoteles del hampa, como alguien los ha llamado. Otros acuden á los refugios y asilos de noche, y los que llegan tarde se quedan en los tejares, en los montones de escombros caldeados por estiércoles y detritus orgánicos, en cavernas como verdaderos trogloditas, ó bien dentro de la ciudad, en los ángulos de solares abandonados, en las garitas de los cuarteles, en los pórticos y en los quicios de las puertas, donde no duermen, sino eslabonan una serie de actos somnolientos, interrumpidos á cada instante por autoridades nocturnas, que no cuentan la afabilidad para con los niños entre sus virtudes. A cada instante sufren persecución de la justicia, representada en sus más vulgares encarnaciones, y, 'con todo esto, gozan interiormente de bienaventuranza, felices por realizar un ideal de libertad que sólo á ellos les es dable conseguir».

<Acechando y espiando la ocasión de algún provecho, aluspiando, estando al file, andando á la busca-sus frases favoritas, como nota Baroja—, se brindan, con un natural cortés en sus relaciones con los señoritos, á toda comisión, á todo encargo. Sirven de soguillas en estaciones y mercados; son agentes de negocios de cualquiera; pero se rebelan contra toda relación de dependencia continua respecto á una sola persona. No to

(1) Quirós y Llanas Aguilaniedo, obra citada, págs. 180 y 181.

leran amo. El golfo, que lo es todo, que hace momentáneamente a todo oficio, nunca es criado. Sólo conocemos una clase de jóvenes golfos sirvientes: el sirviente de casa de prostitución. Son estos muchachos afeminados, á quienes sus gustos por ocupaciones mujeriegas lleva à esos quehaceres, viviendo en la mancebía y formando en las filas del ejército de los invertidos ...>

>La independencia es el fondo vivo del carácter del golfo, la nota que unifica y sostiene la inestabilidad inquieta de su espíritu, reflejada en su fisonomia movible y variable hasta las dislocaciones más estupendas, preparada de continuo á todo gesto, como denotando con ella la riqueza de estados interiores de su alma. Los más rústicos niños llegados á la corte, y caidos en esta vida por anomia familiar ó por la propia impulsion del vagabundo, adquieren en breve esta facies especial, distinta por completo de la que trajeron, á menos que una lesión fundamental de la personalidad les retenga en los dominios de la imbecilidad ó el idiotismo.

Por el ingenio, por la precoz intuición del mundo, por la di-posición animosa para ganarse la vida sin trabajar, ó en cosas que no supongan el suplicio de la atención constante y fija, abandonados y combatidos en una sociedad que no se preocupa de ellos, son como nota Paula Lombroso-muy superiores á los niños de las clases acomodadas. Sus frases inge. niosas, sus hechos de habilidad son conocidos de todos. La misma autora encuentra, en cambio, experimentalmente, cierta inferioridad de los primeros en el aspecto intelectual, v. gracia, en la interpretación de palabras más o menos sencillas, pero cuidando de atribuir este hecho à la gran influencia ejercida por el ambiente.

>Lejos de ser inferior en inteligencia, el niño golfo resiste también el paralelo en este punto. Tiene talento, pero no está instruído. En la única escuela donde no vale hacer novillos, en la escuela de la cárcel, sus progresos son grandes, como ve

remos.

Además, sabe cuidar de su inteligencia y le gusta instruirse á su manera Vendedor de periódicos y ediciones baratas está al tanto de la política, de la pequeña literatura y de to dos los acontecimientos del día, adquiriendo una cultura ocasional sorprendente, fácil é ingeniosamente asimilada ....

> Dada esta vida, fácil es inducir los caracteres sociales y morales del joven golfo. Sus modales son poco honestos. Sus juegos y sus bromas, brutales. Su lenguaje, croprolálico. Blasfema sin impiedad, y tiene la cabeza llena de todas las cosas sucias y malas que se encuentran en las mancebías y en las tabernas de la mala vida, aun antes de comprenderlas (1).

Fijándose un poco cabe decir que la causa de la delincuen cia de estos jóvenes, no es más que una: su propia vida.

Creo que si fuera posible concebir un hombre aislado de toda influencia social, no podríamos considerarle como delincuente, sea cual fuere la noción que del delito nos hubiéramos formado. La libertad en que cree vivir el golfo, no se presta á que se forme idea clara de las normas jurídicas y sociales impuestas á la voluntad, y que deben por todos ser respetadas y cumplidas. Contribuye à esto la claustrofobia, el carecer, el golfo de la vida de familia, que á más de los consuelos, ejemplos y enseñanzas que proporciona, cuenta con una autoridad, la del padre ó la de la madre, à la que se debe respecto y obediencia, que hace más fácil el respeto y obediencia debidos à la sociedad y á sus autoridades. Añádase à esta falta de respeto á la sociedad y á sus autoridades, con que cuenta, gracias á las condiciones de su vida, el joven golfo, el que la autoridad, encarnada en los Agentes de policía, se les presenta como cosa odiosa, despreciable, sin otro fin que hacerles daño y no como medio, el más legítimo, de mejorar su triste situación, y con el carácter tutelar que debiera poseer. Y finalmente, la con ducta de una sociedad que se presenta frente á ellos y los con

(1) Quirós y Llanas Aguilaniedo, obra citada, págs. 31 y siguientes.

sidera como seres poco menos que despreciables, salvo alguna que otra manifestación, siempre plausible, que los favorece creando instituciones encargadas de protegerlos y mejorar su condición.

Nadie dudará que estas condiciones que rodean á los jóvenes golfos, esta independencia, en parte real y en parte ideal, no son las mejores para la formación de una voluntad fuerte, inflexible en el cumplimiento del deber, ni para la adquisición del conocimiento de ese mismo deber; pero, por si esto fuera poco, las condiciones en que suele verificarse el nacimiento de estos jóvenes, la carencia de cuidados en sus primeros años, las mermas de alimentación, á que están sometidos, y el no dormir, ó dormir en malas condiciones, debilitarán su espí. ritu al par que su cuerpo, y facilitarán la realización del delito.

Este enseña mucho, unido à la necesidad en que se encuentran de ganar la vida, y suele presentárseles como un negocio aceptable, sin exposición, que reporta utilidades y no necesita otro aprendizaje que ei contínuo vagar, el roce con los compañeros, las enseñanzas de los gitanos y el asistir á los informes públicos de Fiscal y Abogado en los procesos célebres, que les enseñan más cuando el procesado es reincidente.

Muy triste es consignar aquí, que los señoritos en sus lances amorosos y donde quiera que hay alguna exposición se va len de los golfos, sin meditar las consecuencias que después, á los golfos, han de ser imputadas, y que sólo éstos pagan; y que los golfos suelen ser la vanguardia forzosa de los motines y alborotos públicos, porque no falta muchas veces quien se encarga de pagarles su valentía.

12. Es tan vario el género de vida de las clases ricas, que es imposible reducirle à un tipo común, como hemos he cho con la clase más baja de la sociedad; además entre las clases ricas no hay como en las bajas una, que según la expresión de Zola, pueda ser considerada como el estercolero en que germina el crimen. Lo cual no quiere decir que sea menor el número de delincuentes que salen de las clases altas de la so

ciedad, que los que producen las clases inferiores, si se tiene en cuenta que hay muchísimos más delitos que los que se persiguen, que los de estas clases quedan la mayoría de las veces encerrados en la esfera de la familia; que existen grandes culpables que no se han hallado jamás sometidos á la acción de la justicia, y que el hombre honrado moral difiere mucho del hombre honrado legal.

Y, sin embargo, asi como dijimos que las causas del delito en la clase baja podían reducirse à una: su propia vida; asi también las causas de la delincuencia en los ricos podrían reducirse à una sola.

Nos referimos á lo que podríamos llamar el señoritismo, enfermedad social nacida al calor del egoismo, y que la vanidad y los desocupados contertulios que asisten á las casas ricas, de ordinario parásitos de las mismas, han contribuído á desarro llar. El niño rico cuya voluntad ha logrado imponerse á todos los de su casa, que ha visto satisfechas todas sus necesidades y caprichos, sin que esto fuera para él especialísimo favor de la fortuna que podía abandonarle, sufre con el menor disgusto, considerándose como el sér más desgraciado, y hará cuanto su inteligencia le sugiera, por satisfacer el menor de sus caprichos. Es después el joven que, impulsado por la vanidad y ante sus compañeros intenta repetidas veces, que su caballo salve de un salto un gran precipicio, y no habiéndolo conseguido, saca su revolver y le mata; es el mismo que no tiene inconveniente alguno en decir á las mujeres las mayores desvergüenzas, que no gueta de otras conversaciones que de las más licenciosas, que á fuerza de pensar en cosas fútiles, ha imposibilitado su cerebro para ocuparse de las cosas grandes, que roba á sus padres por no quedar mal con sus compañeros, que se da de palos con los chulos, y el primero en sacar su revolver para sentirse hombre y demostrar que es capaz de matar á cualquiera, cosa que consigue alguna vez.

Existe en el fondo de todo esto, la vanidad como causa impulsora, unida á otras muchas, no menos dignas de tenerse en

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