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Chuquisaca acompañado de su familia, apenas pasó la región montañosa se propuso cambiar las cabalgaduras por un coche que le permitiera con menos fatiga terminar su viaje. No pudo, sin embargo, realizar su intento tan pronto como deseara. Lo fragoso y cortado de la inmensa cordillera de los Andes hasta Jujuy, dice su biógrafo, no permite otro modo de caminar que á mula, porque sólo la firmeza del pie de este animal, puede hallar paso entre las asperezas y precipi cios de aquellos cerros elevados. A su lado marcha también el indio del Perú, para mostrar la ruta, tan paciente y taciturno como el animal que dirige. Así es preciso transitar como ciento cincuenta leguas, trepando ó descendiendo angostos senderos hasta salir á la provincia de Salta, y en fin á la de Tucumán. »

Llegado Moreno á esta ciudad «< compró un coche de camino y en él hizo el resto

de la jornada de trescientas leguas hasta Buenos Aires, sin experimentar accidente (1) ».

Los carruajes coloniales se fabricaban en el país. Eran las galeras del siglo XVII, formadas de una casilla de madera más alta que ancha, un poco angostada en su base y sostenida por gruesas sopandas, sobre cuatro ruedas enllantadas. Al costado de cada plaza se abría una ventanilla cerrada á voluntad por postigos corredizos de vidrio, y la puerta colocada en la testera posterior daba acceso por medio de un largo estribo de hierro. En el interior, colchado siempre con abundancia, encontrábanse dispuestos longitudinalmente los asientos, formados de largos cajones, que constituían una despensa y bodega ambulantes. Allí se guardaban todas las provisiones, los alimentos y be

(1) Colección de arengas en el foro y escritos del doctor Mariano Moreno, ob. cit.

bidas necesarias para el viaje, y sobre las duras tapas donde debían sentarse los pasajeros, se disponían mantas, frazadas y sábanas, á manera de almohadones. La cubierta ocupábanla los baules, catres y colchones, asegurados por fuertes cordeles. y abajo del cuerpo principal hallábase suspendido un noque de cuero, destinado á transportar las ollas, calderas y demás útiles que podían dejarse á disposición de los peones. En el estribo, cuyo extremo superior terminaba por una ancha plataforma de madera, expuesta á todos los rigores de la intemperie, iban acomodados los esclavos y sirvientes que por cualquier causa no podían marchar á caballo.

La galera formaba, pues, una pequeña casa amueblada donde el viajero tenía sus vestidos y su cama, provisiones de boca y los medios de prepararlas, y hallábase atendido por una legión de servidores.

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Se ensayó al principio de conducir aquel carruaje por medio de los mismos arreos usados en Europa; pero buscando mejor dirección y mayor seguridad en el tránsito de los malos caminos, muy pronto adoptóse el sistema de arrastrarlos á la cincha por mulas ó caballos, cada uno manejado por su respectivo jinete. Todo peligro quedaba alejado en esta forma, y los trayectos más expuestos podían pasarse sin temor.

Las dimensiones de la galera variaban según la voluntad de su constructor ó adquirentes, y en relación á su tamaño, á su peso y á las condiciones del camino, se empleaban las cabalgaduras de tiro, comunmente desolladas por la feroz montura y correaje de los

ni piedad para los eran propietarios.

peones, sin cuidados

animales de que no

Las ruedas, las mazas, los ejes, los yuguillos y la lanza, se mantenían de

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