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ordinario envueltos por largas lonjas de cuero fresco, como único modo de resistir á los obstáculos y asperezas del camino, y á la misma carga, aumentada arbitrariamente sin consultar la consistencia del carruaje. Con estos refuerzos de solidez proveídos fácilmente en el seno mismo de los campos, se recorrían enormes distancias en vehículos desvencijados y mal construídos, que sin aquellos suplementos de fuerza nunca hubieran podido soportar la travesía.

La galera experimentó en su tipo primitivo las pequeñas modificaciones enunciadas, impuestas por la región donde servía, y la poseyeron en los últimos días de la colonia las familias de fortuna, especialmente las familias de hacendados, pues nunca constituyó un sistema de comunicación regular, ni se incorporó por entonces á los servicios de

transporte dependientes del correo (1).

En la vía fluvial se adquirió un progreso enteramente local, nacido de la necesidad de mejorar la correspondencia entre ambas orillas del Plata. Las lanchas comunes, según el estado del río, tardaban á veces quince días desde Montevideo (cap. VII). En ellas se introdujo una innovación, que les permitió navegar velozmente. Dotadas de un palo muy grandes velas, disponían con el menor viento de una fuerza extraordinaria de impulsión, y aunque con peligro de volcarse por falta de peso, se podía arrostrar esta exposición por la rapidez de la marcha.

alto y

de

Estas lanchas así dispuestas tomaron el nombre de chasqueras, por aplicarse exclusivamente al servicio de la correspondencia. Era tan desproporcionado su

(1) E. E. Vidal Esq., Pictouresque Illustrations of Buenos Aires and Montevideo, London MDCCCXX.

aparejo con las dimensiones de la embarcación, que para significar la estatura

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exagerada de una persona, se hizo enton

ces vulgar esta expresión:

el palo de una chasquera ».

largo como

Para hacer en ellas más segura la navegación y ganar en prontitud, se habilitó otra vía conocida desde antiguo, pero sólo frecuentada por algunos viajeros. Un correo recorría semanalmente el camino de Montevideo y la Colonia, y luego en las chasqueras atravesaba la correspondencia á Buenos Aires.

El movimiento postal aumentó con esta innovación, y el virrey marqués de Loreto contribuyó á realizarla, secundando decididamente el pensamiento de Basavilbaso (1).

En materia de arreglo y conservación de caminos, en lo que ellos afectaban el servicio de correos, se limitaban los administradores á mandar componer las casuchas de la cordillera, cuyo sostenimiento encontrábase á cargo de la renta de Buenos Aires.

(1) Carta del marqués de Loreto al conde de Floridablanca, Buenos Aires, diciembre 7 de 1784. M. S. inédito en el archivo de Indias.

En estafetas y postas su número aumentaba anualmente y extendíanse los beneficios de la comunicación regular.

Á los estafeteros se les interesó en el crédito y movimiento de la institución, asegurándoles como sueldo el quince por ciento del producto de su respectivo despacho. La escasísima renta de la generalidad de las oficinas hacía ilusoria esta remuneración y respondiendo á un sentimiento equitativo, fué autorizado Basavilbaso á fijarles el tanto por ciento en pro

porción al sueldo de doscientos cincuenta. pesos que debían gozar anualmente (1).

En todos los sobrescritos y cubiertas de cartas y pliegos, se escribía el porte que debían pagar con arreglo á la tarifa vigente.

La correspondencia dirigida á los secretarios del Estado, á los consejeros en

(1) Olivera, art. cit.

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