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que en adelante puedan ocasionarse entre los dependientes de la renta de correos, los oficiales reales y demás personas que manejan algún ramo de la real hacienda, acerca de la administración y gobierno de los dichos paquebotes correos ».

La nueva ordenanza se dictó en diciembre de 1770, y en su primer artículo sancionaba los principios sostenidos por Basavilbaso, y aprobaba por lo tanto su conducta. « Los juzgados de marina, Indias, gobernador y oficiales reales, no se entrometerán á tomar conocimiento alguno de lo económico ni gurbernativo de la rental de correos y sus embarcaciones, ajuste de fletes ni de pasajeros, pues todo lo que mira á esta dependencia corresponde al administrador de correos, que es ó fuese en cada puerto de España y de las Indias, quedando reservadas todas las incidencias que ocurran á los administradores generales de correos de España, bajo las órde

nes del superintendente general de ellos (1).

Las dudas y vacíos que de una reglamentación deficiente había apuntado la experiencia, quedaron resueltas por esta ordenanza, y la autonomía postal debidamente deslindada y legalmente incontrovertible.

El correo no se ha ocupado desde su fundación únicamente en transportar la correspondencia epistolar. Además de la conducción de encomiendas, ha sido intermediario de importantes actos de admi nistración general, adquiriendo desde sus primeros días cierta multiplicidad de carácter, que con gran beneficio público se ha desenvuelto en el tiempo presente.

En 1770 el gobierno recomendó al administrador de Buenos Aires, que prestara

(1) Instrucción y reglas que S. M. manda observar á los dependientes de la renta de correos y á los ministros y oficiales reales de Montevideo y Buenos Aires, etc. Madrid, diciembre 7 de 1770. - Impreso, archivo de Indias. - V. apéndice n.o V.

la mayor cooperación á don Baltasar Raimundo Muñoz, enviado especialmente de la metrópoli para estudiar el medio de remitir carnes saladas, destinadas al consumo de los paquebotes postales y de la real armada. La ganadería constituía la única riqueza desarrollada y explotada del Río de la Plata, y de hallar ventajosa salida á su extraordinaria producción se preocupaba ya entonces el gobierno. « La dirección general de correos, dice Concolorcorvo, había pensado aprovechar mucha parte de esta carne para proveer las reales armadas, en lugar de la mucha que se lleva á España del norte. Calculados los costos se halló, que con una ganancia bien considerable, se podría dar el quintal de carne neta, al precio que la venden los extranjeros en bruto, y que muchas veces introducen carne de ganados que mueren en las epidemias, y de otros animales. Se han conducido á España varios barriles de

carne salada de Montevideo, y ha parecido muy buena, pero como este proyecto era tan vasto, se abandonó por la dirección general, siendo digno de lástima que no se emprenda por alguna compañía del país ó de otra parte. Yo sólo recelo que el gusto de las carnes y el jugo sean de corta duración y que perderían mucho en el dilatado viaje de Montevideo á España.

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Don Domingo de Basavilbaso, cuyo espíritu emprendedor le hubiera hecho sin duda participar de estas empresas, encontrábase en una edad avanzada y fatigado por el trabajo, situación que le obligó á solicitar su retiro, pidiendo que se le reemplazara por su hijo don Manuel. Renunció el 23 de julio de 1771, y el 8 de febrero de 1772 fué nombrado don Manuel Basavilbaso tercer administrador de correos del Río de la Plata, con la retribución de dos mil quinientos pesos anuales,

asignación que después de la reversión se había fijado á este cargo (1).

El marqués de Grimaldi dirigió á don Domingo una honrosa carta manifestándole que se había accedido á sus deseos en la designación de su sucesor, y expresándole sus agradecimientos en nombre del rey por los valiosos y dilatados servicios que había prestado á la corona (2). El fundador del correo del Río de la Plata pudo retirarse á su hogar y pasar sus últimos años libre de preocupaciones y trabajo, dejando en plena prosperidad á la institución que había creado, en manos que sabrían cuidar de su progreso, y pudiendo él sentir la satisfacción del justo reconoci- • miento que mereció de su gobierno como de sus contemporáneos.

No podía encomendarse á mejor dirección la administración de correos. Don Ma

(1) Lib. I de títulos, pág. 89. —Archivo de correos. (2) Olivera, art. cit.

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