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NOTICIAS LITERARIAS.

COSTAS Y MONTAÑAS. (Libro de un caminante), por Juan García. ( Madrid, 1871.-Un tomo de 720 páginas en 4.°-Imprenta de M. Tello.) CUADROS CONTEMPORÁNEOS, por D. José de Castro y Serrano. (Madrid, 1871. -Un tomo de 411 páginas en 4.° mayor.-Imprenta de T. Fortanet.)

COSTAS Y MONTAÑAS.

Como un libro es nuevo cuando acaba de ser impreso, tambien es nuevo, aunque se halle ya bien enjuta y seca la tinta de imprenta, cuando ofrece novedad en el estilo del discurso ó en la narracion de sucesos desconocidos, en la amplificacion de más datos para enriquecer el caudal de erudicion de sábios y estudiosos, ó en la eleccion del asunto capital de la obra.

Y como de lo ántes citado tiene, y mucho, la titulada Costas y Montañas (libro de un caminante), bien merece ésta que me ocupe yo todavía de un trabajo que ha sido celebrado como su mérito exigia de la crítica razonable y desapasionada.

La titulacion dada al libro á que me refiero, parece señalar únicamente una descripcion de paises, un estudio de viajes, tal como el caminante ha sentido y apreciado el panorama general, detalles determinados en particular, uno y otro á la vez.

Sin embargo, hagamos algo de historia contemporánea para decir luégo lo que es Costas y montañas.

Juan García, ó sea el escritor erudito, bajo aquel nombre conocido con aplauso, escribia en 3 de Febrero de 1871 (1) que es necesario que "el libro del viajero, si no lo dice todo, diga de todo" y que es preciso que el autor de un libro del expresado género sea "esencialmente paisajista."

Además de Juan García, Fulgosio y Pereda son casi los únicos escritores que han publicado recientes trabajos de la índole de Costas y montañas. Hé aquí ya, pues, la novedad á que antes me referia incluida en el tomo del escritor santanderino.

Los preceptos del colaborador de La Epoca no podia olvidarlos el publicista que los habia proclamado, y Costas y montañas si no lo dice todo, dice mucho y bueno y

(1) Véase La Epoca del citado dia.

nuevo, y además dice algo de todo, y el libro es un verdadero paisajismo, como Juan García llama á la literatura de que hablaba éste cn artículo-carta inserto en aquella tan leida publicacion periodística.

Si el artículo indicado no contuviese encarecimientos y alabanzas de los "escritores de paisaje" pudiera servir de introduccion al libro de Juan García. Pero aplicados por mi al autor de Costas y montañas, como él los prodigaba con motivo de producclones del Sr. Fulgosio, otro de nuestros más estimables escritores, no ofenderán la modestia del que los reciba.

Digo que el libro le serviria de prólogo al artículo, porque explica bien éste lo que aquél debe contener.

Hay, así, en Costas y montañas para todos los gustos; para unos más, para otros ménos. El historiador y el aficionado á la admiracion de la naturaleza, el escudriñador de signos epigráficos y el dado á estudios heráldicos, el curioso de conocimientos relacionados con la vida monástica, el naútico, el batallador y el propenso á inquirir usos y costumbres de ayer, orígen de locuciones, canciones populares y detalles personales; cada uno por sí ó todos juntos, hallarán un placer en el libro de Juan García.

Ya el prólogo ó introduccion de la última obra del autor de la nominada Del Ebro al Tiber, es un escrito de filosófica y á la par de amena lectura: júzguese si lo será después la del texto de Costas y montañas.

Castro-Urdiales, Laredo, Santander, Santillana y otras poblaciones pasan á la vista del lector, como en míquina panorámica pasarian el velámen de buques surtos en el puerto, el de la flota de arribada, las operaciones propias de la pesquería y los actos de venta del producto alcanzado en diferentes redadas; todo lo que cito en este sitio por proceder de Costas y montañas.

Los accidentes del terreno en el camino de un punto á otro, el extenso valle, la apiñada roca, el salto de agua aquí, el árbol que hojece más allá, el laboreo que hacen uuos, la fama de los otros, todo tiene su enumeracion en Costas y montañas (libro de un caminante), con la exactitud que puede hacerlo quien haya dedicadoal estu dio del país aquel esmero cariñoso del hijo de la montaña que ha querido ofrecer una instructiva y provechosa guia á los viajeros que ansíen seguir la huella y traza seña lada en el libro de García, ya paso á paso por las sinuosidades y breñas, vegas y pla nicies, ya desde el muelle sillon ó confortable butaca al amor y temple de la leña que chispea, ó al suave mecer de ligera hamaca.

Velascos, Guevaras, Villegas, Giles, Negretes, Manriques, Escalantes-nombre tan usado en la familia de Juan García-pueden conocer en Costas y montañas em blemas y blasones de su ascendencia, acaecimientos ocurridos á personas de la misma, y diferentes hechos notables que pueden importar al apegado á pergaminos, ejecutorias, señoriales afinidades y antigüedad de nombradía.

Una vez señala Juan García la época de construccion de un edificio, y estudia Inégo la en que otro debió levantarse: traduce aquí una carcomida inscripcion latina, y comenta más allá el sentido de otra, no clara, legible ni completa.

Costumbres del país, hechos históricos, apetitosos de saber para el ignorante y de recordar para el docto, y descripciones de paisaje amenas, que esparcen el ánimo al sospechar el aroma del tomillo, flor rica del monte, ó de las rosas, rica fior del jardin,

hacen de Costas y montañas un deleitoso volúmen que une lo útil á lo agradable, porque enseña y recrea, incita al estudio y satisface al aplicado, estimula á la lectura y compensa en fin de haberla emprendido.

El artista y el filósofo aparecen en Costas y montañas como puede juzgarse por algun párrafo del libro, y que copio á continuacion:

"Sentir, pensar y saber, son los tres orígenes de un libro; ó brota del corazon, ò nace del entendimiento, ó se engendra en la memoria, lenta y sagaz ordenadora del caudal adquirido. Hijo de sentimiento, el libro habla á imaginaciones adolescentes ó femeninas; no les sugiere textos ni citas, pero las penetra, filtra en ellas, y tiñe, informa ó modela cuanto en ellas se elabora: hijo del discurso, habla á la razon madura y sosegada, la fortalece ó la enerva, la despierta ó la aletarga, excita la contradiccion, enciende la controversia, robustece ideas flojas, ó hace enflaquecer las más arraigadas: hijo de arendrada ciencia, alimenta el espíritu, aclara los ojos, despeja y dilata los horizontes antiguos, abre otros nuevos, afirma el paso para recorrerlos y registrarlos."

Lo anterior es el comienzo del prólogo de Costas y montañas.

Dice García más adelante dirigiéndose al lector: "Tú tienes Dios porque tuviste madre que te enseñó su nombre y á invocarle; porque si pudieras haber olvidado al Dios á quien habias de ped'r por tí, no puedes olvidar al Dios a quien has de pedir por ella."

No hay manera de expresarse mejor el cariño filial que ha de salvar al cristiano de errores posibles y de caer en abismos de maldad punibilísima al incrédulo.

Hablando de un hidalgo preocupado, dice: "Paseaba cierta tarde el hidalgo sus cavilaciones por el camino de Burgos," forma de expresion ingeniosa, como razonadora, la siguiente: "mas como nunca el gozo habla tan eficazmente al alma humana como el padecer....."

Pero el período que llama la aficion al paisaje fecundado con aguas cristalinas, á la ancha vega que refresca y arrulla el líquidi cristalli, el período, decia, que mete en deseo de sestear una ardorosa tarde de estío en la compañía del ribazo silencioso, del rio parlero ó del mar murmurador, es aquél que el autor de Costas y montañas dispone para enaltecer las cualidades del agua purísima, párrafo que á la letra dice así:

"Las aguas corrientes no son riqueza sólo; son vida del paisaje.

"Como que el agua posee los tres accidentes del vivir, luz, voz y movimientc; luz reflejada, como la luz de la pupila; voz ligera y amorosa, soñolienta y grave, como la voz de la garganta humana. No hay soledad donde el agua corre; no hay tristeza donde el agua mana; no hay desierto donde el agua vive. Fecunda el suelo y despierta el alma, arrulla el dolor, ensancha la alegría, es compañía y música, medicina y deleite; sobre sus ondas van blandamente llevados los pensamientos, os los trae de donde viene, lleva los vuestros á donde vá; en ellas se refieja el cielo, y podeis contemplarle sin que os ofenda la viva luz del sol; cuando ya la frente se inclina á tierra, ó porque la tierra la atrae, ó porque el peso de los años la dobla."

¿Se puede sentir, pensar y saber mejor, y las tres cosas á la vez?

No necesitaba Juan Garcia publicar su citada obra para encontrarse ya estimado como erudito y crítico, bibliófico é historiador: anteriores trabajos literarios pusieron

á García en lugar envidiable en la república de las letras. De no ser esto así, Costas y Montañas le habrian conquistado renombre y fama que ya tenia.

Pero lo expuesto podrá dejar sospecha de que el libro que he citado es perfecto. ¿Qué obra humana lo es? ¿Y cuál defecto tendrá la obra que tanto encomio ha merecido? se me dirá.

Para algunos, contestaré, que acaso lectura anticuada ó propia aficion hacen que Juan García emplee frases, construya oraciones ó dé giros á los conceptos, no tan usuales como el comun de las gentes busca. Para el que guste de enseñanzas, siempre aprenderá en los escritos de Juan García forma y manera que á otros no satisface. Peor para ellos.

De mí sé decir qué, siendo ésta natural y espontánea, consiguiente al estudio de determinados autores, la encuentro provechosa para los lectores y para el buen nombre del autor; pero rebuscada y ficticia, útil siempre al lector, amenguará la gloria del escritor afluente y de fácil concepcion literaria.

Resumiendo, Costas y Montañas es una de las mejores obras que han producido en estos últimos tiempos las prensas de Madrid, ya se considere como libro, ya como es crito, como materia de enseñanza ó causa de placer, fuente de erudicion ó campo de esparcimiento.

Añádiré, por último, que los apéndices que se insertan al final del libro son curiosos unos, instructivos otros, provechosos y útiles al sábio lector todos. El trabajo tipográfico honra grandemente el establecimiento de Tello.

CUADROS CONTEMPORÁNEOS.

Se comprende que quien no haya leido nunca la primera ó la segunda série de las Cartas trascendentales, ó España en Paris, ó España en Londres, cualquiera de las producciones de 1). José de Castro y Serrano, oiga hablar por referencia del talento del citado escritor, y aun que no ambicione conocer las obras del autor de Cuadros contemporáneos.

Lo que yo no me explicaria es que el lector que hubiese llegado á entablar relaciones y trato intelectual con el Sr. Castro y Serrano, dejase pasar una sola de las publicaciones del mismo sin proporcionársela el discreto lector como recreo positivo y embelesador, y cual doctrina persuasiva y convincente.

Cuadros contemporáneos llama el Sr. Castro y Serrano á diferentes trabajos reunidos en un elegaute tomo, hábilmente impreso en el acreditado establecimiento de Fortanet, prez de la tipografía española. La paginacion al pié de las hojas no es de buen gusto.

El primer cuadro lleva por título El libro, y á más de datos interesantes que en él se suministran, y de la clasificacion que el mismo comprende de lo que son bibliografos, bibliófilos, bibliomanos y hasta bibliótafos y bibliórrapos, enumeracion sembrada de conceptos exactísimos á la vez que impregnados en gracia del mejor género, propone el Sr. Castro y Serrana férias de libros como medio de facilitar el movimiento de la librería, la lectura de aquellos, el recreo que ésta reporta y la instruccion que la misma dilata y solidifica cuando se halla comenzada á asentar y á extenderse.

Atenderá cómo describe el Sr. Castro y Serrano los lectores en sus diferentes ra

mificaciones, estudiar los caractéres que señala al que lee y al que guarda los libros sin leerlos, es de efecto encantador. Forzosamente quien repase El libro allí ha de verse retratado. Y esto dicho con tal gracia que recuerda esas personas que con un aire grave, como si hablaran de asuntos sérios, dicen el chiste ingenioso, discreto y de buena ley, sin dejar percibir en su rostro la más leve sonrisa.

Hé aquí al filósofo: "Dios crió al hombre á su imágen y semejanza; y para que fuera así, lo hizo creador como él. La creacion del hombre es el libro: el libro está hechoá imágen y semejanza del hombre; el libro tiene vida, el libro es su sér."

Copio lo anterior, porque difícilmente se podria dar idea de lo que en el anterior período se dice sin insertarse integro, y porque no se expresa mejor un concepto que cuanto menor es el número de vocablos que se emplea en emitir aquél.

Los períodos muy largos suelen hacer olvidar su comienzo; los en que se intercalan unas figuras retóricas en otras, conceptos en conceptos, vagas frases á ideas coneretas, causan y rinden al lector: Castro y Serrano dice lo necesario, lo justo, lo esencial y cuando añade adorna: si aumenta frases hermosea el estilo: lo superfluo en diccion llega él á hacerlo necesario, que al terminar de leer un período suyo queda uno seducido por el deseo de que se hubiese alargado la forma de expresion para saborearla más, para gustar aún lo apetitoso de la intelectual materia alimenticia.

Tal importancia da á los libros el autor de La novela del Egipto, que asentando que todo el mundo les rinde culto, llega á decir que el que se considera "que vive sin libros" desconoce, olvida ó "ignora que los libros le cercan y subyugan por todas partes."

El médico, el abogado, el juez, el arquitecto, el sacerdote, el cocinero aprendieron respectivamente ya en un tratado de terapéutica, ya en las Leyes de Toro, ya en la Novísima Recopilacion, ya en las matemáticas de Cortázar, ya en los preceptos bíblicos, ya en algun manual culinario los conocimientos, las disposiciones, los ordenamientos, los cálculos, la vívida llama religiosa, el método de condimentacion con que por el mismo órden que quedan nombrados médico, abogado, juez, arquitecto, sacerdote y cocinero van infiltrando en el alma ó en el cuerpo del que no lee cuanto estudiaron en los libros, y así esclavizan al imperio soberano de éstos á las ingentes masas de ignorantes, dignas de compasion y de lástima Sí, que el ignorante es una planta exótica, que el ignorante es en el ramillete de la inteligencia lo que la flor inodora entre las aromosas, embriagadoras y perfumadas, que el ignorante es el toque opaco y frio que desentona el colorido vivo, animado, de un cuadro cuyo asunto rechace las tintas indefinidas.

Las exposiciones universales es un trabajo de observacion perspicua en detalle y conjunto, donde se describen aquellos grandes certámenes de la industria y el arte, la ciencia y el saber, la guerra y la paz con entonacion peculiar y sui generis.

Segun el Sr. Castro y Serrano las exposiciones no son un invento y sí un descubrimiento, antiguo por cierto. Para él las grandes construcciones de la antigüedad, las de la Edad Media, las modernas, en fin, son exposiciones universales desde el reinado de los Faraones hasta el de nuestros monarcas constitucionales. El templo salomónico, la construccion griega, la edificacion romana, la flamenca, la morisca, el monumento, en fin, escurialense; templo de Salomon, Parthenon, Capitolio, catedral de Colonia, Alhambra y Monasterio de San Lorenzo, todo esto y más, son exposiciones universales, donde el Sr. Castro y Serrano vẻ la exhibicion de las artes y de la industria,

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