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Habiendo muerto tiempo atrás el virey de Valencia Bailio y capitan general D. Manuel de Sada, confirió el rey en propiedad el mando de aquel reino y del de Murcia al Conde de Aranda, en 10 de Marzo de 1764. Mejor acreditó allí su teson y rectitud, que en la causa de la Habana. Reuniendo todos los poderes, pronto purgó de malhechores aquellos territorios, al paso que los adelantos que en materias de abasto, órden y policía habia observado en muchos pueblos extranjeros, le inspiraron excelentes medidas para reformar los mercados, el aspecto público de las poblaciones y hasta establecer con un órden desconocido ántes la distribucion de aguas en las huertas de Valencia y Murcia. Por carácter, el Conde habia nacido para ser mucho mejor corregidor, que general y hombre político.

'La continuacion en el próximo número.)

JACOBO DE LA PEZUELA.

TOMO XXV.

4

LOS POETAS

LÍRICOS

CONTEMPORANEOS DE PORTUGAL

I.

Hace algunos años que sólo dos nombres de escritores portugueses habian conseguido trasponer la frontera artificial que separa los dos pueblos peninsulares: Camoens y el P. Teodoro de Almeida. Os Lusiadas habian sido traducidos al castellano en 1580 por Benito Caldera, y por segunda vez en el primer tercio del siglo actual por un sacerdote, parécenos que cura de una parroquia de Madrid, cuyo nombre no recordamos. Las Recreaciones filosóficas del P. Almeida tambien habian sido vertidas al castellano y aún es facilisimo encontrar ejemplares de esta traduccion en los puestos de libros que llenan las rinconadas que los repetidos y absurdos cambios de alineacion han formado en las calles y plazas de la villa y córte de Madrid.

La ignorancia acerca de la literatura portuguesa no era privativa sólo de España. En la Historia de cien años (1750-1850) del eruditisimo César Cantú, al reseñar el estado de la literatura contemporánea en Europa, sólo se nombra ligerisimamente al poeta lirico portugués Barbosa du Bocage, y al tratar de los historiadores ni siquiera se hace mencion del eminente escritor Alejandro Herculano, cuya Historia de Portugal, desdichadamente aún no terminada, es un monumento de gloria literaria que bien puede colocarse al lado de lo mejor que han producido las doctas plumas de Gervinus y de Laurent.

Uno de los que han traducido al castellano la citada obra de César

Cantú, fué el erudito emigrado italiano D. Salvador Costanzo, el cual en una nota que se halla al pié de la página en que se trata de las letras portuguesas, parece que debia compensar la falta de noticias de su compatriota, pero nada menos que eso; la nota demuestra que si el autor de la Historia de cien años desconocia hasta los nombres de los escritores portugueses contemporáneos de mayor mérito, su traductor se hallaba en el mismo caso, puesto que se permitió escribir las siguientes afirmaciones:

«Durante la dominacion española en Portugal, dice el Sr. Costanzo, este país, que aspiraba á reconquistar su independencia, no llegó á comprender que su nacionalidad no podia separarse de ninguna manera de la que formen toda la península ibérica. Si el gobierno español hubiera tenido á la sazon bastante tino, habria podido borrar esa falsa nacionalidad portuguesa y conglomerar las dos naciones, de modo que apagados los rencores infundados, desapareciera el gérmen de la discordia..... su literatura individualizada con la española habria formado un cuerpo uniforme y grande. En efecto, las pocas obras escritas por autores portugueses en idioma castellano bastan para convencerse de que la literatura de aquel pequeño reino empezaba á tomar formas más consistentes y nacionales. Pero la separacion de Portugal hizo desaparecer un porvenir tan halagueño, y el marqués de Pombal, liberticida y filosofastro, reformándolo todo á su manera, introdujo una literatura bastarda y raquítica, haciendo traducir al portugués un crecido número de obras francesas. Desde entónces, la literatura de aquel país no ha vuelto á levantar cabeza, y aunque Portugal puede jactarse aún de tener alguno que otro poeta ilustre y escritor de nota, no puede aspirar por cierto, á la gloria de poseer una literatura nacional y propia. Así por el escaso número de libros que se publican en aquel reino, como por las relaciones de viajeros fidedignos, hemos llegado á averiguar que en Portugal la ignorancia se ha convertido en planta indigena, pues hasta se ignora la existencia de las obras españolas de más mérito que se "publican en Francia.»>

No refutaremos todo el sin número de errores de hecho y de falsas apreciaciones que se encierran en la nota que dejamos trascrita: basta á nuestro popósito haber patentizado con las precedentes citaciones que los hombres y las obras de los más ilustres escritores portugueses eran tan desconocidos en Europa hasta hace pocos años, como los de los filósofos, Literatos y poetas del Oriente ántes de los descubrimientos de Champollion, Colebrooke, Klaproth, Bournouf y demás orientalistas contemporáneos.

II.

Y sin embargo, el estado de las letras lusitanas en la edad presente es muy digno de fijar la atencion de los historiadores de la cultura europea que pretendan pasar plaza de exactos y verídicos. El erudito aleman Fernando José Wolf, en sus estudios sobre la literatura de Portugal y de España, publicados en Berlin el año de 1859, puede ser considerado como el Vasco de Gama que descubrió en el mundo literario los mares nunca d'antes navegados de las letras y las artes portuguesas.

En España hemos tardado aún más tiempo en ocuparnos de nuestros vecinos peninsulares. En tanto que El Curioso Parlante, y Fray Gerundio, D. Eugenio de Ochoa, y D. Antonio María Segovia, el conde de Fabraquer, y D. Pedro Antonio de Alarcon, D. Roque Bárcia, y D. Ramon de la Sagra, han relatado sus viajes en Francia y en Inglaterra, en Italia y en Alemania, hasta hace muy poco tiempo sólo se habia tratado de Portugal en una série de artículos del Sr. D. Juan Antonio de la Córte, actual marqués de la Córte, publicados el año de 1845 en ese archivo de las glorias nacionales que se llama el Semanario Pintoresco Español. Pero en estos últimos tiempos háse comenzado á remediar tan indisculpable olvido. En el pasado año (1870) han aparecido en la Ilustracion de Madrid una série de curiosos artículos firmados con el trasparente anagrama de Rosi (¿don Angel Fernandez de los Rios?) donde se describe con gran exactitud y galanura de estilo todo lo más notable que encierra la capital de la monarquia portuguesa. Poco después ha visto la luz pública el libro del jóven é ilustrado escritor D. Gonzalo Calvo Asensio, titulado Lisboa en 1870, donde no sólo se trata de los monumentos y paseos públicos de la córte portuguesa, sino que tambien se consagra algun espacio al exámen del estado actual de la cultura literaria de nuestros vecinos peninsulares.

Bien se comprende, sin embargo, que en estos escritos de viajes no cabia consagrar á las letras toda la especial atencion que se requeria para poder presentar un cuadro completo de literatura de Portugal en el siglo xix. La gloria de llevar á cabo tan patriótica empresa se hallaba reservada para el Sr. D. Antonio Romero Ortiz, que en una série de semblanzas literarias de los más celebrados poetas, historiadores y novelistas portugueses de la presente centuria, ha conseguido reunir tal copia de noticias bibliográficas, que su obra, bajo este concepto, parece el trabajo de un erudito benedictino del siglo xvu, sin que por esto haya desaparecido de sus

páginas la viveza de colorido propia de los libros de nuestra época. Publicó estas semblanzas por vez primera el Sr. Romero Ortiz en la REVISTA DE ESPAÑA, y después las coleccionó, formando un libro que lleva por titulo: La literatura portuguesa en el siglo XIX, libro que ha pasado desapercibido en España, sin alcanzar los elogios de la crítica, de que tan merecedor era. ¿Por qué? Sin duda alguna porque su autor no se ocupó de importunar á sus amigos escritores pidiéndoles articulos y juicios criticos para su obra; articulos que luego hay que agradecer como favores personales. Porque la verdad es que en el estado de marasmo en que hoy se halla nuestra literatura, no basta el mérito de un libro para fijar la atencion de la crítica; sólo la amistad, más o menos desinteresada, es la que fabrica las celebridades y la gloria de hoy, que probablemente ha de ser el olvido, y aun algunas veces, la ignominia de mañana.

III.

El Sr. Romero Ortiz ha consagrado una gran parte de su libro á los poetas liricos portugueses del siglo XIX. Natural y lógico era que así fuese, pues la poesia lírica es la forma literaria más propia del estado del espíritu humano en la época presente. Desde el Renacimiento hasta nuestros dias, el predominio del análisis ha reducido á polvo las creencias y los principios más venerandos que antes dominaban en la sociedad humana. El siglo xix, heredero de las dudas y de las negaciones de los tres siglos de libre exámen que en la historia le preceden, pudiera resumir todas sus afirmaciones en aquellas famosas palabras del gran Sócrates: Sólo sé, que no sé nadr.

Y sabido es que, cuando mueren las creencias sociales, nace poderosa la fantasía individual. Si usásemos un lenguaje filosófico, que seria poco inteligible para la generalidad, diriamos que, cuando lo objetivo mengua, lo subjetivo crece; y que hoy nos hallamos en un periodo donde el subjetivismo ha llegado á ser la nota caracteristica de todas las manifestaciones de la actividad humana. Así vemos que la música, la más subjetiva de las bellas artes, es el arte por excelencia de la época moderna, y la arquitectura, que es la más objetiva, puede decirse que en la actualidad no existe.

La misma ley se observa en el arte literario. ¿Dónde está el poema, dónde está la epopeya del siglo XIX? Si acaso existe se halla repartida en esos millares de millares de novelas que han brotado y brotan sin cesar de las prensas de Europa y de la América ya civilizada. Y afirmar esto vale

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