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sus autores dar un paso importante en semejantes publicaciones, facilitando el estudio del Derecho comercial y procurando, sobre todo el Sr. González Revilla (como lo ha conseguido ya con su otra notabilísima obra, LA HIPOTECA NAVAL EN ESPAÑA), demostrar aspira á cuanto puede ser útil á la enseñanza, al hombre de estudio y á cuantos necesiten conocer los preceptos de la ciencia más universal, necesaria Ꭹ á todos indispensable.

Muy de veras deseamos, pues, al presente libro una lisonjera acogida en las Universidades y Escuelas de Comercio, á quienes nos permitimos recomendarle, pues la mejor recompensa del trabajo es merecer la aprobación de aquel á quien se dedica, y tanto á las Escuelas como al público en general va dirigido el de nuestro amigo el Sr. González Revilla.

Valladolid, agosto de 1892.

Tomás de Lezcano.

CARRERAS Y GONZÁLEZ

Lejos estaba yo de pensar, cuando desempeñaba la modesta tarea que en este libro me corresponde, que antes de terminarla había de descender á la tumba Carreras y González, el director de mi juventud, el consejero de mi adolescencia, el maestro de toda mi vida, mi amigo más cariñoso.

Y es tan grande el vacío que su muerte deja en la ciencia, en la literatura, en el círculo numeroso de sus amigos, en su familia y en derredor mío, que aun me figuro verle, débil y enfermo de cuerpo, pero fuerte y animoso de pensamiento; con aquella laboriosidad y aquella perseverancia incansables y abrumadoras; la imaginación brillante y fogosa; natural y sencillo, claro, elocuente y siempre oportuno en el decir; catedrático ilustradísimo; escritor galano, correcto y ameno; periodista conspicuo y en extremo diestro en la exposición y en la polémica, y constante y batallador campeón de la libertad y de toda idea generosa y grande.

Fuerza es, sin embargo, convencerse, ya que el presente artículo, escrito con la premura que exige la urgente publicación de este libro, tiene por objeto dar noticia del fallecimiento del autor, ocurrido en Almería el día 14 de los corrientes, y consagrar un leve recuerdo á su preclara memoria.

I

Nació Carreras y González en Morata de Jalón (Zaragoza) el 26 de junio de 1827. Hizo sus primeros estudios en Madrid,

en el colegio de D. Isidoro Frutos, descollando siempre entre sus condiscípulos, la mayor parte de los cuales, como el Padre Mon, los hermanos Goicoerrotea y otros, han sido personas notables en la ciencia, en la política ó en las letras.

Terminados sus estudios de Latinidad y Filosofía, empezó á estudiar la carrera de Medicina en la Universidad de Valladolid (mi querida Universidad), entonces y siempre floreciente, y allí (según él me contaba muchas veces con singular gracejo) recibió también de particular manera las primeras lecciones de francés, idioma que tan admirablemente había de hablar y escribir después. Quedó huérfano de padre en 1844, y entonces vino á Madrid, en donde pronto contrajo matrimonio con doña Catalina Diez (1), virtuosa y constante compañera de su vida, de singular discreción y de tantos talentos como modestia.

Aquí terminó de estudiar la Medicina, y si bien en esta Facultad descolló también Carreras, puesto que aun corren entre los alumnos de ella algunos libros de texto que él tradujo del francés (2), la estrecha amistad que contrajo con Campoamor, con el hoy marqués de Valdeiglesias, con Castro y Serrano y con tantos otros compañeros suyos, más literatos que médicos, y sobre todo la necesidad de luchar por la existencia, que nunca, ni en los últimos años de su vida, fué holgada para él, torcieron sus inclinaciones; y el que acaso hubiera sido buen médico, vino á ser eminente literato y periodista, sabio catedrático y hombre de ciencia en las morales y políticas, diputa

(1) De este matrimonio tuvo Carreras dos hijos, D.a Magdalena y don Mariano Carreras y Díez, digna heredera del talento de su padre la primera y distinguido el segundo por su especialidad en el conocimiento de varios idiomas europeos, que demostró en públicos concursos y en su cátedra de Inglés y Francés, por oposición, de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, y por sus trabajos y discursos en el Congreso Nacional Mercantil celebrado en esta Corte en 1881. Como la de un hermano lloramos su muerte prematura.

(2) Entre estas obras llamó sobremanera la atención de los doctos el Tratado completo de Histología, de Fort, primer trabajo de esta ciencia que se publicó en España; por cierto que, para traducir esta obra, que hoy todavía sirve de provechosa consulta, tuvo Carreras que dedicarse á laboriosas investigaciones sobre la nomenclatura histológica, logrando hacer un estudio, de verdadero empeño.

do, senador, politico y representante de su patria en famosas asambleas europeas.

II

«Desde que comenzó á ejercitar su pluma (dice el Sr. Sanromá en la necrología inserta en el número 431 de la Revista de España), tuvo Carreras la ventaja de poseer estilo propio, desnudo de toda afectación, galano y correctísimo. Fué siempre, en este punto, modelo de periodistas. Nadie podía competir con él en lo castizo de la dicción, en la sencillez del período, en la claridad de los conceptos, en la facilidad de exposición, ni en la suma habilidad con que sabía condensar los pensamientos más complejos y las narraciones más embarazos as. Como dechado de lenguaje periodístico, merecían citarse sus numerosos artículos. Jamás se le vió incurrir en aquellos defectos de que adolecen generalmente los que cultivan esta espe. cialidad; ni en el amaneramiento, que suele ser efecto de la premura con que se escribe en las redacciones, ni en el vicio de los galicismos, tan común en la prensa periódica é indicio cierto de falta de educación literaria, ni en el extremo opuesto del pedantismo clásico, como el de algunos reputados escritores que pretenden pasar por puristas hablándonos en la lengua de nuestro siglo XVII.»

<< Otro mérito innegable tuvo Carreras como articulista. Sabía encerrar en media columna de un periódico los diversos aspectos de una cuestión política, económica, rentística ó administrativa, con la solución ó soluciones á su juicio más convenientes.>>

Como literato, periodista y colaborador de revistas y publi caciones científicas, es inmensa la labor de Carreras y Gonzá lez. Ya en 1845 figuraba como redactor de El Correo; en 1854 fundó, con el eminente repúblico Calvo Asensio, el periódico La Iberia, del cual fué redactor en jefe; en 1856 fundó en Valencia los periódicos El Miguelete y La Opinión, en el primero de los cuales colaboraban Ayala, Alarcón, Serra, los Asquerinos y muchos ilustres literatos; en 1867, establecido otra vez

en Madrid, fundó El Magisterio Español, periódico profesional de gran fama; en 1871 fundó el periódico El Argos; en 1878 fué redactor en jefe de La Voz del Litoral; colaboró constantemente en la Revista de España y en otras análogas del extranjero, y en todas estas publicaciones ocupó siempre lugar distinguidísimo por su talento, por su ilustración, por lo correcto, claro y brillante de su estilo, por su perspicacia y su intención de verdadero periodista.

El fué alma y vida de La Iberia en los primeros tiempos de este periódico, pues Calvo Asensio, de esclarecida memoria, en todo y para todo seguía las inspiraciones de Carreras; todavía recuerdan los que para pasar sus ocios veraniegos preferían por aquella época las playas del Mediterráneo á las del Norte, hoy de universal boga, la belleza literaria, la gracia y la cultura de aquel periódico, El Miguelete, tan elevado sobre los de su indole en aquel tiempo como la torre de que tomó su nombre sobre las demás de la bella ciudad del Turia; aun vive la fama de El Argos, publicación política y literaria á la vez, y en ambos conceptos notabilísima; y difícilmente olvidará el que esto escribe (que en La Voz del Litoral, al lado del ilustre Moreno Nieto y de Carreras y González, hizo sus primeras armas en la batalla periodística) las reñidas campañas allí sostenidas por estos dos grandes hombres, eficazmente ayudados por sabios marinos, con el fin de procurar la reorganización de nuestra armada y el progreso de los intereses de la Marina y de la industria y comercio marítimos.

Obra de Carreras son la esmeradisima confección de aquel periódico, el interés que supo despertar desde su aparición en la prensa y en la opinión pública, la ordenada distribución de las materias en que se ocupaba; y obra era de Carreras aquella cordialidad y afecto que existía entre sus, redactores y colaboradores; allí llevó Carreras á Moreno Nieto, director de la publicación, de quien tan sabias lecciones recibíamos todos; y era de ver cómo Carreras iniciaba y seguía las polémicas que con frecuencia mantenía La Voz del Litoral con sus colegas en la prensa; con qué talento procuraba evitar las denuncias del fiscal de Imprenta, á cuyas manos habíamos, sin embargo, de morir (tales eran por entonces los tiempos) antes del año de

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