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traygan y pongan elas puedan traere poner en suspendones, sello y escudos y Vanderas y edificios y en las otras partes y Lugaresque quisieren y por bien tuvieren y segun y como y de la forma y manera que las traen e ponen en las ciudades destos nuestros Reynos de Castilla, a quien tenemos dadas ar

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mas e divisa e poresta nuestra carta o por su traslado signado descrivano público, encargamos al Illustrisimo Principe Don Felipe; nuestro muy caro y muy amado nieto ehijo, e alos infantes, Perlados, Duques, Marquesses, Condes, Ricos homes, maestros de las órdenes, Priores, Comendadores y subcomendadores, alcaydes de los Castillos y cassas fuertes y llanas y á los del nuestro conss.° alcaldes, alguasiles de la nuestra cassa y corte y Chancillerias y á todos los concejos, correjidores, asistentes, Gobernadores alcaydes, alguaciles, marinos, prevostes, Veinte y cuatro Rejidores, Jurados, Cavalleros, Escuderos, oficiales y omes buenos de todas las Ciudades, Villas y lugares destos nuestros Reinos y señorios, y cada uno y cualquier dellos en su jurisdicion, que le han de guardar La dicha merced que assi les hacemos de las dichas armas, e que las ayan y tengan Por veras armas conocidas y vos la dejen comotales poner y traer, y que en ello ni enparte dello pongan embargo ni contrario alguno, ni por algunamanera, sopenadelanuestra merced y de dies mill maravedis para la nuestra camara á cada uno que lo contrario hiciere: y demas mandamos al ome á que esta dicha nuestra carta se mostrare ó el dicho su traslado signado de escrivano público, segun dicho es, que les emplace que parezcan ante nos en la nuestra corte, doquier quenos seamos del dia que los emplazare hasta quince dias primeros siguientes, sola dicha pena, so la qual mandamos aqualquier escribano público que para esto fuere llama do, que de al que la mostrare testimonio signado con su signo, porque nos sepamos cómo se cumple nuestro mandado. Dada en la Villa de Valladolid a siete dias del mes de Diciembre, año del nacimiento

(1) Nuestros lectores observarán que las armas grabadas no son las mismas que se describen en la Cédula, y que hay notable diferencia en la leyenda y en la colocacion de los blasones. No nos hemos creido, sin embargo, autorizados para alterar en lo menor el sello que existe en el Cabildo y del que por muchos años hizo uso el ayuntamiento de Lima, y hemos preferido, por lo mismo, presentar la descripcion de las armas concedidas por el Emperador, y el escudo que, á pesar de aquella descripcion, adoptaron los antiguos municipales.

de nuestro Salvador Jesucristo, demill y quinientos y treinta y siete años — Yo EL REY-Yo Ju. Vasquez de Molina, Secretario de su Cesaria y catholicas magestades las ice escrivir por su mandado.

El Gobernador Pizarro, hombre activo y laborioso, se dedicó inmediatamente despues de la fundacion, á trazar la planta de la ciudad y á hacer el repartimiento de terrenos, destinando los costados de la plaza principal, para la Catedral, el Palacio de Gobierno y la Casa municipal.

De las once personas que acompañaron á Pizarro (1) se eligieron para alcaldes á Nicolas de Rivera, el viejo, y á Juan Tello, quienes formaron su primer Cabildo en 30 del mismo mes de Enero. Poco despues bajaron de Sangallan treinta personas y con otras veintiocho que vinieron de Jauja, se eompletó el número de los setenta primeros pobladores de Lima, que edificaron treinta y seis casas : veintidos de Oriente á Occidente y catorce de Sur á Norte (2). El hecho mas importante ocurrido en Lima, pocos años despues de la fundacion, fué el asesinato de Pizarro, que referirémos, á pesar de ser bastante conocido, haciendo una relacion ligera de las causas que lo motivaron.

Diego Almagro que, como se vé en la Cédula y provision que hemos insertado, acompañó á Francisco Pizarro en la conquista del Perú, fué mandado por este al Cuzco, Capital del Imperio de los Incas, con el propósito que se encargase del mando de ella, y emprendiese la conquista de los paises situados al Sur, que formaban parte de Chile; intentó, en efecto, esta empresa, pero los insuperables obstáculos que encontró en su marcha y los padecimientos y descontento de su gente, lo obligaron á regresar desde Coquimbo. A la sazon, la Corte de España le habia conferido nuevos poderes y jurisdiccion territorial, documentos que los hermanos de Pizarro habian ocultado maliciosamente con el objeto que Almagro no se apoderase de aquella capital á cuyo dominio no querian ellos renunciar.

de

Esta cuestion, agregada á muchas otras causas, habia engendrado sérias desavenencias, no solo entre Almagro y los Pizarros, sino tambien entre los partidarios y soldados de uno y otros; asi fué que cuando el primero se posesionó del Cuzco, puso en prision á los Pizarros á quienes, sin embargo, trató bastante hidalgamente, rechazando con indignacion las indicaciones que siempre se le hicieran para que les diera la muerte.

La demarcacion sobre los límites del territorio, sujeto á la dominacion de Almagro y de Pizarro, motivó nada menos que una guerra civil que terminó por la batalla de la Salinas, acaecida el Sábado 26 de Abril de 1538, cuyo resultado fué funesto para las tropas de Almagro y este, á quien el mal estado de salud habia obligado á presenciar la batalla metido en una litera, y desde una altura inmediata, consiguió montar en una mula y tomar asilo en la fortaleza del Cuz

(1) Estas once personas, todas españolas, fueron el tesorero, Alonso Riquelme-el veedor, Garcia de Salcedo-Nicolas de Rivera, el viejo, natural de Olivera-Nicolas de Olivera, el mozo, natural de Vitigudino-Rodrigo Mazuelas-Juan Tello-Rui Diaz-Alonso Martin de D. Benito-Cristóbal Palomino-Cristóbal de Peralta y Antonio de Picado, Secretario del Gobierno.

(2) Sol del Nuevo Mundo-Roma 1863.

co, en donde á poco tiempo fué aprehendido, habiéndosele encerrado en el mismo edificio en que tuvo presos á los Pizarros.

La conducta de Hernando Pizarro con el ilustre prisionero, á quien todos los historiadores conceden multitud de apreciables cualidades, fué opuesta á la que este observó con él y con su hermano. Al mismo tiempo que el vigor y la salud abandonaban á Almagro en su prision, Hernando Pizarro se empeñaba en hacerle protestaciones de amistad, asegurándole su pronta libertad; pero á ese mismo tiempo tambien, se organizaba privadamente un proceso que terminó por sentencia pronunciada en 8 de Julio de 1538, en que se imponia al prisionero la pena de muerte. Fácil es presumir que aquel fallo estaba fundado en hechos falsos, y que se pretendió presentar á Almagro como reo de haber hecho la guerra al Rey de España.

La ejecucion de esa sentencia dictada por el ódio, la codicia y la ambicion de los Pizarros, aumentando naturalmente la zaña de los enemigos de estos, fué el orígen del asesinato del Gobernador Francisco Pizarro, ocurrido en Lima el Domingo 26 de Junio de 1541.

Despues de la ejecucion de Almagro, sus numerosos secuaces se diseminaron por el pais, pero permanecieron unidos por un sentimiento de indignacion contra el asesino do su jefe. Almagro habia dejado un hijo que tenia su mismo nombre, y que era necesaraimente el caudillo de los que se habian propuesto vengar la muerte de su padre. No se pensó en los primeros tiempos en dar á esa venganza un carácter criminal, sino que se esperaba á un comisionado que, por órden del Rey debia venir al Perú á examinar la situacion de los negocios de Pizarro, para exponerle sus quejas; pero el retardo en la llegada y la noticia de que el comisionado habia perecido en una tempestad, sugirieron la determinacion del asesinato. Fijóse para él, el dia que llevamos indicado, y aunque el plan no se hubiese conservado con tal sigilo que no llegára a oídos del Gobernador, por varios medios, y entre ellos por el confesor de uno de los cómplices, no hizo caso de los anuncios, y antes siguió despreciando á los de Chile, como se titulaba á los partidarios de Almagro. La única medida de precaucion que adoptó Pizarro, fué la de no salir á misa á la Catedral como lo acostumbraba, dando por motivo el hallarse algo enfermo.

Aunque eran numerosos los conjurados contra Pizarro, parece que el proyecto de darle muerte se confió á unos pocos, y que la ejecucion se encomendó á diez ó doce, presididos por un tal Juan de Herrada ó Rada, caballero de familia respetable, que habiendo sentado plaza de soldado desde muy jóven, alcanzó los mas altos puestos en el ejército á favor de sus talentos militares. Herrada habia reconcentrado en el jóven Almagro todo el cariño y la adhesion que profesó al padre, y aunque ya muy viejo, se sintió con bastante ardor y bastantes brios para vengar á su llorado general; él fué quien concibió el plan y quien se preparó para ponerse á la cabeza de los ejecutores. Llegado, pues, el dia, los conjurados y Herrada delante de ellos, marcharon á casa del jóven Almagro (1) para

(1) Algunos aseguran que Herrada vivia en la casa situada en el Portal de Botoneros que hasta hoy se conoce con el nombre de Callejon de los Clérigos, y que de allí salió directamente con los ocho hombres que debian matar al Gobernador.

esperar la hora en que el Gobernador saliese de misa; pero burlados en su esperanza, creyeron ser descubiertos, y fluctuaron entre si abandonarian la empresa, ó la llevarian á cabo buscando al Gobernador dentro su misma casa. Decididos por lo último, se dirigieron á palacio dando en la calle las voces de ¡ viva el Rey! ¡ muerta el tirano!

Era la hora de comer, que en los primitivos tiempos de las colonias españolas, solia hacerse á las doce. Sin embargo, mucha gente atraida por los gritos de los conjurados, salió á la plaza para saber la causa. « Van á matar al marqués,» dijeron algunos con frialdad : « es á Picado á quien quieren matar, » replicaron otros; pero ni uno solo salió en su defensa. El poder de Pizarro no habia echado raices en el corazon del pueblo.

A tiempo de atravesar la plaza los conjurados, uno de ellos dió un rodeo para evitar un charco que encontró en el camino. «¡Cómo!» esclamó Rada, « ¡vamos á bañarnos en sangre humana y rehusais mojaros los pies en agua ! » Y le mandó que se volviera á su casa. La anécdota es significativa.

El palacio del Gobernador estaba situado en la parte opuesta de la plaza. Pasábase á él por dos patios. La entrada del primero estaba protegida por una maciza puerta, capaz de resistir á cien hombres ó mas; pero la habian dejado abierta, y los agresores, lanzándose al patio interior, dando su tremendo grito de combate, se encontraron en él con dos criados. Mataron á uno y el otro se entró huyendo en la casa y gritando: «¡ Socorro, socorro, los de Chile vienen á matar al marqués ! »

Pizarro estaba á la sazon comiendo, ó lo que es mas probable acababa de comer. Hallábase rodeado de unos cuantos amigos que despues de misa habian ocurrido, segun parece, á informarse del estado de su salud, y algunos de los cuales se habian quedado á comer con él. Entre estos estaban Martínez de Alcántara, hermano de Pizarro por parte de madre, el juez Valazquez, el obispo electo de Quito y varios caballeros principales de Lima hasta el número de quince ó veinte. Algunos, alarmados con los gritos que resonaban en el patio, salieron del comedor y bajaron hasta el primer tramo de la escalera para averiguar la causa. No bien se informaron de ella, por las exclamaciones del criado, se retiraron precipitadamente á lo interior de la casa, y no queriendo arrostrar desarmados, ó mal armados como estaban los mas de ellos, la tempestad que amenazaba, se salieron á un corredor y desde allí se descolgaron al jardin sin hacerse el menor daño. Velazquez el juez, para poder hacer uso de las manos en la bajada, se puso la vara de la justicia en la boca, «< cuidando asi, dice con mucha gracia un cronista antiguo, de no quebrantar la palabra que dió de que no sucederia nada á Pizarro mientras él tuviese la vara de la justicia en la mano. »

Entre tanto el marqués, noticioso del tumulto, mandó á Francisco de Chavez, oficial que poseia toda su confianza y que se hallaba en la antesala, que cerrase la puerta de la escalera, mientras él con su hermano Alcántara se ponia las armaduras. Si esta órden dada con serenidad completa hubiera sido con la misma obedecida, todos se habrian salvado, porque podria haberse guardado facilmente la entrada aun contra fuerzas superiores, hasta que hubieran llegado auxilios á

Pizarro á consecuencia de la relacion de los que habian huido. Pero desgraciadamente Chavez, desobedeciendo á su jefe, dejó la puerta entreabierta é intentó entrar en conferencias con los conspiradores. Estos, que habian llegado al final de la escalera, cortaron el debate arrojando por ella á Chavez despues de haberle atravesado el cuerpo de una estocada. Por un momento encontraron resistencia en los sirvientes del muerto, pero en breve se desembarazaron de ellos y penetraron en lo interior gritando : «¿Donde está el marqués? ¡ Muera el tirano ! »

Martinez de Alcántara, que estaba en la sala inmediata ayudando á su hermano á ponerse la coraza, no bien conoció que los conjurados se habian apoderado de la antesala, salió asistido de dos jóvenes, pajes de Pizarro y de uno ó dos caballeros de servicio y procuró contener á los agresores. Siguióse á esto un combate desesperado. Diéronse golpes fatales por ambas partes dos de los conspiradores cayeron muertos en el sitio, y Alcántara y sus valientes compañeros estaban llenos de heridas.

Al fin Pizarro, no pudiendo en la precipitacion del momento ajustarse las correas de la coraza, la arrojó léjos de sí, y rodeándose la capa al brazo, tomó su espada y salió en auxilio de su hermano. Ya era tarde: Alcántara debilitado con la perdida de sangre, cayó muy luego en tierra. Pizarro se precipitó sobre los agressores como un leon sorprendido en su cueva y repartió sus golpes con tal rapidez y fuerza, como si la edad no tuviese poder para endurecer sus miembros. «¡Cómo! gritó, traidores & habeis venido á matarme en mi propia casa?» Los conspiradores retrocedieron un momento al ver caer á dos de ellos bajo la espada de Pizarro; pero en breve se reanimaron y validos de sus superiores fuerzas, se batian con gran ventaja, relevándose unos á otros en el ataque. El aposento en que peleabar era estrecho y el combate habia durado ya bastantes minutos, cuando los dos pajes de Pizarrro cayeron á su lado. Entónces Rada impaciente exclamó : «¡Qué tardanza es esta! ¡ Acabemos con el tirano!» Y cogiendo en brazos á uno de sus compañeros llamado Narvaez, le arrojó contra el marqués. Pizarro en el mismo instante se agarró con él y le atravesó con su espada; pero en aquel momento recibió una herida en la garganta, titubeó y cayó al suelo mientras Rada y los demas conspiradores le hundian sus espadas en el cuerpo. «¡ Jesus!» exclamó el moribundo, y trazando con el dedo una cruz en el sangriento suelo, inclinó la cabeza para besarla. Entonces un golpe mas benigno que los demas, puso fin á su existencia.

Los conspiradores, consumada la catástrofe, salieron corriendo á la calle y blandiendo sus sangrientas armas gritaron: «Ya es muerto el tirano: las leyes están restablecidas: ¡ viva el rey nuestro señor y su gobernador Almagro! » Los de Chile, atraidos por gritos que les eran tan agradables, salieron de todas partes á unirse á la bandera de Rada, el cual se halló en breve á la cabeza de cerca de trescientos hombres, todos armados y preparados á sostener su autoridad. Establecióse guardia en las casas de los principales partidarios del difunto gobernador y sus personas fueron reducidas á prision. La casa de Pizarro y la de su secretario Picado, fueron entregadas al pillaje, y en la del primero encontraron los conspiradores abundante botin en oro y plata. Picado se re

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