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era el primer esfuerzo, el primer conato en el camino de la libertad? Querer que la obra de las Constituyentes de Cádiz saliese perfecta, como Minerva del cerebro de Júpiter, era pretender lo imposible, era desconocer la naturaleza finita y limitada del hombre, que solo á costa de la repetida esperiencia puede llegar á realizar en el tiempo, el bien y la verdad.

La primera máquina de vapor qne surcó el espacio era tambien. muy imperfecta; y sin embargo, envolvia en sí misma el gérmen de inmensos adelantos. Hoy, cuando observamos á la locomotora, dócil á la voluntad del hombre, cumplir con todas las exigencias, debemos recordar que en su origen fué un elemento casi indómito, que encerraba mil peligros, mil desgracias.

Cuando las obras humanas se juzgan bajo el prisma de lo absoluto, cuando no se refieren y relacionan á un tiempo, cuando se las considera en su valor intrinseco, se cae frecuentemente en el error, ó cuando menos en un injusto desprecio.

Todos los defectos é imperfecciones que el más exagerado pesimismo pueda asignar á la constitucion de 1812, palidecen y se eclipsan ante sus perfecciones, ante las conquistas que realizó, y los derechos con que supo destruir para siempre las antiguas prácticas.

La constitucion de 1812 será siempre un código que inspirará veneracion y respeto, por las circunstancias que concurrieron á formarle, los esfuerzos generosos que envuelve, las nobles aspiraciones que realiza, los abusos que destierra, el ancho horizonte que abre à la sociedad para dirigirse por la via del progreso, á la conquista de sus futuros destinos.

Marchando al acaso la sociedad española, saliendo de repente de las garras del más destructor despotismo, sin preparacion, sin guia, sin esperiencia, sin tradiciones fecundas que envolviesen el principio de su desarrollo, la constitucion de 1812 puso sobre el tapete las más importantes cuestiones, planteó los más graves y trascendentales problemas, resolvió algunos de un modo definitivo, y si en los demás no llegó á la perfeccion,sentó las bases para alcanzarla y realizarla.

Despues de restauraciones ilógicas, contrarias al espíritu de los tiempos, opuestas al humano progreso, á la marcha siempre constante de las sociedades, volvió este código á ser el objeto de todas las esperanzas de la nacion, que pudo comprender con las terribles lecciones de la más triste esperiencia, que cuando en un pueblo ha brotado una sola vez la semilla de la libertad, no la puede aniquilar el pertinaz empeño de la reaccion.

No estardo encarnada la reforma en el fondo de la opinion pública, confundiendo con lastimoso error las causas de las desdichas presentes, achacando á las modernas ideas lo que solo eran consecuencias necesarias de otras épocas de atraso y oscurantismo, influidos por los intereses creados á la sombra de abusos arraigados y pretendidos é ilegítimos derechos, pudo el pueblo español, con la volubilidad propia de las razas latinas, renegar momentáneamente de su obra; contribuir, ó mirar por lo menos con frialdad é indiferencia el martirio y las persecuciones de sus tribunos, de sus bienhechores; maldecir de sus mismos intereses e inmunidades; pero bien pronto volveria la vista á lo que habia desdeñado, al comparar los tiempos de la vivificadora libertad, con las épocas infaustas del desatentado despotismo.

Los constituyentes de Cadiz se encontraban como todos los innovadores, en minoría, como aparece siempre la verdad en la esfera social. No contando con el sólido apoyo de la opinion pública, á causa de la general ignorancia, habia de llegar un tiempo en que, con involuntaria in— gratitud, se les echaria en cara los defectos de su obra, se notarian las omisiones, sin tener para nada en cuenta los obstáculos que habian destruido con sábio atrevimiento, y los cimientos que habian construido en medio del caos y de las preocupaciones, tristes restos de otros tiempos de absurdas prácticas.

á

Pero como la verdad vence siempre, á pesar de todos los obstáculos y dificultades, el pueblo saldria poco a poco de su obstinado error, y esta obra, tan desdeñada por los unos y perseguida por los otros, habia de volver á ser, no solo el objeto del general deseo, sino la aspiracion de todos los pueblos que nacian para la libertad.

Pasemos, pues, por las imperfecciones; dejemos á un lado algunos detalles nimios, hijos de la inesperiencia; consideremos que en este código tan calumniado se consigna el principio de la soberanía nacional, se da alas al pensamiento con la libertad de imprenta, se destierran las bárbaras costumbres antiguas en materias judiciales, se garantiza la seguridad individual, se establece la igualdad ante la ley, se destruyen odiosos privilegios de casta, bastardas inmunidades, ilegítimos derechos; se da vida robusta y vigorosa al municipio y á la provincia; se organiza la hacienda, sentándose el fundamento del crédito público; se emancipa la instruccion pública de las garras de la presuntuosa incompetencia clerical; se echan las bases de la desamortizacion civil y eclesiastica; se fomenta la industria y la agricultura, librando á esta última de los odiosos privilegios de la Mesta; se plantea un sistema económico más justo y equitativo; se crea, en fin, una nueva España, que hará olvidar la España de Godoy abatida y despreciada.

Cuando consideramos la suerte que cupo á aquellos hombres, dechados en general de abnegacion y patriotismo, que tuvieron por única recompensa de su desinterés y sacrificios, los calabozos, las persecuciones, el destierro; cuando observamos la constancia y la entereza con que supieron luchar contra el rencor de los intereses creados, prescindir de sus personas, contrarestar las insidiosas tramas de la Regencia, destruir las mas arraigadas preocupaciones, oponer la fuerza de la verdad á los sofismas artificiosos de la reaccion, y á la sistemática conducta de los diputados americanos, que ponian como precio de su asentimiento, muchas veces aventuradas é imprudentes concesiones; nos vemos obligados á pagar un tributo de respeto y admiracion á tan inclitos varones.

Las consecuencias de las Córtes de Cadiz las estamos palpando todavía. Sus trabajos nos sirven de fundamento en la abierta lucha que continuamente tenemos entablada con la reaccion; en la constitucion del 12 están nuestras tradiciones; y si queremos dar un paso firme en el camíno del progreso, es necesario que partamos de alií, siguiendo el rumbo que ella nos ha dejado señalado.

Si las generaciones coetáneas no han podido apreciar todavia la di

Despues de restauraciones ilógicas, contrarias al espíritu de los tiempos, opuestas al humano progreso, á la marcha siempre constante de las sociedades, volvió este código á ser el objeto de todas las esperanzas de la nacion, que pudo comprender con las terribles lecciones de la más triste esperiencia, que cuando en un pueblo ha brotado una sola vez la semilla de la libertad, no la puede aniquilar el pertinaz empeño de la reaccion.

No estando encarnada la reforma en el fondo de la opinion pública, confundiendo con lastimoso error las causas de las desdichas presentes, achacando á las modernas ideas lo que solo eran consecuencias necesarias de otras épocas de atraso y oscurantismo, influidos por los intereses creados á la sombra de abusos arraigados y pretendidos é ilegítimos derechos, pudo el pueblo español, con la volubilidad propia de las razas latinas, renegar momentáneamente de su obra; contribuir, ó mirar por lo menos con frialdad é indiferencia el martirio y las persecuciones de sus tribunos, de sus bienhechores; maldecir de sus mismos intereses e inmunidades; pero bien pronto volveria la vista á lo que habia desdeñado, al comparar los tiempos de la vivificadora libertad, con las épocas infaustas del desatentado despotismo.

Los constituyentes de Cadiz se encontraban como todos los innovadores, en minoría, como aparece siempre la verdad en la esfera social. No contando con el sólido apoyo de la opinion pública, à causa de la general ignorancia, habia de llegar un tiempo en que, con involuntaria in— gratitud, se les echaria en cara los defectos de su obra, se notarian las omisiones, sin tener para nada en cuenta los obstáculos que habian destruido con sábio atrevimiento, y los cimientos que habian construido en medio del caos y de las preocupaciones, tristes restos de otros tiempos de absurdas prácticas.

Pero como la verdad vence siempre, á pesar de todos los obstáculos y dificultades, el pueblo saldria poco a poco de su obstinado error, y esta obra, tan desdeñada por los unos y perseguida por los otros, habia de volver á ser, no solo el objeto del general deseo, sino la aspiracion de todos los pueblos que nacian para la libertad.

Pasemos, pues, por las imperfecciones; dejemos á un lado algunos detalles nimios, hijos de la inesperiencia; consideremos que en este código tan calumniado se consigna el principio de la soberanía nacional, se da alas al pensamiento con la libertad de imprenta, se destierran las bárbaras costumbres antiguas en materias judiciales, se garantiza la seguridad individual, se establece la igualdad ante la ley, se destruyen odiosos privilegios de casta, bastardas inmunidades, ilegítimos derechos; se da vida robusta y vigorosa al municipio y á la provincia; se organiza la hacienda, sentándose el fundamento del crédito público; se emancipa la instruccion pública de las garras de la presuntuosa incompetencia clerical; se echan las bases de la desamortizacion civil y eclesiastica; se fomenta la industria y la agricultura, librando á esta última de los odiosos privilegios de la Mesta; se plantea un sistema económico más justo y equitativo; se crea, en fin, una nueva España, que hará olvidar la España de Godoy abatida. y despreciada.

Cuando consideramos la suerte que cupo á aquellos hombres, dechados en general de abnegacion y patriotismo, que tuvieron por única recompensa de su desinterés y sacrificios, los calabozos, las persecuciones, el destierro; cuando observamos la constancia y la entereza con que supieron luchar contra el rencor de los intereses creados, prescindir de sus personas, contrarestar las insidiosas tramas de la Regencia, destruir las mas arraigadas preocupaciones, oponer la fuerza de la verdad á los sofismas artificiosos de la reaccion, y á la sistemática conducta de los diputados americanos, que ponian como precio de su asentimiento, muchas veces aventuradas é imprudentes concesiones; nos vemos obligados á pagar un tributo de respeto y admiracion á tan ínclitos varones.

Las consecuencias de las Córtes de Cadiz las estamos palpando todavía. Sus trabajos nos sirven de fundamento en la abierta lucha que continuamente tenemos entablada con la reaccion; en la constitucion del 12 están nuestras tradiciones; y si queremos dar un paso firme en el camíno del progreso, es necesario que partamos de alií, siguiendo el rumbo que ella nos ha dejado señalado.

Si las generaciones coetáneas no han podido apreciar todavia la di

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