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Los sacrificios, las desgracias, las calamidades sin cuento de una encarnizada lucha de seis años, los descalabros pasados, las desdichas presentes, el empobrecimiento, la ruina y hasta el hambre, que, como una consecuencia necesaria de la guerra, causaba horrorosos estragos en algunas comarcas de la península; todo se olvidó co no por encanto, ante la nueva de la libertad del deseado Fernando.

Bien pronto debia pagar entre los horrores del mas desatentado despotismo, su ciega confianza en un príncipe, que tenia por únicos consejeros de sus actos, la doblez y la perfidia mas refinada.

La nacion habia lucha do vigorosamente por reconquistar su independencia, por echar los cimientos á su futura regeneracion; pero no tardaria en comprender que de sus sacrificios, de su abnegacion, de la sangre tan abundante y generosamente derramada, solo recogería por fruto la mas negra ingratitud.

En vez de un gobierno prudente y previsor, que curase las llagas abiertas por una contienda tan desastrosa, que desarrollase los gérmenes de progreso que en el pais se encerraban, que colocase á la nacion á la altura que por sus heróicos hechos merecia, que hiciese olvidar las pasadas desdichas, que premiase tanto heroismo, tanto entusiasmo, abnegacion y firmeza, que correspondiese á las esperanzas que se alimentaban, que estuviese en armonía con las nuevas necesidades y aspiraciones; en vez de todo esto, repetimos ¿qué es lo que obtuvo la infeliz España?

La historia del reinado de Fernando VII, que tendremos lugar de recorrer en los subsiguientes capítulos, darán una completa contestacion á estas preguntas, demostrando con la elocuente voz de los ejemplos, que la ingratitud tiene con frecuencia su asiento en el corazon de los mʊ

narcas.

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CAPÍTULO XXVI.

LA VUELTA DE FERNANDO.

Lo que hacía Fernando en Valencey, mientras sus pueblos peleaban.--Carta á Napoleon.-Felicita al rey intruso.- Un brindis de Fernando.-Pretensiones matrimoniales. Fernando solicita el dictado de príncipe francés.-Celebra los triunfos de las armas francesas en España.--Mision del baron Colly.-Es delatado por Fernando-Recibe sus pasaportes. -Celébrase la nueva en España.-Pasa Fernando el Fluviá.—Entusiasmo general.-El general Copons entrega un pliego á Fernando.-Fernando en Gerona escribe á la Regencia.-Zaragoza recibe con entusiasmo á Fernando.-El ósculo del cardenal de Borbon.-Conducta de Elío. -Valencia cuartel general de la reaccion. -Donativo al general Suchet.—Manifiesto de los Persas.-Marcha Fernando á la córte.-Escesos reaccionarios.Escesiva confianza de las Córtes.-Eguia intima á las Córtes su disolucion.— Prisiones.-Manifiesto de Valencia.-La reaccion.

Hemos visto lo que la nacion hizo para rescatar su independencia, y restaurar el trono de Fernando; ningun sacrificio le fue costoso; arrostró todos los peligros, el hambre, la peste, la guerra, los escalabros, y todo género de horrendas vicisitudes, sin desmayar en su heróico empeño. Ni rehusú ninguna amargura, ni se dejó abatir por ninguna contrariedad. Desde las guerras antiguas no se habia realizado epopeya mas grandiosa, que la que el pueblo español acababa de escribir con su sangre generosa. Los fastos de tan gigantesca lucha, contienen cuanto de grandioso puede encerrar el corazon levantado de los que aman la libertad y

la independencia. Los que no tuvieron el valor del soldado para luchar y morir matando, tuvieron el valor del martirio, y le afrontaron bendiciendo su pátria, en cuyo altar hacian la ofrenda de su vida. Pero los mártires, aquí en esta tierra inflamada por el sol del mediodia; en esta tierra donde la lucha y el combate son tradicionales, por la energía con que sus habitantes defendieron su suelo contra todas las invasiones, eran los menos. Guerreaban ios niños y los ancianos, y hasta no era raro ver, como en Zaragoza y Gerona, á las mujeres aplicando la mecha á los cañones; ó como en Madrid, procurar proyectiles, y recojer y esgrimir las armas que se caian de las manos de los moribundos.

Al lado de este cuadro de virtud y patriotismo, de abnegacion y desinterés, el alma se siente indignada cuando se recuerda la conducta que observaba el rey en Francia, y cuin indignamente respondia á los sacrificios de todo género que el pueblo español le prodigaba.

Ni una vez sola se levanta Fernando á la altura de la nacion que le proclamaba. Toda la atmósfera de heroicidad, toda aquella inmensa y titánica sacudida de sus súbditos para despedazar la coyunda de hierro con que el conquistador queria aprisionarle para siempre, no fué bastante á poner en generosa conmocion el alma mezquina de aquel soberano, ni á dictarle un solo rasgo de magnanimidad.

Con ser sus cadenas de oro, no queria esponerse con una palabra altiva á hacerlas de hierro; por el contrario, con su conducta aspiraba á que su esclavitud fuera halagüeña.

La historia deja sembrado el cautiverio de Fernando, de hechos y de documentos que serán eternamente repugnantes é inconcebibles para los que crean que los reyes son siempre dignos de los pueblos que gobiernan. A cada gloria nacional de la guerra de la independencia, corresponde uno de esos vergonzosos actos del rey.

Fernando, al llegar á Valencey, trazaba ya su primera indignidad escribiendo una carta llena de adulaciones a Napoleon, al verdugo de su pueblo.

Mas tarde felicitaba al rey José por su traslacion desde el trono de Nápoles al de España, reputando á la nacion feliz por ser gobernada por

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