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Documentos fehacientes (1) han venido á demostrar cuán falsa era la creencia de que Castaños hubiera influido con el rey para conseguir el indulto. Las causas de la demora en la ejecución de Lacy, no reconocian otro origen que el miedo que alimentaba el gobierno de que el prestigio de que gozaba Lacy entre los catalanes, provocase una enérgica protesta. El mismo general Castaños, poseido de este temor pidió instrucciones á la córte, y he aquí las que se le dieron:

«Reservadisimo.-Con fecha 7 de Junio, me dijo el señor secretario de Estado y del despacho de la guerra lo siguiente: -Muy reservado. -En el caso de que sea sentenciado á pena capital el teniente general D. Luis Lacy, y que V. E. tenga muy fundado recelo de que pueda alterarse la tranquilidad pública de Barcelona, si se verificase en ella la egecucion, quiere el rey nuestro señor que inmediatamente se le traslade con toda reserva y seguridad correspondiente á la isla de Mallorca, para que sin preceder consulta, sufra el castigo á que se ha hecho acreedor por su execrable delito.»

El general Castaños, dió cuenta al gobierno de haber cumplido su comision en los siguientes términos: «He dado las disposiciones necesarias para que con seguridad y sigilo sea embarcado el general Lacy esta noche... Los comandantes de los buques llevan las instrucciones necesarias para los casos que pudieran ocurrir en alta mar; y el coronel

(1) No resulta del proceso que el teniente general D Luis Lacy, sea el que formó la conspiracion que ha producido esta causa, ni que pueda considerarse como cabeza de ella; pero hallándole con indicios vehementes de haber tenido parte en la conspiracion y sido sabedor de ella sin haber practicado diligencia alguna para dar aviso a la autoridad mas inmediata, que pudiera contribuir á su remedio, considero comprendido al teniente general D. Luis Lacy en los artículos 26 y 42, titulo 10', tratado 8.o, de las reales Ordenanzas; pero considerando sus distinguidos y bien notorios hechos, particularmente en este principado y con este mismo ejército que formó, y siguiendo los paternales impulsos de nuestro benigno soberano, es mi volo que el teniente general D. Luis Lacy, sufra la pena de ser pasado por las armas, des jando al arbitrio el que la ejecucion sea pública ó privadamente segun las ocurrencias que pudieron sobrevenir y hacer recelar que se alterase la tranquilidad pública. --Javier Castaños.

Algarra la órden terminante por escrito, de disponer sea muerto Lacy, si tuviese fundado recelo de que violentamente se intentase libertarlo.»>

Cinco dias despues de su llegada al Castillo de Bellver, Lacy fue sacado de su encierro en el silencio de la noche y fusilado en el foso. El mismo mandó la escolta, probando así que su antigua serenidad no le abandonaba en aquel supremo y fatal instante.

Cuando se hizo pública esta infausta nueva, creyóse generalmente que Lacy habia sido objeto de una venganza personal y no de un castigo. ¡ Tan alejados estaban ya los accntecimientos que habian provocado su proceso !

No habia trascurrido un año cuando fué descubierta otra conjuracion en Valencia. Mandaba en aquel reino el famoso general Elío, odiado de todos por su violento y despótico carácter. Si el régimen con que gobernaba Fernando era generalmente aborrecido, debia serlu mucho mas donde contaba con instrumentos tan celosos y obedientes que le practicasen. Asi sucedia en Valencia.

Natural era que los liberales se agitasen é intentasen por todos los medios que puede suscitar la desesperacion, romper un yugo tan tiránico.

Verificábanse frecuentes y secretas reuniones entre los descontentos para tratar de adquirir la libertad que España habia perdido. Una de estas reuniones patrióticas, presididas por el coronel D. Joaquin Vidal, fué descubierta y atacada de improviso por el general Elio en persona. Sorprendidos los conspiradores, trataron de abrirse paso á viva fuerza, dando esto ocasion à una refriega, en la que salió mortalmente herido Vidal y prisioneros trece de sus compañeros. Aunque los tribunales ordinarios de aquella época dieron en todas ocasiones abundantes muestras de no pararse en barras ni detenerse ante ningun escrúpulo, el general Elio, atropellando toda clase de consideraciones legales, formó por sí y ante sí un simulacro de proceso, y condujo al patíbulo al moribundo coronel Vidal y á sus desgraciados compañeros.

Fué el dia de estas ejecuciones un dia de horror para Valencia; horror que llegó hasta el último estremo, al ver que Elio añadió el escarnio

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á la crueldad, pasando revista en su coche y de gran uniforme á sus víctimas, cuando peadian todavia de la horca. Quizá entonces queria parodiar á Vitelio cuando esclamaba con ferocidad: «Nunca hieden los cadáveres de los enemigos.»

Ganóse Elío con su inhumanitaria conducta los aplausos de la camarilla de Madrid y envalentonado con ellos, persiguió á todos los que creia relacionados con la conspiracion; y buscando intérpretes fieles á sus intenciones, pasó la causa de estos infelices, que ascendian á ciento diez y nueve, al tribunal del Santo Oficio.

Uu anciano religioso de San Francisco, que con la mayor dignidad y nobleza se negó á revelar los secretos de la confesion de alguna de las víctimas, mereció por su enérgica entereza, la persecucion y el destierro.

En cuanto à la Inquisicion, correspondió dignamente á lo que de ella se esperaba, y aplicó la tortura y el tormento con una crueldad digna de los tiempos de la dinastía austriaca.

Por estos reiterados movimientos, por estos conatos que se sucedian unos á otros casi periódicamente, vemos pues, que si la reaccion no daba vagar á sus instintos de venganza, por formidables y sanguinarios que fuesen, no eran bastantes á sofocar la idea liberal, hondamente arraiga da en el pecho de los caudillos populares, que representaban las masas de nobles y levantadas aspiraciones. Nótese bien, acerca de la significacion de los que lanzaron los primeros gritos contra el órden de cosas restablecido por Fernando.

Mina habia sido el primero que en Pamplona levantára el estandarte constitucional, y Mina representaba el espíritu y las tendencias de sus compatriotas, porque un genera! que habia alcanzado tan grandes triun fos en una causa eminentemente nacional, siempre cuenta con poderosas simpatias, que aunque no tengan una manifes tacion activa, no dejan por eso de ser menos evidentes.

Secúndale Porlier en Galicia; el hijo de las provincias del Norte, con el prestigio de la gloria todavía en su bizarra frente, y si la traicion destruye sus patrióticos propósitos, su desgracia es contemplada con dolor profundo en los mas apartados lugares de sus victorias.

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