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sacar á luz el Plano y Memorias, cómo y cuándo lo estime conveniente.

3. Que se le envie una nota del itinerario que resulta de su Plano, y al propio tiempo se le remita copia del itinerario desde Braga á Costa por Busteliño, que tiene formado nuestro compañero el Sr. D. Aureliano Fernandez-Guerra para los trabajos. geográficos en que se ocupa, y se le ruegue que explique las diferencias que entre ambos aparecen.

4.° Que se le excite á que obtenga de las inscripciones perfectos calcos en papel.

5. Que se le recomiende la conveniencia de expresar con prolijidad el pago, término municipal, distancia con el pueblo más inmediato y orientacion respecto de él, en que se encuentre un miliario, ó cualquiera otra inscripcion itineraria.

6.° Que se le encarezca la importancia de completar el estudio de la segunda vía romana desde Busteliño en adelante.

7.° Que se le hagan las siguientes preguntas:

¿Cómo ha procedido para tomar las distancias y los ángulos ó inflexiones que figuran la vía romana?

La parte de línea en que no se marcan vestigios, ¿ representa un camino de herradura, ó uno imaginado por medio de los campos? En este caso, ¿cómo se justifican las vueltas, revueltas ó inflexiones que se señalan en el dibujo?

¿Cómo se han fijado los pueblos y objetos vecinos á la vía?

¿Cómo ha apreciado las pendientes de que hace mérito en la Memoria, omitiendo las verdaderas curvas de nivel ó perfil del trayecto que exigió nuestra Academia en los planos de semejante naturaleza para poder optar á premio?

Las que en el Plano figuran curvas de nivel, ¿representan el aspecto general del territorio, segun la fugaz impresion que hizo en el viajero?

El término de Congosta de Fuente Carballa, junto á Villardesantos, donde se encontró la piedra que señala 66 millas á Braga, ¿se halla en una línea tirada desde el Villar hasta la aldea de Saa y San Mateo? Si no, indíquese con claridad la orientacion del sitio.

8. Que se le manifieste que agradeceria la Academia un buen

TOMO I.

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calco del miliario de Maximino y Máximo, encontrado en Guizo de Limia el año de 1758, del cual dió noticia á nuestra Academia don Pedro Gonzalez de Ulloa, como existente en aquella poblacion y en un poste de la casa de D. Pascual de San Ꭹ Romero. Tambien envió copia de él últimamente Fr. Pedro Cid.

9. Que se le indique igual deseo respecto de un miliario de Tito, que sirve de apoyo de una de las casas contiguas al puente de Navea, nueve leguas de Orense, camino de Valdeorres, y á media legua de Puebla de Trives.

10. Por último, que se le comunique copia de las dos incripciones arriba citadas, en cuya interpretacion ha puesto el señor Barros Sibelo empeño grande, aunque sin éxito lisonjero.

PASCUAL DE GAYANGOS. ANTONIO DELGADO. SALUSTIANO DE OLÓZAGA. AURELIANO FERNANDEZ-GUERRA, Secretario de la Co

mision.

VII.

SOBRE LA OBRA TITULADA méjico desDE 1808 HASTA 1867.

El señor Director me designó en la anterior sesion para que emitiese mi parecer sobre la obra titulada Méjico desde 1808 hasta 1867, escrita por D. Francisco de P. Arrangoiz; y el anterior conocimiento que tenía ya de este libro me ha facilitado evacuar mi informe en ménos tiempo del que fuera necesario desconociendo el asunto que, como lo califica con toda propiedad el autor, es una verdadera relacion de los principales acontecimientos políticos que tuvieron lugar en Méjico desde la prision del virey Yturrigaray, hasta la caida del segundo Imperio.

Desdicha es que siempre que se trata de la historia de los países Hispano-Americanos nos encontremos con crónicas refe

rentes á su conquista y á su pérdida, y nunca descubramos la exacta y sucesiva narracion de los tres siglos en que fueron españoles.

La antigua Nueva España, efimero Imperio no hace mucho, y convertido de nuevo en agitadísima República, ofrece al historiador campo más interesante y vasto que ninguno de los otros Estados de aquel Continente, para enseñar al mundo de una vez lo que en tan largo trascurso de tiempo fué la administracion de España en un extenso territorio tan favorecido por Dios con dones naturales, como maltratado por la barbarie y malas pasiones de los hombres.

¿Qué barrera se opone allí á la ilustracion de aquel período, cuando muchos hombres doctos de aquella region, como el erudito y laborioso D. Lúcas Alaman, no acertaron á saltarla? ¿Por qué el Sr. Arrangoiz, natural de Veracruz, hijo de padres españoles, educado en España, gran conocedor de los dos países, y tan amante de la verdad como del trabajo, se ha detenido ahora ante el obstáculo con que tropezaron los que le han precedido en el asunto que fué objeto de sus plausibles y concienzudas tareas? La respuesta, por difícil que parezca, es muy sencilla. Han desaparecido hace muchos años de Méjico, de Lima, de Caracas, Santa Fe, Buenos-Aires y otras capitales del Nuevo Continente, las únicas pruebas que existian para formar su correlativa y justificada Historia en aquel tiempo, porque desaparecieron sus archivos entre las vicisitudes que ocasionaron su separacion de la Metrópoli, y más aún entre los trastornos incesantes que despues los han aniquilado, como providencial castigo de su ingratitud.

No hay que pensar en que se escriba en Méjico su propia historia, porque ya no se encuentra allí. Se halla en Sevilla y en Simancas; y entre el polvo de sus millares de legajos hay que averiguarla y entretejerla con paciencia, á no ser que se intente escribir una Historia puramente filosófica, que casi equivale á no escribir ninguna.

Concretándome ahora al objeto de este informe, digo: que el libro del Sr. Arrangoiz consta de cuatro tomos en 8.o, impresos en Madrid, y como de unas 500 páginas cada uno. Desde su in

troduccion advierte al público modestamente que no presume de literato, ni adornará su composicion con las «galas del estilo que deleitan.»>

Me permito observar con este motivo, que una de las mayores injusticias literarias de nuestra época, es despojar á la Historia, que es la verdad, de las galas que deben adornarla, y que se reservan casi siempre para las obras de pura imaginacion, para la novela, que es la fábula.

Como lo expresa muy exactamente el Sr. Arrangoiz en su misma introducion, al referir los acontecimientos de la de Méjico, resume puntualmente en todo su primer tomo y la mayor parte del segundo, la que escribió el Sr. Alaman sobre el período de 1808 á 1851; y ni en la parte de su tarea que á ese espacio se refiere, ni en la restante, es el Sr. Arrangoiz inferior en veracidad y buen criterio al distinguido escritor que le precedió.

Entre los apéndices del primer tomo, inserta el Sr. Arrangoiz, sin alterarlo, el mismo largo y curioso índice de Vireyes españoles de Méjico, que publicó Alaman en sus Disertaciones; y no reparó sin duda, para mejorarlo; en que este escritor incurió en varios errores. Aliquando dormitat Homerus.

Bastarán, pues, breves observaciones para demostrar que cometió algunos en su índice razonado de Vireyes. Al hablar de D. Juan Manuel V. de Acuña, marqués de Casa-Fuerte, y trigésimosétimo virey, dando en la misma equivocacion cometida por Alcedo en su Diccionario Geográfico de América, dice Alaman que fué natural de Lima en el Perú, cuando Baena, mucho mejor informado que Alcedo en materia de nacimientos, le incluye entre sus Hijos Ilustres de Madrid (V. pág. 295 de su tercer tomo), como lo era segundo génito de los marqueses de Escalona; y así consta en sus pruebas para cruzarse en la Órden de Santiago, lo mismo que su padre.

Coloca Alaman en el año de 1762 la creacion del primer cuerpo veterano de tropa que conoció Nueva España, cuando consta en multitud de documentos, que en la anterior época de guerra con la Gran Bretaña, desde 1739 hasta 1747, hubo allí cuerpos veteranos, tanto venidos de España como creados

en el país; y que luego el primer conde de Revillagizedo organizó en 1752 guarniciones fijas para Veracruz, Méjico, Puebla y otros puntos.

Cierto es que hasta fines de 1765 no se atendió á la defensa militar de Méjico en la escala que exigia ya la importancia de aquel Vireinato, y que esa fué la comision con que pasó allí el Teniente General D. Juan de Villalva con numerosa plana mayor de jefes y oficiales escogidos; pero se da á entender en el índice que cesó esta comision á consecuencia de sus disgustos y tropiezos con el Virey, marqués de Cruillas, cuando despues de regresar á España Villalva, le reemplazó en su encargo el marqués de Rubí, que fué durante muchos años el agente principal del nuevo plan de defensa de Nueva España, siendo uno de sus colaboradores principales el sabio D. José Urrutia, que tanto se ilustró despues mandando ejércitos.

Podria indicar otras equivocaciones del índice, si la sobriedad propia del informe no me lo impidiera.

El Sr. Arrangoiz continúa extractando fielmente en su segundo tomo la obra de Alaman con tanta conciencia é imparcialidad como su modelo. Pero por más que se propusiera ser conciso en cuanto á sucesos militares, su mismo espíritu de verdad debió obligarle á explicar mejor y con alguna latitud lo que realmente pasó con la infeliz expedicion española de D. Isidro Barradas ó Tampico en 1829; porque quien se atenga á los tres escasos párrafos que dedica á aquel episodio, creerá que fueron arrojados de Méjico los expedicionarios por haber sido vencidos, cuando siempre, en todos los encuentros, sin exceptuar uno solo, fueron vencedores los españoles.

Muchos papeles que conservo de aquel tiempo, y sobre todo, el diario del jefe de Estado Mayor de la expedicion, D. Fulgencio Salas, me permiten llenar ahora el vacío que por inadvertencia, y no por otra causa, dejó en su libro el autor, español de corazon, aunque nacido en Méjico.

Aconsejado por muchos ilusos y por sus propios deseos, creyó Fernando VII la conquista de Méjico hacedera empresa, y desde la pacificacion de Cataluña en 1827, ese era su sueño predilecto. Mientras se reunian en Cuba las fuerzas necesarias para

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