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cho, que daba á la sierra, y por cuyo descenso podrian temer alguna emboscada ó rápida acometida. La Reina, por consiguiente, no corrió el menor riesgo: así lo dicen los contemporáneos; así lo dice el buen sentido; así lo declaran testimonios fidedignos: por consiguiente, nos hallamos en el caso de declarar falsa la tradicion del laurel, del escondite y de la yegua, cuya prudentísima discrecion en guardar silencio tanto encarecen los inventores de la fábula.

Pero todavía nos queda el más auténtico testimonio. Bernáldez, Pulgar, Mondéjar, Ardila, y el mismo Zurita, ó fueron escritores contemporáneos, ó muy próximos á los tiempos de la conquista; pero hablaron de oidas, y no como testigos presenciales: ahora sacamos á la palestra á Pedro Mártir, que desde las partes de Italia habia venido á Granada á conocer á la Reina, á servirla y admirarla, por ser tal princesa el encanto y admiracion de todos los reinos de Europa. Pedro Mártir asistió á la batalla de la Zubia: veamos lo que dice: «Cerca ya del 1.o de Julio quiso la Reina ver de cerca y por la parte de afuera la ciudad de Granada, ya que dentro no le era dable verla todavía. Apercíbense las batallas, y acompaña á su Alteza el Embajador francés, que en los Reales se hallaba. Instruuntur igitur acies. Karoli francorum Regis nuncium, qui in castris erat, secum ducit. Los capitanes conducen sus huestes, el Rey da las órdenes, y desde los Reales marchamos á tomar posicion en las cuestas que se encuentran al pié de la Sierra Nevada: ad clivos qui in radicibus jacent montium, re et nomine nivalium, gradimur. Los capitanes que tan lucida cabalgata conducian, eran los siguientes: El Duque de Cádiz, el Marqués de Villena, el Conde de Tendilla, el Conde de Cabra, el Conde de Ureña y D. Alonso de Aguilar (sapientissimo optimatum), Luis Portocarrero, Señor de Palma; á cada uno se le señaló lugar, estando ya el enemigo al frente: In fronte, ad hostes jam apparentes asignantur loca. Mandan los Reyes que se abstengan de toda pelea en aquel dia, que el objeto era sólo ver la ciudad y enseñarla al Embajador francés: á los moros habia que rendirlos por hambre, y no por fuerza. Así lo hicieron por largo rato; pero fueron tales las amenazas y los insultos, el sol tanto les incomodaba, y tambien la sed, que no pudieron evitar el

choque; y éste fué por el lado que mandaba el Comendador Rivera, marido de D.' María Medina, la Camarera más querida de la Reina. Los enemigos en fuga, libres los collados cercanos á la ciudad, que nunca pensaron perder los moros, por ellos subimos: Libere jam colles urbi propinquos, quos nunquam se amissuros hostes crediderant, ascendimus. Y los leñadores con sus herramientas cortan las vides y los olivos que hay en aquellos collados, para que podamos ver la ciudad. » Aquí termina lo importante de su narracion Pedro Mártir, para contar la desgracia que acaeció á los nuestros aquella noche, que en parte neutralizó la buena dicha matutina; desgracia de que hacen mérito muy pocos historiadores, y que no referimos por no ser de nuestro propósito.

No debemos añadir una sola palabra más para demostrar lo que lo está suficientemente; y ahora digamos lo que queda de la tradicion, siguiendo fielmente la historia. Quiso la Reina ver de cerca la ciudad de Granada, quizás por solemnizar la llegada á los Reales del Embajador francés; acompañábanla el Rey y la familia Real. Guardan la ilustre comitiva los más valerosos y entendidos capitanes de España; manda la Reina que aquel dia no haya escaramuza; á pesar de las órdenes, se enciende la lucha, y los moros llevan la peor parte; la régia comitiva presencia la batalla, distante de la ciudad cosa de una legua. Satisface la Reina su curiosidad, y á la tarde vuelven los Reyes á sus Reales con el Embajador francés. Y doňa Isabel, por voto que hiciera durante la batalla, ó por accion de gracias despues de ganada, manda erigir en el mismo lugar un convento de Franciscos, con la advocacion de San Luis. Esta es la historia: pero, como para los autores del cuento era preciso que vinieran todas las cosas á pedir de boca, se vieron en la triste necesidad de alterar las fechas, suponiendo que la batalla se dió el 25 de Agosto, dia de San Luis, y de esto la ereccion del convento. Nada hay más falso. Bernáldez y Pulgar dicen que fué á 18 de Junio. No dista mucho de esta opinion Pedro Mártir, que dice Circiter kalendas julii: de manera que en la segunda quincena de Junio se dió la batalla, segun el parecer de los tres autores contemporáneos que dejamos citados. Y bien fuese porque la Reina tenía particular devocion á San Luis, ó

porque el Embajador francés se hallaba presente, y creyó que pudiera ser agradable nueva para el Rey de la nacion vecina la de la batalla y dedicatoria á un Santo francés, lo cierto es que aquella advocacion subsistió hasta la extincion del convento. De la batalla queda todavía un recuerdo en el mismo sitio donde se dió; y es un cortijo, situado á media legua de la Zubia, partiendo camino con Huetor Tajar á otra media legua de Granada, y este cortijo se llama el de La Matanza, por la que se verificó sin duda en el mismo sitio, y es la de que nos hemos ocupado.

La iglesia y el convento de San Francisco el Real de la Zubia eran de patronato Real, como lo atestiguan numerosas escrituras y los signos visibles que en tales casos son de rigor, como la colocacion de las armas Reales en los lugares más señalados de su iglesia y convento, y la autoridad que el Presidente de la Chancillería. ejercia en ocasiones solemnes, y recibimiento que se le hacía, como se le hace al patrono por costumbre y por ley. El convento, la huerta y primoroso pabellon que tenía para su habitacion y recreo el Presidente de la Chancillería de Granada, debieron en lo antiguo pertenecer al Patrimonio Real: por muchos años y en varias ocasiones defendieron este derecho en contra de los frailes los mismos Reyes, y recuerdo ahora haber visto en la Chancillería de Granada una ejecutoria ganada por el Rey contra el convento, y por la cual se manda desenterrar á los herederos de don Rodrigo Ponce de Ocampo, caballero del Órden de Santiago, que un Guardian habia mandado enterrar, y fueron sacados sus cuerpos, por no ser aquel lugar propio de los religiosos, sino del Rey.

La Academia se habrá convencido del poco fundamento que tiene la tradicion del laurel y de la yegua, y del susto, sorpresa y riesgo de la Reina Católica; y de que, si la Reina, Nuestra Señora, no ha adquirido, como se pensó en un principio, un lugar digno de ser venerado por haber protegido á la Reina Católica de un inminente riesgo, todavía las ruinas del convento de Zubia deben mirarse con admiracion y respeto, porque desde aquel sitio presenció impávida la primera Isabel uno de sus más gloriosos triunfos.

ANTONIO BEnavides.

JI.

CABEZAS DE BRONCE, ENCONTRADAS EN EL SITIO LLAMADO MÁQUIZ, TÉRMINO DE MENJÍBAR.

Tengo la honra de presentar á esta Real Academia, en nombre de D. Manuel La Chica, vecino y propietario de Menjíbar, provincia de Jaen, dos cabezas de bronce, halladas en el término de la expresada villa durante el mes de Noviembre de 1860. (1)

Tiempo hace que estos preciosos objetos obran en mi poder, habiendo tenido la fortuna de que el Sr. La Chica, movido de mis indicaciones y animado de ilustradísimo celo, los remitiera en 19 de Abril del año próximo pasado (1861) para que figurasen en el Museo de esta Real Academia. El deseo de acompañarlos de algunas observaciones que pudieran interesar á los amantes de nuestras antigüedades, y las no interrumpidas tareas literarias á que me hallo dedicado, fueron hasta ahora causa de que no me haya sido posible cumplir el meritorio encargo del Sr. La Chica, y lo son actualmente de que no me detenga, como requiere la importancia de estos monumentos, en su estudio.

Descubiertos fortuitamente en el sitio apellidado Máquiz, término de Menjíbar, ofrece desde luego algun interés arqueológico tan peregrino hallazgo. Cavaba un trabajador cierto pedazo de tierra, nunca antes labrado, por ocupar la pendiente de la sierra que lleva aquel nombre: á los golpes hubo de comprender que el sitio estaba hueco; y repitiendo los esfuerzos, tropezó á poco con vestigios de construccion, y como á unas tres cuartas de la superficie, entre fragmentos de hormigon romano, que daban indicio de haber existido allí algun muro, cuatro cabezas de bronce. Con

(1) Véase la lámina adjunta.

este resultado se retiró el indicado trabajador del sitio y cuesta de Máquiz, no sin el deliberado intento de volver al siguiente dia á continuar sus exploraciones, animado de la esperanza, algo frecuente en nuestros labriegos, de descubrir algun tesoro. Perteneciendo aquellas tierras á la antigua Encomienda de Santiago, prohibióle sin embargo el administrador de la misma el que prosiguiera los trabajos; sin que se haya repetido desde entónces ensayo ni investigacion alguna al propósito.

Supo entre tanto D. Manuel La Chica que se habia verificado el descubrimiento; y, reconocidas por él las cabezas, halló que formaban parejas del todo iguales, bien que dos de ellas aparecian en excelente estado de conservacion, mientras las otras se hallaban por extremo maltratadas. Adquirió, en vista de ello, las dos primeras; y, aunque convencido de que el administrador de la Encomienda de Santiago se oponia á nuevos reconocimientos en el terreno, quiso por sí examinar el sitio donde se habian. hallado aquéllas, resultando de su visita que era aquel en efecto el señalado con el nombre vulgar de Máquiz, donde es fama, y así lo atestiguan numerosos vestigios de construccion, que habia existido en lo antiguo una poblacion de importancia.

¿A qué poblacion correspondia, pues, este despoblado? Hallándose en sus inmediaciones notabilísimos restos de vias romanas que se dirigen al expresado lugar de Máquiz; viéndose aún en aquel sitio los escombros de una antigua ermita que existió durante la Edad-media bajo la advocacion de Santa Maria Magdalena, y colocada la misma en la confluencia del Bétis y del Guadalbullon, no era en verdad difícil recordar el texto de Plinio, quien, tratando en el libro III, capit. 3.o de la provincia Bética, escribia: «Circa flumen ipsum Ossigi, quod cognominatur Laconium. Y crecia la seguridad de que el despoblado de Máquiz, donde se habian hallado las cabezas de bronce, correspondia á la antigua Ossigi ó Laconium, cuando, examinados los escritores que han estudiado algun tanto la corografía de aquellas regiones, leíamos en Ximena estas terminantes palabras: « En » Mengibar hay estas ermitas: San Salvador, San Cristóbal y San » Sebastian. Y media legua de esta villa, al Oriente, en la junta » de los rios Guadalquivir y Guadalbullon, en el sitio de Máquiz,

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