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temporánea (1830 á 1872), escrita por Weber y traducida por A. García Moreno, lo evacuará con la posible concision.

La obra de que se trata es muy conocida, no sólo por los que se dedican al estudio de la Historia, sino por cuantas personas alcanzan mediano grado de ilustracion así en nuestra patria como en el extranjero, porque, si bien escrita en idioma alemán, ha sido vertida más de una vez á casi todas las lenguas vulgares, especialmente al francés, de donde parece hecha la traduccion castellana, sobre que se ha servido pedir informe á esta Real Academia el Excmo. Sr. Ministro de Fomento. Nada dirá el que suscribe acerca de las cualidades literarias de su version, porque segun la Real órden de 23 de Junio de 1876, la Academia Española es la llamada á dar su parecer sobre este punto. En cuanto al fondo de la obra poco cabe decir por haber sido ya juzgada, y juzgada favorablemente por la opinion de todos los pueblos de Europa: sólo convendrá advertir que su autor es un hombre de escuela, que profesa opiniones determinadas de las varias que en los actuales momentos se disputan el triunfo en el terreno de la ciencia y de la política, por lo cual, sin que se eche de ver en su escrito el fanatismo del sectario, carece de aquella imparcialidad que debe resplandecer en las obras históricas; así es que su juicio sobre las doctrinas, sobre los sucesos y sobre los hombres serán en gran parte rectificados por la posteridad, que es quien está llamada á pronunciarlos con mayor acierto acerca de los sucesos contemporáneos.

El traductor ha puesto algunas notas de su cosecha ó tomadas de varios autores para corregir algunas aseveraciones del texto, y especialmente los juicios, casi siempre injustos y áun acerbos, que en él se hacen respecto á las cosas de nuestra patria; y si bien esto es laudable, todavía sería de desear que en los sucesivos tomos fueran estas notas más frecuentes, pues en el que se examina se han dejado pasar sin reparo varias inexactitudes relativas á nuestras cosas, y no pocos fallos injustísimos sobre los personajes más ilustres de nuestra historia contemporánea.

El apéndice relativo á la historia de los Estados americanos, aunque brevísimo, es apreciable, porque son muy poco conocidos los hechos ocurridos, singularmente en las Repúblicas hispano

americanas, desde que alcanzaron su prematura independencia. Por las consideraciones expuestas entiende el que suscribe que la version castellana de la Historia contemporánea de Weber, encontrará buena acogida en el público, no siendo de aquellas que exigen, por lo tanto, especial proteccion del Gobierno; sin embargo, como conviene que figure en las bibliotecas públicas, deberá adquirirse el corto número de ejemplares que sea necesario para este fin, conforme lo consienta el crédito señalado para ayuda y subvencion de obras en el presupuesto vigente.

Tal es mi parecer que someto al más ilustrado y competente de la Academia.

ANTONIO MARÍA FABIÉ.

Madrid 15 de Febrero de 1878.

VI.

SOBRE EL SEPULCRO Y RESTOS MORTALES DE FRAY DIEGO DE
VELAZQUEZ, EXISTENTES EN SAN GUMIEL DE IZAN.

Excmo. Señor.

Evacuando el informe que se me previene acerca del sepulcro y restos mortales del incomparable español Fr. Diego de Velazquez que existieron en Gumiel de Izan, provincia de Burgos, me permitirá la Academia que copie las palabras con que puse fin á mi Historia de la Órden de Calatrava, publicada hace catorce años.

«¿Cómo ha de conservar las reliquias de nuestra antigua y portentosa grandeza la Edad presente, en que el prócer enajena los retratos de sus abuelos por un poco de plata; en que las puertas y los vasos del Santuario se profanan, haciendo que adornen la cámara del sibarita; en que, sin curarse de ello nadie, está rodando por una casa particular, remendado con papel y engrudo, el cránco de Fr. Diego de Velazquez? De la Órden de Calatrava no resta ya sino el nombre tan sólo. ¡Ay de esta generacion

ingrata, envidiosa, avara, descreida, llena de vanidad y soberbia! ¡Qué severamente la juzgarán las por venir! Usar los nombres de Hércules, Octavios y Alejandros, bien puede permitirse á los Colonas y Farneses; pero, quien ambicione honrarse con timbres ilustres, comience por hacerse digno de ostentarlos.>>

A mi Historia estaban suscritos muchos caballeros de la Órden; pero no deben haberla leido, ó debieron cansarse ántes de llegar á las últimas páginas.

Creo que se está en el caso de trasladar á la persona más autorizada de la Órden el oficio del Inspector de Antigüedades de las provincias de Leon y Palencia, que original se ha servido remitirnos la Real Academia de San Fernando; y encarecerle lo bien que parecerá que la Órden tome eficazmente mano en un asunto que tan de cerca le atañe, y haga que se depositen en la Catedral de Burgos así el sarcófago como los restos del peregrino organizador de aquella milicia de frontera, tan benéfica á la libertad de España. La Iglesia de Burgos no podrá ménos de recibir con gratitud tan precioso depósito; y los caballeros de Calatrava darán una prueba insigne de piedad y de cordura ocupándose, ya que no en debelar á los enemigos de España, pues por lo visto no los tiene, en mirar por su buen nombre y por la conservacion de sus glorias envidiables. La Academia resolverá.

Madrid 12 de Abril de 1878.

AURELIANO FERNANDEZ-Guerra.

VII.

CRÓNICA DE LOS REYES FRANCOS,

POR GOTMARO II, OBISPO DE GERONA.

De parcial se inculpa, y no sin algun fundamento, la historia escrita por los interesados, que es raro inquirir y acertar verdaderamente con la puntual expresion de los hechos, cuando el

escritor se siente movido por el estímulo de la pasion, cuyo efecto natural es colocarle una manera de velo delante de los ojos. Ni los amigos ni los adversarios fueron jamás á propósito para juzgar los acontecimiento históricos, pudiéndose colegir en lo comun que, áun alentados á la contínua por propósitos laudables, han de preferir é inclinarse con suma facilidad á recibir por buenas especies y explicaciones, no desconformes con sus afectos. Achaque de escasa trascendencia, si toda narracion historial fuese espejo de la rectitud de un ánimo guiado por incontrastable amor á la averiguacion de la verdad, al bien y progreso del humano linaje, á vueltas de generoso y sincero patriotismo; pero enfermedad gravísima y perniciosa, desde que el espíritu de bandería altera y trucca á su antojo el sentido genuino de los hechos pasados. Y ello es, que, sin necesidad de que se muestre disposicion á buscar intencionalmente partido, ni opinion preconcebida, hay intereses de familia, de tradicion, de provincia y de nacionalidad, preocupaciones de educacion, de cultura, y hasta de época histórica, que influyen secretamente en el corazon de los hombres decidiendo, por parte del historiador, simpatías más ó ménos manifiestas hácia determinadas explicaciones. De aquí procede el que los mismos hechos historiados por hombres distintos, bajo el influjo de circunstancias varias ó muy diversas, aparezcan desautorizados por evidentes contradicciones, incompatibles con el recto sendero de la verdad histórica. Mas, á vueltas de diversidad semejante, la crítica, que desconfia de todas las exageraciones, ha reconocido y descubierto con frecuencia, entre las escorias de la preocupacion, el oro de enseñanzas purísimas que no se columbrarian, por cierto, en los informes y datos suministrados por un solo partido.

Tal es la importancia que resulta de conferir, en el estado actual de nuestra cultura, las relaciones de cristianos y muslimes, para trazar el texto legítimo y ordenado de nuestra historia nacional, durante la Edad Media. Acometido este trabajo, las más veces parcialmente en los siglos XVI y XVII, faltó, por otra parte, á sus iniciadores, el importante pertrecho de erudicion oriental que hoy facilitan y ponen al alcance de todos, á lo ménos en lo general, importantes textos y trabajos de historiografía ará

biga ya publicados, con otros muchos, que parecen destinados á ver la luz, á esfuerzos de entusiastas investigadores nacionales y extranjeros.

Recrécese y muestra de resalto la ventaja de esta situacion, al considerar la incomparable riqueza de enseñanzas, documentos é informes de subido precio, que avaloran las memorias árabes sobre la Península Ibérica, señaladamente en lo que toca á los tiempos que precedieron de cerca y sucedieron á la invasion, con la insuficiencia y escasez de las nuestras, en particular, si se advierte que muchas de aquéllas, las más reputadas y distinguidas, recopilan, extractan y reflejan el contenido de obras visigodas y mozárabes perdidas, segun toda verosimilitud, para siempre. Porque, á decir verdad, con ser nobilísimo y superior el em peño contraido por el puñado de valerosos españoles refugiados en Asturias, no puede recibirse, con todo, que en el espacio de pocos años, ni en un siglo, ni en dos, ni en tres, toda la cultura nacional se trasladase á aquel asilo de generosa independencia.

La modesta declaracion, que brota bajo la pluma de Sebastian á los principios del siglo x, culpando á sus compatriotas de que desde los tiempos de San Isidoro ó á lo menos desde Juliano (690), nada habian escrito de historia, puesto que muestre lamentable olvido, ignorancia y apartamiento del movimiento intelectual logrado por los cristianos del centro de la Península, no invalida el hecho, por otra parte, averiguado de que en Mérida, en Toledo, en Béjar, en Sevilla, en Córdoba, en Iliberri y áun en Málaga, permanecieron por algun tiempo tradiciones cultísimas, que no fueron olvidadas, ni perdidas quizá, hasta la persecucion decretada por los almohades. Porque, sin contar la Crónica de Isidoro Pacense, utilizada por los cristianos independientes, acaso por primera vez, en los trabajos historiales de Rodrigo Toledano, es de todo punto cierto, que de la existencia de historiadores, cuyas obras se han perdido, ministran frecuente testimonio las referencias y afirmaciones de los propios escritores árabes.

El minucioso Aben-Adhari, quien compila á Arib, cronista del siglo x, en lo general bien informado, escribe, que en los libros de los cristianos (agemíes), se leia que Rodrigo no era de casa

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