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las obras que salen dellas en los cuerpos que son dyuso del cielo dela luna: que mando componer delos libros delos filosofos antiguos el mucho alto et onrrado don ALFONSO, amador de sciencias et de saberes, Por la gracia de dios REY de Castiella, de Toledo, de Leon, de Gallizia, de Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jahen, et del Algarve, Et fijo del mucho onrrado REY don FERNANDO, Et de la REYNA donna BEATRIZ. Et fue començado este libro en el anno xxv de su regno. Et la era de Çesar, en mill et trezientos et catorze annos. Et la del nuestro sennor ihesu xpo, en mill et dozientos et septaenta et seys annos. Et acabose, en el xxvio anno de su regno. Et la era de Cesar, en mill et trezientos et XVII annos. Et la del nuestro sennor ihesu xpo, en mill et dozientos et setaenta et Ix annos. >>

La primera parte « es de Abolays, que fabla de las ymagenes et de sus obras que se fazen en las piedras por los grados de los doze signos; et á en ella trezientos et sessaenta capitulos. » Esta es la que se guarda en la Biblioteca escurialense y entra ahora en el dominio público. Las demás eran de Tintim, Pitágoras, Xluz, Belyeno, Plinio Utarit, Ragiel, Yacoth y Aly: todas se refieren á las virtudes y empleo de las piedras, á su relacion con los signos del cielo, y á su influencia en el nacimiento y suerte de los hombres.

No parece ocasion ésta de juzgar literaria y científicamente la parte primera que fabla de trezientas sessaenta piedrus nobles y viles, preciosas y comunes, y de sus virtudes, propiedad y caracteres. Supónese escrita primitivamente en caldeo, traducida al arábigo por el sabio rabino Abolays, perdida despues durante mucho tiempo, hallada y poseida al fin por el inmortal autor de Las Partidas, que encargó al clérigo Garci-Perez la version castellana, para que los hombres entendiesen mejor el libro y de él se supicsen aprovechar.

Vulgarizado ya por las maravillosas artes auxiliares de la imprenta, los hombres de ciencia indagarán qué pudiera deberle hoy la Mineralogía y la Química, la Física y la Medicina; los filólogos compararán el lenguaje del Lapidario con el de los Libros del saber de Astronomía, y con el de las obras y opúsculos legales, viniendo á poner en su punto cuál era el estado general del habla castellana en la segunda mitad del siglo XIII, y si éste obedecia á

un sistema uniforme, ó se variaba ó singularizaba segun el genio, gusto, educacion y ciencia de cada escritor, en los muchos que ayudaron al Rey Sabio en sus colosales empresas científicas y literarias. Entónces podrá asegurar la bien fundada crítica si el Rey daba por sí mismo unidad y enlace armonioso á tan diversas obras, apropiándoselas en cierta manera, ó si por el contrario las dejaba con el desconcierto en el plan, método y estilo, que vemos deslucir mucho de lo que ahora se escribe en colaboracion.

Con lo dicho hasta aquí resulta justificada paladinamente la importancia y trascendencia de la interesantísima publicacion acometida por los señores Fernández Montaña, Selfa y Rodrigáñez. El filólogo, el naturalista, el estudioso en una palabra tienen que agradecer por extremo que venga á ser de dominio público lo que hasta el presente habia de estimarse desconocida y estéril curiosidad bibliográfica.

Pero el artista, el poeta y el historiador no han de agradecer ménos la fidelísima reproduccion del códice. Consta éste de 119 hojas ó sea 238 páginas en folio; 226 con dos viñetas y dos letras capitales, rica y bellamente adornadas. Pártese el libro por los doce signos del Zodíaco; y al principiar cada uno de ellos, ocupa entera toda la plana el correspondiente signo, rodeado de las constelaciones respectivas, y abrazado en torno por el cielo empíreo con los coros angélicos. Ya se sabe la influencia que suponian los antiguos ejercer los astros sobre todos y cada cual de los séres terrenales. El signo del Zodíaco se figura segun lo que de antiguo se le atribuye; y á ello se asemejan más ó ménos los objetos que son asunto de cada capítulo particular, dando ocasion á hermosa variedad dentro de la unidad misma, variedad tan del gusto de los artistas ingeniosos en la Edad Media.

Las dos viñetas de las demás planas aluden á la materia principal que allí se dilucida; así como las dos letras capitales toman por asunto el lugar en donde y como se halla la piedra correspondiente de las 360, y el minero, el pescador, ó el inventor feliz que se la presenta al filósofo. Éste aparece casi siempre abismado en el estudio. De aquí el vivo interés artístico, histórico y poético de la publicacion, donde minuciosamente y con sus propios colores se retratan ciudades, castillos y templos, muebles, trajes

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de moros y cristianos, armas, embarcaciones, enseres é instrumentos de labranza y de minería, el ataque y defensa de altísimas torres, autopsias cadavéricas, en fin cuanto era reflejo de la vida material en aquel siglo.

Ya dijo el gran preceptista latino que los oidos son más perezosos en apoderarse de las cosas que los ojos, pues una mirada perspicaz comprende y hace suyo de un solo golpe cuanto por el oido necesita larga y á veces intrincada explicacion, de suyo fatigosa. Aquí pues, el historiador, el artista, el poeta cuentan con un arsenal de datos de sin igual precio, que cogerán y aprovecharán al vuelo con sólo tener el libro sobre la mesa.

Basta con esto para que no pueda ménos de recomendar con sumo interés Ꭹ eficacia la Real Academia de la Historia á la proteccion oficial una obra que auxilios tan poderosos presta así á nuestro instituto histórico, como á otros muchos importantísimos ramos del humano saber. Todas las ciencias, todas las especulaciones del entendimiento se enlazan, se compenetran, se ayudan, hasta el punto de ser imposible que viva una enteramente divorciada de las demás.

La índole de la publicacion que examinamos, es de naturaleza tal, que cualquiera de las Reales Academias puede hablar de todo el conjunto, sin riesgo de equivocarse. Los editores se limitan á hacer lo que un espejo hace materialmente: á reproducir con toda exactitud é identidad el objeto que delante se le pone. Como el espejo aminora por causa de la distancia el tamaño, los editores reducen al de 22 centímetros lo escrito de una plana que en el original mide 31; pero no por eso deja de aparecer tal como es en sí. Discretos han andado, pues, al adoptar para esta publicacion un tamaño proporcionado y cómodo.

Ni el diestro artífice D. Antonio Selfa ni nuestro erudito Correspondiente D. José Fernández Montaña han querido dar una reproduccion pintoresca y fácil del códice, representando el estado lastimoso que ofrece en muchas partes, por haberse mojado y estropeado cuando el horroroso incendio del siglo anterior; sino que le restauran ámbos de mano maestra. Las páginas 1, 28, 29 y desde la 41 á 46 son las que padecieron más, hallándose casi borrado el texto en muchos parajes. El artista moderno y el docto

paleógrafo persiguen á fuerza de ojos las huellas de cada palabra, con tal acierto que ni una sola vez han leido ó adivinado mal, segun ha podido comprobarlo minuciosamente por sí mismo uno de los académicos que suscriben. De aquí las merecidas alabanzas de los extranjeros que visitan aquella Biblioteca y se gozan en examinar esta reproduccion excelente. Si la cromolitografía, al emplear para el estampado diversas piedras, incurre en pequeños é insignificantes desniveles, por ser de todo punto imposible un ajuste tal que la reproduccion rivalice con los colores de la cámara oscura, se necesita vista de lince para notarlos en un escrupulosísimo cotejo del original y la copia.

Un realce más, de gran valía, tiene la publicacion, en que no se habia reparado hasta ahora todo lo que debiera. El libro no comienza donde parece, fáltanle las primeras hojas ó vitelas que contienen el encabezamiento y el índice. Por fortuna existen como se ha dicho, aunque encuadernadas á parte y como un códice distinto; y los editores lo ponen acertadamente á la cabeza de la publicacion; pues nos da la viñeta (cosa digna de ponderarse) el retrato del rey D. Alfonso X el Sabio, pero no en lo florido y brioso de los años, sino en los últimos de su vida, anciano y encanecido. No de otra manera debiera ser, pues que en 1276 y en 1279 en que se empezó y acabó la copia, contaba el Rey 53 y 56 años de su vida. Murió en 1284.

Teniendo en cuenta, pues, la utilidad é importancia de la publi cacion, los sacrificios y dispendios que lleva consigo, y no ser ésta de aquellas obras en que el público recompensa al autor ó editor ámplia y merecidamente, al Gobierno corresponde otorgarle decidida proteccion. El Lapidario del sabio rey D. Alfonso X, fotolitografiado y compitiendo con el original mismo, no debe ni puede faltar en las bibliotecas públicas, para comun enseñanza y aprovechamiento de los estudiosos y advertidos.

La Academia, sin embargo, resolverá lo más conveniente.

AURELIANO Fernández-Guerra.

Madrid 31 de Setiembre de 1879.

PEDRO DE MADRAZO.

IX.

SOBRE LA OBRA TITULADA NUMISMATIQUE DE L'ANCIENNE AFRIQUE.

De órden del Sr. Director accidental de nuestra Real Academia de la Historia y con acuerdo de la misma, me fué remitida, con objeto de que informara sobre ella, la obra titulada Numismatique de l'Ancienne Afrique, ouvrage preparé et comencé par C. T. Falbe et J. Ch. Lindberg, refait, achevé et publié par L. Müller. Cumpliendo mi cometido, diré que la obra consta de tres volúmenes en folio menor, con sus grabados correspondientes, publicados en los años 1860, 61 y 62: el primer volúmen trata de la Cyrenaica, el segundo de la Syrtica, Byzacena y Zeugitana y el tercero de la Numidia y Mauritania: posteriormente, en el año 1874, el autor ha publicado un Suplemento.

Más de treinta años trascurrieron desde que en 1843 el rey de Dinamarca, Christian VIII, dió encargo de preparar la publicacion de esta obra, hasta que se dió por terminada en 1874; pues ha tenido que ser redactada y publicada por quien no habia hecho los primeros trabajos; ya que encargados de su preparacion en 1843 los ilustres numismáticos Falbe y Lindberg, despues de haber trabajado no poco en allegar materiales, Falbe murió en 1849 y Lindberg hubo de suspender sus tareas numismáticas: en 1857 se preparaba á emprenderlas de nuevo, cuando le sorprendió la muerte, y el ilustrado Gobierno de Dinamarca, solícito porque no quedasen estériles los trabajos de los sabios Falbe y Lindberg, encargó al no ménos distinguido numismático. M. L Müller que, aprovechando en lo que fuera posible los trabajos anteriores, preparase la publicacion de la Numismatique de l'Ancienne Afrique.

Pesada por demás era la carga que sobre sus hombros echaba M. Müller, pues si cuando se comenzaron los trabajos en 1843 eran muchas las monedas existentes en los Museos, que con más 6 menos fundamento se atribuian ya á algunas de las regiones de la costa Norte de Africa, y que por tanto debian entrar en la publicacion proyectada, eran muchas más despues de las invitacio

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