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de la naturaleza no puede romperlos la voluntad del hombre. Era necesario transportar y distribuir aquí las llanuras, allá las montañas, acá la mar, acullá el río; era necesario el imposible de trastornar la geología ibérica, para que el habla, y el vestido, y el alimento, y las costumbres del gallego y del andaluz, del valenciano. y del extremeño, del navarro y del leonés, pudiesen tener siquiera una leve sombra. de parecido y de semejanza.

Al difunto Duque de Rivas, narrador de singular gracejo, oí referir el siguiente suceso, asegurando (y de la veracidad del Duque nada hay que hablar) que él conoció al señor de la historia. Había, dijo, en Navalcarnero, á principios de este siglo, un Alcalde que no sabía leer ni escribir; pero tan listo y agudo, que pudiera dar tres y raya al mismísimo Sancho Panza. Jamás obedeció orden ni pragmática referente á los impuestos y gabelas debidos. por el vecindario. Llegaba una Real cédula ó provisión sobre alojamiento de tropas, por ejemplo, y advertía al secretario que se la leyese toda desde el principio. Empezaba éste diciendo:

« Don Carlos... (las fórmulas) Sabed:

Pare usted, interrumpía el Alcalde. ¿Dice ahí eso de las fórmulas, como usted ha leído?

- No, señor; pero...

No hay pero que valga, replicaba colérico, dando un puñetazo sobre la mesa: usted me ha de leer todo lo que diga la cédula, sin meterle fórmulas ni palabras de contrabando; que ni usted ni nadie, ¡ voto á sanes!, tiene facultad para enmendar la plana y hacer añadiduras á lo que escribe y manda el Rey Nuestro Señor, que Dios guarde.

El Secretario agachaba sus orejas más humilde que un novicio, y leía en voz clara y reposada lo siguiente:

« DON CARLOS, POR LA GRACIA DE DIOS, REY de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra-Firme del mar Océano; Archiduque de Austria; Duque de Borgoña, de Brabante y de Milán; Conde de Abspurg, de

Flandes, Tirol y Barcelona; Señor de Vizcaya y de Molina, etc. A los del mi Consejo, Presidentes, Regentes y Oidores de mis Audiencias y Chancillerías, Alcaldes, Alguaciles...

-No siga usted, amigo, exclamaba entonces el Alcalde con sorna; esa cédula viene equivocada y no habla con nosotros, porque ahí no se mienta á « NAVALCAR

NERO».

Ni á España tampoco se nombra, diríamos nosotros siguiendo la buena lógica del Alcalde, y demostrando así los mismos reyes y sus tribunales y cancillerías han estado en la creencia de la federación, creencia que justifica la heráldica, porque separando del escudo de la monarquía los timbres de Castilla, León, Aragón, Granada, Sicilia, Borgoña, etc., el trofeo queda en blanco, y falto de signo que por sí solo simbolice á España, como el águila negra simboliza á Prusia, el león de oro á Bélgica, las quinas á Portugal, ó la cruz de plata á Suiza.

Si es raro que el conejo no represente en el blasón á la tierra de los conejos, raro es también que un guisado nacional de garbanzos no represente en la cocina á la tie

rra de los garbanzos. Pero supuesto que ni una cosa ni otra sucede, por razones que sería prolijo enumerar, convengamos en que la gastronomía española tiene que producir una suma, colección ó mosaico de alimentos heterogéneos. Siendo imposible llevar á un solo cauce el caudal de diversos manantiales, formemos zanjas y acequias en las cuales se mezclen y confundan las aguas de todos ellos. Comencemos la ardua empresa de difundir los manjares de la Península; iniciemos el repertorio de sus productos ilustres, y quede al cuidado de otras generaciones la terminación de esta obra, que ciertamente podemos llamar de progreso y de reconquista. Abstengámonos de contrariar las leyes de la naturaleza y los inexplicables secretos de la industria, empeñándonos. en que las vides de León produzcan vino de Jerez, las confiterías de Pontevedra turrón de Alicante, y las cocinas de Málaga salchichón de Vich. Respetemos las ejecutorias de cada tierra, y cuide el ferrocarril del transporte de sus frutos. No niego la importancia de las recetas, como no niego la importancia de los modelos. Pero si con libros de cocina se pudiese guisar, y con buenas estampas pin

tar magnificos lienzos, todos los marmitones serían Carèmes y todos los mamarrachistas Zurbaranes.

Por fortuna la sección de manjares ca. lientes no abunda en España. Separando los diversos cocidos de las provincias, nos quedan el arroz á la valenciana y el bacalao á la vizcaina, platos sencillos y que, si mi práctica y mi experiencia no me engañan, hace á la perfección cualquier mediano galopín. Pero ¡ cuánta riqueza, cuánta variedad y cuánto lujo en frutas, carnes, conservas, dulces, pescados y legumbres! Un vocabulario ilustrado con mapas que reemplacen á las cartas militares, agrícolas, judiciales ó eclesiásticas, es el trabajo que usted debe dirigir y publicar. Curiosos resultarán estos planos, marcando con tintas diversas las diferentes clases de productos, y presentándonos en azul, por ejemplo, los besugos de Laredo, las anguilas de Ponferrada y las ostras de Noya; en rojo, aceitunas de Sevilla, peros de Ronda, guindas de León y bellotas de Plasencia; en verde, espárragos de Aranjuez, pimientos de Nájera y arroz de Alberique; en amarillo, jamón de Trevelez, chorizo de Garrovillas, carnero de Borja y cerdo de Talavera, y en

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