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ni uno ni otro conseguirán puesto en la mesa fina y distinguida de nuestros tiempos. Sin embargo, debo consignar las ocasiones en que, hallándose el alfajor medinés bajo el patrocinio del bendito SAN OPORTUNO, lo he juzgado, no solamente pasadero, sino rico y delicioso. Al viajar por los tartesios campos, recorriendo en grata compañía el áspero y quebrado territorio que abarcan Medina, Tarifa y Gibraltar; al advertir el color rojizo y la pintoresca vegetacion de estas montañas, que parecen acabadas de romper para dar paso á las aguas del Océano; al contemplar la costa africana á una distancia tal, que nos parece alcanzarla con la mano; al oir que los ríos que atravesamos se llaman Guadalmesí, Guadarranque, Guadalmedina y Barbate, y las tierras se nombran Albaladejo, Ben-halluz, Alcántara, Algar y Almorainas; al notar la pronunciación gutural de estas gentes, y su color, y su tipo, y sus maneras, y sus vestidos, y su lenguaje, y los jaeces de sus caballerías, todo tan verdaderamente africano, se nos vienen á la imaginación los árabes con sus jaiques y alquiceles, y hasta con su paladar y cocina. Y si entonces corre el fresco

viento de Enero, y le brindan á usted, y usted acepta, un par de buenos alfajores y otro par de buenas copas de anisete de Ojén ó de Cazalla, no sólo conforta usted su estómago, sino que cobra arrojo y brios para espolear el caballo y sacarlo al trote, perdiendo el miedo á los estrechos y tortuosos vericuetos que culebrean entre las gargantas, lajas y precipicios que sirven aquí de espléndida contera á la vieja y asendereada Europa.

Si con lo manifestado acierto á satisfacer los deseos y curiosidad de usted, y consigo que al proveerse en estas próximas pascuas de un dulce arqueológico, como pretende, prefiera usted los alfajores de Medina Sidonia á los panes de especias de París, considerando que el alfajor es moro y que ustedes los valencianos, no sólo son moros también, sino que de moros se visten aún, quedará patrióticamente satisfecho su afectísimo y devoto amigo,

EL DOCTOR THEBUSSEM.

Huerta de Cigarra (Medina Sidonia),

5 de Noviembre de 1881 años.

XV

LOS BRINDIS DE LA MESA MODERNA

sí como de las mujeres se dice que escriben una carta para añadirle después una postdata, de la Mesa Moderna puede decirse que da de comer para que le dejen echar un brindis.

No hay sino tender la memoria por los infinitos banquetes contemporáneos en que se discute la política de los pueblos, el interés ó conveniencia de los partidos, la ley de las razas y el porvenir social ó religioso de las criaturas, para dudar de si en nuestros tiempos se brinda porque se come, ó se da de comer para que se brinde.

En el teatro antiguo los hombres no se dirigían á sus semejantes sino con la cara tapada: en el teatro moderno las gentes parece que no pueden hablar sino con la

boca llena. El brindis, pues, no es un inci. dente de las comidas, sino una institución. Merece ser estudiado.

En las mesas de príncipes y magnates, así como en los banquetes públicos, no se llama brindis al acto de brindar, sino hacer ó dirigir un toast; porque el influjo de la cocina francesa, que en ellos domina, ha introducido, con su fraseología especial, el uso de esta voz, cuya equivalencia en castellano es cuscurro. - Toast, sin embargo, aun cuando palabra francesa, no es de origen francés para los brindis, sino inglés y significa tostón; aludiendo al pedazo de pan tostado que los antiguos ingleses echaban en el fondo de la copa de cerveza, para obsequiar con él al último que bebía á la salud de todos. Dedicar, por consiguiente, un toast ó un tostón por la ventura de alguien ó de algo, fué el origen de los brindis modernos, que han conservado su nombre á pesar de haber perdido lo suculento y gustoso del cuscurro. Pero ¿qué monarca ó magnate, sobre todo español, se atrevería á levantarse en medio de un festín, tomar en su mano una copa, y diri

giéndose á un monarca ó príncipe extranjero, gritarle: ¡Mendrugo!?-Grítale ¡Toast!, que es lo mismo, y todos se quedan tan contentos.

Antes de pasar adelante hemos de referir una anécdota que, aun cuando muy conocida, es posible que ignore alguno.

Cuéntase de Ana Bolena, cuya hermosura ha pasado á la historia revuelta con sus desdichas, que un día tuvo el capricho de bañarse en presencia de los caballeros de su córte. Eran cosas del tiempo. Uno de los que la rodeaban, admirado de su sin par belleza, cogió una copa, y llenándola de agua del baño, comenzó á beberla, ofreciendo un toast á sus amigos por la salud de la linda soberana. Hubo entre los circunstantes quien se negó á beber, é interpelado por los otros sobre su extraña conducta, dijo: «< Yo quisiera reservarme

el tostón. »

Hay, en efecto, hacia el fondo del vaso cierto atractivo misterioso para los bebedores. Cuando se bebe en ronda, todos quieren ser el último; el propio agasajado con un brindis acostumbra á decir: «después de usted; » y si hay damas entre la concurrencia, se juzga el más feliz el pos

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