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II

LENGUA ESCARLATA

AL DOCTOR THEBUSSEM

EN MEDINA SIDONIA

Desde las cocinas de S. M. el Rey Don
Alfonso XII, á 13 de Abril de 1876.

I muy respetable Sr. Doctor: No extrañe usted que deje de llamarle

M

compañero, faltando á la reciprocidad que usted emplea con tanta honra para el gremio en que sirvo; pero usted maneja la pluma con el mismo ó mayor arte, á lo que parece, que el asador, mientras que yo soy torpe en toda clase de letras y postura de cartas, por cuya razón, al llamarme compañero suyo, incurriría en la torpeza de confundir al cabo segundo con el Segundo Cabo.

Permítame usted, pues, que le llame maestro á secas, por más que en la ocasión presente tenga que rebelarme contra algunas de sus doctrinas, en justa y natural defensa del noble fogón ante quien visto el honroso mandil de las cocinas reales. Entro en materia.

La mayor argumentación de usted, respetable señor mío, consiste en probar que los menus ó listas de las comidas de S. M. el Rey de España deben escribirse en español, suponiendo que las de S. M. el Emperador de Rusia se escriben, ó deben escribirse, en ruso; las de S. M. la Reina de Inglaterra, en inglés; las de S. A. el Hospodar de Valaquia, en valaco, y así las restantes. Principio por desvanecer este primer error en que usted incurre. Las listas de las comidas de S. M. el Rey Don Alfonso XII (mi augusto amo, que Dios guarde) no se escriben en francés, tal como suena la palabra, sino en el idioma propio del caso; á la manera que los documentos diplomáticos no se escriben tampoco en la lengua de los franceses, sino en el idioma de la diplomacia; y las óperas no se escriben en italiano, sino en la lengua de la música; y las misas no se cantan

en latín, sino en el idioma de las plegarias cristianas. Los menus de S. M. el Rey se escriben en la lengua de la cocina.

Usted mismo reconoce y confiesa, señor Doctor, que aparte de algunos platos clásicos en que son maestras particularmente todas las naciones, la cocina moderna universal ha nacido y se ha desarrollado en Francia, no de otro modo que varias artes reconocen origen único, por circunstancias á veces incomprensibles, y se extienden. después por los demás pueblos con acatamiento unánime y utilidad común. ¿Qué mucho si es francés el origen, el desarrollo y la práctica, que sea galo también el idioma, ó por mejor decir, la lengua franca de la cocina? - Cuando los pueblos aceptan un plato, como cuando aceptan un tejido, un mueble ó cualquiera otro objeto de uso general, aceptan con él los nombres de su procedencia, y si estos nombres son difíciles, los alteran y amalgaman á la pronunciación de su país, aun cuando sin hacer desaparecer su contextura de origen, que no de otro modo se enriquecen las lenguas á la vez que se conservan las etimologías. Seguro estoy de que usted llama burdeos al vino de la Gironda, y no bor

deaux, como seguro estoy de que al decir burdeos, lo cual está mal dicho, lo entienden á usted los extranjeros de todas partes. Pero usted me dirá: yo no me opongo á que se dejen en francés los nombres propios de aquella cocina, antes por el contrario, he encarecido la conveniencia de que se respete el idioma galo para lo que de francés tenga la mesa, como propongo que se dejen en italiano, en inglés y en ruso los nombres de los manjares que de esos países proceden. Y aquí se me ocurre una donosa observación. Si los manjares en su casi totalidad son franceses; si los útiles de la mesa son franceses también; si es francés el arte de adornar, el arte de servir, el arte de comer, y nada se adelanta en el asunto que no venga de Francia, ¿qué es, señor mío, lo que usted quiere que quede en castellano en cuanto se relacione con la mesa? No incurriremos en el abuso de mala entendida nacionalidad al corromper aun más la jerga de la cocina con ese salpimentado de palabras españolas en un fondo todo francés? ¿Ganará la lista en claridad con ese pisto de lenguas mal habladas?

Voy ahora á decir á usted por qué los

menus de las comidas reales deben escribirse en francés y no en otro idioma. La mesa moderna, como usted mismo ha dicho en su carta, no se parece á la mesa antigua. Los reyes de antaño comían solos ó casi solos, y cuando se dignaban celebrar un banquete de esos á que usted alude, lo hacían en familia, convidando á los príncipes de la sangre y á los magnates de su corte. Los reyes de ahora multiplican las comidas tanto como las audiencias: rodéanse, no ya de sus parientes y servidores, sino de todo el cuerpo diplomático extranjero, que la multiplicidad de relaciones internacionales ha hecho numeroso; invitan también á esos príncipes que viajan, á esos hombres políticos ó de ciencia que visitan frecuentemente las Cortes en busca del trato íntimo de los pueblos cultos; y puede decirse sin exageración que á las comidas de un monarca de ahora concurren más extranjeros que nacionales.

Pues bien, mi digno Doctor, ¿para quién se escribe la lista? ¿A quién hay que decirle lo que va á comerse con propósito de que lo entienda? ¿En qué idioma debe redactarse el menu?

De su lealtad de usted espero oir que el

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