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boliza tantas glorias españolas, acierte á dar un día honra y brillo al trono castellano, nuevo lustre y esplendor á las letras, sosiego y ventura á los hombres de nuestra patria!»

El deseo del célebre académico se halla hoy convertido en realidad. Por eso he aprovechado esta coyuntura para interponer mi humilde demanda, á fin de que impere la lengua castellana en todos los documentos que emanen de la augusta casa del egregio Monarca de Castilla, que da honra y brillo al trono de San Fernando, que da lustre y esplendor á las letras, y que ha iniciado una época de sosiego y de ventura para los honrados hijos de la noble España.

Quizá no transcurra mucho tiempo sin que se presente á usted, pertrechado de la competente carta de introducción, un sujeto que solicita entrar de pinche en esas cocinas donde usted sirve. Desea aprender algunos de los sabrosos y exquisitos guisados que usted sabe adobar, ya en la sartén, ó ya con la pluma. Pretende como sueldo y gajes (y no es poco pretender) la honra de dar á usted la mano. Le aviso á usted también que en el novel galopín verá el rostro

mismo, la misma figura, el mismo aspecto, la misma fisonomía, la misma efigie y la perspectiva misma de su agradecido y atento servidor de usted,

EL DOCTOR THEBUSSEM

Huerta de Cigarra (Medina-Sidonia),
3 Mayo de 1876 años.

IV

YANTARES Y CONDUCHOS

DE LOS

REYES DE ESPAÑA

« Un poète et un cuisinier

ne different en rien; c'est le génie qui est l'âme de leur art. »>

OR aquellos buenos ó malos tiempos en que los honrados Procuradores en Cortes no tenían el gran trabajo. que hoy los agobia de contentar á sus electores, mendigar destinos, hacer oposición á los ministros, responder á las alusiones y componer ó adobar refulgentes discursos esmaltados de oro y azul, salpicándolos con perlas, vidrios, topacios y lentejuelas; por aquellos tiempos, repito, solían ocuparse los parlamentos españoles de asuntos

más humildes y caseros que estos en que ahora invierten su tiempo para mayor honra, gloria y bienandanza de la patria.

El yantar y el conducho de los monarcas, es decir, la comida que en dinero ó en especie se daba á los reyes en sus viajes, asunto de que hoy no tratan más que los aficionados al arte de la cocina, fué ampliamente ventilado en las antiguas Cortes y leyes de Castilla. El escritor que tuviese la fortuna de vestir la negra toga del jurista y el blanco mandil del cocinero, podría lucirse con una Monografía Gastronómicolegal, en la que sacase á colación lo mucho que sobre materia culinaria encierran el Fuero Viejo de Castilla, el Ordenamiento de Alcalá, el Becerro de las Behetrías, la Nueva y Novísima Recopilación, y las Viejas Ordenanzas de diferentes ciudades de la península. No es tan alto mi objeto. De pasada y con cuatro citas de erudición vulgar trataré el tema, antes de dar ligeras noticias de la parte gastronómica del viaje que S. M. el Rey Don Alfonso XII (q. D. g.) hizo á diversas poblaciones del Levante y Mediodía de España, en el primer tercio del presente año de 1877.

Comencemos por lo que acordaron las

Cortes de Valladolid en los tiempos de Don Fernando IV y de Don Pedro I. Después de espetar al Rey (año 1307), como prólogo ó primera demanda, « que la tierra estaba pobre y agraviada, porque ni en la casa del Monarca ni en sus reinos había justicia,» responde éste que nombrará por alcaldes á hombres que sean buenos, y que destinará un día de la semana para oir los pleitos de sus vasallos. Entrando luego en la cuestión de yantares, exponen los procuradores que muchos infantes, ricos-hombres y caballeros los tomaban á viva fuerza; que el despensero y oficiales del Rey sacaban tanto conducho, que su valor pasaba de mil maravedís; que cuando el Monarca no iba á los pueblos, demandaba estos tributos en dinero, y que en los viajes de unas villas á otras era tanta la gente que acompañaba al Soberano, y tales los daños que hacían, quemando la madera de las casas, talando viñas, panes y huertas, y llevándose el vino, la carne, la paja y la leña, que los pueblos quedaban yermos y en ruina. El Monarca contesta que pagasen doblados sus yantares aquellos que injustamente los tomaban; que los oficiales de la Casa Real abonasen lo que valieran; que la cuota no

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