Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Contribuía á dar carácter á la plaza, por más que ya pertenecía á la calle Mayor, la destartalada iglesia de San Felipe el Real, con su lonja en alto, que seguía la línea de la calle, y con sus renombradas covachuelas ocupadas por el comercio de bisutería y baratijas.

Las casas de la Puerta del Sol eran de modestísima apariencia, con portales obscuros y estrechos, y sin detalle alguno de ornamentación en la fachada: todas obedecían á

[graphic][merged small]

un patrón sencillo y monótono, del que todavía se conservan cientos de ejemplares en la coronada villa.

La verdad es que con poco se contentaban nuestros padres cuando tantos elogios tributaban á la Puerta del Sol, cuya importancia, después de todo, obedecía solamente á que estaba situada en el centro de la población.

Sus reducidas proporciones hacía que, siendo punto forzoso de cruce para muchos, con un corto número de curiosos que acudiesen á ella por extraordinario, apareciera en un momento dado llena de gente, alarmando á los mismos que eran causa de la aglomeración de personas.

La excitación política, característica de aquellos tiempos, estaba en todo su apogeo; pues refractario el rey á las ideas liberales, buscaba para ministros, ó secretarios del despacho, como entonces se los llamaba (1), hombres de aficiones absolutistas, apartando de su lado los que mostraban simpatía por el sistema constitucional; y excusado rece añadir que quien quisiera medrar tenía que mostrarse

pa

(1) De aquí viene la impropia denominación de Subsecretarios que se da á los Secretarios generales de los Ministerios.

partidario acérrimo del criterio del monarca, ó resignarse á tener ayuno perpetuo sin meter su cuchara en el presupuesto.

En la acera de la Casa de Correos hallábanse discutiendo en voz baja, no sin dirigir al soslayo miradas escudriñadoras, varios individuos cuya conversación puede ponernos al corriente del asunto que preocupaba la atención pública, y merece la pena de escucharla para formar concepto del estado de la política en aquel momento histórico.

Desengañense ustedes - decía uno de los del grupo: llamábanle D. Modesto y presumía de literato por estar empleado en la redacción del Diario de Madrid. - Sea hembra ó varón el fruto que la reina haya dado á luz á estas horas, son indiscutibles sus derechos de sucesión al trono. Las antiguas leyes de Castilla dan la corona á las hembras á falta de hijos varones, y ahí tenemos ejemplo bien honroso para España con Isabel la Católica. Pero hay más: la unión de los reinos de León y Castilla en el siglo XI, ¿á quién se debe sino á dos mujeres? El rey don Fernando I heredó el trono de León por su esposa doña Sancha, y el trono de Castilla por su madre doña Mayor. ¿Y dónde me dejan ustedes á la famosísima doña Berenguela?

- Yo no la toco ni para bueno ni para malo - interrumpió un comerciante vascongado de la calle de Postas. Pero sostengo, y esta es la opinión de mis paisanos, que aquí se necesita un rey que, ante todo y sobre todo, mire por la religión y por los fueros de Vizcaya. Este tal no puede ser otro que D. Carlos, el hermano de Fernando VII. ¡Pues bonita quedaría España con las ideas disolventes que nos ha traído del extranjero esa mujer!

- Esa señora - dijo un capitán de Ligeros que formaba parte del grupo.

- Esa señora - repitió rectificando el vizcaíno. - Bien se traslucen sus inclinaciones á la gente constitucional, y á eso que malamente llaman ustedes progreso. Catecismo, catecismo y catecismo es lo que aquí nos hace falta. Y ya que toca usted la cuestión de derecho, señor diarista, no olvide que la ley sálica (1), dada por Felipe V, fundador de la

(1) Traducción de Loi salique, ley procedente de los francos salios.

dinastía de los Borbones, excluye á las mujeres del trono. ¡Alto! - exclamó tapando la boca á su contrincante. — Ya sé lo que va usted á decir: que en las Cortes de 1789 quedó abolida esa ley, cosa que nadie sabía hasta que la Gaceta nos la dió á conocer el día 19 de marzo de este año. Todo esto son intrigas de los constitucionales que tienen embaucada á esa señora. Abolen... ó abuelen... ó como se diga. - No se usa el verbo abolir en ese tiempo se apresuró á manifestar D. Modesto. - Diga usted han abolido.

- Pues bien - continuó el vizcaíno; - han abolido la ley sálica para que esa señora gobierne á España á nombre de lo que el cielo le dé por descendencia, hembra ó varón, pues ya sabemos que el rey Fernando no comerá la sopa de almendra muchas Navidades.

-¿Ha dicho usted - replicó el diarista-que Felipe V es el fundador de la dinastía de los Borbones en España? Es cierto; pero venga usted acá, hombre de Dios... ¿En qué derecho se fundó Felipe de Anjou para ser rey, y transmitirlo de generación en generación á Fernando VII, y por ende, según ustedes, á su hermano D. Carlos? Pues en el casamiento de Luis XIV con María Teresa de Austria, hermana de Felipe IV de España. Además, las Cortes de 1810 al formar la Constitución, inspirándose en un criterio equitativo é histórico, reconocieron el derecho de las hembras en la sucesión al trono, precisamente cuando el entonces príncipe D. Fernando y su hermano se hallaban cautivos en el extranjero, y no podía, por lo tanto, inculpárseles prejuicio alguno en favor de persona determinada, ¿Ustedes no aceptan como legales las decisiones de las Cortes de Cádiz?

Y como el vizcaíno hiciera con la cabeza un movimiento de negación, prosiguió diciendo el disertante:

- Pues miel sobre hojuelas. Asumiendo el rey todas las atribuciones del poder, principalmente la legislativa, según el dogma del absolutismo, es potestativo de sus funciones determinar las reglas de la sucesión á la corona; de suerte que, por fas ó por nefas, al rey hay que darle la razón, y, como decía al principio, el varón ó hembra que Cristina haya dado á luz tiene derecho indiscutible al trono el día en que muera Fernando VII.

- Indiscutible - añadió el capitán de Ligeros por decir algo.

Los del corro hicieron con la cara un gesto de afirmación entornando los párpados; y comprendiendo D. Modesto que el grupo se le mostraba aquiescente, puso el paño al púlpito, y continuó su peroración en estos términos:

-El espíritu moderno de la politica europea se halla impulsado por las corrientes del progreso: ya ven ustedes lo que acaba de pasar en Francia. Carlos X ha querido oponerse á las nuevas ideas, y la revolución le ha vencido. Los triunfos del ejército en la campaña de Argel envalentonaron al gobierno del rey, y por medio de reales decretos intentó variar la forma de gobierno quebrantando la carta constitucional; pero el pueblo se levantó airado, la nación secundó el alzamiento de París, y ahí tienen ustedes á Carlos X desterrado y á su primo Luis Felipe de Orleans ocupando el trono al amparo de la bandera tricolor, emblema de las libertades del pueblo francés.

Eso es; la bandera tricolor - repitió el militar.

- Por ese camino pienso yo que nos ha de conducir nuestra hermosa y amable reina - prosiguió diciendo el diarista, que se sentía con pujos de diputado constituyente. A estas fechas ya debe de haber salido la reina de su cuidado, porque desde bien temprano está con los dolores. Si ha sido varón se pueden ustedes echar en remojo los partidarios de D. Carlos; y si ha sido hembra... también, porque el ejército ha cobrado simpatía á Cristina, y no hay que darle vueltas, el fiel de la balanza política se inclinará siempre al lado del platillo donde se pongan los chafarotes.

- Es claro, donde se pongan los chafarotes - añadió arreglándose las charreteras el capitán de Ligeros, acción que, observada por el polemista, dió motivo para que dijese:

- Así como así, ya le estorban los flecos al capitán, y querrá cambiar pronto sus charreteras por las caponas de comandante.

-¡Quién sabe! - exclamó el vizcaíno. - Si ha sido chica..., á la muerte del rey... Ya veremos, pues.

- Vamos á salir de dudas - dijo D. Modesto, - y acer

[graphic][subsumed]
« AnteriorContinuar »