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zón que conmueven y avasallan, mandó que se franquearan las puertas para que entrara el pueblo.» Inmensa muchedumbre de gente invadió la estancia ofreciendo á la Real familia flores, palomas, corderos, cuanto la naturaleza da al pobre campesino para su sustento y recreo, cuanto tiene y puede dar, cuanto simboliza los afectos íntimos del

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Zaragoza. - Isabel II asistiendo á la procesión del Pilar.

(Copia de una litografía de la época.)

corazón. La Reina, conmovida, estrechaba la mano curtida de los campesinos y acariciaba el rostro de las mujeres, que lloraban de alegría en su presencia.

Quiso Isabel salir de Badajoz á las seis de la mañana del día II con objeto de llegar á Lisboa en pleno día, y aunque ella acudió puntualmente, contra su costumbre, á la hora designada, dificultades imprevistas en la preparación de la máquina hicieron que no pudiera ponerse en marcha el tren hasta las siete.

-¿Ves? - le decía á Narváez; - por eso me retraso algunas veces; para dar tiempo á que esté todo dispuesto.

Llegó la Reina á Lisboa poco después de las tres de la tarde, y según los periódicos de la época, el recibimiento que se la hizo no fué entusiástico, pero sí cariñoso, quedando los lisbonenses encantados de la simpatía que ins

piraba Isabel. E muito formosa, decían, y aunque ya en esta época había perdido corrección de facciones y esbeltez, porque estaba muy gruesa, conservaba una presencia en extremo agradable, la dulzura de la mirada y el aspecto de reina, que era la nota característica de esta mujer.

Isabel, moralmente, no era un tipo vulgar y adocenado,

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Isabel II revistando en el campamento de Torrejón de Ardoz las divisiones procedentes de África. (Copia de una litografía de la época.)

y por las agudezas de su ingenio causó grata impresión en Lisboa. Fué una mañana muy temprano al palacio de Benfica para hacer la visita de despedida á su prima la Infanta doña Isabel María, y no pudiéndola ver á causa de hallarse ésta enferma de gravedad, se entristeció, ó afectó entristecerse mucho, por el contratiempo. Hallábase la Reina de pie en medio de la habitación paseando distraídamente la mirada por los cuadros que adornaban las paredes, cuando descubrió entre éstos uno pequeño con el retrato de la paciente, y aprovechó la ocasión que la casualidad le ofrecía para demostrar el afecto que la infanta le inspiraba: acercóse con espontáneo arranque á la pared, en medio de la expectación de todos, descolgó por su mano el cuadro, le besó repetidas veces y le volvió á dejar en su sitio. Cuando el hecho se divulgó, no son para contados los elo

gios y las alabanzas que se hicieron de los cariñosos senti mientos de la Reina. Isabel dejó en Lisboa grata impresión de su figura y de su carácter.

La excursión terminó felizmente, y el día 16 de diciembre, á las cinco de la tarde, entró Isabel en Madrid, con lo que damos por terminado su viaje á Portugal y la relación de los que oficialmente hizo durante su reinado.

XXIX

LAS HIJAS DE LA REINA

Ya dejamos en el lugar correspondiente la relación de los nacimientos de la Infanta Isabel y del Príncipe Alfonso; falta, pues, relatar otros tres natalicios que, por no haber ofrecido incidentes fuera de lo común, vamos á relatarlos en pocos renglones para salir del paso sin cansar la atención del lector (1).

La Infanta Pilar. - Nació á las siete de la tarde del 4 de junio de 1861. Los síntomas del parto se presentaron á las diez de la mañana, y éste se realizó con toda felicidad. Extendió el acta, como notario mayor del reino, el ministro de Gracia y Justicia D. Santiago Fernández Negrete, aquel buen señor de quien el vulgo decía que era discipulo de Baco, y luego resultó que el pobre hombre no probaba el vino por prescripción facultativa. Para la presentación y bautizo se siguió el ceremonial de costumbre, y que hemos repetido en estos Apuntes. Se bautizó á la niña á las doce de la mañana del 5 en la Capilla Real, siendo padrino el Infante D. Sebastián por sí y en nombre de su esposa la Infanta doña Cristina. Le administró el agua bautismal don Tomás Iglesias y Barcones, Patriarca de las Indias, poniéndole los nombres de María del Pilar Berenguela ¡con noventa y seis más! y todas las advocaciones de la Virgen. Al bautizo no asistió la duquesa de Alba, camarera mayor de S. M., porque Isabel no quiso que se separase de su lado (2).

(1) Véase el cap. XXIV.

(2) La Infanta Pilar falleció soltera en Escoriaza (Guipúzcoa) el 5 de agosto de 1879, donde se hallaba tomando aguas medicinales en compañía de la Real familia.

La Infanta Paz. - Nació el 23 de junio de 1862, á las cinco y diez minutos de la tarde. La Reina tuvo los primeros síntomas en la madrugada del mismo día, y exten

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dió el acta de presentación el mismo ministro, siendo presidente del Consejo D. Leopoldo O'Donnell, como en el caso anterior, circunstancia que se nos había olvidado consignar.

Fué bautizada el día 25, á las tres de la tarde, en la

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