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durante las primeras horas de la mañana siguiente infinidad de manchas de sangre en el piso de la calle después de haber sido regado.

Vencidos los de la plaza de Santo Domingo, comprendió el general Pierrad que la sublevación era un fracaso y decidió retirarse: hallándose en las inmediaciones del palacio del duque de Alba, delante de la llamada Casa del Duende (1), hubo de escurrirse y caer al suelo el caballo que montaba, cayendo también el jinete y produciéndose una herida en la cabeza, de la que fué curado con solícito afán por un vecino de aquellos contornos. Interesado el duque por la crítica situación de Pierrad, le proporcionó, como disfraz, la librea de uno de sus criados y le facilitó cuantos medios estuvieron á su alcance para que pudiera salir de Madrid, eludiendo las pesquisas de la policía. Tan noble protector llevó sus buenos servicios al extremo de recomendarlo á la Reina, y ésta interesó á O'Donnell para que se le persiguiera sin alcanzarle.

Quedó, pues, á mediodía vencida la sublevación puramente militar, sin haberse llegado á interrumpir la comunicación entre Palacio, el ministerio de la Gobernación y el de la Guerra, por lo cual cerca de las dos de la tarde se abrió la sesión de Cortes, con escasísima concurrencia de diputados y ocupando el banco azul únicamente un ministro, el de Ultramar. Ríos y Rosas, que era el presidente, no pudo llegar al Palacio del Congreso porque un grupo de paisanos armados le detuvo en el camino y le obligó á retroceder á su casa. La sesión fué breve: D. Patricio de la Escosura pronunció algunas palabras protestando de la sublevación, enalteciendo la conducta de las tropas leales y lamentando la sangre que se derramaba en las barricadas, y el presidente suspendió la sesión cuando aún llegaba hasta el palacio de la representación nacional el ruido de los combates que en las barricadas sostenían los paisanos con las tropas del Gobierno.

La insurrección civil ofrecía más esperanzas de ser do

(1) Esta casa, de moderna construcción, tiene hoy el núm. 4 de la calle de la Princesa. Fué de D. Fernando Valenzuela, conocido por el Duende de Palacio, favorito de la reina viuda doña Mariana de Austria, madre de Carlos II.

minada fácilmente, sin embargo de la tenacidad con que los paisanos defendían las barricadas. Costó muchas bajas á las tropas del general Serrano tomar la plaza de Antón Martín, y gracias

á una oportuna y atrevida carga á la bayoneta se consiguió dispersar á los que la defendían. Aquel valeroso general tuvo que desmontarse para cruzar sobre una barricada, y al ir á montar de nuevo una bala le mató el caballo, teniendo que to mar el de un sol. dado de su escolta. Por un movimiento envolvente bien combinado, las tropas de Serrano se reunieron en la plaza de la Cebada con una colum na que venía por la calle de Toledo, y se dió la última batida á la insurrección en la Fuentecilla, á las cinco de la tarde, con lo que quedó

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dominado el alzamiento. El número de bajas entre muertos y heridos, por una y otra parte, pasó de quinientos.

La camarilla palaciega que, como hemos indicado, venía influyendo en el ánimo de la Reina para que destituyese á O'Donnell, por considerar su política demasiado liberal,

hizo creer á esta señora que el hecho de la sublevación se había producido por las excesivas contemplaciones que el Gobierno tenía con los elementos revolucionarios, y la pobre Isabel, entregando de lleno su voluntad á los que consideraba conspicuos y fieles consejeros, aprovechó la primera coyuntura propicia para poner á Ó'Donnell en el compromiso de presentar la dimisión. En efecto, pocos días después, el 9 de julio siguiente, con el motivo aparente de negarse á firmar la Reina una propuesta de senadores, O'Donnell se retiró y fué llamado á presidir los consejos de la Corona el duque de Valencia.

Aquí comenzó á elaborarse la revolución de septiembre de 1868.

XXXIII

EL TEATRO Y LA MÚSICA EN ESTA ÚLTIMA ÉPOCA

De los personajes imaginarios que hemos introducido en estos Apuntes con el fin de dar variedad á las narraciones, y que son retrato fiel de seres que conocimos y trata mos, ya dijimos que el comerciante murió víctima de la exaltación de sus ideas, durante la guerra carlista; el militar, después de haber probado su valor con tres heridas recibidas en el campo de batalla, solamente consiguió frecuentes ascensos cuando se decidió á seguir el camino de las sublevaciones; y el escritor, aunque activo, trabajador, intrigante y entrometido, como la suerte le volvió la espalda, sus energías se estrellaron contra el infranqueable muro de la desgracia, y acabó sus días en el hospital de la Princesa. Allí encontró la hermana de la caridad que le asistía, en un bolsillo de su vecchia cimarra, un fajo de cuartillas que por lo curiosas é interesantes nos decidimos á insertar para conocimiento del lector benévolo ó de la lectora elegante.

No faltaron acontecimientos y novedades en el Teatro del Príncipe (Español) durante el período de 1860 á 1868. En breves párrafos voy á hacer una relación de las obras que más llamaron la atención en aquel tiempo.

El sol de invierno, comedia en tres actos, estrenada el 8 de noviembre de 1860. D. José Marco era un escritor muy sensato y su obra fué un verdadero sol para él y para la empresa.

Genio y figura, proverbio en un acto, de doña Joaquina Garcia Balmaseda. Se estrenó el 6 de abril de 1861. Es

una comedia de corte fino y delicado, inspirada en las de Bretón.

Francisco Pizarro, drama en tres actos, por D. Antonio Ferrer del Río. Se estrenó el 3 de mayo de 1861. Bien escrito, pero nada más.

El tanto por ciento, comedia en tres actos, de D. Ade. lardo López de Ayala. Se estrenó el 18 de mayo de 1861. Es la obra maestra de su autor, la que le da nombre. Una observación: si la comedia se titulase Roberto no se hubiese hecho tan popular.

Receta contra las suegras, comedia en un acto, de don Manuel Juan Diana. Se estrenó el 13 de enero de 1863. Esta obra se ha traducido al alemán. Tomó parte en su representación el primer actor D. Manuel Catalina, que era, como galán cómico, un artista notable. En la pieza titulada La cabeza á pájaros conseguía un triunfo siempre que la representaba.

El amor y la Gaceta, comedia en tres actos, de Narciso Serra (12 octubre 1863). Es un juguete escrito con la gracia y naturalidad que caracterizan á este poeta desgraciado, cuya vida acibara larga y penosa enfermedad (1). Los in terlocutores de El amor y la Gaceta son militares; el argumento tiene por base un Real decreto que había publicado la Gaceta entorpeciendo ó dificultando los planes de boda de un oficial de caballería. El decreto existía positivamente, expedido por el general O'Donnell, y una noche que éste se encontraba en el teatro, el citado actor Manuel Catalina declamó, dirigiéndose al ilustre espectador, todas las alusiones que al decreto y al ministro de la Guerra se hacían en la comedia, excitando grandemente la hilaridad de D. Leopoldo y del público.

Venganza catalana, drama en cuatro actos, de D. Antonio García Gutiérrez (4 febrero 1864). Fué el aconteci miento de la temporada. El plan deja mucho que desear, y la verdad histórica no está rigurosamente observada; pero las escenas, los efectos, el diálogo y la versificación

(1) Recordamos haberle visto muchas veces sentado tras la vidriera del balcón de un piso principal del n.o 26 de la calle de Segovia, distrayendo sus dolencias con mirar la gente que transitaba por las aceras.

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