Imágenes de páginas
PDF
EPUB

moria de la victoria, con que el dia de ese misterio se estrenaron las armas españolas en aquel mismo sitio.

Dióse orden, que todos se aplicasen á labrar casas en los solares que se señalaron, para le cual se repartieron los oficiales carpinteros y albañiles que venian con plaza de soldados, dedicando la piedad los primeros labores al edificio del templo y la circunspeccion los segundos á la construccion de una muralla que siendo de tapia, era bastante seguridad contra las armas de los bárbaros circunsvecinos, cuyo amor siempre se debia tratar como sospechoso, aunque procuraban con sus obras desmentir cualquier lijera sombra de sospecha, porque ayudaban con igual maña que actividad á los edificios, que siendo de humilde arquitectura, se pudieron concluir con bastante brevedad.

Continuaban tambien en señalar mujeres que sirviesen á los españoles siendo la calidad de ellas correspondiente á la graduacion de los sujetos, con que no tuvieron tanto reparo en estrecharlas consigo, tomándolas ó por mujeres ó por mancebas muchos, que o se hallaban sueltos del vínculo matrimonial, ó no tenian sus propias consortes, en que dió perverso ejemplo el gobernador Irala, digno de alabanza en otras prendas que ennoblecian su ánimo, pero muy vituperable en la facilidad con que se dejaba avasallar de la pasion sensual, muchos años mal correjida, y muy perniciosa, porque siendo el Gobernador en una República, como el pri

mer movil en los orbes celestes, arrastró su ejem. plo, muchos á su imitacion como lo llora el licenciado Centenera en estas dos octavas, diciendo:

No habia en este caso alguna enmienda
Por ser en general costumbre mala,
Que aquel que convenia poner rienda
Sin guarda de escepcion todo lo tala:
Aprenden de la escuela y de la tienda
En esto los demas todos de Irala,
Que aunque trae muchas cosas concertado
En esto de la carne des frenado.

Y el mal era mayor y mas crecia
Que los gobernadores se han jactado
De tener maracaras y ha venido
A terminos la cosa, que tratado
Con ellas han, é hijos han tenido

En público y por suyos los han criado.
Ved los pequeños tal que documentos
Habian de tomar de tal descuento!

Este desorden licencioso, no falta quien presuma se tomó por medio de asegurar aquella gente en la fidelidad y amor, porque se conoció al principio con cuantas ansias solicitaban los guaranies emparen tar con los españoles gloriándose de contraer con ellos deudo; pero no se puede dejar de condenar este género de política, como opuesta á la razon natural, y poco decorosa á la antigua nobleza que muchos alentaban en sus venas, sin que les sirva

de escusa el especioso título de razon de estado, porque cuando prefiere los medios ilícitos á lo honesto, solo se puede llamar falta de razon. Otros, no obs tante, no se dejaron arrastrar de la corriente del vicio, y mantuvieron constantes el esplendor de su sangre, sin rendirse á la pasion, por no mancillar con tan feo borron lo esclarecido de su calidad.

En este tiempo los relijiosos franciscanos, andaban por aquella comarca evangelizando el reino de Dios, siendo los primeros operarios apostólicos que cultivaron el terreno de estas provincias, atrayendo poco a poco estas gentes al conocimiento de la verdad, con predicarles los misterios principales de la religion cristiana, al principio con el rodeo de intérpretes prácticos en su idioma, despues por sí mismos, cuando alcanzaron su inteligencia en que se señaló el fervoroso Comisario, que no acertando á poner términos á su abrasado celo discurrió como rayo por toda la provincia del Paraguay y costa del Rio de la Plata, en donde alumbró felizmente á muchos que abrazaron gustosos la ley evangélica, y los demas quedaron con suficiente noticia para reconocer las ventajas que hácia la pureza de nuestra religion á la torpeza de sus errores, y entrar algun dia por el camino de la verdad, despues que la voluntad, sobornada entonces del apetito, se resolviese á seguir lo que aprobaban sin dificultad sus entendimientos.

CAPITULO VII

Despueblase la ciudad de Buenos Aires retirándose á la Asuncion todos los españoles de esta conquista, contra quienes maquinan una sublevacion general los guaranies, pero descubierto su designio se castigan las cabezas principales con muerte; y los demas se reconcilian con los españoles.

uego que el general Domingo Martinez de Irala se recibió en el gobierno de la provincia, trató de consultar con los conquistadores, qué orden se podría dar en cuanto á la conservacion de los castellanos que estaban poblados en Buenos Aires. Hizo varias conferencias sobre el asunto en que fué grande la diversidad de pareceres y de arbitrios, como sucede en tales ocasiones, pero los que mejor tenian tomado el pulso al estado de aquella poblacion, convinieron uniformes, en que era imposible en aquellas circunstancias conservar aquel presidio.

De aquí resultó la deliberacion de abandonarle,

sacando de allí la gente, que venia á ser inútil por la distancia para emprender faccion de importancia, cuando solamente parecia estar allí para blanco de la desdicha, que rara vez dejaron de padecer miseria, y las mas llegaba esta, ó á ser extrema ỏ casi extrema por la falta de víveres; pero junta en un cuerpo con la de la Asuncion, podria acudir á conseguir los efectos mas convenientes al bien y conservacion de la provincia, y adelantamiento de la conquista, reservando para ocasion mas cómoda el poblar otra vez aquel puerto, que siempre se juzgó oportuno para la comunicacion con Castilla, aunque se tardó la sazon cuarenta años, como ve

remos.

Púsose luego por obra el referido acuerdo, despachando prontamente al capitan Diego de Abreu, con tres bergantines y otras embarcaciones, capaces de conducir toda la gente que se mantenia en Buenos Aires. Recibióse allí la deliberacion del gobernador, con aplauso comun, no solo de los antiguos moradores de aquel puerto, sino de otros nuevos que con sobrada fortuna habian aportado en una nave genovesa, llamada la Pachalda, por su capitan N. Pachaldo, la cual habiéndose hecho á la vela en el puerto de Barase, situado entre Génova y Saona, navego prosperamente con designio á penetrar por el Estrecho de Magallanes á la mar del Sud, hasta arribar al Callao, para poder espender mas de cincuenta mil ducados de varias mercaderias en que venia interesada; pero al pasar el Estre

« AnteriorContinuar »