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to se necesitaba, para verificar su depravado intento, declarándole con todas sus circunstancias.

Consultóse el caso con los capitanes, y se resolvió que en la prontitud del castigo consistia el remedio de todos, sobre que discurrió Irala, con mucho acierto é igual valor, facilitando, la faccion y ponderando las consecuencias con toda la actividad, que bastó á hacer á todos de su dictámen, poniendo en manos de su prudencia la ejecucion sin riesgo. Repartiéronse los soldados por los puestos principales de la ciudad, para que reprimiesen el grueso de los enemigos, que estaba prevenido para ejecutar la faccion, en caso de intentar algun tumulto, y sustanciado el proceso segun el estilo militar, se les intimó la sentencia de muerte siendo ahorcados todos los que fueron cabezas de la rebelion, en la misma hora con poca diferencia que ellos tenian dispuesta la muerte de los españoles.

Espusiéronse los cadáveres en público cadalso, y á vista de todo el pueblo y como los rebeldes se hallaban sin cabezas, no tuvieron consejo ni valor para salir al despique; antes, los puso esta inopinada justicia, en tanto favor que apenas sabian huir, para escapar de semejante rigor, que sabian por el testimonio de sus propias conciencias, tener bien merecido. Salian desatinados de la ciudad sin tratar de unirse para defenderse ú ofender, y eran no pocos los que se arrojaban por las paredes, sirviéndose de su ligereza y de sus dardos para saltar de la otra parte.

Cojiéronse muchos, no para continuar en ellos el castigo, sino para que puestos en libertad al dia siguiente, volviesen á los suyos y les certificasen que los españoles, no trataban de tomar mayor venganza, satisfechos con haber muerto y hecho cuartos á los mas culpados y resueltos á perdonará la multitud por creer, habian pecado mas de ignorancia que de malicia, añadiendo que harian buen pasaje á cuantos se allanasen á ratificar el vasallaje que habian prometido al grande monarca de las Españas, su soberano.

Esta demostracion de poner en libertad á los prisioneros, con tanta brevedad, y las ponderaciones que los mismos hicieron de esta clemencia de los españoles, sobre tan justa provocacion bastó á sosegar á los fujitivos, y poco á poco se fueron asegurando los mas temorosos, hasta restablecerse el comercio pasado, para que ayudó tambien el perdon general que mandó pregonar el gobernador, sin escepcion á alguna persona. Conque los indios que reconocieron justificaba á la razon el castigo, quedaron escarmentados, igualmente que agradecidos de los españoles, en reputacion, no menos de justos, que de valientes; y el gobernador estimado por hombre de prudencia y de valor y por juez recto, cuya equidad, al paso que sabia castigar los delitos, aseguraba el amparo á los que desmintiesen con la verdadera enmienda los primeros desaciertos; é importó este caso mucho, para que en adelante le cobrase toda aquella nacion grande

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respeto. Tan hermoso semblante tiene la virtud de la justicia, aun cuando se ostenta terrible con los ceños del enojo, que parece bien, no solo á los que la estiman, sino tambien á los que nunca la conocieron.

Vivió despues mas recelosa la confianza de los españoles, pero con tal recato que no se traslucia á los guaranies; para que la falta de satisfacion de su sinceridad no les hiciesen entrar en desconfianza, que entibia se, cuando no apagase del todo, el amor que se querian granjear para asegurarse mas en el dominio, y defenderse de otras naciones comarcanas, de quienes esperimentaron siempre, ó mas aversion 6 menos fidelidad. En todo iba por delante con el ejemplo, como en la dignidad el gobernador Irala, valiéndose de su apacible condicion y trato genero 30 para hacerse universalmente amado de indios y españoles; y gobernar en esta ocasion con tal agrado, que fué despues llamado mas de una vez por voto comun á empuñar el baston de la provincia.

Pero es mas facil hallar el misterioso Phenis que hallar gobernador al gusto de todos, especialmente en las Indias, donde rara vez deja de destemplarse la armonia del gobierno, ya por parte de la cabeza, ya por parte de los miembros de la república, porque aquella no se contiene en sus operaciones propias, ó estos quieren usurpar los ejércicios reservados á aquella; de donde nacen comunmente las disenciones, y perturban con graves

perjuicios la paz y cuando menos las desazones, que llegan á traer arrastrados á los menos poderosos como sucedió en la Asuncion, pues cuando todos celebraban el gobierno de Irala, no faltaron nueve soldados que se mostraron descontentos, y protestando hallarse menos atendidos de sus capitanes, quizá porque lo merecia su proceder se singularizaron tanto en desaprobar la conducta observada, que les fué forzoso poner tierra en medio, para no esperimentar alguna condigna demostracion, y emprendieron la temeridad de arrojarse en un batel al prolijo y peligroso camino de aquel rio, con ánimo de conducirse por agua á partes desde donde pudiesen pasar con mas seguridad á representar sus quejas ante la Majestad Cesarea, que solo podia poner freno á lo que llamaban tirania de los que gobernaban en el Rio de la Plata.

Ejecutaron su fuga, y siguieron su viaje, con mas felicidad de las que prometian todas las circunstancias, porque pasaron sin daño entre tantas naciones enemigas que poblaban las márgenes de este gran rio. Hallaron bastimentos para una jornada de quinientas leguas, y pudicron arribar por fin yendo en demanda del Brasil á la isla de Santa Catalina, donde hallaron casualmente con grande fortuna suya, la armada del adelantado Alvar Nuñez Cabeza de Vaca que venia provisto por S. M. en el Gobierno del Rio de la Plata de la manera que dirá el capitulo siguiente.

CAPITULO VIII

Viene el adelantado Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, al Rio de la Plata por Gobernador, camina felizmente entre bárbaras naciones desde la isla de Santa Catalina hasta ia Asuncion.

ABIA llegado á Castilla la nao Marañona, en que trajo el socorro al Rio de la Plata el veedor Alonso Cabrera, al mismo tiempo que acababa de volver de la Nueva España, Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, y andaba en la corte solicitando algun premio de sus grandes servicios. Era este caballero de Jerez de la Frontera, y vecino de la de Sevilla, nieto del adelantado Pedro de Vera, que conquistó en tiempo de los Reyes Católicos para Dios y para Castilla la Gran Canaria, despues de muchos encuentros y trabajos, padecidos por amor de la religion para propagar el imperio de Cristo. Estimulado de ejemplo tan doméstico para Alvar Nuñez á continuar los servicios de su familia en la conquista de la América, y en la desgraciada espedicion de Panfilo de Narvaez, que pasaba á con

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