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de los oficiales reales, quienes los obedecieron prontos y entregaron el baston, sucediéndole todo en estos principios, con tanta felicidad cuanta fué la desgracia de sus fines. Dispuso luego se despachase socorro á la jente que desde la isla de Santa Catalina, venia por agua con el contador Felipe de Cáceres; diligencia que se encomendó á la buena suerte del capitan Diego de Abreu, quien encontró las naves poco antes de las Siete corrientes, á tiempo tan oportuno, que ya se alimentaban con solas yerbas y raices y algun marisco que recojian en las márgenes del rio.

Reparados con las vituallas que llevó Abreu, pudieron llegar felizmente á la Asuncion, donde tambien entraron un mes despues que el Adelantado, las balsas que con los enfermos habia desde el rio Paraná despachado, á las cuales, por espacio de catorce dias contínuos, habian dado caza con el mas porfiado teson, doscientas canoas paranás que alternándose para pelear con grandísimo órden, embestian con igual ardimiento que alaridos, para amedrentar á los españoles, no menos con las voces que con las flechas.

Era grande innundacion la de doscientas canoas para sumerjir las pocas balsas y canoas de los castellanos, sino escediera el valor de estos al número de los bárbaros; pero se resistian con tal denuedo, que detuvieron su furioso ímpetu, para que los ayudó la rápida corriente del rio por la cual eran pocos los que se ocupaban en gobernar las

embarcaciones, pues bastaban los que las apartaban para no estrellarse en tierra, y quedaba mayor el número de los defensores, que jugaban con bastaute estrago, asi las flechas como los arcabuces y ballestas; pero eran tantos los enemigos, y con la ventaja de alternarse, no se hacia poco en resistir y prohibir el abordo; y ya se empezaba á conocer la desigualdad de las fuerzas, cuando salió de improviso con buen número de canoas bien equipadas, un cacique principal llamado Francisco, que se habia criado con los castellanos con quienes, rompiendo por las canoas enemigas, se incorporó, y engrosado nuestro partido con este socorro se portaron con tal ardor que los enemigos heridos y atro pellados solo cuidaban de apartarse del combate, y al fin, fueron cargados con tal resolucion que se vie. ron obligados á huir con gran velocidad.

Algunos menos cobardes se pudieron reunir á al· guna distancia, mas por encubrir su derrota que por que pudiesen ofender; y afectando que todavia ha cian cara, no dejaban de disparar sus armas arrojadizas: pero siendo otra vez seguidos de los catellanos é indios amigos, escusaron el combate y volvieron las espaldas con toda la celeridad que imperaba su temor, sin atreverse á inquietar en adelante á los castellanos, en quienes solo hubo veinte heridos, sin contarse muerto alguno; que fué estraña ventura, habiéndose estrechado tanto, con tanta muchedumbre de enemigos. De estos muchos quedaron muertos, muchos heridos y todos escarmentados, celebrándo

se la victoria con festivas demostraciones, en el pueblo del cacique don Francisco, que estaba situado en una grande isla que forma el Paraná á corta distancia de la boca del rio Atingui.

Allí los llevó y repartió alojamientos con toda comodidad, para que se curasen los heridos y reforzasen los enfermos y todos se recreasen de los trabajos pasados con la abundancia de bastimentos, de que ya padecian necesidad casi estrema. Algunos dias se detuvieron los castellanos en dicha isla; parte para gozar del descanso necesario á su fatiga, parte por el consuelo del cacique don Francico y sus vasallos, tan bien hallados con los huéspedes estranjeros, que quisieran dilatar su partida, y les procuraban aliviar con varios festejos y regocijos, bailes á su modo y ejercicios de sus agilidades..

Llegándose el dia señalado para partirse, no permitió el amor del fidelísimo cacique, esponer los castellanos á las asechanzas de los enemigos vencidos; y para precaver todo riesgo, les dió suficiente escolta para su seguridad, hasta ponerlos en la Asuncion, donde fueron recibidos, asi del Adelantado como de todos los vecinos con grande alegria; y á los vasallos del cacique don Francico, se les premió su fidelidad y asistencia constante en aquel viaje, con algunas bujerias de Castilla, que aunque de corto valor en nuestra estimacion, eran para los indios preseas de mucho precio, siendo el engaño con que la codiciaban verdad en lo que valian y premio tan competente, que se volvieron á su isla muy contentos y á su parecer gananciosos.

En este tiempo escribe el cronista Herrera, (1)que reconociendo el Adelantado cuánto importaba el asiento de Buenos Aires para la conservacion de estas provincias, despachó gente á mediados de abril á poblar aquel puerto para que hallasen en él pro. vision las naves que viuiesen de Castilla; pero no sé de dónde pudo beber esta noticia, de que no hallo indicio en autor ninguno que habla de esta conquista; y es cierto que no se volvió á poblar hasta el año de 1580, como consta del licenciado Centenera, que fué uno de los pobladores, y de otros instrumentos auténticos.

(1) Herr. dec. 7, lib. 4, cap. 13.

CAPITULO IX

Solicita el adelantado Alvar Nuñez la conversion de los naturales por medio de los predicadores evangélicos. Pretende descubrir camino para el comercio de la provincia del Rio de la Plata con los reinos del Perú. Asienta la paz con la orgullosa nacion de los agases. Castiga la rebelion de la provincia del Ipané y vence á los indómitos guaycurues.

▲ consideracion con que se miraron las cosas del Rio de la Plata obligó al señor emperador don Carlos á tomar varias resoluciones para ocurrir á los males que se debian ó precaver ó remediar; y fué la primera atencion del prudente Adelantado dar puntual cumplimiento á las órdenes acertadas de S. M. Mandó primeramente juntar á todos los sacerdotes, asi clérigos como religiosos é bízoles leer una carta acordada del César en que les encargaba la conciencia sobre el buen tratamiento de los indios, que les mandaba celar con particular atencion, como cosa de que dependia principalmente el negocio de su conversion á la fé, fin primario que tuvieron siempre nuestros católicos monarcas en esta conquista, por

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