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CAPITULO XI

Dase noticias de los otros sucesos de este descubrimiento, hásta volverse los castellanos á la Asuneion.

ESUELTO pues el Adelantado á proseguir el descubrimiento sin fundar ninguna poblacion hasta concluirle, se halló en alguna confusion, porque la multitud de rios que por ambas costas descargan en aquel lago, donde se hallaba, que es el de los xarayes, el mayor sin duda de todo el orbe, pues tiene mas de 100 leguas de largo, no sabia qué rumbo escojer; ni es de admirar, cuando aun los mismos naturales que le trafican con sus embarcaciones, con dificultad llegan á conocer aquellos rios y se pierden frecuentemente. Entró por la boca de uno, llamado Ycatú, que quiere decir agua buena y corre hácia el poniente; y para que Gonzalo de Mendoza acertase con el rumbo que llevaba, dispuso se fija

sen á la entrada gruesos troncos de árboles, y se erijiesen tres grandes cruces que mostrasen el camino.

A los ocho dias encontraron unas altas sierras redondas y estrechas, que estendiendo su jurisdiccion dentro del rio, le estrechan de manera que niega paso á las embarcaciones livianas, aunque le permite á las canoas. Este embarazo insuperable les obligó á retroceder y á entrarse por otra laguna, cuya boca se estiende por legua y media, y su ámbito se dilata por muchas leguas, al fin de las cuales abre otra boca menor por donde tambien se comunica por el lago de los xarayes. Por esta salieron y navegando algunas jornadas sin suceso particular, encontraron la boca de otra laguna muy dilatada en la cual tienen principio las poblaciones de la nacion xacosi. Seguíanse los xaqueses, y luego los chaneses, naciones todas pacificas que recibieron al Adelantado con demostraciones de benevolencia, de que gustaba poco su gente, porque sus espíritus marciales, no se entendian bien con el sosiego de la paz en que cesan los intereses del soldado que se vinculan al pillaje.

El Adelantado cuya moderacion de ánimo, campeó singularmente siempre entre las otras sus grandes prendas, contenia con vigilancia la licencia militar de los suyos, atento á no permitirles esceso que irritase á los bárbaros y trocase sus ánimos, porque fuera de ejecutar en eso las apretadas órdenes de S. M., era dictámen suyo repetido con

frecuencia, que con la benignidad y buen trato usado con la gente pacífica, se granjeaba el respeto de los enemigos, y se hacia mas formidable nuestro poder, porque si todos fueran tratados con aspere za, todos se recataran igualmente de nuestra amistad lo que produjera el infeliz efecto de que se confederasen para nuestra ruina.

De aqui, inferia que se frustraria el designio de penetrar aquellos paises, siendo imposible contrastar la fuerza unida de todas aquellas gentes, por mas ventajas que les llevásemos en las armas, pues al fin nuestro número se desminuiria aun con las mismas victorias, que nunca se consiguen con tanta felicidad que no cuesten alguna pérdida al vencedor, y prevaleciendo su muchedumbre nos obligarian á volver las espaldas desairados, si no nos valiámos de la industria de enflaquecer su poder con la misma beneficencia, porque tratando con agrado á los que no le desmerecian, les quitábamos la ocasion de buscar nuevas alianzas, y habia esos enemigos menos que vencer, no quedando temor de que estos engrosasen el cuerpo de los que se quisiesen resistir, antes bien, la buena fama que con los pacíficos ganaria, desarmaria á los de guerra, para facilitar sus intentos.

Con estas razones, contenia la licencia militar, y traia tan arreglada su gente, que conociendo el buen proceder de los forasteros, muchos que al primer rumor de su venida se retiraron con precipitada fuga, volvian á poblar sus casas y á ofrecer

se por amigos, y aún por vasallos, significando tendrian á mucha felicidad el servirlos y obedecerlos. Ni paraban en palabras estas ofertas, trayendo mu chos bastimentos para socorro de la armada, los que ofrecian graciosamente, pero se los pagaba el Adelantado con algunas bujerías, que era la moneda mas estimada de ellos, y aunque por sus efectos lo era tambien entre los mismos que la conocian.

Despidiéronse de estas gentes, y enderezaron las proas en demanda del puerto de los Reyes, en cuya entrada se juzgaba forzoso alijar los bergantines para la disminucion de las aguas del rio que en aquel paraje se hacia mas sensible por estar ocupado de un arrecife 6 bajio que embarazaba el paso; con todo eso aplicando el hombro castellanos é indios en buen número, pasaron los bergantines sin descargar, por el largo espacio de casi dos tiros de arcabuz que se estendia el escollo, y arribando al puerto de los Reyes, hallaron poblada la playa de muchedumbre de indios que esperaban muy festivos á nuestra gente, porque habiendo pasado la palabra de unas en otras naciones de aquella costa, adquirió fuerza la fama de la apacibilidad de los huéspedes, y tenia á todos contentos por su llegada.

Recibieron al Adelantado con todas las demostraciones de regocijo que usaban en sus mayores festines, y él les correspondió con todo el agasajo posible. Dió luego órden que se fabricase una buena ramada, que sirviese de iglesia á que acudieron con

igual presteza, asi los españoles é indios amigos como los del pais, que fijando en tierra grandes maderos, los entretejieron con ramas y hojas de palma formando las paredes y el techo con presteza y facilidad y dejando el templo con toda la decencia que permitia el pais y la brevedad de su fábrica. Adornóse lo interior con algunas colchas muy finas de algodon, sobre que se colocó una imájen de Nuestra Señora que era la patrona de aquella empresa, y enarbolando á la entrada una alta cruz, tomó posesion de aquella tierra en nombre del Crucificado.

Al dia siguiente hizo que se celebrase por uno de los religiosos, el santo sacrificio de la misa con la mayor solemnidad que fué posible, á vista de muchos de los naturales que asistian admirados de la majestad de las nunca vistas ceremonias, y observando la misma compostura que los españoles procuraban remedar su devocion. En el interin que se concluia la fábrica del templo, quiso que se reconociese el pais, á que salió en persona con su gente puesta en grande órden, no tanto porque á vista de tanta benevolencia le pareciese necesario, cuanto porque no se desmandasen los soldados y recibiesen algun daño los naturales.

Descubrieron en dos jornadas que hicieron, que la tierra era deliciosa igualmente que fértil, porque por una parte la ocupaba la poblacion natural de grandes arboledas, regadas de frescos arroyos, cubierto el suelo de frondoso y apacible verdor; y por otra, era fertilidad con el beneficio de las semillas

TOM. II

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