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CAPITULO XII

Amotinan los oficiales reales del Rio de la Plata á la ciudad de la Asuncion contra el adelantado Alvar Nuñez á quien ponen en dura y estrecha prision, hasta despacharle á España, donde es declarado inocente, y elijen por capitan general á Domingo Martinez de Irala, que permite varios insultos para mantenerse en aquel gobierno.

UANDO una vehemente pasion se llega á apoderar de los corazones humanos, los vuelve un mar inquieto de que vive léjos el sosiego, obligando dentro de sí mismo la causa que los promueve hasta prorumpir los efecto lastimosos que manifiestan con horror comun, cuán de temer es una inquietud á que no se pone con el tiempo el freno de la moderacion que la contenga. Tales andaban los ánimos de los oficiales reales en la Asuncion, inquietos y alterados con el ódio que fomentaban tiempo habia contra el Adelantado, y como este no los contuvo con el freno del rigor que hubiera sido preservativo eficaz de su infortunio, les dió lugar para que se acabase de fraguar la deshecha borrasca, cuyos

mas fuertes embates se emplearon en contrastar su fortuna.

No perdian ocasiones los mal contentos de malquistar al Adelantado para ir disponiendo los ánimos á lo que tiempo habia tenian premeditado, por que siendo intolerable à su orgullo y codicia la entereza y rectitud de aquel caballero que los tenia á raya para que no escediesen los límites de sus empleos y aun habia ya quitádose la máscara del disimulo y empezado á hacer la demostracion de suspenderlos, temieron prosiguiese ahora la causa que quedó por concluir con ocasion de la jornada precedente, y de su conclusion recelaban su ruina, por los desórdenes que constarian de los procesos, sí ellos no adelantaban su astucia á oprimir al Adelantado, deponiéndole del gobierno ó por tírano ó por indigno del puesto.

Valiéndose pues de su malignidad, interpretaban & mal todas sus acciones aun las mas justas. El retiro que observaba en su casa aquellos dias, sin dejarse ver, por la dolencia que trajo contraida de la jornada, decian que era soberania, arrogancia y desprecio de los vecinos. A la observancia de los reales mandamientos, llamaban tenacidad y adhecion á su propio capricho; á la atencion á mirar por la libertad de los indios, daban nombre de tiranía, con la cual procuraba reducirlos á miseria para triunfar mas á su salvo de todos; y no contentos con dar estos visos á sus acciones se arrojaban á Anlir otras que le acabasen odioso, porque decian

que sin reparo escedia de las instrucciones que el Real Consejole dió, encaminadas al alivio de la provincia, y que estaba resuelto á despojar á todos los vecinos de las encomiendas, y hacerles tales vejaciones que perdiesen las haciendas ó en los litijios, si las quisieran redimir, ó en su própio sufrimiento, si se resolviesen á callar.

Todo esto, lo pintaban con tales coloridos que lo hacian creible, y aun á los mas advertidos hacia recelar fuese factible. De aqui pasaban á mostrar grande irritacion contra tales tiranías y á lastimarse compasivos de los que indefensos las padecian, y como quien no se atrevia á empeñarse por no tener séquito, pero que se hallaban con bastante celo para sacar la cara, si se viesen con algun fundamento, decian á los hombres principales de la república:

¿Es posible que entre españoles que hemos tenîdo aliento para conquistar tantas naciones, falte espíritu para buscar camino por donde salir de tan violenta opresion? ¿Cómo consentimos que este hombre se tome tanta mano sobre nosotros, que ejercite ya sin freno, su tiranía? Hemos padecido imponderables trabajos en una jornada inútil á que nos condujo su capricho, y cuando nuestra condescendencia le debiera cautivar la voluntad para que se mostrase aficionado á nuestros intereses, le hallamos totalmente opuesto á nuestras conveniencias y arrestado á perdernos. ¿Hasta cuándo ha de durar nuestra tolerancia? Sin duda hemos pasado de

sufridos á insensibles, pues consentimos nuestros ultrajes como si no nos tocaran y nos hallamos al parecer olvidados de nosotros mismos.

¿A qué aguardamos, amigos, que no abrimos los ojos y buscamos el remedio de tanta tiranía? Todos estamos obligados á mirar por el bien de esta repú blica y á nada debemos perdonar por sacarla de esta cruel servidumbre: nosotros la fundamos á costa de nuestra própia sangre, no es justo desampararla en su mayor aprieto. El fin de su fundacion, fué que sirviese de terror á tantos enemigos que la rodean, y fuese la señora que dominase á estas gentes. ¿Y ahora hemos de permitir que rinda la cerviz al yugo afrentoso de un solo hombre tiránico que tira por todos caminos á arruinarla? Hemos su frido hasta ahora por no manchar nuestra fama con el feo borron de desobedientes al ministro de nuestro príncipe; pero cuando este mismo deslustra con sus enormes operaciones, la imájen de la majestad que representa, sus atrevimientos consentidos por nosotros serán ya acusaciones de nuestra flojedad y desprecios de nuestra paciència.

Si le dejamos proseguir en sus designios, llegará nuestro daño á ser irremediable y triunfará insolente en nuestra ruina ¿ Pues en qué nos detenemos que no miramos por nosotros mismos? ¿Recela alguno que nuestro rey reprobaria nuestra resolucion y quedásemos incursos en la nota de desleales? No podemos esperar esto de la benignidad con que nos atiende, pues dejamos de obedecer á un ti

rano que abusa de su real confianza, por conservar la razon de nuestra parte, y adelantar sus dominios. Si tenemos á algunos amigos que todavia siguen su partido, ni ellos son tantos que puedan dar temor á los que sacaremos la cara, ni todos lo que lo parecen le tienen tanta voluntad, que por él quisieran perderse, y nos persuadimos que los mas, una vez ejecutada la deposicion de este hombre, se hallarán necesitados á mirar como remedio el séquito de nuestro partido. Nosotros que suponemos tanto en esta república debemos impedir con todo el esfuerzo de nuestros hombros su ruina, y por tantos caballeros tiene el Paraguay que supieran con su valor llenar el lugar de capitan para esta faccion, juntémosnos todos y hagamos comun la causa pues lo es tambien la ofensa.

En esta sustancia hablaban los oficiales reales, á los que veian mas fáciles de traer á su devocion y hallando en muchos bastante disposicion se resolvieron á poner por obra sus premeditados designios, á cuyo fin convocaron una junta de todos los que se habian declarado sus parciales en que se dió la traza de prender al Adelantado disponiendo que toda esta máquina, se recatase de la noticia de algunos que conocian ser de condicion pundonorosa y enemigos de la sinrazon y mucho mas de tan declarada deslealtad. A estos, se resolvió, se les des. lumbrase con el pretesto de que yendo los oficiales reales & requerir al Adelantado no intentase quitar á los vecinos que no fueron á la jornada, los re

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