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ral de los hombres. El uno de ellos, Alejo Garcia, era muy perito en la lengua de los tupíes, que en buen número se le ofrecieron por compañeros de aquella empresa, y como es la misma, con poca diferencia, que la de los guaraníes, aportando á su país estos aventureros, pudieron entre ellos adquirir noticia de los opulentos reinos del Perú, y el Garcia persuadió á muchos guaraníes pasasen en su compañía á descubrir aquel imperio, de donde podrian traer metales preciosos y las otros cosas estimables de que decian abundan.

Poco les moveria el interés á los que vivian contentos en su miseria, pero como es gente guerrera é inclinada á novedades, creo no seria necesaria mucha retórica para persuadirles fuesen á descubrir nuevos países. Obráse este ó aquel motivo, ellos en número de dos mil se dieron por compañeros de los portugueses, y caminando por aquellos llanos, poblados de diversas naciones, unas feroces, pacíficas otras, en estas no sintieron oposicion, pero aquellas les hicieron fuerte resistencia, y les fué forzoso allanarse el camino con las armas, entre las cuales el espanto de las bocas de fuego, manejadas con destreza por los lusitanos, era el que obraba con mas eficacia. Al cabo de varias jornadas y aventuras dieron vista á las altas cordilleras del Perú, y encontrando por entre Mizqui y Tomina algunas poblaciones de indios vasallos del Inga, las asolaron robando y matando á sus moradores.

Quisieron adelantar la conquista y el estrago por la comarca, pero ocurrió al reparo tan copiosa multitud de los belicosos indios charcas que se vieron forzados á retirarse. Hiciéronlo con tan buen órden, que ni recibieron daño ni perdieron la presa, y llegaron así portugueses y tupíes como guaraníes, cargados de los despojos de su latrocinio, que se reducian á ropa y vestidos finísimos, muchos vasos, manillas y coronas de plata. Cebado Alejo Garcia en la rica presa, se le aumentaron los deseos así de enriquecer como de hacerse famoso, porque su ambicion le pintaba fácil aquella conquista, si le acudiese mayor número de portugueses, cuyo valor podria contrastar la oposicion que reconoció, auxiliándose tambien de los mismos guaraníes, que podian pasar en mayores tropas por un camino mas acomodado que trajeron á la vuelta del Perú.

Para solicitar, pues, dicho socorro, despachó con los tupíes á dos de sus compañeros, con el pretesto de dar cuenta de su jornada á su capitan Martin Alfonso de Sousa, á quien por la mejor recomendacion de su negociado remitia algunas piezas de precio que le abriesen el gusto y moviesen á acelerar el despacho. No anduvo remiso el capitan de San Vicente en acudir á una peticion de que podia resultar asi grande interés y mucha gloria á su nacion, y le envió una numerosa escuadra de lusitanos bien pertrechados y mayor número de tupíes; pero le llegó antes á Alejo Garcia, el castigo merecido

por sus robos y crueldades, siendo los instrumentos de su infelicidad los mismos que él hizo cooperar á su culpa, porque los guaraníes, entre quienes andaba con sobrada confianza, instigados de su génio voluntario, se resolvieron á quitarle la vida, como lo ejecutaron, matándole sin perdonar á ninguno de sus compañeros, sino solo un hijo suyo de poca edad que no heredó sus bienes mal adquiridos sinó su desgracia, arrastrando por algunos años la cadena de un duro cautiverio, hasta que prevaleciendo el dominio español en aquellos países, le entregaron á los castellanos, y se avecindó en la Asuncion. Así dispone el cielo, que las riquezas mal adquiridas sean homicidas de sus injustos dueños, porque se dice que por robarlas le hicieron blanco de su crueldad aquellos bárbaros, aunque despues no las estimaron.

El socorro despachado del Brasil, venia á cargo de Jorge Sedeño y llegó felizmente al mismo paraje de la frontera, cuyos naturales atormentados con el torcedor de su propia conciencia, se sobresaltaron, y porque no tomasen por su cuenta el castigo de la alevosía cometida contra su compatriota, trataron de acabarlos á todos, para lo cual se coligaron con otros de la comarca y en ejército formado asaltaron á los portugueses, y mataron á Jorge Sedeño y á otros, por lo cual resolvieron los demas retirarse al Brasil; pero al llegar al Paraná, no hallaron sus canoas que dejaron en cierta ensenada; ofreciéronse á pasarlos en las suyas los pa

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ranás, quienes las traian barrenadas y lo mismo fué verlos en medio del rio, que descubrir los barrenos é irse todos á fondo con los portugueses, librándose los infieles á nado, en que son diestrísimos, y pereciendo todos los cristianos, sin haber quien llevase la noticia de tan lamentable tragedia al Brasil.

Esta, pues, fue la causa de hallarse aquella plata entre los indios de la frontera, la cual como ignorase Gaboto por carecer de intérprete, estaba muy gozoso con aquel hallazgo, prometiéndose en su ánimo, si la conquistaba, estraña opulencia. Preguntó á los indios de donde sacaban aquel metal, y como la plática era por señas, al señalar los bárbaros el rumbo de hácia el Perú, se persuadía estaban las minas allí cerca, que cuando se desea una cosa las mas leves conjeturas parecen razones eficaces que apoyan el propio sentir, y aun las circunstancias mas disonantes hacen acorde armonía con el propio deseo. Persuadido, pues Gaboto, á que habia penetrado la significacion de las señas, y por consiguiente que le habia cabido en suerte una riquísima provincia, acabó de recoger cuantas piezas de plata pudo, y trató de volver con ellas al fuerte de Sancti Spiritus, para dar aviso desde allí al Emperador.

CAPITULO II

Llega Diego Garcia al Rio de la Plata, y despues de algunas contiendas se incorpera su gente y naos con las de Sebastian Gaboto. Despacha este sus procuradores con las primeras preseas de plata que pasaron de América á Europa para el Emperador, quien habiendo solicitado sin efecto socorriesen los armadores de Sevilla ó Gaboto, se vuelve este á España, y en su ausencia abandonan la fortaleza de Santi Spiritus los castellanos por una desgracia pasándose al Brasil.

UANIO mas se regocijaba Gaboto con sus alegres ideas y vanas esperanzas, se le aguó en parte su contento con las noticias que por medio de los indios le llegaron de que habian arribado nuevas naos, y luego se persuadió serian las de Diego García, á quien tocaba en propiedad este descubrimiento y temió se le ofrecerian con él lances pesados, ó que se apoderaria de sus ricas provincias, quitándole la utilidad grande que esperaba. Como lo penso, asi era en la realidad, porque las naos nuevas fueron las de Diego Garcia, quien habiendo arribado al puerto de San Vicente en el Brasil á 15 de enero de 1527 halló grata acogida en un bachiller portugues, su compatriota, que le dió suficiente provision de bastimentos, y lo que fué no

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