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oviar todos los inconvenientes con superior providencia.

Prevaleció este dictámen y prosiguieron su navegacion en que les fué preciso arribar á las islas de los Azores por ir muy maltratado el bergantin. Estaban ya olvidados los oficiales reales de las promesas que hicieron en la tormenta, y volvieron á revi. vir en sus ánimos las pasiones antiguas como sucede muy de ordinario á los malos que á vista de los peligros vuelven en sí, para olvidarse mas de sí cuando se ven libres de ellos. Desconfiaban sin duda tener buen despacho en la justificacion de su monarca, si llegaba á oir la justicia de Alvar Nuñez, y buscaron pretesto para evitar sin nota de ellos, que llegase á su presencia.

El medio fué persuadir á Manuel de Cortereal, capitan mayor de la is la Tercera, prendiese al Adelantado porque al pasar con su armada por Cabo Verde para el Rio de la Plata, saqueó aquellas islas. Fuera ser el delito supuesto, dió que pensar aquella acusacion al capitan portugués, persuadiéndose se ocultaba en ella algun gran motivo, pues sin él, no le parecia creible que castellanos fuesen tancelosos de los derechos de Portugal, que acusasen á uno de su misma nacion por haberlos violado: observó tanto los ánimos y hallándolos llenos de pasion contra el pobre caballero, conoció lo interior de su propuesta, é inclinado de su propia generosidad en favorecer al perseguido, despreció la delacion diciendo; no creia su Rey, que caballero castellano

de las obligaciones del Adelantado hubiese cometido tal atentado en los dominios portuguesee en tiempo que observaban la mas sincera correspondencia, ambas coronas.

Desvaneció esta respuesta los designios de los oficiales reales y hubieron desairados embarcarse en otro navio para España donde llegaron á tiempo que murió el obispo de Cuenca don Sebastian Ramirez de Fuenleal, presidente del Real Consejo de In dias, que instruido de los sucesos é insolencias que los oficiales de la Real Hacienda cometian en las Indias, solia decir que esta destemplanza, originada de la codicia y ambicion, no se podia correjir con la tarda operacion de los remedios suaves que dejaban cobrar mayor fuerza al humor pecante, sino con evacuaciones copiosas de la sangre de los delincuentes, y se sabe que por las noticias habidas por la via del Brasil de lo obrado en la Asuncion, estaba resuelto á prácticar ese dictámen en las personas de Cabrera y Venegas para terror y escarmiento de los demas.

Adelantáronse ambos á informar al Real Consejo cuanto les dictó su pasion y el deseo de justificarse; pero llegando Alvar Nuñez se dejó atender tanto su justicia, que dando su causa por perdida Cabrera y Venegas desaparecieron de la corte con varios pretestos: con todo aunque su fuga los puso libres de las manos de la justicia humana no pudieron evadir el rigor de la divina que les fué á los alcances; por que Garcia Venegas murió de improviso y

Alonso de Cabrera enloqueció de pesar y loco mató á su propia mujer, y á Lope de Ugarte, nunca permitió S. M. volviese al Rio de la Plata, aunque para conseguir la licencia se valió de poderosas intercesiones.

Siguió el Fiscal del Consejo la causa contra el Adelantado y aunque en vista fué sentenciado en privacion de oficio y desterrado á Oran con seis lanzas á su costa, empero en revista le absolvió el Real Consejo declarándole inocente de cuanto se le imputaba; bien que por via de buen gobierno se tomó el espediente de que no volviese al Rio de la Plata por no resucitar con su presencia la memoria de sus ofensas y de los pasados escándalos; y se le señaló renta vitalicia de dos mil ducados cada año sobre las aduanas de Sevilla, donde falleció con quietud y honra, siendo prior de aquel convento. Estopiñan y Salazar siguieron en la sentencia la fortuna dichosa del Adelantado declarados por fieles servidores de S.M. y el segundo volvió ála Asuncion años despues á gozar de su pingüe encomienda de indios, trayendo á su cargo una armada y honrado con el hábito de Santiago.

Pero la ausencia del Emperador á quien la causa pública de Europa tenia fuera de España, embarazaba la pronta espedicion de los negocios de las indias y la celeridad necesaria para aplicar remedio á los males; por lo cual fué forzosa la tardanza de las demas dependencias del Rio de la Plata, dejando que los rebeldes gozasen de su aparente quietud

y aun poniendo las cosas en estado que los sediciosos quedaron sin castigo aunque por mucho tiempo le temieron; que á habérsele dado correspondiente á su deslealtad, hubiera sido preservativo de muchos males que se han llorado en aquella inquieta república y aun hasta el tiempo presente tienen en bastante ejercicio las lágrimas asi de los celosos como de los que son blanco de las estorciones.

CAPITULO XIII

Por la division que reinaba entre los conquistadores del Rio de la Plata se rebelan de nuevo los indios á quienes vence y sujeta el general Domingo Martinez de Irala. Entra este á descubrir por tierra de los mbayas hasta los confines del Perú. Castiga á los paranás. Pacifica por medio de Nuflo de Chaves á los tupis; reparte encomiendas de Indios coutra las órdenanzas reales. Permite grande licencia á los soldados, y otras trazas de que se valia para asegurarse en el Gobierno.

ALLASE desacreditado el ocio entre todos cuantos bien sienten, porque como raiz infecta solo produce frutos de mal dad; y aun la escuela de la esperiencia enseña ser origen de todos los males; pero en tierras espuestas á inquietudes al paso que entorpece los ánimos para todo lo bueno aviva los genios bulliciosos para idear novedades perjudiciales al reposo público. Estaba bien persuadido de esta verdad Domingo Martinez de Irala quien aunque permitia toda licencia, especialmente á los poderosos por no malquistar su gobierno con el sobrecrito de rigor, con todo, como deseaba mantener el imperio, procuró desterrar de su república la ociosidad que pudiera dar fomento á alguna nueva

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