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nador en que afianzaba las esperanzas de su quietud y otras grandes conveniencias.

Hallóle muerto el nombramiento de gobernador; pero no obstante la gente que le habia de acompañar no desistió de su jornada y la hicieron en compañia de Nuflo de Chaves y los otros tres mensajeros que despachó Irala con el cual entraron al Paraguay el capitan Pedro de Segura noble guipuzcoano que habia militado con buenos créditos en Italia y en las Indias; Francisco Corton, Pedro Sotelo, Alonso Martin de Trugillo, todos cuatro hidalgos notorios y con ellos hasta cuarenta soldados.

Introdujeron en esta ocasion el primer ganado ovejuno y de cabrio, que se vió en aquella provincia y tuvieron en el mismo viaje el prémio de este beneficio que lo hicieron con un caso gracioso que les sucedió, porque animados los indios con el corto número de los españoles determinaron vengar en ellos los agravios que recibieron de Irala y se juntaron mas de tres mil, los cuales yendo siguiéndoles á lo largo se arrestaron una noche á dar asalto á su real. El peligro de los españoles era manifiesto, la defensa muy débil contra tanta multitud, y lo peor que estaban agenos de los designios de los bárbaros. Acercáronse estos al real sobre el segu ro de que no eran sentidos, mas animosos, cuanto imaginaban á los españoles mas descuidados como pasaba en la realidad; pero oyendo el ruido que hacian los machos de cabrio, creyeron que nuestra gente estaba puesta en armas, y como aquella in

quietud duró toda la noche no osaron dar el asalto y retirándose se libraron los nuestros de la muerte que hubiera sido casi inevitable por haberse entregado al sueño sin recelo hasta los mismos centinelas.

No obstante, no dejaron de tener algunos reencuentros con los bárbaros que llevaron siempre la peor parte, y al cabo llegaron sin pérdida de ningu no á la Asuncion, donde fueron recibidos con grande regocijo por Irala, que sabiendo la muerte de Diego Centeno á quien habia provisto por gobernador el Presidente, se dió por mas seguro en su gobierno; pero no le hubiera durado mucho si hubiera á lo menos surtido efecto la disposicion del Emperador, porque aunque mas se esforzó Irala á impedir no llegasen á la corte noticias de su proceder, al fin se supo estaba apoderado de todo; y para deponerle y castigarle se admitió la oferta de Juan de Sanabria, caballero rico natural de Medellin, quien porque se le hiciese merced de la gobernacion y capitania general del Rio de la Plata hizo en 22 de Junio de 1547 asiento con el Emperador.

Obligóse lo primero á que conduciria á sus espensas cien familias para poblar en dicha provincia, fuera de doscientos cincuenta soldados que prosiguiesen la conquista. Lo segundo que fundaria dos pueblos uno en el rio de San Francisco junto á la isla de Santa Catalina y otro á la entrada del Rio de la Plata en la parte mas cómoda segun resolviesen personas prácticas de esta navegacion cuyo

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parecer debia oir sobre el caso. Lo tercero, que llevaria todas las semillas necesarias y las repartiria graciosamente para el cultivo de la tierra.

Lo cuarto, conduciria el vestuario y los géneros necesarios como ropa, hierro, acero, rescates para socorro de los conquistadores á quienes lo fiaria con tal que se mancomunasen de diez en diez á pagárselo á los precios que llevaba tasados por el Consejo. Lo quinto, que daria buque en sus naos para que pasasen oficiales de todas las artes mecánicas con las herramientas é instrumentos de sus oficios, sin llevar por el flete mas de ocho ducados por cada persona y seis por cada niño, concediéndoles á cada uno lugar para una caja.

Lo sesto, que habia de llevar á su costa ocho religiosos franciscanos para que promoviesen el culto divino y entendiesen en la conversion de los indios; y este fué el capítulo mas encomendado por S. M. mandando que de su Real Hacienda se les diesen ornamentos muy cumplidos fuera del matalotage necesario y el aceite para las lámparas y vino para celebrar el santo sacrificio, todo en tal cantidad que fuese suficiente para seis años: que siempre hicieron mas fuerza en su piedad austriaca los aumentos de la religion que ruido en su cuidado los intereses temporales que gastaba con generosidad própia de monarca, en cuanto pertenecia al culto divino. Lo séptimo; que para efectuar todo lo dicho aprestaria á su costa cinco navios con bastimentos suficientes no solo para la navegacion sino

para ocho meses despues de arribar al Rio de la Plata, y llevaria tambien cuatro bergantines deshechos que se pudiesen armar luego que llegasen al primer puerto de aquella provincia.

Debajo de estas condiciones se le confirió á Juan de Sanabria la merced de adelantado del Rio de la Plata, dándole licencia para poblar y hacer nuevos descubrimientos en los cuales obtuviese la tenencia de las fortalezas que fundase y el alguacilazgo mayor de las poblaciones con los acostumbrados salarios, y concediósele facultad para repartir caballerias de tierras á los vecinos. Mandó en esta ocasion el Emperador que en el pueblo donde residiese el Adelantado no hubiese mas de doce regidores y que los alguaciales no percibiesen por los derechos de las esacciones arriba de cinco por ciento.

Ajustados en esta forma los negocios de Juan de Sanabria se partió este de la Córte á Sevilla á dar calor en el apresto de las naves y lo demas necesario para la jornada. En ese tiempo llegó á noticia del emperador don Carlos que el rey de Portugal despachaba copioso número de portugueses á fundar nuevas colonias en el Brasil, como de hecho salió de Lisboa el dia 1. de Febrero de 1549 el gobernador Tomé de Sosa con mas de mil hombres para ese fin, por lo cual mandó S. M. Imperial se le advirtiese esta novedad al adelantado Sanabria para que apresurase su viaje é impidiese que los lusitanos no ocupasen palmo de tierra que pertene

ciese á la demarcacion de Castilla y por consiguiente á su gobierno que parte términos por el oriente con el Brasil; pero cuando con mayor empeño solicitaba su jornada hubo de hacer la de la eternidad sepultando con su muerte las esperanzas que se habian concebido de poner órden en las inquietudes del Rio de la Plata.

Con todo eso mandó el Emperador por provision de 12 de Marzo de 1549, se le advirtiese á su hijo Diego de Sanabria, que si queria continuar el asiento ajustado con su padre se le confirmarian las mismas mercedes. Aunque lo aceptó, no pudo aprestar mas de dos navios con otro que por su cuenta armó el capitan Becerra con ánimo de hacer la misma jornada; pero ofreciéndosele al adelantado Diego de Sanabria ciertos litigios en la corte, le fué forzoso ir á seguirlos personalmente, y en el interin, encomendó al capitan Juan de Salazar Espinosa que volvia al Rio de la Plata provisto tesorero general de dicha provincia, atendiese al apresto de cuanto fuese necesario para el viaje.

Como se dilatase el Adelantado en la córte, dió órden que á cargo del mismo tesorero, persona muy práctica de aquella navegacion y benemérita, partiesen los dos navios y el del capitan Becerra porque él los seguiria luego que se desembarazase de los pleitos referidos en otro tercer navio, como lo ejecutó dos años despues; pero con tan poca fortuna, que erraron los pilotos el rumbo, y la fuerza de una tormenta al querer montar el cabo de San

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