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mansas, que casi se venian á las manos, y á poca diligencia las mataban con palos. Asi socorre la Divina Providencia á los mortales en los mayores desamparos, disponiendo que las aves de quien cuida con tanto esmero como nos enseña el Salvador, pueblen en medio de los mas dilatados piélagos para beneficio del hombre. No hallando aqui otra provision, fué forzoso pasar en breve adelante, y acometidos de tempestad deshecha se desparcieron los bajeles, siguiendo la almiranta con otros dos la derrota en derechura al Rio de la Plata, y la capitana con los diez restantes se encaminó al Rio Janeiro, cuya playa besaron con grande regocijo, por mirarse libres de los grandes peligros de naufragar, 6. perecer de sed, á que se hallaron próximos.

Llegó muy doliente el Adelantado, y dió órden obedeciesen todos al maese de campo, á quien dañó sin duda la mucha aceptacion que tenia entre la milicia, porque sabia granjear los ánimos de los soldados con el agrado y con los beneficios, y ser superior sin dejar de ser compañero; pero como al mismo tiempo, el Adelantado era menos bien visto, por atribuirse á falta de su providencia las miserias padecidas, entró en sospechas contra Osorio y no faltando quien le rifiriese cierto chisme, fundado en ciertas palabras ambiguas suyas, se impresionó tanto, que tomó la bárbara resolucion de mandarlo matar, sin oir sus descargos ni darle tiempo para prevenirse como cristiano al último

trance.

Llamó pues el Adelantado, mas doliente en el ánimo que en el cuerpo, á cuatro de sus mas confidentes que fueron Juan de Oyolas, Juan de Salazar, Jorge Lujan y Lázaro Salvaisco, y significándoles muy misterioso cuán graves motivos le asistian para darles una órden, que ellos mismos estrañarian, conociendo la confianza y amor que debia al personaje contra quien se veia forzado á usar el último rigor, les conjuró á que le guardasen secreto, y reconvino con la obediencia que le debian, como á su jefe principal. Prometieron ellos. el secreto y la prontitud en ejecutar sus órdenes, en cuya confianza les mandó que luego diesen muerte á puñaladas al maese de campo Juan de Osorio, lo que quizá no les desagradaria mucho, porque serian por ventura de los pocos que se hallaban sentidos de Osorio, por su genio sacudido con los nobles susiguales, y por que no es creible se llegase á descubrir el Adelantado con personas de quienes no tuviese total satisfaccion de que no hallaria algun embarazo la ejecucion de sus designios.

Salieron, pues, de la casa del Adelantado resueltos á dar gusto á su jefe superior, y encaminándose á la playa, hácia donde supieron habia tirado, encontraron á Osorio paseándose en buena conversacion con don Cárlos Guevara. Llegándose á él Juan de Oyolas, le dijo, "Vmd. sea preso". Creyỏ Osorio que chanceaba, y con el mismo donaire se retiró, sin otro ademan que el de empuñar la espada, tan ageno estaba su corazon de imaginar en sí

culpa porque mereciese ser preso. Replicóle entonces el aguacil mayor Oyolas: "Téngase Vmd. Sr. Maese de campo, que el señor Adelantado man

da

que V. sea preso." Conociendo por el modo de hablarle que el negocio iba de veras, respondió prontamente el Maese de Campo: "Hágase lo que su señoria ordena, que le obedezco con todo el rendimiento que como á mi superior le profeso, y entregando las armas, se fué con los cuatro hácia la tienda del Adelantado, que estaba á la sazon rodeado de la gente de su guardia.

Adelantóse Oyolas á dar al Adelantado noticia de la prision y preguntóle qué se habia de hacer del preso? á qué respondió: "ejecútese sin replicar lo que tenia comunicado;" con lo que saliendo Oyolas y haciendo señas á sus compañeros, cosieron á puñaladas al Maese de Campo, hasta quitarle la vida, sin darle lugar para que cumpliese con las obligaciones de cristiano. Cególe tanto su pasion al Adelantado, que pasó su venganza los términos de la vida del que llegó á imaginar émulo, porque mandando esponer en público el cadaver en un repostero á vista de todo el campo le hizo poner este rotulo "Por traidor alevoso" y echó bando, con pena de muerte, contra quien osase reprobar aquella muerte, 6 sacar la cara por el difunto.

Con esto, parece quiso el Adelantado, cohonestar ó á lo menos, escusar su accion; pero en vano, por que si la accion fué mala, fué mucho peor para la

escusa, pues no contento con haber apagado las luces de tan noble y apreciable vida, quiso oscurecer el terso resplandor de su honra, echando un borron infame en su fidelidad, en lo que le hizo mayor injuria, cual la llora, con ser estraño, Ulrico Fabro (1) diciendo "pone á Dios por testigo de que se le hizo insigne agravio, porque era tan señalado en la bondad, lealtad y honestidad de costumbres, como esclarecido en el arte militar y siempre benemérito de toda la milicia." Si esto sentia un estranjero, ¿cuál seria el dolor de sus amigos y deudos? Pero hubieron de disimular y acomodarse con el tiempo, considerando mas poderoso el partido del Adelantado que estaba tan lejos de arrepentirse que se dejó decir al ver el cadaver: "Este hombre tiene su merecido, que su soberbia y arrogancia le han traído á este estado.

Súpose despues de cierto que todo el cuerpo del delito que se le acumuló, para tan cruel muerte, fué el haberle sugerido algunos envidiosos al Adelantado, que su maese de campo, se habia dejado caer estas palabras: "Que en llegando al Rio de la Plata haria corriesen las cosas por diferente orden," á las cuales aunque se pudiesen entender en tan sano sentido que nada perjudicasen á la autoridad del Adelantado, les dieron tan siniestra interpretacion los malsines, que abultaron mucho en su imajinacion aprensiva, y lo precipitaron en tamaño desacierto.

(1) Ulric. Fab. in sua descrip, cap. 2.

á

Al cabo, como el maese de campo, era persona tan principal, y especialmente porque era muy amado, se fué haciendo poco a poco sensible su pérdida y obrando el dolor con actividad, no se pudo contener en el recinto de los corazones, sin prorumpir en muchas señales de sentimiento, quedando no pocos tan disgustados que estuvo para suceder un motin, en que todos se perdiesen, y á lo menos muchos, se resolvieron á abandonar el peligroso imperio del Adelantado, y quedarse en el Brasil lo que algunos mas resueltos lo ejecutaron.

Porque (decian) en caso tan atroz ha violado feamente don Pedro de Mendoza los fueros de gobernador justo, é igualmente los de caballero; lo primero porque si procediera como buen gobernador, debiera ántes fulminar causa contra el difunto, hacerle cargo de los delitos, y oirle sus descargos, y si convencido, pareciese digno de muerte, aunque se estrechasen los términos segun el estilo militar, darle siquiera plazo competente en que ajustase las cosas de su conciencia, para que perdiendo la vida corporal, no corriese riesgo la del alma. Y si procediera como caballero, era cosa fea abusar de la. potencia de juez para vengar el agravio particular de su persona, y mucho mas, complicarle sin razon en un delito, que no solo era perjudicial al reo, sino que oscurecia el esplendor de su noble parentela, siendo propio de villanos pechos, no teniendo valor para satisfacerse en el campo, hacer parcial. de su venganza el brazo de la justicia esgrimiendo

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