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la comarca, pudiendo tambien servir de escala para penetrar al Perú, dio órden de que quedando las embarcaciones mayores ancoradas en el puerto de San Gabriel con poca guarda, se pasase toda la gente en las menores al sitio señalado, entrando por un riachuelo poco distante del paraje donde se poblaron. Allí dió luego principio á una ciudad que puso debajo del patrocinio de la Emperatriz de los cielos, intitulándola Santa María de Buenos Aires, la cual, aunque corrió la misma fortuna de sus pobladores, se restauró despues, para ser uno de los célebres puertos de la América, y llave del imperio peruano, como lo es al presente.

CAPITULO IV.

Trabajos escesivos de los españoles en Buenos Aires y otras partes del Rio de la Plata, y los demas sucesos del Adelantado don Pedro de Mendoza, hasta su muerte.

OL país donde se fundó la nueva colonia de españoles, era suelo nativo de la bárbara nacion de los querandies que por la costa se estendia hasta el cabo Blanco y por tierra adentro llegaba hasta las famosas cordilleras del reino de Chile, discurriendo vagos, al modo de los tártaros, por aquellos anchurosos campos, sin tener morada fija, por que sus casas portátiles reducidas á cuatro cueros de fieras o de ciertas esteras, se mudaban segun la comodidad que hallaban para la caza, durmiendo donde les cogia la noche, siempre peregrinos y siempre en su patria. No estrañaron mucho á los nuevos huéspedes, ántes el interés de los res

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cates los convidaba á que, depuesto todo el recelo que les inspiraba su genio bien uraño, frecuentasen la nueva poblacion acudiendo con basti

mentos.

El Adelantado que los consideraba al fin þárbaros, vivia poco satisfecho de su humanidad y daba calor á la construccion de una fortaleza que asegurase en su recinto la vida de todos, en caso que se causasen de ser constantes los nuevos amigos: parece que les habia leido el genio, por que en la realidad es gente novelera y muy belicosa, de estraño aliento y grandes corredores, cuyo empleo único es la caza y pesca de que se sustentan, y el ejercicio de sus armas. Era fuera de eso, nacion muy numerosa, pues en solo aquel sitio donde se fundó la ciudad estaban actualmente poblados como 3000 hombres de pelea, con la chusma de sus hijos y mujeres: con que fué consejo muy acertado dar calor á la fortaleza donde era tan evidente el peligro.

Hubiéronla presto menester, por que á los 14 dias desistieron los bárbaros del teson con que habian conducido bastimentos, los que echando menos el Adelantado despacho al Alcalde de la nueva ciudad, Juan Pabon, con dos ministros de justicia para que hablando pacíficamente á los querandies, que estaban á la sazon distante cuatro leguas, les persuadiesen á continuar el comercio: pero los mensajeros en vez de portarse con la afabilidad de huéspedes, quisieron, desde luego, hacer muy de los señores, mandándolos con tan des

pótico imperio que los bárbaros mal sufridos se irritaron con su demasía y los depacharon bien escarmentados. No contentos de esto se acercaron á la ciudad en gran número y dieron varios asaltos para impedir los progresos de la poblacion; pero en vano, por que los rechazaron valerosamente los castellanos y ellos se retiraron al riachuelo distante media legua, de donde acometieron á unos soldados que salian á hacer leña y carbon y fueron muertos 10 de los nuestros en la refriega.

Estas insolencias, movieron al Adelantado, á procurarles poner freno con ejemplar castigo; para cuya ejecucion nombró á su hermano Diego de Mendoza, que saliese con trescientos soldados de infantería, y doce de á caballo, montados en los que se hallasen mejor parados entre 72 caballos y yeguas que en su armada trajo á la tierra. Los capitanes para esta faccion fueron Perafan de Ribera, Francisco Ruiz Galan y D. Bartolomé de Bracamonte, con quienes se juntaron á caballo Pedro Ramirez de Guzman, D. Juan Manrique, Pedro de Benavidez, Sancho del Campo y Diego Lujan. Fueron marchando todos á son de cajas con grande órden, hasta una laguna que distaba como tres leguas de la ciudad, y llegando al puesto por donde se desaguaba, que era un ancho y difícil arroyo, descubrieron en la otra banda un cuerpo de cuatro mil infieles porque los querandies habian convocado para su defensa á muchos aliados de otras naciones. Envióseles a convidar con la paz, pero ellos se

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pusieron & punto de guerra, prevenidos de antemano para el conflicto, con mucha flechería, dardos, macanas y bolas de piedra, que eslabonadas por las puntas de una cuerda, las jugaban para enredar á sus enemigos por los piés, y ahora les pareció podrian hacer lo mismo con los caballos, que aunque los tuvieron por brutos monstruosos, no los. imajinaron invencibles como en otras partes de las Indias.

Tocaban pues los instrumentos bélicos de bocinas flautas y cornetas, con ademanes de acometer, á tiempo que los castellanos discordaban entre sí sobre el modo de ofenderles, porque Diego de Mendoza decia, escuazasen el arroyo para que avanzando la infantería, y rompiendo con los arcabuces y ballestas el ejército bárbaro, pudiesen despues los de á caballo, salir á escaramuzas y acabar de desbaratarles. Otros capitanes juzgaban que por hallarse los nuestros en puesto ventajoso, seria mejor esperar inmóviles á que el enemigo le escuazase, de que ya daba muestras, y este hubiera sido el mas acertado consejo; pero no se siguió, porque parece empezaba ya á influir la injusticia de la muerte desastrada del maese de campo Juan de Osorio, pues se escojió lo peor que fué pasar el desaguadero. Los hierros de la culpa, son como los de la cadena que tienen otros eslabonados: quien eche mano á los primeros, no estrañe que los demas le sigan, porque permite Dios con alta y sabia providencia los yerros segundos, para castigo de los primeros.

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