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del país, porque llegó á encontrarse con ellos un español llamado Gonzalo Romero, de los que vinieron en la armada de Gaboto, el cual habia discurrido entre los bárbaros tres ó cuatro años, les dió noticia de que en la tierra á dentro habia grandes poblaciones y provincias muy ricas, cuya relacion, les movió á seguir aquel rumbo para salir de laceria. Suspendióse esta resolucion con la vista del Adelantado, que determinó hacer asiento fijo en el puerto de Corpus Christi que distaba poco de la poblacion de los timbues, y por esta razon era socorrido con puntualidad, y la gente se iba reforzando y acostumbrando á los mantenimientos del país.

Pero pareciendo á algunos capitanes, que no era bien poblarse tan cercanos á los indios, que si ahora eran amigos, podian presto, llevados de su natural inconstancia, convertirse en enemigos, aconsejaron al Adelantado mudase la poblacion á otro sitio distante cuatro leguas, llamado Buena Esperanza, como se ejecutó, levantando casas pajizas para su habitacion, y una mas acomodada para el Adelantado. Conocieron presto el yerro de esta resolucion, porque con la mayor distancia, era menor la puntualidad de los socorros, y volvióse á sentir la necesidad, que abrió puerta á la discordia entre los capitanes, de los cuales, unos querian se siguiese el consejo de Gonzalo Romero de entrar á descubrir por el rumbo que señalaba; otros, que se rejistrase el rio Paraná y el Paraguay, hasta dar con las riquezas que ponderaba Sebastian Gaboto.

En esta confusion, procuró el Adelantado, informarse de los timbues qué tierras eran aquellas que nombraba Gonzalo Romero, cuál su calidad, y abundancia, y los genios de sus naturales; y vino á sacar en limpio, que á la parte de sudoeste vivian ciertos indios vestidos, que poscian muchas ovejas de la tierra y contrataban con otras naciones, muy ricas de plata y oro, y que era paso forzoso para aquellas provincias una nacion no muy distante, cuya habitacion era muy diferente de las que usan otras gentes, pues vivian debajo de tierra como fieras, y esta fué la de los comechingones, en cuyo distrito se fundó despues esta ciudad de Córdova, y los llamaron por esta razon los indios de las cuevas.

Para concordar pues ambas partes discordes, despacho el Adelantado dos soldados animosos, que se ofrecieron para ir á rejistrar y traer noticias individuales de aquellas provincias, aunque nunca se supo cosa alguna de ellos, si bien no falta quien asegure, que despues de varias aventuras, salieron finalmente al Perú de donde se volvieron á Castilla. Para descubrir por el rio, destinó á su teniente general Juan de Oyolas con orden precisa de que dentro de cuatro meses volviese á darle razon de su descubrimiento, y padeciendo en esta jornada lo que diremos, no pudo venir al tiempo señalado, con grande pesar del Adelantado, que librando en su vuelta su remedio, le esperó algunos meses mas, hasta que adolesciendo de gravísima enfermedad, que le baldó piés y manos, se hizo llevar á la ciudad

de Buenos Aires, con determinacion, si lo permitiese su dolencia de volverse á Castilla, pues allí no esperimentaba sino nuevas desgracias que se atropellaban unas á otras.

Halló en Buenos Aires, que habia perecido la mitad de la gente á los rigurosos filos del hambre, y la restante estaba tan mal parada, que temió prudentemente no quedase persona con vida. Porque habiendo faltado la racion ordinaria, comieron no solamente sapos, culebras y otras sabandijas, sino los escrementos humanos; y llegó á tanto la necesidad, que como en tiempo en que Mario tuvo sitiada á Roma, se hallaron forzados los romanos á comer carne humana, así sucedia á estos miserables, que los vivos se cebaban en la carne de los difuntos, de manera que á los que murieron por justicia los quitaron de la horca para satisfacer la propia necesidad. ¡Triste y lamentable espectáculo! Pero aun fué mas terrible, ver que hubo hombre, que á su propio hermano difunto, le sacó las entrañas para mantener su vida, para que se disminuya el asombro que causa el inhumano hecho de aquella infeliz mujer, que dió sepulcro vivo en sus propias entrañas al hijo nacido de ellas, como sucedió en el sitio de Jerusalem por Tito y Vespaciano.

Aumentaba la afliccion de aquella miserabilísima gente, el rigor inhumano con que el teniente Francisco Ruiz Galan los trataba, pues cuando la necesidad que carece de ley era tan estrema, observaba los ápices de las leyes, como pudiera en el

tiempo mas próspero, ejecutando castigos no merecidos, como fué en tres españoles, á quienes porque cogiendo un caballo le mataron, mandó ajusticiar sin remedio, y fueron colgados de la horca, no tanto para escarmiento, pues no le podia haber, cuanto para pasto de otros que robaron sus cuerpos. Y aun pasaba de celador de la justicia, á resoluciones que ofendian claramente á la misma justicia, como sucedió á una matrona noble, de quien vivia aficionado un marinero, y porque se rindiese á su gusto, pactaron le daria este un pescado. Recibido por la dama, se resistia ella constante á cumplir el infame pacto; y poniendo el marinero ante el teniente, una querella indigna de cristiano, dió el juez inícuo una sentencia, que ni en Turquía se pronunciaria sin horror, pues condenó á la matrona, ó á cumplir el pacto escandaloso ó á restituir el pescado. (1)

No quiso llegar á estas angustias otra mujer española que temiendo mas peligro en el rigor del hambre que en las lanzas de los bárbaros, se salió de la fortaleza con intento de ir á buscar entre ellos el remedio de su vida. Caminó el dia de su fuga por la costa del rio arriba, y sobreviniendo la noche, buscó donde albergarse, halló sola una cueva formada naturalmente en la barranca de la playa, y allá determinó guarecerse; pero al poner el pié en ella se encontró impensadamente con una leona, que estaba casualmente en penoso parto. Fué estraño el pavor que su vista causó á la afli

(1) Centenera, en la Argentina, Cant. 4. Oct. 31, f. 29.

gida mujer, y del susto cayó en tierra desmayada: volvió en su acuerdo al cabo de un rato, y no pudiendo evadir el manifiesto peligro, tomó el consejo de postrarse á sus piés de la manera que pudo, como quien imploraba su piedad con aquel humilde rendimiento.

Amansa este, aun la mas brutal fiera, como se vió en esta ocasion pues como si aquella fiera tuviera por indigno de su generosidad, ensangrentar las garras en la que se humillaba en ademan de rendida, se llegó á ella halagüeña y usando de su noble condicion, la trató de manera que, la mujer antes mas muerta que viva, cobró aliento y confianza para ayudarla en el parto en que dió á luz dos gemelos. Mantúvose despues algunos dias en su compañía, sustentando la vida con la caza, que la leona repartia con ella, como agradecida al buen oficio que le debió en el terrible aprieto de su parto, hasta que una mañana discurriendo los indios por la costa, se encontraron con ella, casualmente al tiempo que se acercaba á la márgen del rio á satisfacer la sed con sus aguas, y la condujeron á su pueblo, donde uno de ellos que se le aficionó la recibió mujer.

por

Vuelto ya á Castilla el Adelantado, salió un dia á correr la tierra un cabo militar con número suficiente de soldados; y hallando á esta mujer en uno de los pueblos comarcanos, la trajo consigo á Bue. nos Aires y la presentò al teniente del gobernador que era siempre el mismo Francisco Ruiz Galan.

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