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Se ensayó al principio de conducir aquel carruaje por medio de los mismos arreos usados en Europa; pero buscando mejor dirección y mayor seguridad en el tránsito de los malos caminos, muy pronto adoptóse el sistema de arrastrarlos á la cincha por mulas ó caballos, cada uno manejado por su respectivo jinete. Todo peligro quedaba alejado en esta forma, y los trayectos más expuestos podían pasarse sin temor.

Las dimensiones de la galera variaban según la voluntad de su constructor ó adquirentes, y en relación á su tamaño, á su peso y á las condiciones del camino, se empleaban las cabalgaduras de tiro, comunmente desolladas por la feroz montura y correaje de los peones, sin cuidados ni piedad para los animales de que no eran propietarios.

Las ruedas, las mazas, los ejes, los yuguillos y la lanza, se mantenían de

ordinario envueltos por largas lonjas de cuero fresco, como único modo de resistir á los obstáculos y asperezas del camino, y á la misma carga, aumentada arbitrariamente sin consultar la consistencia del carruaje. Con estos refuerzos de solidez proveídos fácilmente en el seno mismo de los campos, se recorrían enormes distancias en vehículos desvencijados y mal construídos, que sin aquellos suplementos de fuerza nunca hubieran podido soportar la travesía.

La galera experimentó en su tipo primitivo las pequeñas modificaciones enunciadas, impuestas por la región donde servía, y la poseyeron en los últimos días de la colonia las familias de fortuna, especialmente las familias de hacendados, pues nunca constituyó un sistema de comunicación regular, ni se incorporó por entonces á los servicios de

transporte dependientes del correo (1).

En la vía fluvial se adquirió un progreso enteramente local, nacido de la necesidad de mejorar la correspondencia entre ambas orillas del Plata. Las lanchas comunes, según el estado del río, tardaban á veces quince días desde Montevideo (cap. VII). En ellas se introdujo una innovación, que les permitió navegar velozmente. Dotadas de un palo muy alto y de grandes velas, disponían con el menor viento de una fuerza extraordinaria de

impulsión, y aunque con peligro de volcarse por falta de peso, se podía arrostrar esta exposición por la rapidez de la marcha.

Estas lanchas así dispuestas tomaron el nombre de chasqueras, por aplicarse exclusivamente al servicio de la correspondencia. Era tan desproporcionado su

(1) E. E. Vidal Esq., Pictouresque Illustrations of Buenos Aires and Montevideo, London MDCCCXX.

aparejo con las dimensiones de la embarcación, que para significar la estatura

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exagerada de una persona, se hizo enton

ces vulgar esta expresión :

el palo de una chasquera ».

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largo como

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