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para que acelerase la marcha. En efecto Chievres y su avarienta esposa, ayudados por un flamenco que llegó á ser canciller de Castilla, se habian enriquecido poniendo á precio el favor y haciendo venales los empleos; de manera que en diez meses robaron á los castellanos mas de un millon de ducados. Esto los hizo blanco del odio universal de los Españoles, á quienes irritaba mas todavía el ver que los estrangeros invadian todos los empleos y dignidades. Apenas Cárlos logró lo que queria cuando no hubo cosa capaz de detenerlo en España, y nombrando regente de Castilla al cardenal Adriano, y vireyes de Aragon y de Valencia á D. Juan de Lanuza y á D. Diego Mendoza conde de Melito, se fue á la Coruña y se hizo á la vela en 22 de mayo de 1520, sin ver que se iban engrosando las tempestades políticas que amenazaban á nuestra patria con terribles estragos.

y

Si habia poderosas razones para que el emperador se detuviese en la Península no eran de poco bulto las que le llamaban á Alemania á los Paises Bajos, en donde la doctrina predicada por Lutero hacia rápidos progresos, mientras por otra parte el rey de Francia mortificado por la preferencia que Cárlos obtuvo sobre él, deseoso de vengarse le reclamaba la restitucion de la Navarra perdida por Juan Labrit y dejaba entrever sus pretensiones al trono de Nápoles. El emperador al mismo tiempo se creia con derecho para pedir á Francisco I el ducado de Milan y aun la Borgoña, que en otro tiempo perteneció á sus antepasados. Estas diversas causas hacian la guerra inminente, pero como los dos adversarios temian comenzarla procuraban aliarse con otras potencias. En Italia Leon X resolvió mantenerse neutral porque el campo de batalla debia ser el Milanesado, y cualquiera que venciese habia de salir perjudicado. Los Venecianos hallándose en una posicion muy semejante á la del pontífice, adoptaron la misma política.

Entre todos los príncipes de Europa, el mas rico y por tanto el mas poderoso era Enrique VIII de Inglaterra, que heredero de los tesoros de su padre deseaba consagrarlos á empresas gloriosas, y era el objeto de los mas solícitos agasajos por parte de Cárlos y de Francisco, que se disputaban un aliado cuya importancia conocian.

Gobernaba á Enrique el cardenal Wolsey, prelado que desdoraba sus grandes talentos con el orgullo y sobre todo con la codicia. Francisco procuró hacerlo suyo con lisonjas y larguezas, mantenia con él una correspondencia continua, en sus cartas le daba los títulos de padre y tutor, y le pedia consejos con una deferencia casi filial. Cárlos resolvió turbar esta intimidad, y al salir de la Coruña en vez de hacer rumbo hacia los Paises Bajos desembarcó en Douvres, y su primer empeño fue ganar á Wolsey no solo concediéndole pensiones sino tambien dándole á entender que podria ceñirse la tiara. Este ofrecimiento venció al cardenal, y asi fue que la entrevista que despues de la marcha del emperador tuvo el rey de Francia con Enrique entre Guines y Ardres no sirvió de cosa alguna, porque no pudo destruir la obra de Cárlos á quien el cardenal se consagró enteramente.

El emperador despues de su coronacion verificada en Aquisgran convocó para Worms una dieta que debia abrirse en 6 de enero de 1521, y ocuparse en discurrir las medidas mas convenientes á fin de cortar el vuelo al protestantismo. Reunida la asamblea en la época indicada hizo algunos reglamentos é instituyó un consejo de regencia para ausiliar en el gobierno á Fernando hermano de Cárlos durante las ausencias de este, cuyos vastos dominios la's reclamarian muy á menudo, y luego se ocupó de la cuestion religiosa. Lutero citado en Worms no temió presentarse, y condenado por la Dieta, el elector de Sajonia lo salvó de la ejecucion de la sentencia haciéndolo ocultar en el castillo de Wartburgo en Turingia. No es de nuestro objeto estendernos sobre esta materia que de ningun modo corresponde á la historia de España, y asi solo la citarémos cuando la marcha de nuestra obra lo haga necesario.

Habíanse ya roto las hostilidades entre Cárlos y Francisco, y mientras las tropas de este invadieron la Navarra de donde fueron arrojadas, se hacia la guerra en los Paises Bajos. Wolsey firmó en nombre de su amo una liga con el emperador que acababa de aliarse con el papa; y los franceses dueños del ducado de Milan fueron echados por los imperiales que se apoderaron de Génova

muy pronto.

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mayo

El mal aspecto que con esto tomaron los asuntos de Francisco I se empeoró todavía al declararle la guerra Enrique VIII en de de 1522. En vista de esto levantó un poderoso ejército, mientras Cárlos con intento de trasladarse á España pasó á Inglaterra y estrechó mas y mas su alianza con Enrique, que al momento juntando cuantos buques pudo, asoló las costas de Normandía, hizo un desembarco en Bretaña y trasladado á Calais se puso al frente de sus tropas y de las flamencas que allí acudieron; mas los ingleses fatigados por el duque de Vendome, general frances, faltos de víveres, y viendo muy disminuido su ejército hubieron de retirarse. Este fue el término de aquella campaña que habia principiado con trazas de ocasionar un espantoso trastorno. Apenas Cárlos vió comenzada la lucha entre la Francia y la Inglaterra cuando se trasladó á España en donde su presencia era muy ne

cesaria.

En efecto, mientras el emperador triunfaba en Italia de su rival Francisco I, España fue víctima de las revueltas que amenazaban humillar ó destruir tal vez la autoridad del monarca. Aquellos acontecimientos merecen un lugar muy señalado en nuestra obra, y se lo darémos en este instante.

poco

COMUNIDADES DE CASTILLA.

Vamos á presentar un período muy sonado en la historia de Castilla, cuyo período ha hecho notable un suceso mas célebre por su magnitud que por su importancia. Y al anunciar que fue célebre por su importancia entendemos decir que lejos de dar el resultado que sus autores se habian propuesto á favor de las libertades de Castilla, las comprometió de una manera muy arriesgada por falta de buena direccion y de inteligencia. Desde muchos años antes se habian dado ya serios ataques a las leyes fundamentales del reino, las cuales no fue difícil conocer que á morir del todo al observar los primeros pasos del reinado de Cárlos I. Este monarca jóven, inesperto, y estrangero, en todo el

TOMO III.

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iban

significado de esta palabra, desconocia enteramente la nacion que se le encomendaba, y lejos de suplir esta falta echando mano de españoles que pudiesen encaminarle, se rodeó de flamencos que á fuer de estrangeros consideraron la España como una mina que debian beneficiar en provecho suyo. Atacados los privilegios de la nobleza, menospreciadas las libertades de los pueblos, colocados en las primeras dignidades del reino los que vinieron para saquearlo, no habia medio entre sujetar el cuello á la coyunda de un poder despotico ó alzarse los pueblos para defender lo que era suyo. Poco faltaba ya para que fuese esta última la resolucion que abrazaran, cuando la novedad de convocarse Cortes para Santiago de Galicia fue la chispa que encendió la hoguera que estaba oculta. La ciudad de Toledo dió el grito de alarma y D. Juan de Padilla, D. Hernando de Avalos y D. Pedro Laso de la Vega fueron los tres que mas acérrimos se mostraron para el sostenimiento de las libertades y fueros. Resuelta la ciudad á llevar adelante los intentos de estos tres adalides escribió á las demas de voto en Córtes para que unidos los comisionados de todas pidiesen al rey que no se ausentase, que las Cortes se celebrasen en Castilla, que los oficios no se vendiesen ni se dieran á estrangeros contra lo que las leyes dispo nian, que la inquisicion se circunscribiese á lo que tocaba al servicio de Dios, que no se oprimiera á los pueblos y que se admi-nistrase justicia. La mayor parte de las ciudades unieron sus votos á los de Toledo, la cual envió una comision al rey que en Villalpando le dió audiencia, mas nó satisfaccion, pues se limitó á decir que en Benavente contestaria. Allí los diputados fueron recibidos con poca mesura, y el presidente del consejo los citó laş

para Córtes de Santiago, á fin de que espusieran en ellas los agravios

de que se quejaban.

Abiertas las Cortes en 1.o de abril de 1520, manifestó el presidente que era necesario que el rey marchase, y que para atender á los gastos del viage se hacia indispensable que las Cortes le concediesen un nuevo servicio. Los procuradores de Toledo privados de poderes amplios no asistieron al congreso, y aunque los de otras ciudades no osaron contrarestar las demandas del presidente, los

unidos con

de Salamanca se negaron á ellas con el mayor teson, y los comisionados de Toledo repitieron con tanto ahinco sus peticiones, que enojado el monarca les mandó salir de la corte. La asamblea pues votó un donativo sin conseguir el enderezamiento de los contrafueros que la nacion habia sufrido; en vista de lo que y del mal recibimiento hecho á los representantes de Toledo, manifestóse esta ciudad en revolucion abierta. Otro rey que no fuera Carlos I ó que hubiese tenido consejeros interesados en el bien de la nacion, aun podia conjurar la tempestad que ya tronaba presentándose en lá ciudad alterada; mas los consejeros del rey deseosos de poner en salvo el fruto de sus demasías le aconsejaron que se embarcase en la Coruña en donde se hallaba, y Cárlos dejando las riendas del gobierno en manos del cardenal Adriano de Utrech y nombrando capitan general á D. Antonio de Fonseca salió del puerto en junio de dicho año.

Sabida la marcha del monarca ya no hubo freno que contuviese á las ciudades, cuya mayor parte dió el grito de alzamiento, y deponiendo á los magistrados y oficiales del gobierno eligieron en su lugar á algunas personas con el nombre de Diputados de la comunidad. Toledo, Segovia, Burgos, Zamora, Madrid, Cuenca y Guadalajara, se arinaron las primeras, y en ellas tuvieron lugar aunque en muy corto número, algunas de aquellas escenas de desórden y venganza con que suelen principiar siempre las alteraciones populares.

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Sabidos por el rey estos acontecimientos quiso aplicar el remedio que algun tiempo antes hubiera restablecido la calma; pero ya era tarde. Cuando los pueblos, dice el señor Martinez de la Rosa, se levantan para conseguir lo que de justicia se les debe y se les negó con tiranía, no basta ya el concedérselo; porque mas parece sacrificio hecho á la fuerza, que cumplimiento de obligacion ó dou de generosidad. En efecto, la historia del mundo comprueba en todas épocas esta máxima importante, fundada por otra parte en la razon y en la justicia; porque cuando un pueblo se sacrifica para conseguir lo que es suyo, justicia es que adquiera algo nuevo en recompensa de sus sacrificios. Y si esta proposicion que senta

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