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que

encarnizada lucha, en la cual por ambas partes se pusieron en jue go todos los manejos de la política á fin de hacer á la España de su respectivo partido. Carvajal protegia á la Gran Bretaña, y la Francia contaba con el favor de Ensenada. El primero consiguió el monarca rechazase el de familia pacto que tenia por objeto unir en un solo lazó á todos los príncipes de la casa de Borbon; pero Carvajal murió en 1754, y los enviados ingleses y austríacos no solo impidieron que Ensenada recogiese los despojos de su rival sino que lograron que se confiriera la vacante al general Wall, irlandes de nacimiento, y naturalizado en España. Ensenada secundado por Farinelli envió instrucciones al virey de Méjico mandándole que destruyese los establecimientos que la Gran Bretaña tenia en aquel punto de América; mas este arriesgado paso fue causa de su ruina. El ministro ingles á cuyas manos fue á parar aquel documento se puso de acuerdo con Wall y ambos alcanzaron que en 1754 el rey destituyese á Ensenada á quien se puso preso. Sus contrários entonces llevaron la enemistad hasta el punto de pedir. que se le procesase, fundándose en las pruebas documentales qué se encontraron de la correspondencia secreta que mantenia con las cortes de Nápoles y de Versalles y con la viuda de Felipe V retirada en San Ildefonso. Estas acusaciones parecieron tanto mas graves á los ojos de Fernando en cuanto se creia con motivos para quejarse de D. Čárlos rey de Nápoles, porque se negaba á reconocer la supremacía del gefe de su casa que era el rey de España, y mantenia relaciones sospechosas con la reina viuda. No habiendo podido conseguir los perseguidores del ministro caido que se le formase causa solicitaron la confiscacion de sus bienes que fueron inventariados, y cuyo valor ascendió á sumas tan considerables que daban ocasion á sospechar de la legalidad de los caminos por los cuales el ministro se los habia procurado.

Farinelli que en medio de la desgracia se mantuvo fiel ású amigo le salvó de todos los peligros, logrando que la reina mandase sobreseer en el procedimiento y que se concediese á Ensenada una pension bastante crecida. El ministro se retiró á Granada en donde vivia con bastante fausto y alimentando la esperanza de ser re

puesto por el influjo de los poderosos amigos que tenia cerca del rey y por la inclinacion decidida que este le conservó siempre. Su ministerio es notable por las sabias medidas que tomó y que fueron muy ventajosas á España, entre las cuales son dignas de eterno recuerdo las que sacaron á la marina española del grado de inferioridad en que estaba con respecto á la de otras potencias. En materia de hacienda procuró simplificar las contribuciones, y á él se deben los decretos que prohibian la esportacion de moneda. Trabajó para reanimar la agricultura estimulando, concediendo premios y haciendo por restablecer la que los moros habian puesto en práctica en algunas provincias que llegaron á ser las mas fértiles de la monarquía. Hizo muchos esfuerzos para traer á España las ciencias y las artes, enviando á paises estrangeros á personas que adquiriendo conocimientos de los otros pueblos volviesen para generalizarlos entre sus campatricios. Suprimió muchos gastos superfluos é introdujo la economía en el mismo palacio de los reyes. Aumentó el ejército, fortificó plazas, hizo arsenales de marina, formó el de Cartagena y levantó el castillo de S. Fernando de Figueras. Fueron contemporáneos suyos los famosos Florez, Feijoó y Campomanes, cuyos tres hombres bastan para hacer la gloria del monarca en cuyo reinado vivieron y la del ministro que protegió sus talentos. Fundó en Cádiz el observatorio astronómico de marina, y en su tiempo se firmó con el pontífice Benedicto XIV el célebre concordato que puso fin á los altercados sobre el patronato real que quedó perpetuamente unido á la corona con el derecho de presentar para las dignidades, prebendas y beneficios. Si la desgracia no hubiera hecho caer de su alto puesto á Ensenada habria dejado aun mas grandes recuerdos de su administracion, si bien las que hizo bastan para eternizar su nombre y justificar que dotado de una actividad estraordinaria era capaz de dirigir muchas cosas á un tiempo, sin que su talento se confundiera en medio de la inmensa complicacion de sus tareas.

Hasta la muerte de aquel ministro las diferencias que mediaban entre la Francia y la Inglaterra no habian estallado abiertamente; pero en 1756 se encendió la guerra que puso en conflagracion á

toda Europa. Las hostilidades fueron hasta América en donde los ingleses se apoderaron del Canadá, y los franceses se vengaron en el Mediterráneo haciéndose dueños del puerto de Mahon. A pesar de esto Fernando empeñado en mantenerse neutral, rehusó la restitucion de Gibraltar que le prometia el gabinete de Londres, rechazando al mismo tiempo las seductoras ofertas de la corte de Francia.

Durante estos sucesos y despues de una larga enfermedad murió en 1758 la reina, en la cual el monarca perdió una amiga y un consejero perenne cuyos dictámenes fijaban su irresolucion y cuya jovialidad desvanecia su tristeza fruto de una disposicion hereditaria. Desde el momento en que espiró su compañera agraváronse sus males, aumentóse su melancolía, y no pudiendo conciliar el sueño las fuerzas de su espíritu y de su cuerpo cayeron en un descaecimiento. que le causó la muerte en 10 de agosto de 1759, á los cuarenta y siete años de edad, y á los catorce de reinado.

El pacífico y hondadoso carácter de Fernando que mantuvo la España en reposo fue para ella un beneficio muy grande, y aunque el monarca obró poco por sí mismo tuvo el mérito grandísimo de delegar su poder á hombres que se sirvieron de él para hacer el bien público: mérito que no pocas veces basta para la felicidad de las naciones. En el reinado de este monarca debe fijarse el principio de aquel desarrollo intelectual que tan á las claras se manifestó en España en tiempo de su sucesor, y que debia hacer un grande retroceso durante los dias de Cárlos IV. A la misma época se refiere la importancia política que nuestra nacion tenia en Europa, pues si sus brazos no llegaban como en tiempo de Cárlos I del uno al otro punto del globo, desde que se estableció el equilibrio europeo que tan útil era á todas las naciones, no pudo aspirar la monarquía española á ser señora de las colonias en Europa; pero colocada en primera línea entre los estados de ella representaba un papel brillante y digno de su importancia, cuando el gran Carlos III logró asegurarle mas y mas ese lugar de minencia de que habia de descender á

poco tiempo.

pree

D. CARLOS III.

gra

El nombre solo de este monarca sugiere al entendimiento la ta idea de una época de orgullo y de ventura para la nacion española. La posteridad de comun acuerdo le ha dado un magnífico apellido; y cuando hoy se le nombra no hay español al menos que no diga: El gran Carlos III. En nuestra patria no se ve cosa alguna moderna que dé indicios de grandeza y que acredite un buen gobierno que no se deba á Cárlos. El viagero atraviesa la Península por encima de carreteras hechas en su tiempo; casi todos los puentes modernos tienen grabado su nombre, obras suyas son las calzadas, y por todas partes levantan la cabeza los grandes monumentos que atestiguan los desvelos con que ese monarca procuraba mejorar la suerte del pais cuyo cetro regia su diestra. De él hablan los canales; Sierra-Morena debió á sus cuidados convertirse en habitacion de hombres de guarida que era de animales salvages y receptáculo de bandidos; las sociedades de amigos del pais á él deben su origen, y cien corporaciones científicas fundadas á impulsos de su amor al saber immortalizarán su nombre que se profiere siempre con el respeto que inspiran nó su corona sino el genio superior, el espíritu grande que domina á los hombres por medio del irresistible poder de la inteligencia. Entre las desventuras que en el presente siglo han caido sobre nuestra patria, y en medio de las innumerables desgracias de que ha sido víctima en los últimos tiempos; ¿qué español que conozca el último siglo de la historia de su patria no ha suspirado por que se reprodujeran los dias de Cárlos III? La grandeza de este monarca está reconocida por nacionales y estrangeros, y tanto basta para que sea incontestable.

Ocupaba este príncipe el trono de Nápoles desde la época y por las razones que hemos dicho en el reinado de su hermano Fernando VI, cuando muriendo este sin hijos le llamó á sucederle en el de España. Antes de ahora hemos hablado ya de Cárlos III. Efectivamente, en 1730 se habia puesto á la cabeza de las tropas es

TOMO III.

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pañolas para acelerar la ejecucion del tratado de Sevilla, y entró en Nápoles sentando en ella la corte del reino, que le habia cedido su padre y que él conquistó al lado del duque de Montemar en la batalla de Bitonto. Desde luego sujetose á sus armas la Sicilia, y la paz concluida con Viena en 1738 le dejó en quieta posesion de un reino, en donde su carácter moderado y su sabio régimen le grangearon el afecto de los súbditos. Intervino mas tarde en las guerras suscitadas en Italia entre españoles, franceses, piamonteses y austríacos, y terminada aquella campaña volvió á pensar en el gobierno interior de su reino cuya situacion hacia quince años que estaba mejorando cuando hubo de confiarlo a otras manos para venir á España. Antes de ausentarse de Italia era forzoso que arreglara la sucesion á la corona de Nápoles, y este negocio no dejaba de presentar graves dificultades, porque segun el tratado de Aquisgran el emperador de Austria y el rey de Cerdeña debian poseer los ducados de Parma y de Guástala, cedidos á D. Felipe para el caso en que llegase á ser rey de Nápoles por pasar D. Cárlos á serlo de España. Este príncipe supo sacar razonable partido de las circunstancias para conseguir que su cetro recayese en uno de sus hijos, en compensacion de lo cual se entregó al rey de Cerdeña una suma considerable. Por lo que toca al gabinete de Viena desistió de sus pretensiones con la alianza en cuya virtud el archiduque José debia casarse con una princesa de Parma, y el archiduque Leopoldo con una infanta de España. Por consecuencia de esto Cárlos III despues de haber hecho justificar la incurable ineptitud de su primogénito nombró para sucederle en el reino de las dos Sicilias á su tercer hijo Fernando, encomendándole á un consejo de regencia presidido por el marques de Tannucci.

Ordenados asi los negocios del reino que dejaba se hizo á la veJa en Nápoles, y en 15 de octubre del mismo año 1759 llegó á Barcelona despues de una navegacion muy corta. Recibido en esta capital con aclamaciones tan enérgicas como sinceras manifestó su gratitud á los catalanes restituyéndoles algunos de los privilegios les habian arrebatado los dos Felipes IV y V, perdonando al Principado todas las contribuciones atrasadas, de cuya gracia hizo

que

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