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numeroso debía vencer las fuerzas enemigas, porque estaba compuesto de guerreros veteranos y de hidalgos jóvenes, acostumbrados los unos á desafiar los peligros, y llenos los otros de un ardor belicoso debido á su educacion; mientras que el de la liga no contaba en sus filas mas que paisanos que desconocian el arte de la guerra y cuyo valor no podia suplir la inesperiencia. D. Pedro Giron fue á Villalpando que le abrió las puertas y entregó su fortaleza. Cuando el conde de Haro supo la direccion del ejército contrario, dividió el suyo en dos trozos, y á principios de diciembre se presentó delante de Tordesillas en donde estaban la reina y la junta. Entre los defensores de la villa figuraban cuatrocientos clérigos que para sostenerse la libertad habia traido el célebre Acuña obispo de Zamora. Despues de no haber querido los sitiados oir proposicion alguna, se comenzó el ataque, y el destrozo del ejército sitiador fue tanto que los caballeros estaban resueltos á retirarse cuando el conde descubrió un portillo por el cual entraron algunas tropas y se trabó dentro de la villa una pelea tan ciega que los sitiadores llegaron á pegar fuego á las casas para contener á los enemigos. Tanto denuedo sin embargo no produjo efecto alguuo, porque las gentes del conde ya habian penetrado en la villa y apoderádose de la reina y de algunos individuos de la junta que no pudieron fugarse. Giron llevó el ejército á Valladolid desde donde se pasó al baudo enemigo abandonando la causa que habia abrazado para vengar un ultrage, y que segun el sentir de varios autores vendió villanamente. A consecuencia de este descalabro Padilla se puso en el lugar de Giron y reanimó el valor de los confederados; mas como estaba falto de dinero y no se atrevia á exigir del pueblo una contribucion, por consejo de su muger María Pacheco resolvió sacar el oro y la pedrería de la catedral de Toledo, y ejecutó el despojo con tales muestras de humildad y disgusto que los habitantes lejos de vituperarlo de sacrílego aplaudieron aquella accion reclamada por una necesidad imperiosa.

Los regentes no menos embarazados que sus contrarios pudieron realizar un corto empréstito en la corte de Portugal y satisfa

cer las mas precisas necesidades fundiendo las joyas de la reina y la plata labrada de los realistas mas ricos á fin de acuñar moneda. Entre tanto algunos nobles que en parte aprobaban las reclamaciones contenidas en la esposicion de las comunidades, obligaron á los regentes á que negociasen con los confederados; mas confiando los comuneros en sus fuerzas se negaron obstinadamente á hacer las modificaciones que se les propusieron, las cuales tendian á restringir cou menos rigor la autoridad real y á conservar á los nobles algunos de sus privilegios. Esta imprudente conducta era hija de las intestinas discordias entre los mismos coligados, las cuales sufocaban las medidas dictadas por la razon y la prudencia. Los miembros del consejo de la Liga elegidos por ciudades rivales en comercio, y envidiosas de preferencias locales, participaban de las preocupaciones de sus comitentes, y no podian unirse para el objeto común que era el interes general, de lo que provino que rehusando el apoyo de los nobles y enagenándose al clero el partido popular se quedó solo y no pudo sostener la lucha, mùcho menos cuando habia ya perdido su mayor fuerza en la persona de la reina cuya presencia sancionando los actos de la Liga, les daba una apariencia de derecho. Esta ventaja estaba entonces de parte de los adversarios; mas á pesar de todo la causa de los comuneros se robustecia de nuevo, porque levantadas en su favor las merindades de Castilla la Vieja, decidida mas que nunca la ciudad de Toledo, y resuelta Búrgos á sostenerse contra el Condestable, nunca al parecer habia estado tau pujante como al comenzarse el año 1521. Resuelto Padilla á sacar partido de su posicion ventajosa, quiso ante todo hacer algo que le diese alguna nombradía: A este fin dirigió su ejército contra Torrelobaton, villa inmediata á Tordesillas, bien fortificada, y que era el punto en donde los enemigos tenian mayor fuerza. Ni los defensores de ella ni las tropas con que vino á socorrerla el conde de Haro pudieron contra restar el valor de los comuneros, que á viva fuerza penetraron dentro y la saquearon. Establecióse Padilla en Torrelobatou desde donde se entablarou con los gobernadores nuevas negociaciones que no produjeron otro resultado que ocho dias de treguas

y

la desercion de las tropas de las comunidades. En estas circunstancias y viendo los regentes que el ejército de los comuneros no escedia de siete mil infantes y cuatro mil caballos, trataron de juntar el suyo, que al fin vino á componerse de seis mil peones escogidos y de cuatro mil caballeros.

Conociendo Padilla que le cercarian dentro de Torrelobaton salió de allí el 23 de abril, seguido siempre por la caballería del conde de Haro. Al llegar á los campos de Villalar y despues de una marcha muy penosa, porque la lluvia que cayó á torrentes habia echado á perder los caminos, el ejército de los comuneros no pudo resistir por mas tiempo á la caballería enemiga. Un terror pánico se apoderó de los soldados que echaron á correr al momento, y Padilla viendo que todo estaba perdido se precipitó en la pelea para encontrar en ella la muerte; mas habiéndole matado el caballo cayó vivo en manos de los vencedores con sus primeros oficiales, á todos los cuales juntamente con el gefe condenó al suplicio el consejo de guerra celebrado en la misma noche. Héroe de su partido su fin fue digno del papel que habia representado: en sus últimos momentos se mostró sereno, aunque sin orgullo, y pareció el mártir de una causa que habia sostenido con el rendimiento mas absoluto y con el valor mas intrépido. Sus jueces endulzaron la amargura de su sentencia permitiéndole dirigir el último á Dios á su esposa D.a María Pacheco : hé aqui la carta que le escribió,

:

a

Señora si vuestra pena no me lastimara mas que mi muerte, yo me tuviera por del todo bienaventurado, pues que á todos es tan cierta; señalado bien hace Dios á quien se la da, que sea de algunos llorada, y de el recibida en algun servicio. Obré bien defendiendo mi patria de tiranos y tengo conciencia tranquila. Quisiera tener mas espacio eu que escribiros algunas cosas para vuestre consuelo, pero ni aun me lo dan mis verdugos, ni yo pretendo que haya dilacion en recibir la corona que espero. Vos, señora, como cuerda llorad vuestra desdicha y la de mi patria y nó mi. muerte, que siendo ella cual es de nadie debe ser llorada. Mi ánima, (pues otra cosa no teugo) dejo en vuestras manos. Vos, señora haced con ella como con la cosa que mas os quiso

en

este mundo. A Pedro Lopez mi señor no escribo porque uo me atrevo por él, y porque aunque fui su hijo en osar perder la vida por la causa de los buenos no fui su heredero en la ventura. Mi criado Losa (como testigo de vista de lo secreto de mi voluntad) os dirá lo mas que aqui falta y asi quedo dejando la pluma y tomando el cuchillo de vuestro dolor y mi descanso. - Juan Padilla."

A esta carta contestó la esposa de Padilla con la siguiente.

cc

que

las

No sé, señor mio, si me lastimó mas vuestro billete congojas en que me han puesto la injusta sentencia de vuestra, muerte y el sobresalto de su ejecucion; porque aunque ningun otro alivio pudiera llegar á mi apretado corazon para que no reventara se ha quedado tal que entiendo que es imposible que el desdichado punto que esperais no sea el último de mi vida. Y mientras se detiene, por el postrer regalo que podeis hacerme, os pido, señor de mi alma, que de tal manera os dispongais al trabajo presente, que poniendo los ojos solo en Dios, los aparteis de cuanto os pudiera causar pena, yendo tan satisfecho de que haré lo que me maudais (si viviere) como lo estuviste siempre de mi obediencia y voluntad y amor. Y porque no puedo pasar de aqui me recojo al abismo de mi soledad y amargura

María Padilla (1).”

Quien fue tuya

Ademas de la carta que Padilla escribió á su muger dirigió tambien una epístola ó mas bien un himno á la ciudad de Toledo su patria en el cual brilla el mas vivo entusiasmo es el grito de una alma que cumpliendo el mas grande de los sacrificios aplaude sus sufrimientos y se ofrece con regocijo cual la semilla que producirá la independencia y libertad de su patria. Dice asi:

la

(1) En varias historias de España se habia insertado antes de ahora la carta escripor Padilla á su consorte, mas en ella se habian puesto variautes segun las ideas que reinaban en las diversas épocas en que se insertó Los editores del periódico que se publicaba en Madrid con el titulo de El Bibliotecario y el Trovador la insertaron en la página 5.a de su primer número, sacándola del resúmen de la historia de los comuneros escrito por uno de los encausados con el mismo Padilla La hemos copiado exactamente porque somos de parecer que cuando se trata de documentos de esta especie ó deben omitirse ó ponerse concienzudamente como son.

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A tí corona de España, y luz del mundo; á tí que dependiente ya en tiempo de los Godos, has recobrado la libertad para tí y para las ciudades que te rodean derramando tu sangre

y

la del estrangero; tu hijo Juan de Padilla te hace saber que por medio de la sangre de sus venas vas á coger nuevos triunfos. Si el destino ha negado á mis acciones la gloria del buen éxito, culpa es de mi mala suerte pero nó de mi voluntad. Yo te suplico, pues eres mi madre, que aceptes la vida que voy á perder porque Dios no me ha dado otra cosa mas preciosa que ofrecerte, y prefiero tu estimacion á mi vida. Ya que no puede uno fijar la inconstancia de la suerte me queda al menos el dulcísimo consuelo de ver que yo que soy el último de tus hijos voy á sufrir la muerte por tí y me llevo al sepulcro la certidumbre de que otros tuyos tambien se aprestan para vengarme. Muchas lenguas dirán el género de muerte que se me prepara y que yo ignoro todavía,

pues solo sé que mi fin está cercano, y que manifestará cuál era

mi deseo. Yo te encomiendo mi alma como patrona que eres de la cristiandad, y no te hablo de mi cuerpo porque ya no existe. Dejo la pluma porque en este mismo instante siento la cuchilla cerca de mi cuello, y mas me angustia el dolor que tú sufrirás que nó mis males."

La derrota de Villalar dió un golpe mortal á la Liga que reducida á la impotencia no tardó en disolverse por mas que la suerte le ofreciese una ocasion favorable que no intentó aprovechar siquiera. En efecto el ejército real hubo de dirigirse á Navarra para hacer frente á los franceses que la habian invadido, y los gefes de los comuneros lejos de sacar partido de esta circunstancia se sometieron al primer requirimiento; de modo que las principales ciudades del partido, Valladolid, Medina del Campo, Segovia, abrieron las puertas y sola Toledo continuó resistiéndose.

En aquel territorio seguia la guerra entre el prior de San Juan encargado de sujetarle y el obispo de Zamora que queria defen

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