Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ramente aunque hubiese aprobado el plan del célebre Campomanes que proponia la redaccion de un código uniforme para todas las provincias de España. Mientras que continuaba atendiendo á los cuidados del gobierno le atacó á la edad de setenta y dos años, una calentura inflamatoria, que le llevó al sepulcro en la noche del 6 al 7 de diciembre de 1788.

corte y

Cárlos III fue el príncipe mas grande de entre los Borbones que reinaron en España, ó al menos el que hizo mas para la felicidad de los pueblos. La pureza de sus costumbres sirvió de ejemplo á su á los otros soberanos, y su celo y su firmeza supieron sostener el peso del gobierno; es preciso confesar sin embargo que esta última rayó algunas veces en obstinacion, y que por otra parte tenia el defecto de ser escesivamente reservado, pues ocultaba sus miras hasta al ministro de su mayor confianza. Aunque escrupuloso observador de cuanto se referia á la religion no se dejó dominar por los eclesiásticos que lo rodeaban y supo contener los desmanes de la inquisicion. Sus larguezas dieron impulso á las letras de que hacia grande aprecio, y asi fue que en su reinado la literatura se dispertó del letargo en que yacia desde el tiempo de Cárlos II. No tuvo mas esposa que la princesa Amalia de Sajonia la cual le dió trece hijos. El primero de ellos Felipe Pascual escluido del trono de Nápoles por su imbecilidad murió en 1777: el segundo sucedió á su padre en el trono de España con el nombre de Cárlos IV: Fernando que fue el tercero se ciñó la corona de las dos Sicilias, y otros ocho murieron antes que su padre. Solo tuvo dos hijas, María Josefa que murió soltera en 1804, y María Luisa que se casó con el emperador Leopoldo.

En tiempo de Cárlos III puede decirse rigurosamente hablando que nació en España la economía política, ciencia ya entonces muy conocida en otras naciones de Europa y que fue creada por Campomanes, quien en una larga serie de memorias y discursos ilustró al gobierno y á sus conciudadanos enseñándoles los medios de mejorar todos los ramos de la administracion. El ilustre Jovellanos siguió las huellas de Campomanes, y con obras y escritos se esforzó en derramar estos principios y en hacer de ellos una aplicacion

provechosa. Prolijo fuera en demasía hacer una enumeracion de todas las grandes obras, mejoras y reformas que no permitirán que se olvide jamas en España el reinado de Cárlos III, y como por otra parte durante el relato de este período hemos dado ya noticia de varias, añadiremos tan solo aquellas, cuya omision seria un vacío harto notable. A este monarca se debe la pragmática sancion de 18 de enero de 1762 por la cual se prohibió que se publicase en los dominios de España bula, breve, rescripto ó carta de Roma sin que precediese para ello la real licencia, y que el nuncio hiciera uso de ellos hasta que el consejo de Castilla hubiese declarado que nada contenian contra las leyes, usos, costumbres, regalías, privilegios, concordatos y derechos de los particulares, y que su ejecucion no podia causar disturbios en el reino.

Erigió academias militares en Barcelona, Cádiz, Oran y Ceuta, fundó en el alcázar de Segovia un colegio de artillería, introdujo en el ejército la táctica moderna, dió grande influjo á la marina, fortificó plazas, estableció en Madrid un gran número de cátedras públicas, hizo reformas en el estado eclesiástico, mejoró el valor y la ley de la moneda sin gravámen alguno del pueblo y sí de sus intereses, espidió en 23 de marzo de 1776 la pragmática de los matrimonios, prohibiendo á los hijos de familia enlazarse sin consentimiento de los padres ó tutores y curadores; y sin duda hubiera planteado una grande mejora en la legislacion á no ser las dificultades y los obstáculos que opusieron personas y corporaciones enemigas de toda reforma que atacase hasta sus abusos. Fomentó por todos los medios imaginables la agricultura, las artes, las ciencias y la industria, y sus acertadas medidas cambiaron totalmente el aspecto de Madrid, pueblo hasta entonces abandonado y lleno de mendigos y vagabundos, dispuestos siempre á cometer raterías y á promover disturbios. Alcanzó del papa la reduccion del número de asilos que alentaban la audacia de los delincuentes, y con afrenta de las leyes y de los tribunales protegian la impunidad; creó la real y distinguida órden que lleva su nombre; premió los servicios de los soldados, y tendió una mano protectora á los que se habian inutilizado en la defensa de la patria. Estableció

fábricas por su cuenta vendiendo sus productos á muy bajo precio, prohibió en todo el reino los Buhoneros, Saltimbancos, Titereros y otros haraganes que viven á costa agena sin producir cosa alguna y distrayendo de sus precisas tareas á la clase que mas necesita del trabajo. Abolió fueros y jurisdicciones privilegiadas allanando de este modo el camino de la justicia, interceptado siempre en España por las exigencias que con ultrage de la vindicta pública se han sostenido. Persiguió á los usureros é impuso rigurosas penas á los que se dedicaban á juegos de azar. Erigió el tribunal de la Rota, fundó montes pios para los militares, marinos, y empleados en la administracion de justicia: estableció la compañía de Filipinas, dió principio al magnífico gabinete público de historia natural y fundó los colegios de anatomía y cirujía de Madrid y Barcelona.

Tres hombres e ausiliaron en sus vastas tareas; los cuales han hecho mas célebre el nombre del monarca, al paso que ha contribuido á la celebridad de los suyos el haber figurado durante la vida de Cárlos III. Aranda, Campomanes y Floridablanca. No es dable resolver si honra mas á la España haber tenido un Cárlos III ó haber visto nacer en su suelo á tan ilustres varones. Aquel y estos han hecho inmorta lel período en que gobernaron la nacion española, cuyas lágrimas era preciso que corriesen en abundaucia cuando perdió á tan grande monarca. En efecto fue sinceramente llorado, y este es uno de los testimonios de mas peso que se pueden citar en honor de Cárlos III.

D. CARLOS IV.

Desde la altura á fue levantada que

el Carlos III cayó por gran

la España durante el gobierno de su sucesor en un deplorable estado de desorden y miseria, que la hubiera conducido á perder su independencia si los españoles olvidando antiguas rivalidades y pasiones mezquinas no se armaran todos á una voz para sacudir el yugo de un adversario casi omnipotente. Y la pincelada mas ac

gra que se ve en el primer término de este cuadro es que una de las causas principales de aquella súbita caida fue un favoritismo inmerecido, y cuyo origen era harto impuro y vergonzoso. No ha llegado todavía el momento de esplicar sus principios, su índole, y sus consecuencias; y si bien no está lejos la hora en que nos ocupemos de ese acontecimiento desastroso, es menester relatar antes algunos hechos correspondientes á los primeros años del reinado de Cárlos IV.

Cuando este príncipe subió al trono mantuvo en su lugar á Floridablanca como se lo aconsejó su padre, que conocia bien la adhesion y la capacidad de aquel ministro; pero si el conde era un escelente hombre de estado para tiempos regulares, y capaz de administrar la naciou y de sostener el honor de esta contra pretensiones estrañas, arredróse y sintió faltarle la firmeza al ver la terrible crisis de la revolucion de Francia que amenazaba contaminar á España. A su aspecto habria querido que la nacion retrocediera al estado moral y político de dos siglos antes,. por reputar este medio como el mas á propósito á fin de que al grito de la Francia no respondiera algun eco en España; mas conociendo la imposibilidad de este retroceso se detuvo de repente en el camino de las reformas emprendido en tiempo de Cárlos III. Esta pausa sin embargo no bastaba, y el ministro que lo comprendia manifestóse afectado por el temor, y este temor no hizo mas que desacreditar el poder, espantar á los que quisieran que sostuviese su antigua energía, y dar audacia á los que participaban mas o menos de las ideas de novedad y de cambio que la revolucion francesa habia derramado. Otras causas concurrian para amedrentar al ministro, las cuales espondremos mas adelante cuando vayamos á entrar en el siglo XIX, siglo novísimo y con el cual se empezó en nuestra patria un período de acontecimientos y de cambios que se estan todavía elaborando, y cuyo resultado puede ser la felicidad de España, ó causar tal vez su desventura y mucha sangre, y lágrimas amargas, abundantes y duraderas.

Floridablanca circuido de peligros y falto de valor para desafiarlos, pensó que los conjuraria detenieudose segun hemos dicho,

y procurando concentrar toda la autoridad en sus manos. El primer negocio de magnitud que se le presentó fueron las Cortes de 1789, cuya convocacion tuvo por objeto la jura de Fernando como príncipe de Asturias. En aquella asamblea dieron asi él como el monarca dos pruebas de su pusilanimidad, á saber, despedir las Córtes en el momento en que quisieron mezclarse en algun negocio ageno de aquel para que habian sido llamadas, y mantener oculta la revocacion de la bastarda ley Sálica hecha por Felipe V. Materia es esta de la mas grande importancia para nosotros, mucho mas cuando esa ley y esa revocacion han sido uno de los dos motivos de la guerra civil que de un modo tan singular como inesperado acaba de terminarse casi en el instante en que escribimos, pero cuyos resultados estan muy distantes de verse todavía y pueden apenas vaticinarse.

a

En el decurso de nuestra obra hemos dicho mas de una vez que hubo tiempos en que la monarquía española fue electiva, que mas adelante se convirtió en hereditaria, y que repartida unas veces entre varios hijos y dejada otras á uno solo, pues de todo hay numerosos ejemplares en nuestra historia, conservó su carácter hereditario desde que le hubo adquirido, como que en las cuestiones entre pretendientes se tuvieron en cuenta la línea de que descendia cada uno de ellos, y el grado de parentesco en que estaba con el último monarca. Mas en medio de esto nunca se hizo esclusion ni diferencia de las hembras, por cuya razon las vemos reinar en Castilla. Ahí estan Isabel I y D.a Juana la Loca, por medio de la cual la corona de España pasa á la casa de Austria, y ahí esta Felipe V que á la muerte de Cárlos II sube al trono derivando su derecho de una hembra como lo derivaban sus competidores. ¡Pero qué mucho si esto mismo estaba ya consignado en una ley de Partida, nó como cosa nueva al tiempo de hacerse la ley, sino cual una costumbre antigua en todas partes y mayormente en España! Y precisamente el monarca que debió la corona á su abuela atentó al derecho de las hembras. La ley establecida en Francia de donde Felipe procedia le aconsejó sin duda conculcar las leyes de Castilla, despreciar la añeja costumbre de los castellanos,

« AnteriorContinuar »