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preceptor de Fernando todos los consejeros se mostraron hostiles á los intentos del usurpador. Durante estas negociaciones Cárlos IV María Luisa llegaron á Bayona en donde estaba ya Godoy, á quien recibieron con las mayores muestras de alegría, al paso que fueron acogidos por Napoleon con muchas mas distinciones de las que mereció Fernando. Algunos dias despues mandaron comparecer á este príncipe delante de ellos, de Napoleon y del favorito, y su padre le declaró que al dia siguiente debia renunciar la corona por medio de un acto público, y que no lo haciendo se le consideraria como emigrado, y á fuer de tal se le despojaria de todos sus derechos y rentas. Napoleon tomó la palabra y aseguró al padre que estaba dispuesto á apoyarle contra un hijo, reo del delito de lesa magestad. Aunque Fernando comenzaba á justificarse, Cárlos airado le echó en cara que habia querido asesinarle y la reina le dirigió crueles invectivas, llevando su cólera, segun dijo Bonaparte, al estremo de pedirle que hiciese morir á su hijo en un cadalso. Fernando el dia 6 de mayo hizo una abdicacion simple y pura, pues si bien al principio no queria suscribirla sino con varias condiciones, hubo de ceder á las exigencias de su padre que impulsado por el emperador se negó á aceptarlas, amenazando con que le haria procesar por haber atentado á la vida de sus soberanos. Cárlos transmitió la corona de España á Napoleon sin mas restricciones que el empeño de no desmembrar la monarquia española ni tolerar otra religion que la católica. El convenio, hecho ya antes que Fernando abdicara, fue firmado en representacion de Cárlos por D. Manuel Godoy, quien con esta infamia puso el sello á sus lamentables y multiplicados desaciertos.

Esta renuncia hecha en pais estrangero, en presencia de Napoleon y de su ejército, sin el consentimiento imprescindible de la nacion convocada en Cortes y con inaudito agravio de todos los miembros de la real familia, es la mas escandalosa escena de cuantas se presentan en el desastroso reinado de Cárlos IV. ¡Triste final de la vi da política de un monarca que ni supo ser rey, ni supo ser padre, ni supo ser marido! Para dar de Cárlos una justa idea basta saber las palabras que él mismo dijo á Napoleon estando en la mesa, las

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cuales ha continuado el señor conde de Toreno en su Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España. Son las siguientes: todos los dias invierno y verano iba á cazar hasta las doce, ,, comia y al instante volvia al cazadero hasta la caida de la tarde. Manuel me informaba cómo iban las cosas, y me iba á acostar pa,, ra comenzar la misma vida al dia siguiente á menos de impedírme,, lo alguna ceremonia importante." No sabemos si pasma mas que esta fuese la vida de un rey de España, ó que tuviese la debilidad de referírsela al que acababa de escluirle á él y á su familia del trono que heredó de sus mayores. A estas palabras hubo de juzgar el usurpador que su escandalosa usurpacion se iba justificando.

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Despues de lo dicho, Fernando se despojó de su derecho de heredero presunto de la corona, y en cambio se le asignó una pension: los infantes D Cárlos y D. Antonio firmaron la renuncia del príncipe de Asturias, mas nó D. Francisco, fuese por descuido, fuese que por su menoridad no se considerase necesario. Tambien se concedió una renta vitalicia á la reina de Etruria, á quíen se habian hecho concebir mejores esperanzas.

INTERREGNO

Y GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.

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Fernando y sus dos hermanos fueron bien pronto á ocupar en el interior de la Francia una prision honrosa en Valençey que príncipe de Tayllerand hubo de ceder para este objeto, y Cárlos y la demas familia con Godoy pasaron á Compiegne. El príncipe de Asturias antes de dejar á Bayona firmó dos decretos, en uno de los cuales confiaba á la junta de gobierno todo el poder real, y el otro iba dirigido á toda la magistratura del reino. Decia que no encontrándose el rey en estado de obrar por sí debian reunirse las Córtes á fin de tomar las medidas necesarias para defender á la patria contra el estrangero; pero la junta de Madrid sujeta al yugo de Murat no quiso obedecer mas órdenes que las de Cárlos IV y reconoció al general Murat por su presidente y por lugarteniente del

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reino. Esta condescendencia ó mas bien esta cobardía fue seguida de una resolucion del Consejo de Castilla que invitado por Murat que tenia instrucciones de Napoleon, á que dijese en cuál de las personas de la familia del emperador preferia que recayese el trono, despues de alguna resistencia y habiendo añadido la declaracion de que por aquel acto no entendia aprobar ni desaprobar las renuncias de los reyes ni perjudicar los derechos de estos ni de sus descendientes, dijo parecerle que la eleccion podia recaer en José hermano mayor de Napoleon, y entonces rey de Nápoles. La junta suprema y la villa de Madrid imitando la conducta del Consejo pidieron que José fuese elegido Rey de España. Para dar á las cosas una apariencia de legalidad, Murat como presidente de la junta hizo insertar en la Gaceta de Madrid en nombre suyo y de esta un decreto, marcando las reglas que debian observarse para la eleccion de ciento cincuenta diputados que habian de hallarse en Bayona en 15 de junio. Asi quedaron por entonces las cosas mientras José se disponia para venir á empuñar el cetro tan violentamente arrancado por su hermano á las manos de Cárlos y de Fernando.

Los sucesos de Madrid del 2 de mayo fueron el primer estallido del fuego patriótico que ardia en el corazon de todos los españoles; y aunque este fuego quedó de pronto sufocado en el lugar en donde se habia visto la llama, sus chispas con la velocidad del rayo prendieron en diversos puntos de la Península en que estaban ya preparados los combustibles que debian inflamarse á su contacto. En efecto, los forasteros testigos de las cruentas escenas de la capital huyendo despavoridos llevaron á sus provincias la noticia de la crueldad francesa y del heroico patriotismo de los madrileños. Todos los españoles ardian en el mismo coraje, que subió de punto al saber la abdicacion y las renuncias que habian tenido lugar en Bayona. El deseo de venganza desvaneciendo los peligros armó á la nacion entera, que saliendo del miserable abatimiento en que habia estado sumida por espacio de veinte años, se alzó fuerte, compacta, vigorosa: recordó sus antiguas glorias, volvió los ojos á los felices dias en que su nombre hacia temblar á la Eu

TOMO III.

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ropa entera, y orgullosa con sus recuerdos, y esperanzada en su

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valor dió un grito de guerra que resonó todo el ámbito que abrazan los Pirineos y se aparejó á las armas. La patria gemia bajo el yugo del estrangero, el rey estaba cautivo, la religion era ultrajada, las antiguas y venerandas costumbres eran menospreciadas por un usurpador orgulloso, y la España determinó salvar su religion, su patria y su rey, y quebrantar la soberbia del hombre que habia pensado ceñirse la corona del universo. No hubo acuerdo, no hubo plan, no hubo inteligencia; el amor de la patria era el móvil del alzamiento, y ese amor habló al pecho de los españoles casi en un mismo dia, y por esto casi en un mismo dia la insurreccion fue general en todas las provincias.

La de Asturias sin embargo fue la primera, y de justicia le correspondia esta honra porque sus montañas fueron el asilo de los pocos valientes que escapados de la jornada de Guadalete proclamaron á Pelayo sobre un escudo que fue la peana del trono de nuestros reyes. El dia 9 de mayo hubo alguna conmocion en Oviedo, pero el alzamiento formal tuvo lugar á las doce de la noche del 24 del mismo mes, en que los alzados se apoderaron de cien mil fusiles que habia en un depósito, se erigió una junta suprema del Principado, y se declaró la guerra á Napoleon. Multiplicáronse las donativos de los particulares, alistábase gente para formar un ejército de diez y ocho mil hombres, y acudian socorros y jóvenes de todas partes. Asturias envió comisionados á Inglaterra y esta nacion ofreció proteger á los españoles y desde luego hizo venir municiones, armas, vestuarios, y dos oficiales y un general para que contribuyesen á organizar aquel levantamiento.

En 30 de mayo se declaró el reino de Galicia, estableció su junta y dió principio á uu armamento. Leon, Andalucía, Estremadura, Murcia, Valencia, Aragon, Cataluña y las Baleares, todas á una repitieron el grito. En estos alzamientos simultáneos y que presentan el mismo carácter hay sin embargo algunas circunstancias particulares que no deben ser omitidas. En Cádiz, por ejemplo, la escuadra francesa mandada por el almirante Rosilly y á la cual bloqueaba en el puerto el almirante ingles Colingwood hubo de

capitular. En Valencia el pueblo alborotado se apoderó de la ciudadela en donde habia trescientos franceses recogidos por la autoridad, y que fueron degollados por la multitud que capitaneaba el canónigo Calbo, quien despues de esto tuvo la audacia de presentarse á la junta y en la misma sala de sesiones hizo matar á ocho franceses que la muchedumbre habia traido. Mas adelante este hombre audaz y sanguinario sufrió la pena de garrote eu la misma Valencia. La provincia de Aragon tomó una parte muy activa en el general levantamiento. En Zaragoza depuesto el capitan general y nombrada una junta, el poder vino á parar á manos de D. José Palafox que aclamado capitan general por el pueblo comenzó por mandar la convocacion de Cortes segun la antigua forma. Presentáronse en Zaragoza los diputados de los tres brazos y de las ciudades de voto, y después de haber reconocido los poderes del que los convocó terminaron sus trabajos erigiendo una junta de seis personas para que en union con el general dictas en todas las medidas que las circunstancias reclamaban.

Ocupada Barcelona por el general frances Duhesme los catalanes hubieron de escoger á Lérida para punto de reunion de su junta, compuesta de los diputados de muchos partidos.

Cuando el alzamiento de las Baleares se hallaban en su capital los franceses Biot y Arago con una comision cientifica de su gobierno. Para salvarlos del furor del pueblo que estaba persuadido de que las operaciones geodésicas y astronómicas á que se dedicaban encubrian alguna traicion, los embarcaron para Argel.

Las Canarias siguieron el ejemplo de la Península, de manera que toda España esceptuando las ciudades ocupadas por las armas francesas juró guerra á muerte á Napoleon.

Si brevemente y con una sola pincelada hemos pintado el general alzamiento de España, si no nos detenemos en esponer los recursos con que contaba cada provincia y los resortes que puso en juego para aprovecharse de ellos y aumentarlos, si en todo el período de la guerra de la independencia no ven nuestros lectores descripciones de sitios y batallas y sí solo la noticia de los hechos de armas mas memorables, es porque nos fuerzan á ello dos causas

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