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EL MUNDO.

HISTORIA DE TODOS LOS PUEBLOS

DESDE LA MAS REMOTA ANTIGÜEDAD

HASTA NUESTROS DIAS.

HISTORIA DE ESPAÑA.

CARLOS I DE ESPAÑA, V DE ALEMANIA.

La muerte de Fernando dejaba á su sucesor un vasto campo en donde poder ostentar el talento y la sabiduría que son necesarios para regir una nacion como era entonces la española. Es verdad que todos sus reinos independientes en lo antiguo estaban ya incorporados á la corona de Castilla; pero la conservacion de fueros y privilegios, la diversidad de caractéres, cierta enemiga de unas provincias con otras, y los fatales períodos que habian transcurrido no dieron lugar á que se estrechasen los vínculos que las tenian á todas unidas. La turbulencia de los nobles, las franquicias y derechos particulares de las ciudades, y la libertad que el pueblo osadamente defendia contra las exigencias de los reyes, todo reclamaba mucha firmeza y grandísimo tino por parte de aquel que debia ponerse al frente de tantos reinos, distintos entre sí y reuni

dos para formar una nacion sola. El hombre que habia de desempeñar tan árdua y peligrosa tarea era el nieto de los reyes Católicos. Cárlos V de Alemania y I de España heredó esta corona á la edad de diez y seis años cuando no conocia á los Españoles ni jamas habia visto los reinos á cuya sucesion era llamado. Inconve niente gravé en todos sentidos, y que en vano quiso evitar muchos años antes su político y sagaz abuelo, á quien no se le ocultaba cuánto esta circunstancia podia influir para que el monarca, contra quien militaba ya la calidad de estrangero, gobernase mal á los súbditos, y para que los súbditos no estuviesen contentos del monarca. La relacion del reinado de este príncipe aunque abraza muchos y grandes hechos no debe ser larga, porque corresponde tanto como á la historia de España, á las de Francia, Alemania, Paises Bajos é Italia, porque esas naciones fueron el teatro de su política y de sus armas.

Cuando murió Fernando hallábase en Bruselas el jóven monarca, y el emperador Maximiliano habia confiado su educacion á Guillermo de Croy, y su enseñanza á Adriano de Utrecht. La eleccion del primero fue muy acertada, porque Le Croy tenia todas las circunstancias que su alto encargo reclamaba; mas nó asi la del segundo, pues Utrecht era un erudito á la violeta, que solo podia enseñar á su alumno cosas de escasa importancia. Desde sus primeros años mostró Cárlos una aficion decidida á las armas; pero su ilimitada deferencia á los consejos del preceptor no hacian presumir que por sí solo fuese capaz de gobernar algun dia sus vastos dominios, ni su mocedad dejaba traslucir el genio que demostró mas tarde. La primera cosa que dispuso instigado por sugestion agena fue confirmar al cardenal Ximenez el cargo de regente que le confió D. Fernando en su última voluntad; y este consejo probó la mucha sabiduría de los que lo dieron; porque no era factible hallar persona mas á propósito para empuñar las riendas del gobierno. Educado Ximenez en un convento de Franciscanos, no se despojó nunca de las costumbres monásticas, de manera que bajo la púrpura llevaba el sayal de su órden: alimentábase con legumbres y verduras, y dormia sobre una tarima aunque estuviese ro

deado de todo el esplendor y delicadeza del mas refinado lujo, puesto que como arzobispo de Toledo tenia rentas casi iguales á las del monarca. Dotado de un espíritu enérgico y penetrante; severo consigo mismo y con los otros, y con una aptitud estraordinaria para el gobierno, no pudo Fernando echar aquel grave peso sobre hombros mas capaces de sustentarlo. Su elevado genio concebia vastos planes, y convencido de que sus intentos eran laudables mostrábase inflexible é infatigable para llevarlos á cabo. A la sazon que fue nombrado regente de Castilla tenia ochenta años, y no se le ocultaron las dificultades de aquel espinoso encargo; pero su intrepidez y su celo por el bien de la patria pudieron mas que todas las

consideraciones.

Desde algun tiempo antes de morir el rey Católico se hallaba en España Adriano de Utrecht con la mision de desempeñar la regencia del reino cuando falleciese el monarca. Apenas hubo esto acontecido manifestó sus credenciales, y Ximenez lo admitió por coregente, concediéndole los honores que como tal le correspondian aunque guardando para sí la autoridad plena. Ante todo apoderóse el cardenal de la persona de D. Fernando hermano de D. Cárlos, y lo hizo educar á su vista celando escrupulosamente á cuantos lo rodeaban, á fin de impedir que los ambiciosos se valiesen de su nombre para entorpecer la marcha del gobierno.

Cárlos entre tanto juzgó oportuno tomar el título de rey, por mas que las coronas de Aragon y de Castilla correspondian igualmente á su madre Juana, pues aunque esta princesa era incapaz de cumplir con los deberes anejos á ese rango, los castellanos y los aragoneses la reconocian por soberana, y consideraron el paso de D. Cárlos como un atentado á las leyes fundamentales de la monarquía, y cual una usurpacion desnaturalizada. El cardenal procuró combatir este proyecto que tenia por muy arriesgado; mas no habiendo podido doblegar la tenacidad de la corte de Bruselas, solo pensó en satisfacer los deseos del monarca, cuyos mandatos hizo presentes á los grandes reunidos en consejo; y como estos mostrasen la repugnancia que tenian á sujetarse á ellos, Ximenez les dijo en tono desabrido que el príncipe no pedia consejos sino

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que daba órdenes, y que aquel mismo dia seria proclamado rey en la plaza de Madrid. En efecto cumplióse la ceremonia con general aquiescencia, y todas las provincias siguieron el ejemplo de la capital, escepto Aragon en donde los nobles y el pueblo insistieron en reconocer á D. Juana, oponiéndose á que D. Cárlos se apropiase un título que no podia corresponderle hasta la muerte de 'aquella.

Ximenez no tratando entonces de vencer la resistencia se ocupó de arrebatar á los nobles de Castilla algunas prerogativas que consideraba atentatorias á la autoridad real, y para asegurar el éxito resolvió tener tropas asalariadas. El ejército cuya organizacion participaba todavía de feudal habia puesto hasta entonces en manos de los nobles el poder militar de que se apoderó Ximenez creando cuerpos mercenarios, que no reconocian mas ley que la del monarea cuyo sueldo cobraban; y empleando las amenazas y las lisonjas consiguió formar milicias en todos los pueblos del reino. Corrió á cargo del tesoro público pagar á los oficiales Ꭹ á los paisanos que voluntariamente sentaron plaza y que fueron declarados exentos de toda contribucion. Despojados ya los nobles del poder que da la fuerza, trabajó el regente para empobrecerlos en beneficio de la corona, y á este fin revocando todas las pensiones concedidas en el reinado de D. Fernando recobró los dominios que este príncipe habia enagenado para satisfacer servicios y desarmar enemigos. Los nobles atacados en sus privilegios é intereses se reunieron á fin de organizar una vigorosa resistencia y comisionaron al almirante de Castilla, al duque del Infantado y al conde de Benavente para requirir al cardenal que manifestase sus poderés. Ximenez enseñó el testamento de Fernando y la ratificacion de Cárlos, y mientras discutian los fue llevando hacia una ventana desde donde mostrándoles dos mil hombres que protegidos por mucha artillería estaban formados en batalla delante del palacio, les dijo: hé aqui los poderes en virtud de los cuales gobierno y gobernaré la España hasta que el rey vuestro amo

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» posesion de ella."

y

mio venga

tomar

Vencidos los nobles de Castilla, hubo de hacer la guerra á los

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ministros flamencos que anhelando por dirigir desde Bruselas los negocios de la Península miraban con envidia da capacidad del cardenal y su independiente carácter, y hacian todo lo posible para contrariar sus planes. Conociendo que Adriano no era capaz de sostenerse en competencia con Ximenez, recabaron de Cárlos que nombrase por coregentes al flamenco La Chau y al holandes Amerstoff, sagaces ambos, y muy enérgico el segundo. Recibiólos el cardenal como su carácter reclamaba, mas apenas, dieron indicios de querer tomar parte en el gobierno cuando los abrumó con su superioridad y los redujo al mismo estado en que tuvo á Adriano. Esta resistencia á dejarse arrebatar el poder por los estrangeros le grangeó en gran manera el afecto de los Españoles, y hasta el de los mismos nobles cuyos privilegios y riquezas habia escatimado.

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En medio de tantos obstáculos en el interior del reino, Ximenez hubo de hacer frente á guerras, pues la muerte de Fernando y la poca edad de Cárlos dieron audacia á Juan Labrit désposeido de Navarra, quien procuró reconquistar el reino con un ejército que habia levantado en Francia; pero Ximenez envió contra él algunas tropas mandadas por D. Fernando Villalva, oficial de mucho mérito que derrotó á Juan é hizo prisionero al mariscal de Navarra. Esta desgracia afectó tanto á los reyes navarros que murieron á poco tiempo, y entonces el Cardenal hizo demoler las fortificaciones y murallas de las ciudades esceptuando á Pamplona, resolucion que dió lugar á grandes quejas porque el derecho sobre aquel reiro era dudoso; mas el Cardenal creyó que si tocaba á D. Cárlos justificar la validez de ese derecho, él como regente estaba obligado á defenderlo.

Asi fue como humillando á los nobles dió en breve una supremacía decidida á la corona enriqueciéndola al mismo tiempo con el recobro de los considerables dominios anteriormente enagenados. Resuelto á no olvidar en medio de sus graves atenciones políticas los pormenores de la administracion, castigo con rigor á los que cometian fraudes ó dilapidaciones en la percepcion y destino de las rentas públicas, y con las multas que de esto resultaban es

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