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Desde esta fecha hasta la entrada de Felipe II en Portugal, en fines del siglo XVI, las guerras, pocas veces interrumpidas entre España y Portugal, tuvieron á Badajoz en constante alarma, siendo juguete de las veleidades políticas ó ambiciones de familia entre los monarcas de ambos reinos. En 1303 marchó á Badajoz la reina viuda de Castilla, para reclamar del monarca portugués lo que por razón de dote debió entregar á su hija, infanta de Portugal, casada con D. Fernando de Castilla. El monarca portugués le entregó 1.000,000 de maravedises. Al año siguiente fué también á Badajoz D. Fernando IV de Castilla, con intento de visitar al de Portugal, su suegro, con quien tenía algunas diferencias, y recobrar así los lugares que durante su menor edad le había empeñado. El portugués le facilitó una gruesa suma y le volvió á dar más dinero para proseguir la guerra contra los moros, empeñándole la ciudad de Badajoz.

En 1331 D. Alfonso de Castilla fué á Badajoz á verse con Santa Isabel, y cinco años más tarde el rey de Portugal cercaba á Badajoz y le combatía con gran denuedo, porque el de Castilla no había querido levantar el cerco de Lerma, según se lo habían suplicado los embajadores portugueses; pero hubo de retirarse, y para aquella ciudad, por cuya parte pensaba principiar

al maestre de Calatrava,
don Rodrigo era llamado,

y al gran maestre del Temple,
y á otros muchos hijosdalgo,
y a Córdoba y á Sevilla,
á todos les ha rogado
que cerque á Badajoz
todo el bando bejarano.
Como ellos lo supieron
al castillo se han pasado;
alzáronse con la Muela.
que era muy fortificado.
Los del rey allí los cercan;
mas luego se han concertado
que dén el castillo al rey,
y ellos les han segurado
que el rey los perdonaría,

sin castigar lo pasado.
Debajo de este seguro
luego se habían entregado,
ansi también el castillo
los del rey lo habían cobrado.
El rey con crecido enojo
mandó matar todo el bando:
entre homes y mujeres
cuatro mil han degollado.
Todos los mató en un día,
que ninguno no han dejado
que hobiese por apellido
sobrenombre Bejarano.
La justicia fué cruel
según que vos he contado;
pero los que son traidores
merecen hacer tal pago.»

la guerra contra Portugal, hizo llamamiento de gentes, en 1337, D. Alfonso de Castilla, reuniendo 20,000 infantes y hasta 5,500 caballos.

Á una legua de Badajoz y dos de Elvas se vieron, en 1354, los infantes de Castilla, hermanos del rey D. Pedro, con don Juan Alonso de Alburquerque, tratando de sus haciendas y de ir á la mano al rey en sus desatinados y temerarios intentos. Veintiocho años después, D. Juan I de Castilla se dirigió á Badajoz con un ejército formidable, al saber que un ejército inglés y otro portugués acampaban á tres leguas de la ciudad. Las tropas aliadas contaban 6,000 caballos y 18,000 flecheros. Los castellanos excedían de este número. El tratado que se celebró en Badajoz puso paz entre ambos contendientes; pero dos años después, en 1384, un ejército portugués al mando del famoso D. Nuño Álvarez Pereira, acometió al ejército castellano en los llanos de Badajoz y logró vencerlo, matando á más de 3,000 combatientes, y entre ellos al maestre de Alcántara D. Diego Gómez Barroso, siendo esta derrota para Castilla el comienzo de otras mayores, pues doce años más tarde el ejército portugués entraba victorioso en Badajoz, llevándose prisionero al gobernador, que era el mariscal Garci Gómez de Herrera, y se paseó por el interior de la comarca extremeña, subyugando á las ciudades y quemando los lugares pequeños que no aprontaban las sumas que les pedían.

III

Por esta época tuvo lugar un suceso sobre el cual se ha escrito mucho y se ha inventado más por los poetas y novelistas antiguos. Una tradición corre por los pueblos de la frontera que relata lo acaecido en Badajoz con motivo de haberse robado la bandera de la ciudad por los portugueses, en ocasión de

estarse celebrando la fiesta del Corpus Christi. Nada encontramos en las crónicas del siglo XIV que justifique esta tradición. Sin embargo, escritores muy notables no se han desdeñado de acogerla como corre por las gentes del pueblo, y nosotros siguiendo esta corriente la referiremos tal y cómo la encontramos. Hela aquí:

Desde muy antiguo que, al decir de una leyenda extremeña, había en Badajoz la tradicional costumbre de hacer prece der la procesión del Santisimo Corpus Christi (1), de un hom bre conduciendo una enorme caldera de hierro, llamada por el vulgo la caldera del portugués (2), mientras que la misma solemnidad se celebraba por los portugueses en la ciudad de Elvas, pueblo distante de Badajoz 18 kilómetros, siguiendo á una bandera española llamada comunmente El Estandarte de Bada joz (3). Y estas antiguas costumbres, que apenas si recuerdan ambos pueblos limítrofes, y si las recuerdan es de una manera extraña y desfigurada, tienen su origen en un suceso tan raro como original.

›Las fiestas celebradas en Badajoz á la segunda mitad del

(1) El papa Urbano IV instituyó esta fiesta y la del Sagrado Corazón de Jesús como las mayores de la Iglesia Católica en el año de 1264, y Clemente V declaró obligatoria su observancia en principios del siglo xv.

(2) Dicese, no sabemos con qué fundamento, que esta caldera se custodiaba hasta el siglo XVI en el Ayuntamiento de Badajoz. Nosotros no hemos encontrado documento que justifique esta aserción, pero sabemos que en el antiguo edificio del Ayuntamiento de aquella ciudad, levantado en principios del siglo xvi cuando se hicieron las casas y portales de la llamada Plaza Alta, en uno de cuyos frentes estaba situado el referido edificio, al costado iquierdo del llamado Peso-Real, había en su piso bajo una habitación llamada de la caldera del portugués.

(3) Un escritor portugués, Neves e Mello, cuenta, sobre lo acaecido con este estandarte, lo siguiente:

<«<Foi uso por muitos annos, depois da tragica aventura que referimos (la del »robo de la bandera de Badajoz) mostrar-se no dia dá procissão do Corpus Christi >>o estandarte hespanhol na fortaleza d' Elvas, e na praza de Badajoz tangian (toca>>ban) uma caldeira de cobre em commemoração do desgraciado fin que teve o ca>>valleiro...>>

Otros escritores portugueses, y entre ellos nuestro amigo el señor Vilhena e Barbosa, haciéndose eco de esta tradición, la cuentan de distinto modo que Neves e Mello, aunque todos reconocen el hecho principal que da origen al recuerdo histórico del Estandarte español y la Caldera del portugués.

siglo xiv, el día de la solemne procesión del Santisimo Corpus Christi (1), eran cosa digna de verse, si hemos de creer cuanto hasta nosotros ha llegado de la antigua tradición que nos ocupa.

Y después de la extraordinaria pompa del culto religioso que los vecinos de fuera y dentro del Castillo tributaban, como buenos católicos, al cuerpo de Dios, las músicas, danzas, cabalgatas, juegos de cintas y cañas, danzas, representaciones de autos y farsas sacramentales y otros alegres entretenimientos, como el de correr lanzas y toros, no era acaso lo que menos hacía llamar en tropel á las gentes de las aldeas y pueblos cer canos al almenado Castillo, alcázar principal y asiento otras veces de los reyes árabes de la Lusitania y del Algarve.

Los buenos portugueses de aquella época, olvidando por un momento las eternas rivalidades que de siempre los desunían con los turbulentos españoles, atravesaban en aquel día alegremente la frontera (2), sin recordar siquiera que algunas veces la habían pasado en són de guerra, para medir sus valerosas armas con las no menos temibles de los intrépidos castellanos.

Entre los muchos festejos que en Badajoz tenían lugar en aquella fiesta, había predilección por las farsas y representaciones (3) y por carreras de caballos, habiéndose creado un buen

(1) Salía de la iglesia parroquial denominada Santa María del Castillo, antiguamente Catedral, y venía de tránsito á la entonces moderna catedral del obispado Pacense, templo levantado sobre los cimientos de una mezquita árabe convertida, como hemos dicho ya, en iglesia católica, bajo la advocación de San Juan Bautista.

(2) La frontera dista de Elvas sólo doce kilómetros y seis de Badajoz, y la forma el pequeño rio denominado Caya, por el cual dice un poeta, también de Badajoz, Barrantes, lo siguiente:

«¡Vedle! Pasó.—Es el Caya,

que apenas moja la abrasada tierra
con las campiñas portuguesas raya
y las campiñas españolas cierra.»>

(3) Para las fiestas de 1531, escribió el poeta D. Diego Sánchez de Badajoz, denominado El Bachiller, canónigo después de aquella catedral, y antes párroco de Talavera, varias obras, como fueron La Farsa Teologal, La Farsa de Navidad y la del Santisimo Sacramento. En las obras poéticas de este vate aparecen multi

premio para el caballero que diese mayor número de vueltas al rededor de un círculo anteriormente demarcado, sustentando en la mano derecha el pesado estandarte de la ciudad, con cuya insignia las huestes cristianas entraron victoriosas en Badajoz cuando lo ganaron á los sectarios de Mahoma.

» Aquella función, cuando las luchas de destreza y de fuerza entretenían á la nobleza y causaban el encanto del populacho embrutecido por la guerra en que le hacían servir los señores, era

tud de autos y faras escritas probablemente para las fiestas de este día, pues en todas las catedrales se celebraban de igual manera. Sabemos por los Códices de las de Gerona y Barcelona que los asuntos tratados en la primera época eran, entre otros, El sueño y la venta de José, El sacrificio de Isaac, La Anunciación de la Virgen Santa Eulalia con sus compañeras, etc. En Sevilla, durante el primer tercio del siglo XVI, se representaban los autos Adán y Eva, La Epiphania, El descendimiento de la Cruz, Lo de la conversión de Constantino cuando mandó soltar los niños, La invención de la Cruz, El juicio (con Paraiso é infierno) y algun otro.

En 1532 había diferencias entre los dos Cabildos sobre la forma de proceder en la fiesta del Corpus, con cuyo motivo nombró la ciudad á los señores Conde de Gelves y Hernán Darias, alguacil mayor. y Pedro Suárez de Castilla y F. de Alcázar: los cuales unidos á los que el Cabildo Catedral eligió, que fueron los señores D. Juan Ruiz de Baeza, chantre, el licenciado Puerta, arcediano de Reina, Pedro Pinelo y el maestro Suero, canónigo, y bajo la presidencia del señor cardenal don Alonso Manrique, arzobispo de Sevilla, acordaron en el mes de Abril del citado año el orden que se había de guardar en la procesión.

En este acuerdo se dispone, entre otras cosas:

«Que luego vayan las cofradías y oficios con su cera, pendones y música, cada uno la que pudiere haber por la orden, que suelen ir sin memorias ni danzas de espadas. >>

Y más adelante:

«Que señalen lugares donde se hacen las representaciones. Los autos que parece se pueden representar son los siguientes:

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5. Lo de la conversión de Constantino cuando mandó soltar los Niños.

6. El juicio, con paraiso é infierno.

7. Y véase si se podrá hacer la Ascensión, y también véase si se podrá hacer la immición del Spiritu Santo.»>

«Con cada representación de las susodichas ha de venir su Memoria ó Danza de las que suelen traer los oficiales.»>

«Otro sí, que de cada oficio vayan bastantes personas para los regir y hacer andar y que con cada una representación vaya un alguacil.» (Lib. 12 de Autos del Cabildo Catedral, Pág. 150 v.)

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