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tan llano, y precisamente donde el río se extiende más, teniendo tan próximo otro punto más propio, entre el castillo y fuerte de San Cristóbal, por donde el río corre más estrecho, canalizado por dos altos cerros de roca viva, sobre la que podía apoyarse toda la obra; y buscando en el centro tierra firme para estribar un pie con arranques á izquierda y derecha, pudo hacerse un puente más alto que el de Alcántara, con dos ojos solamente, ahorrándose por este trazado una mitad de la obra, pues así no hubiera excedido de 260 metros. Esto nos induce á creer que el puente se hizo sobre cimientos de otro anterior; pero sin autenticidad que lo justifique, no nos atrevemos á afirmarlo. Las reglas de buena arquitectura enseñan que para construir un puente se ha buscado siempre lo más estrecho del río y donde sus orillas están á más altura.

Los romanos adoptaron este sistema en casi todos los que construyeron. Véase el de Lérida sobre el Segre; el de Alcántara sobre el Tajo; el del Istro (Danubio), también de Trajano (1), y otros muchos de aquella época. Y el no hacerse el de Palmas donde indicamos, nos afirma que hubo otro en el mismo sitio, construcción de los godos ó de los árabes, y el cual sirvió para cimentar la obra nueva. Pero sea como quiera, el puente de Palmas es una obra grandiosa, que merece ser conocida por todos los amantes de los estudios arquitectónicos.

Todavía en el siglo xvi se veía sobre un arco que tenía á su salida para Portugal, una piedra con esta inscripción, casi ilegible:

P... AUG...

EDIFICAVIT PONTEM...

HISPANIA... REXS...

ANNO DE MCDLX.

(1) Fué cortado después en 124 por Adriano para impedir el tránsito de los germanos y godos. Tenía veinte pilares de 34'28 de elevación por 16`72 de anchura, con una longitud de 861'08.

Tiene á su entrada por la ciudad dos altos torreones que le sirven de defensa, pues sobre ellos se colocan culebrinas de metralla, para barrer el paso del puente. Estos torreones, así como la puerta que está en medio de ellos, son de un gusto excelente y tienen gran mérito arquitectónico. El arco del centro es jónico, muy sencillo, artesonado de cuadros y molduras, todo ello trabajado primorosamente en piedra de mármol. En el frontis hay una inscripción que indica la época en que se hizo la obra, y debajo dos cabezas, encerradas en dos orlas circulares, dando los retratos de Isabel I y de D. Fernando V. La expresada inscripción dice así:

PHILIPUS HISPANIARUM FLANDRI ET UTRISQUE SICILIAE
PRINCEPUS CAROLI V. ROMANORUM IMPERATORIS

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FILIUS. ANNO 1551.

Puede leerse así: Felipe, príncipe de España, Flandes y > ambas Sicilias, hijo de Carlos V, emperador romano, año de 1551. En este año fué reconocido heredero del reino de los Países Bajos, y su padre le otorgó poderes en la ciudad de Ausburgo para que se encargara del gobierno de España.

Los torreones se elevan á una altura de 16 metros; sin duda como obra de los tiempos del cardenal Cisneros, están envueltos, arriba y abajo, del cordón que aquel regente cogullado ceñía á todas sus obras, símbolo de la Orden franciscana, á la que él pertenecía (1).

Tal era la obra comenzada en 1460 y terminada en tiempo de Cisneros.

Pero el monumento que sobre el Guadiana hicieron en aquellos tiempos no debió tener toda la solidez necesaria para sufrir la fuerza de las aguas en época de inundación, pues ochenta y

(1) Sirvieron estos torreones circulares hasta 1823 para prisión de Estado, y en ellos han estado presos todos los personajes políticos y grandes criminales que fueron juzgados en Badajoz desde que se terminó esta obra.

cinco años más tarde, en 1545, tuvo una crecida tan grande el Guadiana, que sus aguas se elevaron sobre el nivel ordinario 14'78 metros, esto es, 1'06 por cima de las barandas. En este estado corrió el río tres días. Como se comprende, esto tenía que dar fatales resultados á la obra, y en el descenso de las aguas se notó la caída de los tres ojos últimos, la ruina de los seis anteriores, el deterioro de los restantes y el hundimiento del arco monumental que había á su salida, y en cuyo frente se encontraba la inscripción á que antes nos hemos referido.

La recomposición importaba millones, y no era fácil por de pronto reparar tanto mal. Pero pasó tiempo. Transcurrieron treinta y cinco años. En el de 1580, cuando la muerte del cardenal-rey D. Enrique de Portugal, vino á Badajoz D. Felipe II á la cabeza de las tropas mandadas por el Duque de Alba, que conquistó el vecino reino; y el monarca español, que ardía en deseos de mejorar las poblaciones por donde pasaba, mandó que repararan el puente, no omitiendo gastos, hasta ofreciéndose á contribuir con una gran suma (que nunca dió), en caso de que hiciera falta dinero. Y en efecto, animado el Ayuntamiento de Badajoz, y á la cabeza del cuerpo municipal su prefecto D. Diego Hurtado de Mendoza, emprendieron la obra en 1581 y nos la dieron terminada quince después, en el de 1596, como lo expresa la siguiente inscripción que hasta 1869 se veía en el centro de la derecha, y que decía así:

FHILIPPHO. II. HISP. ET. IND. REGE. URBIS.
PROEFECTUS DUO. DI.°-HUR.° D

MENDOCA. S. P. Q. PACIS AUGUSTÆ OPUS HOC. PUBLICAE
TOTI ORBIS SALUTI, PUBLICIS, SUMPTIB

PERFECTUM: DICAVIT

ANNO DOMINE MDXCVI.

Nosotros leemos en esta inscripción lo siguiente: «Siendo › Don Felipe II rey de las Españas é Indias y Gobernador de >esta Ciudad Don Diego Hurtado de Mendoza, el Senado ó

Ayuntamiento de Paz Augusta dedicó á la salud de todo el orbe esta obra, acabada de los fondos públicos, en el año del >Señor de 1596. »

Por cima de esta inscripción lucían varios blasones (1): en el centro los de la casa de Austria, á la derecha los de la Ciudad, iguales á los que tienen adoptados sus Ayuntamientos, y á la izquierda los de la familia de Mendoza, descendiente de la de Solís, por lo cual ostentan sus armas, luciendo su motete de Ave Maria, Gracia Plena.

Muy radical y completa sería la restauración que se hizo entonces del puente de las Palmas, cuando se atrevieron á decir que aquella obra fué acabada en 1596, y ni aun se creyeron obligados, los que la dispusieron, á conservar la inscripción que había sobre el arco de salida al camino de Portugal, como era de rigor, pues realmente no se hizo en 1596, sino en 1460, y el corregidor Mendoza, sólo por un arranque de vanidad, nunca justificado, pudo decir que fué hecha en su tiempo.

Pero no fué esta la sola vez que el puente necesitó restaura. ciones por los desperfectos que sufriera con las avenidas del río, pues que cincuenta y ocho años después, en el de 1603, hubo otra que también vertió el agua por cima de las barandas, y de cuyas resultas se derribaron nada menos que los trece ojos últimos; es decir, que sólo quedaron en pie los quince primeros, que son indudablemente los más resistentes, como que fueron los dirigidos por el famoso arquitecto Juan de Badajoz, y su restauración fué seguida del plan que diera, en 1594, Juan de Herrera.

El poeta extremeño Joaquín Ranero de la Cepeda, nacido en Badajoz en los mediados del siglo xvi, pintando la entrada de Felipe II en dicha ciudad, cuando la visitara en 1580, hace referencia á este puente, como puede verse por los siguientes

(1) Don Diego Hurtado de Mendoza era de Badajoz, y su casa solariega todavía está en pie, calle de Chapín, número 18. Sobre la puerta luce aún el escudo de los de Solís, de quien era oriundo por su madre, D. Ramona Solís.

versos que acotamos de la preciosa poesía que el vate dedica al hecho citado:

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Destruída, pues, una gran parte del puente, la restauración no se hizo esperar mucho tiempo, pues como expresa la siguiente inscripción, nueve años más tarde estaba ya muy adelantada la obra. Hela aquí como se encontraba grabada sobre el arco 27, y en una gran piedra de mármol, fija sobre la baranda derecha del puente, hasta 1869:

(i) El cerro donde está hoy el actual fuerte llamado de San Cristóbal. Se llamó en otros tiempos de Orinace por tener en él su palacio los condes ó duques de este nombre.

(2) El cerro en que está asentado el castillo de Badajoz, y que por afectar su forma á la de una muela, se le conoció por largos años con este nombre.

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