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zez y Adehung. Estrabón tiene también á los iberos como ori ginarios del pueblo español, y según este historiador, atravesaron la garganta de los Pirineos otra raza llamada Galos, que después de sostener largas guerras con los iberos, se unieron á ellos y dominaron así á la Península, bajo la denominación de celtiberos. La hoy España y Portugal estaba poblada por estas dos grandes razas que al par que se engrandecían fraccionábanse en pequeñas tribus dominando cada una su comarca, que más tarde se llamaron provincias y después reinos. Estrabón dice que los que moraban en la Lusitania eran los turdetanos, que antecedieron á los tiros, los griegos y los fenicios, todos como á unos quinientos años antes de Cristo. Los focenses y metelinen. se, y otros isleños del mar Egeo y del Jónico, consta también que se establecieron en la Lusitania, mezclándose en ella estas razas y viviendo como hermanas.

No aventuraremos mucho diciendo que Badajoz fué fundación de estos tiempos, porque Estrabón dice que en la época de Escipión el Africano, unos 208 años antes de Cristo, había ya en Badajoz una población; y 144 de la misma era, durante las guerras de Viriato, hubo una fortaleza, dentro de la cual parece que el intrépido guerrero firmó su tratado de paz con los legados de Roma.

La comarca lusitana era rica, no tanto por las ciudades que ya contaba, cuanto por el producto de su suelo y del sub-suelo. Amílcar se admiró de que los lusitanos se valiesen para todos sus usos domésticos de útiles de plata, pues hasta las tinajas, vasos y platos (cuenta el general cartaginés), eran de plata y oro.

Sabido es que el famoso general ibero concibió el proyecto de deliberar á su patria de la dominación de Roma. Alzóse contra ella el año de 149 antes de Cristo, y en el espacio de cuatro años derrotó á cuatro ejércitos sucesivos compuestos de numerosas legiones y mandados por los más entendidos generales que Roma contaba. En 144 sus tropas operaban en las montañas túrdulas ó turdetanas; el cansancio se había apoderado de

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aquellos valientes que fueron rechazados, aunque no vencidos, por los consulares (1). Viriato vió entonces el peligro que corría su valerosa empresa y se corrió por las montañas celtiberas reclutando gentes y buscando armas, organizando su ejército y operando de nuevo contra los romanos á quienes venció y obligó al fin á capitular, en un pueblo que desde entonces se denominó Civitas Pacis, después Pax-Augusta y hoy Badajoz. En esta ciudad, pues, capitularon los generales romanos, haciendo la paz con el famoso Viriato, y no reconocidas las bases de esta capitulación por Roma, al año siguiente la rompieron sigilosamente, y sin previa declaración de hostilidad, atacaron de impro. viso á Viriato. Retirábase éste á las montañas á esperar nuevas victorias, cuando fué vendido por tres oficiales suyos á quienes sedujo el oro romano, y le dieron muerte cobardemente, sorprendiéndole dormido en su tienda, el año 140 antes de Cristo.

Estos pasajes que relatan varios autores y tratan de rectifi car con escasa suerte otros que no los estiman del todo exactos, dan como origen de gran antigüedad la fundación de Badajoz, ciudad que, como la de Mérida, Medellín y otras ya principales, la fundaron los túrdulos viejos, como dice Plinio, pues habitaron estos en las márgenes del río Guadiana y confinaban con los vetones por la línea de Trujillo y de Cáceres.

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Los romanos, antes del imperio de Augusto habían forzado la conquista de España; las legiones 5.a y 10.a se posesionaron de la Lusitania, y la primera mayormente de los pueblos comprendidos entre Almadén y Mérida, y la segunda de los de Talavera la Real hasta Lisboa. Por estas legiones y bajo la dirección del legado Publio Carisio, se abrieron caminos, se levantaron puentes, se engrandecieron las colonias, se fundaron ciudades y pueblos suntuosos, recordando todo ello el empeño con que el emperador Augusto tomó la conquista de España. Demuestra

(1) Diccionario histórico biográfico, critico y bibliográfico de autores, artistas y extremeños ilustres (t. II, art. Viriato).

esta aserción, más que otro hecho alguno, el haberse dado su propio nombre á Emérida y á Civitas Pacis, llamadas desde entonces Emerita Augusta la primera, y Pax-Augusta la segunda. Por lo que hace á esta la distinguió con la categoría de Colonia y á más la invistió con la autoridad de Curia Pontifical, centro donde residía la jurisdicción sacerdotal (1). En el trozo de la muralla antigua del M. que se destruyó cuando se edificaron las modernas que hoy tiene Badajoz, existía una inscripción monumental que decía así:

CVRIAE. PONT
FLAM. PACIS ...
VE. FLAMI.

La Lusitania contaba con cinco colonias: Emérita, Metellinum, Norva Cæsaræ, Pax-Augusta y Scalabin (Santaren). Restos importantes de sepulcros, caminos, edificios y templos diversos denuncian la importancia de la colonia Pax-Augusta. Todavía se conservaba hasta el siglo xvi, en la catedral de Badajoz, la siguiente sepulcral que menciona Dosma y Delgado:

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P. CINCIO. PAP. RVF.

A. M. LEG. X.

P. CINCIVS. PAP. TVSCVS

PATRI. SVO. ET. SIBI .
PER. SE. D. S. F. C.

Esto es: Á Publio Cincino ó Cincio Rufo... soldado de la legión 10.a Publio Cincio Papirio Tusco hizo construir de su > bolsillo este sepulcro para su padre y para sí mismo, etc..

Los escritores portugueses atribuyen las glorias de la colonia Pax-Augusta á Paz-Julia, y esto no puede comprobarse con razonamiento serio. El mismo error existe en la afirmación de

(1) PLINIO, libro IV, c. XXII.

otros que hacen á Pax-Augusta y á Pax Julia una misma ciudad, refiriendo ambas denominaciones á la Beja portuguesa (1). Plinio habla mil veces de la colonia Pacense, como de la ciudad PaxAugusta, y no le da dictado alguno, por lo que se demuestra que no tuvo otro que el dado por los soldados romanos de la 10.a legión, cuando la engrandecieron 22 años antes de Cris. to. De esta opinión son la mayoría de los escritores que del asunto tratan y muy particularmente el cronista Dosma y Delgado (2). Este autor copia entre otras las siguientes inscripciones que él leyó, encontradas en Badajoz. En su catedral, entrando por la puerta de la Magdalena, á la derecha, había esta dedicatoria:

D. M.S.
IVLIO

VOGEM. ES
DEORVM. TES.

PIVS IN SVOL.

IVLIVS ALLVS
FILIVS PATRI SAN
CTISSIMO. FACIVN

DVM. CVRAVIT

Este Julio Alo cumplió su voto, por testimonio de los dioses

(1) Pro colonia Pacensi, epistola ad Vasceum, por Andrés Resendio. (Ulissipone, 1561. Otra, Colonia, 1600 y otra idem en 1613).

Libellus de Pace-Julia, por el mismo. (Ms.)

Apologia por Beja, ó Pax Julia ilustrada, por Diego de Gouvea é Barradas. (Ms.) Historia de Beja, por Félix Pereira. (Ms.)

Antigüedades de Beja, por Diego de Gouvea é Barradas. (Ms.)

Memorias históricas de la ciudad de Beja, por Jerónimo de Carbalhal Freyre. (Ms.)

Antigüedades de Beja, por Vasco Freire. (Ms.)

Memorias históricas de Beja y Mértola, por Christovam Xavier da Silva Ganhoteiro. (Ms.)

Historia da cidade de Beja, por Marcial do Avellar da Costa. (Ms.)
Noticias das antigüedades de Beja, por José Gago da Silva. (Ms.)

Todos estos autores escribieron á favor de Beja, como también el P. Francisco de Oliveira, el bibliófilo Barbosa, el ex-ministro Silvestre Riveyro, el P. Francisco de Jesús, y en nuestros tiempos el académico D. Aureliano Fernández Guerra.

(2) Discursos Patrios de la Ciudad de Badajoz, c. VIII, pág. 37. (Badajoz, 1870.)

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