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CAPITULO VI.

Situacion de los ejércitos beligerantes.-Traslacion de la titulada junta de gobierno de los reinos de Valencia y Murcia.-Abandono de algunas guarniciones carlistas.--Rendicion de los fuertes de Alcalá de la Selva, Mora de Ebro, Arés y Alpuente.-Encuentro sostenido por Leon en la sierra del Caballo.-Accion de la Cenia.

os golpes incesantes que recibian los carlistas tenian á sus gefes en una actividad contínua y les obligaban á cavilar de contínuo sobre los medios de parar el impetu de las armas constitucionales, enriquecidas cada dia mas con los nuevos triunfos que vamos reseñando en esta crónica. Fija la aten

cion de aquellos en la importante plaza de Morella, dieron órden para que fuese reforzada su guarnicion con el batallon de guias de Aragon, unos doscientos voluntarios realistas de varios pueblos y los restos de la fuerza qne el valiente Zurbano habia batido en Pitarque. La de Cantavieja no les llamaba la atencion; exigia sin embargo el aumento de alguna gente, que diseminada solo hubiera servido para presentar diarias ocasiones de ensangrentar sus lanzas á los soldados de la Reina: reforzáronla, pues, à vista de esta

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consideracion, de tal suerte que entre el servicio de esta plaza y la de Morella tenian empleados á todos los aragoneses, quedándoles solos los catalanes y valencianos para oponer resistencia en campo abierto á las fuerzas numerosas con que contaban los generales de la Reina. Estos con sus respectivas divisiones ocupaban los puntos siguientes: el DUQUE DE LA VICTORIA se hallaba en las inmediaciones de Morella; Ayerve en Cinctorres, à hora y media de aquella ciudad; Zurbano, en el Horcajo; el conde de Belascoain en Monroyo, y Puig Samper en Luco y Bordon. Estas posiciones estrechaban cada vez mas las líneas de circunvalacion contra las dos plazas mas importantes que aun tenia Cabrera, dejando conocer que no tardaria mucho éste en verse privado de aquellos dos importantísimos baluartes que tanto lison gearan su orgullo, desde los cuales tan feroces anatemas habia fulminado contra los que no favorecian su causa, y desafiado por último el gran poder, el astro protector con que brillaba en aquellas provincias la espada victoriosa del general ESPARTERO.

Hemos enunciado ya, no en un solo parage, los males que aquejaban á los carlistas, y basta observar los progresos favorables del ejército enemigo para, sin necesidad de que nosotros lo digamos, conocer que cada golpe, cada triunfo de aquellos, era una herida mortal de necesidad en las críticas circunstancias en que se encontraba la guerra. La mas grande de todas ellas era sin duda alguna la completa desmoralizacion de los soldados. Hija las mas veces del estado de brigandage y de desórden en que por necesidad viven unos cuerpos que no cuentan con recursos para subvenir á todas sus necesidades, y que gozan en toda su totalidad de la licencia que trae consigo la guerra, habíase sin embargo contenido hasta ciertos límites mientras conservaban confianza en sus gefes, freno que templaba la natural fiereza de aquellos hombres desalmados, ó al menos la daba una direccion conveniente á sus fines, haciéndola jugar como instrumento de destruccion у estímulo poderoso para hacer guerra sangrienta á los defensores del trono constitucional. Mas perdida ya la confianza aquella, era muy natural que los gefes se viesen abandonados, que los soldados quebrasen los vínculos que á aquellos les unian: asi sucedió, y desde entonces empezaron ya á ser frecuentes las deserciones. Presentábanse pelotones enteros á los generales de la Reina, refiriendo las mil divisiones que trabajaban á sus caudillos yel estado de inquietud y desaliento en que vivian.

El mismo dia de haberse tomado el castillo de Aliaga rompió un fuerte temporal de agua y nieves que tuvo por algun tiempo suspendidas las operaciones; mas no bien cesó, cuando los generales de la Reina se prepararon á seguirlas. O'Donnell debia emprender el sitio de Alcalá de la Selva; Azpiroz el de Alpuente, punto nuevamente recompuesto por los facciosos y el de Begis, y ESPARTERO entretanto trataba de desconcertar á los carlistas con

sus movimientos por la parte en que operaba Ayerve con su tercera division y por la de los puertos de Beceite, amenazando á Mora el conde de Belascoain con la primera division y el brigradier Zurbano con la fuerza de su mando. El 23 de abril salió para Fortanete el brigadier Amarillas á la cabeza de 5 batallones, 2 escuadrones y una batería de montaña con el objeto de establecer los almacenes necesarios para el sitio de Cantavieja. Dus brigadas del ejército marcharon á Allepuz y Cedrillas, y el cuartel general del ejército del centro salió para Monteagudo.

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Notóse tambien por estos dias movimiento frecuente en los carlistas, los cuales relevaron la guarnicion de Cantavieja. La junta de Gobierno que se apellidaba á sí misma de Aragon, Valencia y Murcia pasó á Cervera, des– cubriendo desde luego con esta traslacion sus temores de que llegase á caer la plaza de Morella punto de su residencia anterior y prefiriendo (á pesar del fanatismo que habia tratado de difundir en los pueblos de su dominio y de toda la confianza de que hacia alarde) asentar la planta en las márgenes del Ebro y pasar en caso de apuro á Francia por Cataluña que no consignar una prueba de su decision pereciendo entre los escombros de aquella formidable fortaleza. Pudo influir tambien en esta determinacion la sorpresa de Zurbano en Beceite, en cuyo punto cogió mas de 200 prisioneros. Como quiera que ello sea y aunque los gefes militares de Morella no dejaban salir á nadie de la plaza fueron muchas las personas comprometidas que burlaron su prohibicion y vigilancia, descolgándose por las mismas murallas. La guarnicion de Linares abandonó su puesto á consecuencia de otro golpe en que el general Ayerve avanzando hasta Villafranca del Cid y la Iglesuela, cogió dos piezas de artillería que las fuerzas de Cabrera sacaban de Cantavieja para colocarlas en la cuesta de Arés; mas no por este abandono lograron ocupar los constitucionales el fuerte de Linares, pues sus defensores le entregaron á las llamas pasando á aumentar la guarnicion de Alcalá de la Selva. La importancia de este fuerte, que sin dilacion se disponia á atacar el general en gefe del ejército del Centro, dejase conocer por el empeño que hicieron los carlistas en que se sostuviese à todo trance. Sirva de corroboracion á esta verdad la comunicacion que el titulado segundo comandante general interino de Aragon, cabecilla Polo, dirigió á su gobernador el coronel faccioso D. Juan Pertegaz.

Decia así:

«Segunda comandancia general de Aragon. Segun los movimientos del enemigo no es difícil que ese baluarte de la lealtad sea atacado pronto, y creo que V. S. y esa guarnicion tendrán en esta noticia un motivo de placer. Si se presentan ocasiones de gloria, ocasiones que tanto apetece quien se precia de militar y de realista, y ocasiones que casi sin riesgo pueden aprovechar los defensores de Alcalá de la Selva.

Nada exagero, y lo voy á demostrar. La fortaleza de ese punto ofrece seguridad contra ataques muy sérios. Los soldados valientes en sitios semejantes jamás piensan en sus vidas. Pueden sacrificarse, mas la fama inmortaliza sus hazañas; y hé aqui el gran objeto de cuantos siguen la carrera de la gloria; un renombre eterno, ser la admiracion de la posteridad. Y en quien al mismo tiempo se precia de realista, ¿cuánto no se aumentarán naturalmente tan hermosos sentimientos? ¿Cuál será el que no ambicione inmortalizar su nombre en defensa de la sagrada causa de Dios y el rey? << Pero repito que afortunadamente se está en el caso de adquirir glorias casi sin riesgo.

«El aspecto de la guerra y de nuestros asuntos politicos ha variado estraordinariamente. Vea V. S. si no el contenido de las comunicaciones que adjuntas le dirijo. Véanlas tambien todos esos valientes, y desde luego conocerán que la precipitacion de las operaciones del enemigo tiene motivos demasiado poderosos. Fiado en los recursos que la traicion mas horrorosa le prestó, quiere adelantar á toda costa, quiere ver si de este modo puede prometerse alguna ventaja para cuando llegue el caso tan próximo de solicitar se le conceda algo. ¡Ay de él en tales circunstancias, si algun punto detuvo la marcha de sus ventajas ruines, á la par que efímeras, y si cuando el descalabro llega sobre los infames la poderosa accion de las grandes potencias que ya son nuestros amigos!

«Ademas, aun ciñéndonos á lo que es nuestro poder, puede Alcalá prometerse fundadamente el triunfo; porque el ejército de la revolucion no es tan grande como ella quisiera suponer. Me remito si no á lo que la esperiencia pondrá en claro al primer golpe que sufra. ¿Y no debe esperarse este en el punto verdaderamente fuerte de Alcalá? ¿Ayudada su guarnicion como lo será por los esfuerzos que hagan las fuerzas de afuera, no puede despreciar cualquiera conato que en la consecucion de sus fines ponga el enemigo? Confiad ademas en el ángel de las victorias, en el Excmo. Señor conde de Morella. La salud le separó de frente del ejército; pero ya llegó el momento en que restablecido vuelva otra vez à coronarse de triunfos, y por pronto que los enemigos de cuanto hay sagrado en el cielo y tierra ataquen á Alcalá, si Alcalá se resiste verá su espada invencible llevándole su salvacion, y máxime cuando tambien dispone del ejército de Cataluña.

«V. S. hará presente todo esto á la guarnicion manifestándola que si corresponden á mis esperanzas, salvando alli el renombre aragonés, serán recompensadas á manos llenas, pudiendo contar desde luego con el ascenso inmediato y la cruz de S. Fernando á los señores gefes y oficiales, y la tropa con un real vitalicio, la cruz de S. Fernando y nobleza personal.

«Espero no habrá en tales circunstancias ni uno solo indiferente. «Dios guarde á V. S. muchos años. Cantavieja 22 de abril de 1840.TOMO III.

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El segundo comandante general interino. Juan Polo y Muñoz. Señor coronel gobernador de Alcalá de la Selva, D. Juan Pertegaz. »

A pesar de esta comunicacion, en que á decir verdad y para ser imparciales esplotaba Polo con habilidad cuantos medios pudieran ser eficaces para conseguir una resistencia heróica de la guarnicion de Alcalá de la Selva, sufrió esta todo el rigor de la dura ley que ya pesaba sobre la causa carlista. Y no porque sus individuos hubiesen carecido de suficiente valor para seguir á la letra los consejos de su general, no porque fuese floja su resistencia; todo al contrario. La defensa de Alcalá de la Selva, no menos obstinada que la de Aliaga, prueba como aquella de cuánto son capaces los pechos españoles. La resistencia que en aquel punto hicieron los rebeldes no es facil de describir. Despues de haber conseguido los leales soldados del trono constitucional apagar con su artillería los fuegos del castillo, destruir todas las defensas, ocupar una parte del fuerte, derribar los rastrillos con el hacha de los gastadores, todavia se resistia la guarnicion, y á cuerpo descubierto arrojaba piedras, madera, tablones, y cuanto à la mano habia: el gobernador daba ejemplo hostilizando el primero á los valientes soldados, los cuales sin embargo no retrocedian. Los certeros y repetidos disparos de la artillería sitiadora, el fuego de los cazadores y el aspecto de las compañías de granaderos que se presentaban al asalto triunfaron por fin de aquella resistencia. El castillo se rindió á discreccion de los sitiadores, y aun que el bizarro general O'Donell, irritado justamente de su obstinacion, se habia negado á conceder todas las garantías hasta la de las vidas para los individuos de la guarnicion, con todo, al verlos ya rendidos y á merced de sus tropas, no pudo ser cruel y les trató como prisioneros de guerra. Sufrieron esta suerte el gobernador del castillo, un comandante, dos capitanes, seis subalternos, un capellan, siete sargentos y setenta y ocho entre cabos y soldados. Los vencedores cogieron dos piezas de artillería y un buen repuesto de víveres y municiones.

Poco antes de esta importante victoria, el bizarro conde de Belascoain enderezaba sus huestes à Mora de Ebro, punto de residencia del caudillo tortosino. Saben ya nuestros lectores que el deseo de proporcionarse una convalecencia tranquila y no cálculo alguno ó combinacion militar habia llamado á Cabrera á aquel pueblo; por consiguiente, era de presumir que acercándose fuerzas respetables y un general de tan alto renombre como el que merecia D. Diego Leon, los carlistas no habian de aguardarle. Harto les daba que hacer la traslacion de su caudillo, cuyas fuerzas eran mas débiles cada dia, y al que, no sin haber antes vencido graves obstáculos, hicieron tomar la direccion de Cherta, llevándole embarcado hasta la Azud de Cherta y desde alli al pueblo en una camilla. Una partida de los mas atrevidos carlistas llegó hasta los arrabales de Tortosa, y sorprendiendo à un maes

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