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verificó con una decision admirable, logrando desalojar al enemigo de sus posiciones causarle algunos muertos y hacerle varios prisioneros. La brigada de vanguardia llegó al campo llamado de Layúc donde se estableció para apoyar á la de ingenieros que debia verificar el reconocimiento de San Pedro Martir y el de la Querola que ocupaba un lugar medio entre aquel y la plaza en una colina poco elevada que linda con el camino que va á Aragon. Las fortificaciones de ambos reductos estaban por terminar y el afan de los sitiadores era el de impedir este trabajo. A la una de la tarde estos que habian colocado parte de su artillería en el cerro de la Pedrera hicieron los primeros disparos contra San Pedro Martir á quien dominaban completatamente. Prosiguieron aquellos sin intermision sucediendo á las granadas y otras municiones huecas, que fueron los primeros proyectiles arrojados, las balas de á 12 y 16 llevando entre todas la destruccion tan á su término que á las cuatro de la tarde se hallaba ya formalizado contra el reducto el ataque de fusilería y artillería y habia esta hecho mas de 500 disparos. Habia mandado el Duque de la Victoria que ademas de la batería de la Pedrera se estableciese otra para cuatro piezas de á 16, pero observando que la larga distancia á que se hallaban del reducto no permitia que les causasen todo el daño que deseaba, adoptó una de esas medidas enérgicas y arriesgadas que tan familiares le eran y fué la de mandar construir aquella noche otra batería en la falda del mismo cerro en que estaba colocado el reducto y de cuyas troneras no venia á distar mas que un tiro de pistola. Pocas horas fueron necesarias para que el entendido general Cortinez, comandante general de ingenieros, diese concluida esta operacion à la que no dejaron de oponerse las rebeldes con sus contínuos disparos. Pero viendo que si con estos causaban alguna pérdida no por eso lograban impedir que se llevase adelante el establecimiento de aquella formidable batería que muy en breve les habia de enviar la muerte desde todos sus ángulos, determinaron valerse del único recurso con que en tan apurada situacion contaban. Era este el de hacer una salida, la cual verificó una de las dos compañías del tercer batallon de Valencia que guarnecian el fuerte al mando del coronel D. José Arnalet, segundo del gobernador D. Pedro Camps. Colocados los sitiadores en el parapeto escarpado que circundaba él fuerte, carecian del terreno para adoptar posicion conveniente y resistir el ímpetu de la fuerza acometedora, por cuya razon hubieron de mandar replegar sus guerrillas. Los sitiados obtuvieron por este movimiento la ventaja de restablecer las comunicaciones entre la plaza y la Querola, interceptadas pocos momentos antes por las fuerzas sitiadoras.

En la mañana del 24 rompiéronse de nuevo las hostilidades contra San Pedro Martir. El fuego era vivo é incesante; los sitiadores le hacian cada vez mas certero y cada vez mas estrechaban la circunferencia. Los sitiados le

contestaban con ardor y aun entusiasmo fiando en lo mucho que habian oido hablar de la imposibilidad de tomar à Morella y sus fuertes adyacentes y sobre todo en su general Cabrera de quien en todo caso esperaban un pronto socorro. Entretanto el gobernador de la plaza de Morella observando el conflicto en que se encontraban los fuertes esteriores y tratando de animarlas no fuera que cediesen al desaliento, la ordenó una salida á las siete de la mañana de este dia 24, la cual solo sirvió de escarmiento á la guarnicion carlista que hubo de llorar las pérdidas considerables causadas por el indomable arrojo de los constitucionales.

Aunque nada podia pedirse á la bravura con que estas lidiaban y á la prontitud con que llevaban a efecto cualquier órden que se les comunicaba, no se acomodaba á la energía y actividad de ESPARTERO el modo lento con que iba destruyendo aquellos baluartes que no eran mas que preliminares del grande en que los carlistas cifraban sus esperanzas. Ansioso de desbaratarlas en un punto, de ver reducida á escombros la orgullosa plaza, desmoronadas sus elevadas almenas, hecho trizas y sepultado en el polvo el pendon que tremolaba insultando á los libres, hubiera querido que todos los elementos de resistencia cedieran instantáneaneamente á los grandes medios de accion con que él contaba, y como este resultado aunque seguro no se consiguiera tan pronto como él deseaba, mandó redoblar sus esfuerzos á los sitiadores, los cuales lo hicieron asi en la mañana del 25 vomitando contra San Pedro un fuego horroroso de cañon y fusilería. El comandante D. José Fulgosio, procedente del convenio de Vergara, recibió órden de avanzar, y ejecutándola cumplidamente voló arrojadamente á la carrera á la cabeza de algunos soldados de la misma procedencia hasta un escarpado que ofrecia posicion para emprender el asalto del fuerte y se hallaba á cubierto de los fuegos de la guarnicion. Entretanto el regimiento de cazadores de la Guardia Real provincial se aproximaba á aquel por otro lado llegando el arrojo de algunos soldados al estremo de penetrar en el foso y rayando en el mas alto grado de desesperacion de los carlistas por no haber á la mano granadas con que hostilizarlos y detener sus progresos. Recordando entonces Fulgosio la antigua amistad que le habia unido al gobernador carlista mientras militaran bajo una misma bandera, creyó oportuno entrar en contestaciones con él antes de dar principio al asalto y ofrecerle á nombre de aquella las garantías mas sólidas de respeto á su persona y á las de sus soldados si deponian las hostilidades, y el militar carlista que a pesar de la decision con que sostenia su puesto se hacia cargo de las circunstancias dificiles en que se hallaba, que veia diezmada su gente y amenazada de igual suerte la que le restaba, que empezaba á sentir la falta de medios para la defensa mientras que como por encanto se aumentaban los de destruccion de los constitucionales, que era testigo del

á

cansancio de su gente à quien desanimaba la justa confianza de los sitiadores, y finalmente que desconfiaba ya del suspirado y prometido auxilio, entró en contestaciones con su antiguo compañero, proponiendo que se les permitiese marchar á reunirse con la guarnicion de la plaza, ó tomar parte en las filas de la Reina ú obtener pase al que no optara por ninguno de estos anteriores estremos. Enérgica y pronta la contestacion de ESPARTERO, á quien se comunicó la propuesta anterior, se encerró en este lacónico y significativo periodo, ó perecer en los escombros ó entregarse á discreccion. Adoptaron este último partido los sitiados al sonar la hora que se les habia señalado como término de su resolucion rindiéndose á discreccion el gobernador, trece oficiales, doscientos sesenta y cuatro individuos de tropa y un capellan; todos los cuales fueron inmediatamente conducidos á Zaragoza. Entre los muertos lo fueron un capitan llamado Corbasi, un teniente y un subteniente.

El fuerte de la Querola que estaba dominado por el de San Pedro Martir no podia resistirse mucho tiempo, despues de haber caido este en poder de los sitiadores, y aunque la guarnicion obligó á estos á adoptar algunas medidas de ataque y las contestó con algunos ligeros disparos, no quiso con todo esponerse á perecer entre los escombros y pasó á engrosar la de la plaza, abandonando sigilosamente el fuerte despues de haber dado fuego á algunas obras y repuestos de los que consideraba próxima presa del enemigo. En este reducto de la Querola se apoderaron los constitucionales de una pieza de á 8 titulada el rayo, fabricada en Cantavieja el año 39 de las campanas de Aragon, Valencia y Murcia.

Estas dos interesantes ocupaciones dejaban en libertad al ejército sitia. dor para dirigir sus hostilidades contra la plaza y castillo, á cuyo efecto hicieron movimiento para estrechar el cerco, situándose el cuartel general en el alto de la Pedrera con la brigada de vanguardia; la primera division á la izquierda y la tercera en la falda de la muela de San Pedro. La brigada regida por Durando permanecia en San Marcos. No todos los carlistas estaban dotados de toda aquella presencia de ánimo necesaria para desafiar los grandes obstáculos que por todas partes les rodeaban y arrostrar con impavidez una muerte segura por solo el placer de desafiar los medios considerables de accion con que contaban las armas nacionales, y si en un principio pudo inspirarles confianza la proverbial valía de sus fortificaciones y retrincheramientos, ahora que veian sucumbir algunas de ellas y esperaban igual suerte para las restantes habian de perder brios y decaer hasta el desfallecimiento; asi que muchos de los sitiados se descolgaban por las murallas de la plaza pára trasladarse al campo enemigo. Dos coroneles carlistas, à quienes Cabrera habia confiado puntos importantes incurrieron tambien en esta defeccion que no dejó de ser fatal á sus antiguos

compañeros, pues por ellos se enteraron los sitiadores de los puntos mas débiles á donde debian dirigir sus ataques. En toda la noche de este dia 25 se ocupó la brigada de ingenieros de la construccion de nuevas baterías, una de las cuales se situó en el cerrillo del reducto de la Querola. Protegieron sus trabajos tres batallones de los cuales el uno pertenecia á la vanguardia y los otros á las divisiones segunda y tercera.

Al amanecer del 26 aparecieron construidas otras dos nuevas baterías á mas de la referida para piezas de grueso calibre. Ocho de á 16 contenia la de brecha y estaba situada á la derecha del camino de Aragon á Morella algo mas abajo de la ermita de Santa Lucía. Las otras dos baterías de morteros fueron colocadas al occidente de la de brecha en posicion altamente ventajosa. Todas ellas rompieron un fuego horroroso contra la plaza al rayar el dia. Los sitiados le contestan y sostenido sin interrupcion por unos y por otros forma un estruendo que no deja oir lo que se habla aun á grandes gritos. Mucho desanimaron los carlistas al observar que los tiros de la batería de brecha iban asestados contra el lienzo intermedio de la torre del salto y del empalme que esta forma con el primer recinto del castillo, persuadiéndose que aquel era sin duda alguna el sitio designado por el enemigo para sufrir el asalto y en el que por tanto se trataba de abrir brecha; contribuia á aumentar su desaliento el ver que mientras con tanto teson jugaba esta batería contra la plaza la de morteros hostilizaba al castillo de un modo tan decidido que logró apagar sus fuegos como aquellos temian; porque la artillería del castillo era reducida y no contaba con medios para sostener un fuego vivo por tantos dias como los que prudencialmente se regulaba que debia durar el sitio. Sin embargo de todos estos contratiempos la desanimacion duraba poco tiempo, por lo menos en la clase de tropa y pueblo, que se dejaba seducir con las mas brillantes esperanzas creyendo que no habia de pasar mucho tiempo sin observar desde las mismas murallas los movimientos salvadores del ejército de su gran caudillo, Y la derrota completa de las huestes de ESPARTERO. Varios frailes recorrian las calles presurosos maridando con estas tan absurdas noticias las exhortaciones, las pláticas, los ruegos y las amenazas. Pintábanles la necesidad de sostener la causa de la religion y de la legitimidad personificadas en su rey Carlos V, trazábanles con los mas negros colores el cuadro que ofrecia la nacion á quien la revolucion llegaria à avasallar si no se la contenia desde aquella imponente y temida fortaleza y empleaban por fin mil medios que demasiado conocidos y fáciles de inferir no es necesario referir aqui. Con esto, con algunas gratificaciones que daban y otras muchas mas que prometian lograban no solo aumentar la confianza sino inspirar el entusiasmo en el corazon de los soldados, los cuales como para desafiar el poder de las armas vencedoras y hacer ver que eran capaces de soportar se

renamente hostilidades todavia mas duras que las que les regalaba el ejér– cito sitiador, echaban mil baladronadas y hacian alarde de su valor poniéndose á bailar debajo de las mismas bombas y corriendo á arrancarlas las espoletas. Estas chanzas llegaron á repetirse tanto, y tantas fueron tambien las desgracias que ocasionaron, que fueron prohibidas por los gefes.

No podian estos conservar la misma sangre fria que los soldados viendo que las tropas del cerco aumentaban cada vez mas las hostilidades y que era horrendo el estrago que causaba su artillería desmoronando infinitos edificios y haciendo muchas víctimas, pues solo en una de las casas de la ciudad, perecieron mas de quince personas que se habian alli refugiado. La parte de la poblacion que venia a dar frente á la línea de ataque se hallaba ya tan derruida y era tal el peligro en que se encontraban los habitantes á quienes sus circunstancias no permitian buscar otro asilo, que no pudieron mirarlo con indiferencia las autoridades carlistas, y el comandante de ingenieros Alzaga de conformidad con el gefe del distrito sometió á la deliberacion del consejo de guerra permanente de la plaza el plan de trabajos compatible con las circunstancias, capaz en su concepto de evitar para lo sucesivo los males que se deploraban. El proyecto de Alzaga estaba reducido á establecer en el sitio que haria cara á la línea de ataque una línea nueva de retrincheramiento á la zapa, doble, distante unas quince á diez y ocho varas de la muralla; reforzándola con un terraplen arreglado y cubierto de varios obstáculos: de este modo uno de sus estremos venia á quedar unido al parapeto del castillo, mientras que el otro tocaba con la iglesia de San Miguel.

Despues de examinado y aprobado por el consejo de guerra este nuevo plan de defensa, fué puesto en ejecucion no sin que los sitiadores trataran de impedirla con su mortífero fuego y ocasionasen grandes bajas á las compañías de zapadores empleadas en las obras sobre las cuales tuvieron constantemente seis bombas por lo menos de 14 pulgadas. A pesar de todo, las fuerzas carlistas llevaron adelante sus trabajos con decision, logrando verlos terminados en la mañana del 27, y dejar espeditos los nuevos retrincheramientos para que desde luego prestasen los servicios á que estaban destinados. El horrible estrépito que causaba el fuego permanente de artillería, llegó á los pueblos comarcanos, de cuyos habitantes, aturdidos los unos, poseidos de curiosidad los otros, concurrieron muchos al campamento de las tropas leales á presenciar el éxito de aquellas terribles operaciones.

En los dias siguientes 27 y 28 continuó causando estragos la artillería de los sitiadores y en la mañana del 29 establecieron nuevas baterías en el Coll del Vent, las cuales amenazaban el lienzo de muralla correspondiente á la plaza mayor y al portal llamado del Estudio. Pensaban resistir los car

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