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no que ofrecian las inmediaciones de Morella van á encontrar en el foso una muerte mucho mas terrible que la que allá habian evitado.

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Ahogados los unos, clavados otros en las estacas, despedazados muchos, ofrecian un cuadro tétrico, horrible, aterrador. Pero aun no eran solos los desgraciados los que sufrieron el hundimiento. Muchos otros que llevados de la primer noticia que habia circulado volaban á buscar su salvacion en el puente y que por la oscuridad de la noche y el espanto de que iban poseidos no habian podido apercibirse de aquel triste acontecimiento, venian á precipitarse sobre los yertos cadaveres de sus compañeros; llegando á ser tantos los que sufrieron esta suerte que no pasó mucho tiempo sin que se llenara el foso y diera libre paso á los demas. Cosas hay que no se describen. Aquel monton de cuerpos inanimados, la mayor parte horriblemente mutilados, compuesto de mugeres, niños, hombres, militares, paisanos, frailes, personas de todos estados, de todas clases; aquella lúgubre

pirámide de la cual solia salir un ay desgarrador que anunciando un síntoma de vida en medio de tanta muerte la daba un colorido doblemente siniestro.... era el espectáculo mas terrible que cabe en la imaginacion. Tan pródiga ésta en sus ficciones apenas puede crear una que se asemeje á aquella terrible realidad. Parecia que en aquel campo, en un terreno dado, reducido; se bosquejaban á la vez todos los horrores de una guerra civil la mas encarnizada y sangrienta..

Mientras que los entusiastas defensores de Cárlos recogian de tal modo el triste fruto de su fanatismo, pagando con la vida el necio empeño de cerrar los oidos á la voz consoladora y amiga, voz de paz y. de reconciliacion que les habia dirigido el DUQUE DE LA VICTORIA antes de esgrimir la espada que habia sabido triunfar en el Norte; mientras que los ayes y lamentos alternaban del modo mas fatídico y lúgubre con los estampidos del cañon, las descargas del fusil y el crugido del viento, algunos gefes carlistas, dotados de suficiente serenidad aun en medio de tanta carnicería, se aproximaron á la muralla y comenzaron á llamar por sus nombres á muchos de los que habia dentro, á pronunciar los suyos, y en fin á hacer otras demostraciones que en aquel instante se les ocurrian, mani+ festando á los de la plaza que todos eran unos, y que no les hostilizaran. Los de la guarnición, aunque estaban aturdidos con el terrible fuego del campo (de cuya causa y circunstancias no estaban enterados) consintieron en suspender el fuego por algunos minutos; pero temiendo todavia que fuese alguna estratagema del enemigo, obligaron á los pelotones que corrian hácia la muralla á hacer alto hasta tanto que los reconociesen. Verificaronlo asi, arrojando desde los muros varios copos de estopa encendidos, en los cuales envolvian broza seca, con cuya luz, aunque instantánea, tenian tiem po para conocer á los de afuera. Y convencidos de que eran amigos, les abrieron las puertas, arrojando escalas por la muralla por las que trepaban los fugitivos para acelerar la entrada. Pero como las desdichas que estos debian sufrir en aquella aciaga noche aun no estaban terminadas, los defensores del castillo confirmándose en sus temores, y lo que es aun mas, creyendo que habia llegado el caso de intentar el asalto las tropas de la Reina, redoblaron sus disparos dirigiendo un fuego mortífero de cañon hacia el punto por donde penetraron los grupos, causando en ellos bastante destrozo y arrebatando la vida á muchos en el instante mismo en que tomaban aliento para respirar por creerla asegurada. De nada sirvió. que un ayudante de zapadores carlistas se aproximåse con inminente riesgo á darles órden de que cesasén el fuego, pues que no oyéndole ó temiendo que les hiciese traicion como la habia hecho el capitan de miñones, continuaban sus disparos y hubieran agotado hasta el último cartucho contra sus mismos infortunados compañeros, á no haber hecho la casualidad

que los quintos que servian una pieza la inutilizaran cargando en medio de su aturdimiento la bala antes que la pólvora.

Tal fué el éxito que tuvo aquella desgraciada espedicion en la que solo lograron salvarse el gobernador y parte de las compañías de cazadores, atravesando con serenidad el campamento de ESPARTERO, y desafiando con valor los mayores peligros. Mas no por este acto de arrojo pudo librarse aquel gobernador de las notas de imprevision y de falta de entereza con que no sin razon le calificaran los suyos. En otro lugar veremos cómo fué recibido de su general Cabrera.

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Las tropas de la Reina ademas de los innumerables muertos y heridos que ocasionaron, cogieron mas de 500 heridos y muchos equipages, y hubiéranse sin duda alguna apoderado de la plaza aquella misma noche, à no conocer tan á fondo la catástrofe que se estaba realizando de cuenta sola de los carlistas, á no ser tanta la humanidad del general ESPARTERO que no queria aumentar el estrago y la muerte en el seno de una multitud seducida, en su mayor parte, obcecada, indefensa, y sobre todo á no saber tan á fondo que aquellos mismos acontecimientos le habian de proporcionar una entrada Y triunfo mas completo de lo que hubiera sido el obtenido en aquellos instantes.

Vueltos á la plaza los pocos que de la muchedumbre fugitiva habian logrado escapar con vida, quedó el campamento en un silencio sepulcral interrumpido solo por los frecuentes y doloridos ayes de los heridos á quienes se ocupaban en recoger algunos gefes, personas caritativas y trasladaban otras á las pocas casas que en Morella se habian librado de la ruina ocasionada por las bombas, enemigas; de manera que aquella poblacion se halló repentinamente convertida en un hospital de sangre, ó mejor dicho en un vasto cementerio en el que á cada paso se improvisaban y multiplicaban por instantes los sepulcros.

Los gefes principales acordaron las medidas que exigian las circunstancias, entre las cuales era la mas urgente la del nombramiento de gobernador, á cuyo efecto se reunieron en consejo de guerra la noche del 29, el cual terminó entre doce y una, siendo su resultado el nombramiento del teniente-rey, coronel de caballería D. Leandro Castilla para gobernador interino con la autorizacion completa para negociar la capitulacion con el DUQUE DE LA VICTORIA. Aceptó aquel gefe con gusto este encargo, esperando sacar partido del DUQUE, à quien le habian unido algunas relaciones en la campaña de América que habian hecho ambos sirviendo de oficiales en un mismo ejército, y en consecuencia de la autorizacion con que le habian revestido le dirigió el oficio y propuesta de capitulacion siguientes.

«Comandancia general de los ejércitos reunidos. Secretaría de campaña. Excmo. Sr. Deseando evitar los males que son consiguientes á esta de

sastrosa guerra, y las molestias que debe causar á V. E el campamento del digno cuartel general de V. E., espero que su generosidad se dignará conceder á la guarnicion de esta plaza las capitulaciones que designan los artículos del adjunto papel, que tengo el honor de elevar à las superiores manos de V. E., esperando al mismo tiempo que interin se ratifican las capitulaciones, se dignará mandar se suspenda toda hostilidad contra esta plaza, y al mismo tiempo el que las tropas avanzadas del ejército de V. E. permanezcan en las posiciones que ocupan en estos momentos.

Dios guarde á V. E. muchos años. Morella, mayo á las cinco de la mañana del 30 de 1840. Excelentísimo Señor. Leandro Castilla. Excmo. señor don Baldomero Espartero, duque de la Victoria y capitan general de los ejércitos nacionales.»

Capitulacion que propone el coronel gobernador accidental de la plaza de Morella D. Leandro Castilla, al Excmo. Sr. duque de la Victoria, D. Baldomero Espartero, capitan general de los ejércitos nacionales y general en gefe de los ejércitos que operan en las provincias de la Península.

Articulo 1. La guarnicion de esta plaza entregará las armas con la condicion que ha de quedar en plena libertad el total de sus gefes y oficiales, y por consiguiente la tropa para ir al pais estranjero que mas le convenga, con la precisa condicion que no han de volver á tomar las armas en la presente lucha contra los derechos de S. M. la Reina Doña Isabel II.

Art. 2. Se espera de la generosidad del Excelentísimo señor duque de la Victoria se dignará conceder el uniforme y equipage á los gefes y oficiales de esta guarnicion, como igualmente á la tropa, y que se queden en el pais los que no quieran pasar al estranjero á quienes no se les molestará por sus opiniones anteriores si su conducta de los que se queden no es hostil á la causa de S. M.

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Art. 3. Que en virtud de estas capitulaciones no se molestará á ninguno de los gefes, oficiales, individuos de tropa y empleados en la guarnicion de esta plaza por hechos puramente políticos que tienen tendencia con sus empleos y cumplimiento de las órdenes que se les dieron por sus respectivos gefes, aun cuando sea por reclamo de alguna persona.

Art. 4. Los gefes, oficiales é individuos de tropa de esta guarnicion serán conducidos con una partida de escolta hasta la raya de Francia por el frente que resulta por el reino de Aragon á aquel pais estrangero sin entrar en las principales capitales de dicho reino.

Art. 5. Se entregarán las existencias de los almacenes establecidos en esta plaza con la mayor integridad, como igualmente los fusiles cañones y demas que existan en ella.

Art. 6. Será de cuenta del erario nacional la asistencia de los enfermos delos hospitales, como igualmente franquearles el correspondiente pasaporte para que puedan marcharse tambien al estrangero, quedando desde luego dichos individnos comprendidos en todos los artículos de esta capitulacion. Morella mayo 30 de 1840-Leandro Castilla. >>

Fácil era colegir de la sumision y respeto con que estaban estendidos estos documentos, lo mal parados que se encontraban los carlistas, y que ESPARTERO no habia de acceder á propuestas que habia inspirado la necesidad y no otro algun impulso noble y generoso. Con todo en el instante de recibir el oficio mandó suspender las hostilidades contestando inmediatamente con el que á la letra decia asi:

<<Recibo el oficio de vd. de esta fecha con la propuesta de capitulacion que me incluye, cuyos artículos no pueden ser aceptados, asi por la bandera que han tenido vds. enarbolada, como porque desplegados ya parte de los medios que tengo para reducir la plaza y castillo, faltaria en el hecho de admitir condiciones contrarias á la situacion en que vds. se encuentran, mayormente desde la derrota de anoche.

<«<Los sentimientos de humanidad me fuerzan sin embargo á convenir en que cese toda hostilidad hasta recibir la contestacion á este oficio, que ha de ser en el término de una hora.

«No hay mas condicion posible que la de que se entregue prisionera de guerra la guarnicion de la plaza y de su castillo, en el concepto de que scrán respetadas, y ninguno de sus individuos molestados por sus opiniones políticas.

«En caso que V. no acceda llorará, aunque tarde, las consecuencias de una defensa enteramente inútil, y las víctimas obligadas á continuar las hostilidades no dirigirán sus terribles imprecaciones en el momento de sucumbir contra las armas victoriosas, sino contra los que les hayan forzado á tan duro trance. Mando á un ayudante de campo con esta intimacion: su permanencia no será mas que una hora, pues lleva órden de regresar con la contestacion ó sin ella.

«A la inmediacion de la plaza se hallará el general segundo gefe de estado mayor general, y V. podrá avistarse con él si le queda alguna duda sobre la seguridad que ofrezca á los prisioneros.

«Dios guarde á V. muchos años. Cuartel general, campamento al frente de Morella 30 de mayo de 1840.-El duque de la Victoria.-Señor gobernador interino de Morella. -Es copia. - Victoria. »><

No debian esperar los defensores de Morella otra contestacion que la anterior; pero aun asi les ponia en gran consternacion habiendo llegado á creer sin duda que los términos rendidos y sumisos en que habian hablado, comprometerian la generosidad del general en gefe y le obligarian á llevar

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